29 de octubre de 2015

¡La regionalidad y la universalidad de la Iglesia!

El sábado (10/24/2015) pasado en conferencia de prensa en la Santa Sede en la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos sobre el tema de la familia un reportero pregunto ¿si la regionalidad de la Iglesia no afectaría la unidad (y por ende la universalidad) de la Iglesia?  Esta es una pregunta que es muy apremiante reflexionar sobre la misma.

Comencemos por realizar algunas definiciones de términos para poder seguir fácilmente la línea recta de esta reflexión.   Hay tres términos que debemos definir para el justo beneficio de esta reflexión.  Los mismo son regionalidad, universalidad y unidad todos desde el contexto eclesial.
¿Qué es la regionalidad de la Iglesia?  Recordemos que la Iglesia está dividida (pero no separada entre sí ni de la Santa Sede) en parroquias (algunas parroquias tienen sus misiones en su extensión geográfica como suele suceder acá en EEUU), un conjunto de parroquias forma la diócesis (o arquidiócesis).  También un cierto número de diócesis y/o arquidiócesis compone lo que se llama provincia eclesiástica. Usualmente, esta figura o se compone de una arquidiócesis metropolitana y de cierto número de diócesis (usualmente de 3 a 4 aunque podría ser solo una), conocidas como sedes o diócesis sufragáneas [sufragáneo(a) = que depende de la autoridad de otro].
Veamos cuales son las diócesis que componen la Provincia Eclesiástica de Atlanta (EEUU).  La Provincia Eclesiástica de Atlanta comprende los estados de Georgia, Carolina del Norte y Carolina del Sur.  Veamos que diócesis componen esta provincia eclesiástica: la Arquidiócesis de Atlanta (Georgia) [sede metropolitana]; y las diócesis sufragáneas (= que depende de la jurisdicción y autoridad de otro, en este caso de otro obispo o arzobispo) de Savannah (Georgia); Charleston (Carolina del Sur); Charlotte (Carolina del Norte) y Raleigh (Carolina del Norte).
De esta forma las provincias eclesiásticas con su sede metropolitana y sus diócesis sufragáneas forman una porción de “área regional de la Iglesia”. El conjunto total de estas provincias eclesiásticas (y por ende sus diócesis) forman la Conferencia Episcopal. La conferencia episcopal es el área territorial o geográfica de la Iglesia (en este caso como acabo de mencionar de los Estados Unidos de América). 
Quisiera poner un ejemplo sobre lo que acabo de mencionar.  Mi parroquia se llama San José (o en inglés, Saint Joseph’s Catholic Church) en Dalton, Georgia, EEUU.  Mi parroquia tiene una misión que se llama Santo Toribio Romo (quien fue un sacerdote y mártir mexicano de la época de los Cristeros) cuya primera Misa fue celebrada en la Solemnidad de Cristo Rey en noviembre 2012.  Además en mi parroquia tenemos la Capilla Inspiración en el Espíritu Santo.   Mi parroquia pertenece a la Arquidiócesis de Atlanta (Georgia EEUU) pero mi parroquia con varias parroquias adyacentes forman lo que se llama el decanato.  De estas parroquias que forman el decanato el obispo suele nombrar a un sacerdote que realice la función del decano.  Este grupo de decanatos forman la diócesis o la arquidiócesis.
Mi arquidiócesis está formada de 90 parroquias y 11 misiones.  Además como ya mencione la arquidiócesis forma parte de la Conferencia Episcopal de los EEUU (USCCB, por sus siglas en inglés United States Conference Bishops).  En la USCCB hay 145 diócesis y 33 arquidiócesis (ambas de Rito Latino para un total de 178) y un  (1) Exarcado Apostólico (Rito Siro-Malankara [India]) y un Ordinariato Personal de la Cátedra de San Pedro (Rito Anglicano).  También hay 15 diócesis católicas de ritos orientales y 2 arquidiócesis católicas de ritos orientales.  Como podrán ver la USCCB es algo extensa.  Esto que he descrito previamente comprende un área regional de la Iglesia
En forma similar mi muy querido y apreciado lector podrías ubicar el área territorial que corresponde a tu parroquia, (cada misión y/o cada capilla donde las haya), a tu diócesis (o tu arquidiócesis) y la Conferencia Episcopal que tu diócesis pertenezca.  Esa sería tu área territorial o geográfica a tu perteneces.  Es muy importante recordar que esa área regional que te corresponda no es una frontera ni tiene límites espiritualmente hablando.
