Mi muy amado(a) y
apreciado(a) lector(a) y no sé si has escuchado que la Iglesia suele ser
llamada el “Sacramento de Salvación”. Al menos teológicamente hablando y específicamente desde el Concilio
Vaticano II. Similarmente es noticia que
la Iglesia llama a Jesucristo, el Sacramento del Padre. Entonces nos debemos preguntar: ¿Qué
entendemos por esa palabra sacramento?
Notaras que al
menos en este caso escribo Sacramento con letra mayúscula. Y no es que esté prohibido o viceversa sino
suelo escribir esta palabra en mayúscula sino que personalmente prefiero
escribir sacramento en mayúscula cuando estoy nombrando cada uno de los
siete sacramentos (ej. Sacramento del Bautismo) de la Iglesia Católica. Además para usarlo como título de Jesús
(Sacramento del Padre) y como en esta ocasión como título de la Iglesia. Para las demás ocasiones que no sean para las
que antes mencione escribo sacramento con letra minúscula.
Muchas veces
insisto que debe hacer una persona cuando desea aprender un idioma nuevo. Este debe crear un vocabulario propio el
idioma en cuestión. Lo mismo se puede
aplicar a la profesión que se quiera estudiar, hay que crear un vocabulario propio
a esta profesión. Para nosotros los
cristianos suceden lo mismo cuando tomamos muy en serio muestra fe y queremos
aprender lo que nos enseña Cristo y la Iglesia (con su Magisterio) sobre la fe
cristiana.
Ahora bien, pero más
importante que escribir esta palabra con letra mayúscula o minúscula es poder
entender que significa e implica la palabra “sacramento”. Por eso comencemos por tener muy claro de qué
significa etimológicamente o sea cual es el origen de esta palabra. Pero también es muy oportuno explicar cómo la
Iglesia define esta palabra.
Esta palabra sacramento
proviene del latín sacramentum que literalmente mentum se define
como momento y sacra que refiere lo que es sacro o sagrado. Pero
es muy recomendable ver como la Iglesia define esta palabra. Sacramento es un signo sensible y
palpable, instituido por Jesucristo, para darnos la gracia y por ende la salvación.
La gracia es un
don sobrenatural que Dios nos concede para alcanzar la vida eterna. Dicho de otra forma, la gracia es el don de
Dios en nuestras vidas. La gracia
sacramental nos concede la acción propia de cada sacramento. Por ejemplo, por el Bautismo por los méritos
del Hijo Unico del Padre, quedamos constituidos en hijos adoptivos de Dios (a esto
se llama la filiación adoptiva) y al mismo tiempo comenzamos a ser miembros de
la Iglesia.
Recordemos que dice
San Pablo que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo (ver 1ªCor. 12,
12-30). Nos debemos preguntar ¿Cuál es
la finalidad de la Iglesia? En las
clases pre-bautismales que yo suelo brindar en mi parroquia les insisto que la
finalidad principal de los padres y padrinos es llevar a sus hijos y/o ahijados
al Cielo o sea encaminarnos a la salvación.
Esta misma misión la tiene la Iglesia en cuanto a sacramento o signo de
la salvación que podemos obtener en primer lugar por las aguas bautismales y
los demás sacramentos y las gracias (santificante y sacramental) que estos admirables
siete sacramentos nos dan.
Recordemos que en
el caso de los niños al ser bautizados son los padres y padrinos quienes asumen
la responsabilidad de encaminar a estos por los “caminos de la salvación”
(o sea educar a estos en la fe y doctrina de la Iglesia) que el mismo Cristo
Jesús le delego a la Iglesia que Él
mismo fundó (ver Jn. 21, 15-17; Mt. 16, 18-19; Mt. 18, 18; Mt. 28, 18-20; 1ªTim.
3, 1-13; Col. 2, 18-19; Ap. 3, 7). Acentúo
como lo he hecho otras veces que “no podemos dar lo que no tenemos” por
eso es muy conveniente que padres y padrinos (y todos los bautizados) además de
ser testimonios vivos de la vida cristiana también deben educarse (o
reeducarse) en la fe y doctrina de la Iglesia Católica.
Para enseñar la fe
de la Iglesia debemos conocerla y amarla.
Más aun como esto no es algo que sea meramente humano debemos pedir que
Dios vaya encaminando y dirigiendo nuestra fe (que ya se nos fue dada en el
Sacramento del Bautismo) para que al vivirla con todo nuestro empeño y
dedicación también sea una forma de educar en la fe. De hecho esa es la mejor forma de educar en
la fe.