Ahora hablemos un poco de la universalidad de la Iglesia.  Hay que entender que los católicos somos cristianos con todos los derechos pero además con todos los deberes (y los compromisos y la triple misión bautismal de ser sacerdotes [sacerdocio común de los fieles], reyes y profetas).  Ya los Padres de la Iglesia iban reafirmando la catolicidad de la Iglesia.  La palabra católica proviene del griego katholikos y esta significa universal.  San Ignacio de Antioquía (110 d.C.) fue un Padre Apostólico (discípulo de San Juan) fue el primero que usó la palabra katholikos para representar e identificar a la Iglesia que Cristo Jesús fundo cuya base fueron los Apóstoles.  “Donde esté el Obispo, esté la muchedumbre así como donde está Jesucristo está la Iglesia Católica” (San Ignacio de Antioquia en su Carta a los Esmirniotas 8, 2).
"Cristiano es mi nombre, y católico mi apellido.  El primero me denomina, mientras que el otro me instituye específicamente.  De esta manera he sido identificado y registrado... Cuando somos llamados católicos, es por esta forma, que nuestro pueblo se mantiene alejado de cualquier nombre herético" (San Paciano de Barcelona 375 d.C. Carta a los Esmirniotas).   Claro esta expresión de San Ponciano no se puede interpretar y desde nuestro actual contexto humano y espiritual.  Hoy en día hay muchas denominaciones e iglesias que se llaman católicas pero en realidad están fuera de Comunión Petrina.  Sin duda alguna esto confunde al Pueblo de Dios.  A los católicos (con la Cabeza Visible el Papa Francisco) nos es muy meritorio discernir y saber distinguir estas “iglesias seudo-católicas” para que de esta forma podamos advertir de una forma u otra a los hermanos(as) en nuestras comunidades eclesiales. 
Sería muy importante preguntarnos ¿Por qué la Iglesia es católica o universal?  La respuesta en simple términos es porque Cristo Jesús lo quiso así.  Veamos porque la universalidad de la Iglesia proviene del mandato de Jesucristo.  Veamos algunos textos bíblicos.  “Y les dijo: Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación.  El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer será condenado” (Mc. 16, 15-16).  “Jesús se acercó y les habló así: Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” (Mt. 28, 18-20).
Reflexionemos un poco sobre estos dos textos neotestamentario. 
La Iglesia no solo es universal geográficamente sino también es universal más allá del tiempo y del espacio.  Por eso se dice que en Dios no hay tiempo ni espacio.  Aquí es imperativo recordar la doctrina y dogma de fe de la Comunión de los Santos.   Con la Comunión de los Santos la Iglesia es universal más allá del tiempo y del espacio.
¿Qué es la comunión?  Esta palabra la podemos definir con la misma palabra.  Comunión es la unión común o la común unión entre personas y cosas.  Ahora bien, el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos dice: “La expresión ‘comunión de los santos’ tiene, pues, dos significados estrechamente relacionados: ‘comunión en las cosas santas [sancta]’ y ‘comunión entre las personas santas [sancti]’” (CIC # 948). Aquí hay dos puntos que son muy propicios explicar. 
Primero tenemos comunión de las cosas santas.  La palabra sacramento en latín se dice sacramentum o sea momento sagrado.  Los sacramentos son signos sensibles y palpables que nos confieren la gracia (santificante y sacramental) instituidos por Cristo Jesús para nuestra salvación.  Podemos añadir que los sacramentos son signos externos de una realidad (más grande, infinita y santísima) interna y sobrenatural.  Por eso los cristianos en oriente (católicos de ritos orientales unidos a Roma y ortodoxos) a los sacramentos le llaman Mysterion.
Lógicamente aquí la palabra a definir es misterio.  Ya en otras ocasiones he mencionado y escrito que el misterio para el cristiano no es lo mismo que lo que implica para la sociedad o el mundo.  Para el mundo el misterio es todo aquello que está oculto y en ocasiones se le asocia con el ocultismo.  Mientras que para el cristiano (y en judaísmo) el misterio es aquello que Dios nos revela pero que no lo podemos entender del todo.  Por eso la Iglesia nos enseña que la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y el Espíritu Santo es el principal misterio del cristianismo.  Los misterios en el cristianismo no son para conocerlos sino más bien para creerlos y tener fe en ellos.
Veamos el segundo punto comunión entre las personas santas.  La Iglesia se compone de tres estados o realidades y estas son: la Iglesia Triunfantes (santos en el Cielo [Cielo es estar en la Presencia Eterna, Infinita y Beatifica de Dios]), la Iglesia Purgante (almas del purgatorio o purificación final) y la Iglesia Peregrina (los que estamos vivos [biológicamente hablando] en esta tierra que vamos caminando o peregrinando en la vida cristiana).