Cuando los hijos (y
ahijados) crecen y tienen uso de conciencia o uso de razón son estos los que
optan por ser fieles o no a ese “itinerario de salvación” que los padres
(y padrinos) un día comenzaron. Esta vez
una experiencia vibrante y transformadora de un encuentro personal (podría ser
un retiro, convivencia o hasta una situación personal y familiar) es muy
recomendable para que reafirmemos nuestra opción de ser fieles a Jesús y a su
Iglesia quien es como dije previamente el Cuerpo Místico de Cristo Jesús.
El Beato Boricua [=
puertorriqueño] Carlos (Charlie) Rodríguez decía que “vivimos para esa
noche”. ¿A qué se refería mi
compatriota beato? Aquí nuestro futuro
santo (primero Dios y para la gloria de Dios) se refería a noche pascual
o sea a la noche de la Resurrección del Señor. De hecho esta fue la primera celebración
litúrgica de los cristianos. Todos los
domingos son domingos pascuales por eso en la Sagrada Eucaristía después de
consagración (o al finalizar esta) el presbítero o sea el sacerdote nos dice: “Este
es el Sacramento de nuestra Fe”. Y toda la comunidad respondemos: “Anunciamos
tu muerte, proclamamos tu resurrección.
¡Ven Señor Jesús!”
Esta es una de las
cosas más importante de la Santa Misa que anunciamos que Jesús de Nazaret quien
es verdadero Dios y verdadero hombre murió en la cruz por nuestros pecados. Pero el asunto no termina aquí. Para poder entender el contexto de la muerte
de Jesús es muy conveniente leer el Libro del Levítico.
El capítulo 4 de
este libro del Antiguo Testamento antes citado nos ofrece el sacrificio por los
pecados. Según vallamos leyendo nos
daremos cuenta que este sacrificio es prefiguración (como lo son todos los demás
sacrificios) de Jesucristo y su Sacrificio en la Cruz del Calvario.
Es un error muy
común querer entender la Palabra de Dios (AT & NT más la Tradición
Apostólica) desde nuestra propia perspectiva o aspectos culturales. Para entender e interpretar adecuadamente la
Revelación Divina hay que entender los contextos de la época. Por ejemplo hay que saber cuáles eran las creencias de la época, los
géneros literarios que se usaron en los textos bíblicos, entre otros.
“Para descubrir la
intención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de
su tiempo y de su cultura, los ‘géneros literarios’ usados en aquella época,
las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. ‘Pues la verdad
se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica,
en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios’ (DV
12, 2)”. Los contextos que hay
que considerar cuando leemos un texto bíblico son los géneros literarios,
las condiciones (creencias, cultura,
etc.) del tiempo y los procesos de revelación que formaron
parte en estos Sagrados Textos.
Varias cosas
debemos entender sobre la Biblia. La
revelación divina en el Antiguo Testamento es progresiva. Es un error querer buscar doctrina (como
hacen algunos protestantes) en el Antiguo Testamento. Este siempre de una forma u otra se fue
encaminando hacia Cristo. “No piensen
que he venido a abolir la Ley y los Profetas.
No venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt. 5, 17). Como podemos apreciar y nos reafirma el
Concilio Vaticano II, “Jesucristo es el culmen y fundamento de la Revelación
Divina” (DV # 2). No solo eso sino que
también “Cristo culmina la revelación” (DV # 4).
Veamos un ejemplo,
para poder analizar sus distintos contextos.
Un hagiógrafo o
autor bíblico elige el debate como género literario para lo que va a
escribir. El autor presenta el argumento
que el sufrimiento humano no tiene necesariamente que ser causa del
pecado.
Además es el
hagiógrafo presenta otra alternativa que el sufrimiento humano puede ser motivo
de redención y de esperanza cuando se tiene fe y aunque todo parezca indicar
todo lo contrario a la redención (esclavitud), la esperanza (desaliento) y a la
fe (infidelidad).
El
autor de este característico debate vivió en un tiempo cuando la gente creía
que todos los sufrimientos eran a causa del pecado, pero esta persona inspirada
por Dios no cree tal cosa. El cree que una persona inocente puede sufrir y que
este sufrimiento tiene un propósito en el
plan providencial de salvación de Dios.
Este autor también
cree que atribuirle que el sufrimiento es un castigo de Dios es mal representar
a Dios. Es presentar a Dios menos amoroso de lo que en realidad es.
Para poder retar
estas creencias de su tiempo el autor escribió este libro donde representa el
sufrimiento en esta persona inocente: Job. El escritor figura a los amigos de
Job tratando de buscar las razones por las cuales Job estaba sufriendo.