La Iglesia no tiene fronteras estas tres realidades antes mencionadas estamos insertados de forma tal que formamos el Cuerpo Místico de Cristo.  Lamentablemente a los católicos en esta vida terrenal nos da miedo, nos da terror que nos llamen santos.  Cuando renacemos a la fe por medio del agua y del Espíritu (ver Jn. 3. 5-6) somos santos. 
Como he mencionado otras veces la palabra usada en hebreo para santidad es Kiddushin y esta palabra tiene una doble significación.  Literalmente significa sacar aparte pero también esta palabra en hebreo es usada para lo que español seria los esponsales o compromiso matrimonial.  ¿Qué implica esto?  Que nuestra relación con Dios (la palabra religión que viene del latín religare significa religar, tratar con o relacionarnos y en este caso con Dios) implica convivir en amor (ya que Dios es amor) como se presupone en el matrimonio.  Tanto Juan el Evangelista como Pablo nos hablan de las Bodas del Cordero.   La Biblia comienza con una boda y finaliza con otra boda.  Primero tenemos a Adán y Eva en el jardín del Edén en el Libro del Génesis (ver Gn. 2, 23-24) y en el Apocalipsis se nos presenta la Cena de las Bodas del Cordero (ver Ap. 19, 9; 21, 9; 22, 17).
En la Biblia, el matrimonio es imagen de la voluntad de Dios de la alianza de relación amorosa con su pueblo escogido.  Ese Dios que es Todo Amor es el novio, la humanidad es su amada y anhelada esposa.   Esto lo vemos reflejado muy bien con el Profeta Isaías  (Is. 62, 1-5).  Por eso nos dice San Juan que Jesús realizó su primer "signo" (milagro) público en un banquete de bodas.  Cuando Israel quebranta el pacto, este es comparado con un cónyuge infiel (ver Jer. 2, 20-36).  Pero Dios promete tomarla de vuelta, para "abrazarla" y unirla a Él para siempre en un pacto eterno (ver Os. 2, 18-22).
El Libro del Apocalipsis nos habla de las Bodas del Cordero (ver Ap. 19, 6-9).  Con esto el autor bíblico nos está diciendo que nuestra relación con Dios debe ser una de completo amor tal como implica el amor en el matrimonio.  Por medio de nuestro Bautismo hemos sido separados del mundo (santificados) para vivir como Cristo Jesús.  Eso en resumida cuenta es la santidad.  La santidad no requiere "absoluta perfección".  La santidad requiere que viendo y reconociendo la grandeza de Dios aceptemos  nuestra pequeñez, debilidad y fragilidad.  Después de esto (en fe y confianza) pedirle a Dios que sea nuestra fortaleza y nuestro sostén.   Las virtudes son hábitos operativos (que realizamos y actuamos) que juntó a la acción de la Iglesia (oración [personal y comunitaria]), sacramentos y caridad [= amor hecho acción]) fraterna y la gracia de Dios nos llevan a la santidad.
“Sancta sanctis” es una expresión del latín que significa “todo aquello que es santo o sagrado para los que son santos”.  Esta expresión se pronuncia por el celebrante (obispo y/o presbítero) cuando se elevan los dones en la mayoría de las liturgias de ritos orientales (ej. Rito Bizantino, Rito Cóptico, Rito Maronita, Rito Siro-Malabar, etc.) antes de la distribución de la sagrada comunión.  Los fieles (sancti) nos nutrimos del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad (sancta) de nuestro Señor Jesucristo.  Pero esto lo hacemos para lograr un propósito lo cual es la koinonía o comunión del Espíritu Santo lo cual es una consecuencia que nace del Amor de Dios (ver CIC # 948).
Si hay algo que ha distinguido al Pueblo Hispano su amor y fidelidad al Santo Padre y por ende a la Iglesia.  Los Papas desde Pablo VI (quien viajó a Colombia [agosto 1968] & Nueva York {Naciones Unidas} [octubre 1965]) hasta nuestro actual Santo Padre en Papa Francisco.  Este amor y fidelidad ha sido (y sigue siendo) reciproco por parte de los Papas hacia el mundo de habla hispana.  Testigo de esto es San Juan Pablo II  con su Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in América (EA).
“Los elementos comunes a todos los pueblos de América, entre los que sobresale una misma identidad cristiana así como también una auténtica búsqueda del fortalecimiento de los lazos de solidaridad y comunión entre las diversas expresiones del rico patrimonio cultural del Continente, son el motivo decisivo por el que quise que la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos dedicara sus reflexiones a América como una realidad única. La opción de usar la palabra en singular quería expresar no sólo la unidad ya existente bajo ciertos aspectos, sino también aquel vínculo más estrecho al que aspiran los pueblos del Continente y que la Iglesia desea favorecer, dentro del campo de su propia misión dirigida a promover la comunión de todos en el Señor” (EA # 5).
Aquí hay varios elementos o puntos que quisiera reflexionar.  “Una misma identidad cristiana… (con) una auténtica búsqueda del fortalecimiento de los lazos de solidaridad y comunión”.  Sin duda alguna esa identidad cristiana es común entre muchos de los pueblos latinoamericanos.  Pero por otro lado hay obstáculos que buscan separar o romper con los lazos comunes cristianos que nos unen como Pueblo de Dios.  El mundo, la sociedad y en especial los medios de comunicaciones seculares buscan de una forma u otra imponernos sus anti-testimonios y anti-mandamientos.  Ejemplo de esto lo es el aborto, la eutanasia, y más recientemente “el mal llamado matrimonio” entre parejas homosexuales o del mismo sexo.  
La solidaridad y la comunión se logran con la integridad, la verdad, y la entereza de la fe cristiana.  Esta misma distinción sobre la solidaridad la podemos aplicar con la misericordia.  Es cierta forma ser solidario es ser misericordioso.  La solidaridad es la acción oblativa y dadivosa que realizamos para el bien de los demás.  Por medio de estas acciones solidarias las personas se sienten y reconocen unidas y compartiendo las mismas obligaciones, intereses e ideales y conformando además uno de los pilares fundamentales sobre los que se asienta la ética y moral cristiana.   En esta línea descriptiva sobre la solidaridad (y misericordia) tenemos que decir que los cristianos debemos tener mucho cuidado de no banalizar nuestra fe católica.  Los antónimos y lo contrario sobre la solidaridad son la indiferencia, el egoísmo y el desamparo.
Otro elemento a reflexionar seria “la misión dirigida a promover la comunión de todos en el Señor”.  La comunión que se logre en la Iglesia es a la misma vez comunión con el Señor.  San Pablo nos enseña que los todos los bautizados forman la Iglesia y que esta es el Cuerpo Místico de Cristo (ver  1Cor. 12, 12-31). “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todo, lo penetra todo y está en todo” (Ef. 4, 5-6).  Podemos apreciar como San Pablo ya alentaba a mantener la unidad de la Iglesia.  Hoy en día nuestros obispos siguen alentándonos a mantener la unidad en la Iglesia como lo hizo Pablo a sus comunidades. 
Los laicos estamos llamado y tenemos el deber de buscar la unidad en la Iglesia.  Pero quizás podríamos comenzar de menor a mayor.  La familia debe estar unida en el amor y la misericordia.  En los grupos parroquiales o apostólicos debemos buscar la unidad.  Aquí podríamos trabajar por la unidad propia en los carismas y objetivos por los cuales fueron formados dichos grupos en la parroquia.  Nuestra comunidad parroquial desde los sacerdotes y los laicos y todo el Pueblo de Dios estamos llamados a vivir y caminar en la unidad.  Es muy importante tener presente que para lograr esa unidad externa primero debemos lograr la unidad interior o espiritual.
Los laicos [o sea las personas bautizadas que no somos sacerdotes, ni religiosos(as)] estamos ubicados mentalmente es que solo hemos de servir en nuestra parroquia.  Esto en cierta forma se vuelve algo negativo porque no nos atrevemos a servir más allá de los terrenos de la parroquia o más allá de la diócesis.  Mi abuelo solía decir que los cristianos tenemos que aprender a salir del cajón (aquí cajón se refiere a la parroquia y/o diócesis) y como el servicio es parte de nuestra misión bautismal (de ser sacerdotes [sacerdocio común de los fieles], reyes y profetas) nunca debemos negarnos al servicio cuando estamos fuera de la parroquia o fuera de la diócesis.
A mí me ha pasado que estando en Misa Dominical en algún lugar que voy de vacaciones (usualmente fuera de la parroquia y fuera de la diócesis y hasta fuera del estado) el sacerdote pregunta y hay algún lector (o Proclamador de la Palabra) y/o Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión.   Yo rápido respondí le indique que soy MESC o lector y he servido en estos ministerios litúrgicos.  Esto me da una cierta sensación de que estoy contribuyendo a hacer unidad en el sentido que yo que soy o pertenezco a otra parroquia en distancia lejana he servido en otra parroquia que tenía esa necesidad.  Por haber servido en estas facetas yo doy gloria y gracias al Señor Dios Todopoderoso.

Pido al Espíritu Santo que nos guie y nos ayude a que un día podamos obtener la unidad de la Iglesia.  Que María Santísima Madre de la Iglesia ore e interceda siempre por sus hijos para que un día logren la unidad de la Iglesia que es el Cuerpo Místico de su Hijo Jesús. 

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