Sus amigos a
diferencia del lector (usted y yo) no sabían que Job era inocente. Ellos debatían el asunto y llegaron a la
conclusión que Job había pecado porque de lo contrario Job no estaría
sufriendo.
Aquí interviene
Dios y es bajo lo que dice Dios (y lo que dicen los amigos) que el autor
presenta la verdad de su enseñanza; que no todo sufrimiento es causa del
pecado. Además podemos apreciar a Job
como prefigura de Cristo como el justo (santo) y como el siervo sufriente.
Como Iglesia que
somos o sea como miembros (gracias a las aguas del Sacramento del Bautismo) del
Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia proclamamos solemnemente que
Jesucristo pasó (= pascua) de
la muerte (la cual el dio o se sometió libre y voluntariamente, cumpliendo así la
voluntad del Padre Dios) a la vida que no tiene fin o sea a la Resurrección
final y definitiva (de cual Jesús es la primicia) y que se nos tiene prometida
a todos los que optemos en seguir los pasos del Maestro fielmente en única
Iglesia que El fundo o sea la Iglesia Católica.
Después de dar
testimonio de la Resurrección del Señor (lo cual la Iglesia ha estado realizando
desde el tiempo de los Apóstoles hasta nuestros días) pedimos en oración
fervorosa y comunitaria que la Parusía o Segunda Venida del Señor
se haga una realidad. Esta palabra parusía
del griego significa venida. En
griego esta expresión segunda venida (o segundo advenimiento) se dice deftéra
parousía (Δευτέρα
Παρουσία). Curiosamente lunes en griego se dice también deftéra
o sea el día después del domingo.
La Iglesia está
llamada a ser sacramento de salvación o sea que usted y yo estamos llamados a
ser sacramento de salvación. ¿Pero cómo
logramos realizar esa encomienda?
Seremos sacramento de salvación en tanto y cuanto que seamos Iglesia en
toda su integridad. Y ¿Qué es ser
Iglesia en toda su integridad?
Un cristiano
integro está llamado a vivir en oración (personal y comunitaria). Paralelo a la vida de oración los cristianos
debemos vivir los sacramentos ya que estos nos dan gracias y nos encaminan a la
salvación. Recordemos que los
sacramentos son signos externos (agua, pan y vino, confesar los pecados, etc.)
de una realidad interna y espiritual más trascendente y mayor que el mismo
signo externo.
Ser Iglesia
integra implica que nuestras acciones sean reflejo vivo y eficaz de nuestra
fe. Por eso es que un cristiano está
llamado a demostrar nuestra fe por medio de las acciones. De igual forma los cristianos debemos mostrar
el amor por medio de la caridad (= amor
hecho acción) fraterna. El cristiano no
está llamado a ser un experto en moral o ética (pero si debe saber lo esencial)
pero si está llamado a vivir las virtudes como luces que encaminan nuestra vida
moral y/o ética.
Las virtudes son
medios que nos pueden orientar a la santidad.
La santidad es la identificación con Cristo cumpliendo amorosamente la
voluntad de Dios mediante la práctica de las virtudes. Las virtudes
(costumbres) son hábitos buenos que nos llevan a hacer el bien.
Pero todavía nos
falta algo muy especial y es la vida en el Espíritu. Los Sacramentos del Bautismo y la
Confirmación no dan el Espíritu Santo pero ¿realmente usamos el Espíritu
Santo? ¿Cuándo fue la última vez que tuviste
una experiencia vibrante y fuera de todo los limites humanos con el Espíritu
Santo?
Todos los
cristianos necesitamos al Espíritu Santo para vivir y testimoniar nuestra
fe. Todos los cristianos necesitamos al
Espíritu Santo para recibir el Amor de Dios y con mayor razón para darlo a los
demás. Todos los cristianos necesitamos
al Espíritu Santo para pedirle sus dones y para que estos se transformen en
frutos. Todos los cristianos necesitamos
al Espíritu Santo para que nos de ciertos carismas para servirle y para el bien
común de la Iglesia. Todos los
cristianos necesitamos al Espíritu Santo para vivir en santidad como nos pide
la Iglesia en el Concilio Vaticano II.
Es el Espíritu
Santo quien ha mostrado de una y otra forma que la Iglesia es el Sacramento de
Salvación y de forma similar también nos muestra que Jesús es el Sacramento del
Padre. “Si vivimos por el Espíritu,
sigamos también al Espíritu” (Gal. 5, 25).
¡Espíritu Santo danos tú Amor, danos tus Dones, danos tus Gracias para
vivir como Tú nos dispones! ¡María Santísima Esposa Purísima del Espíritu Santo & Madre de la Iglesia ora e intercede por nosotros tus hijos!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario