20 de diciembre de 2015

¿Por qué la Iglesia es llamada sacramento de Salvación?

Mi muy amado(a) y apreciado(a) lector(a) y no sé si has escuchado que la Iglesia suele ser llamada el “Sacramento de Salvación”. Al menos teológicamente hablando y específicamente desde el Concilio Vaticano II.  Similarmente es noticia que la Iglesia llama a Jesucristo, el Sacramento del Padre.  Entonces nos debemos preguntar: ¿Qué entendemos por esa palabra sacramento?
Notaras que al menos en este caso escribo Sacramento con letra mayúscula.  Y no es que esté prohibido o viceversa sino suelo escribir esta palabra en mayúscula sino que personalmente prefiero escribir sacramento en mayúscula cuando estoy nombrando cada uno de los siete sacramentos (ej. Sacramento del Bautismo) de la Iglesia Católica.  Además para usarlo como título de Jesús (Sacramento del Padre) y como en esta ocasión como título de la Iglesia.  Para las demás ocasiones que no sean para las que antes mencione escribo sacramento con letra minúscula.
Muchas veces insisto que debe hacer una persona cuando desea aprender un idioma nuevo.  Este debe crear un vocabulario propio el idioma en cuestión.  Lo mismo se puede aplicar a la profesión que se quiera estudiar, hay que crear un vocabulario propio a esta profesión.  Para nosotros los cristianos suceden lo mismo cuando tomamos muy en serio muestra fe y queremos aprender lo que nos enseña Cristo y la Iglesia (con su Magisterio) sobre la fe cristiana.
Ahora bien, pero más importante que escribir esta palabra con letra mayúscula o minúscula es poder entender que significa e implica la palabra “sacramento”.  Por eso comencemos por tener muy claro de qué significa etimológicamente o sea cual es el origen de esta palabra.  Pero también es muy oportuno explicar cómo la Iglesia define esta palabra.
Esta palabra sacramento proviene del latín sacramentum que literalmente mentum se define como momento y sacra que refiere lo que es sacro o sagrado.  Pero  es muy recomendable ver como la Iglesia define esta palabra.  Sacramento es un signo sensible y palpable, instituido por Jesucristo, para darnos la gracia y por ende la salvación.  
La gracia es un don sobrenatural que Dios nos concede para alcanzar la vida eterna.  Dicho de otra forma, la gracia es el don de Dios en nuestras vidas.  La gracia sacramental nos concede la acción propia de cada sacramento.  Por ejemplo, por el Bautismo por los méritos del Hijo Unico del Padre, quedamos constituidos en hijos adoptivos de Dios (a esto se llama la filiación adoptiva) y al mismo tiempo comenzamos a ser miembros de la Iglesia.
Recordemos que dice San Pablo que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo (ver 1ªCor. 12, 12-30).  Nos debemos preguntar ¿Cuál es la finalidad de la Iglesia?  En las clases pre-bautismales que yo suelo brindar en mi parroquia les insisto que la finalidad principal de los padres y padrinos es llevar a sus hijos y/o ahijados al Cielo o sea encaminarnos a la salvación.  Esta misma misión la tiene la Iglesia en cuanto a sacramento o signo de la salvación que podemos obtener en primer lugar por las aguas bautismales y los demás sacramentos y las gracias (santificante y sacramental) que estos admirables siete sacramentos nos dan.  
Recordemos que en el caso de los niños al ser bautizados son los padres y padrinos quienes asumen la responsabilidad de encaminar a estos por los “caminos de la salvación” (o sea educar a estos en la fe y doctrina de la Iglesia) que el mismo Cristo Jesús le delego a la Iglesia que Él mismo fundó (ver Jn. 21, 15-17; Mt. 16, 18-19; Mt. 18, 18; Mt. 28, 18-20; 1ªTim. 3, 1-13; Col. 2, 18-19; Ap. 3, 7).  Acentúo como lo he hecho otras veces que “no podemos dar lo que no tenemos” por eso es muy conveniente que padres y padrinos (y todos los bautizados) además de ser testimonios vivos de la vida cristiana también deben educarse (o reeducarse) en la fe y doctrina de la Iglesia Católica.
Para enseñar la fe de la Iglesia debemos conocerla y amarla.  Más aun como esto no es algo que sea meramente humano debemos pedir que Dios vaya encaminando y dirigiendo nuestra fe (que ya se nos fue dada en el Sacramento del Bautismo) para que al vivirla con todo nuestro empeño y dedicación también sea una forma de educar en la fe.  De hecho esa es la mejor forma de educar en la fe.
Cuando los hijos (y ahijados) crecen y tienen uso de conciencia o uso de razón son estos los que optan por ser fieles o no a ese “itinerario de salvación” que los padres (y padrinos) un día comenzaron.  Esta vez una experiencia vibrante y transformadora de un encuentro personal (podría ser un retiro, convivencia o hasta una situación personal y familiar) es muy recomendable para que reafirmemos nuestra opción de ser fieles a Jesús y a su Iglesia quien es como dije previamente el Cuerpo Místico de Cristo Jesús.
El Beato Boricua [= puertorriqueño] Carlos (Charlie) Rodríguez decía que “vivimos para esa noche”.   ¿A qué se refería mi compatriota beato?  Aquí nuestro futuro santo (primero Dios y para la gloria de Dios) se refería a noche pascual o sea a la noche de la Resurrección del Señor.  De hecho esta fue la primera celebración litúrgica de los cristianos.  Todos los domingos son domingos pascuales por eso en la Sagrada Eucaristía después de consagración (o al finalizar esta) el presbítero o sea el sacerdote nos dice: “Este es el Sacramento de nuestra Fe”. Y toda la comunidad respondemos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.  ¡Ven Señor Jesús!” 
Esta es una de las cosas más importante de la Santa Misa que anunciamos que Jesús de Nazaret quien es verdadero Dios y verdadero hombre murió en la cruz por nuestros pecados.   Pero el asunto no termina aquí.  Para poder entender el contexto de la muerte de Jesús es muy conveniente leer el Libro del Levítico.
El capítulo 4 de este libro del Antiguo Testamento antes citado nos ofrece el sacrificio por los pecados.  Según vallamos leyendo nos daremos cuenta que este sacrificio es prefiguración (como lo son todos los demás sacrificios) de Jesucristo y su Sacrificio en la Cruz del Calvario.
Es un error muy común querer entender la Palabra de Dios (AT & NT más la Tradición Apostólica) desde nuestra propia perspectiva o aspectos culturales.   Para entender e interpretar adecuadamente la Revelación Divina hay que entender los contextos de la época.  Por ejemplo hay que saber  cuáles eran las creencias de la época, los géneros literarios que se usaron en los textos bíblicos, entre otros.
“Para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y de su cultura, los ‘géneros literarios’ usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. ‘Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios’ (DV 12, 2)”.  Los contextos que hay que considerar cuando leemos un texto bíblico son los géneros literarios, las condiciones (creencias, cultura, etc.) del tiempo y los procesos de revelación que formaron parte en estos Sagrados Textos.
Varias cosas debemos entender sobre la Biblia.  La revelación divina en el Antiguo Testamento es progresiva.   Es un error querer buscar doctrina (como hacen algunos protestantes) en el Antiguo Testamento.  Este siempre de una forma u otra se fue encaminando hacia Cristo.  “No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas.  No venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt. 5, 17).   Como podemos apreciar y nos reafirma el Concilio Vaticano II, “Jesucristo es el culmen y fundamento de la Revelación Divina” (DV # 2).  No solo eso sino que también “Cristo culmina la revelación” (DV # 4).
Veamos un ejemplo, para poder analizar sus distintos contextos. 
Un hagiógrafo o autor bíblico elige el debate como género literario para lo que va a escribir.  El autor presenta el argumento que el sufrimiento humano no tiene necesariamente que ser causa del pecado. 
Además es el hagiógrafo presenta otra alternativa que el sufrimiento humano puede ser motivo de redención y de esperanza cuando se tiene fe y aunque todo parezca indicar todo lo contrario a la redención (esclavitud), la esperanza (desaliento) y a la fe (infidelidad).
El autor de este característico debate vivió en un tiempo cuando la gente creía que todos los sufrimientos eran a causa del pecado, pero esta persona inspirada por Dios no cree tal cosa. El cree que una persona inocente puede sufrir y que este sufrimiento tiene un propósito en el plan providencial de salvación de Dios.
Este autor también cree que atribuirle que el sufrimiento es un castigo de Dios es mal representar a Dios. Es presentar a Dios menos amoroso de lo que en realidad es. 
Para poder retar estas creencias de su tiempo el autor escribió este libro donde representa el sufrimiento en esta persona inocente: Job. El escritor figura a los amigos de Job tratando de buscar las razones por las cuales Job estaba sufriendo.
Sus amigos a diferencia del lector (usted y yo) no sabían que Job era inocente.  Ellos debatían el asunto y llegaron a la conclusión que Job había pecado porque de lo contrario Job no estaría sufriendo.
Aquí interviene Dios y es bajo lo que dice Dios (y lo que dicen los amigos) que el autor presenta la verdad de su enseñanza; que no todo sufrimiento es causa del pecado.  Además podemos apreciar a Job como prefigura de Cristo como el justo (santo) y como el siervo sufriente.
Como Iglesia que somos o sea como miembros (gracias a las aguas del Sacramento del Bautismo) del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia proclamamos solemnemente que Jesucristo pasó (= pascua) de la muerte (la cual el dio o se sometió libre y voluntariamente, cumpliendo así la voluntad del Padre Dios) a la vida que no tiene fin o sea a la Resurrección final y definitiva (de cual Jesús es la primicia) y que se nos tiene prometida a todos los que optemos en seguir los pasos del Maestro fielmente en única Iglesia que El fundo o sea la Iglesia Católica.
Después de dar testimonio de la Resurrección del Señor (lo cual la Iglesia ha estado realizando desde el tiempo de los Apóstoles hasta nuestros días) pedimos en oración fervorosa y comunitaria que la Parusía o Segunda Venida del Señor se haga una realidad.  Esta palabra parusía del griego significa venida.  En griego esta expresión segunda venida (o segundo advenimiento) se dice deftéra parousía (Δευτέρα Παρουσία).  Curiosamente lunes en griego se dice también deftéra o sea el día después del domingo.
La Iglesia está llamada a ser sacramento de salvación o sea que usted y yo estamos llamados a ser sacramento de salvación.  ¿Pero cómo logramos realizar esa encomienda?  Seremos sacramento de salvación en tanto y cuanto que seamos Iglesia en toda su integridad.  Y ¿Qué es ser Iglesia en toda su integridad? 
Un cristiano integro está llamado a vivir en oración (personal y comunitaria).  Paralelo a la vida de oración los cristianos debemos vivir los sacramentos ya que estos nos dan gracias y nos encaminan a la salvación.  Recordemos que los sacramentos son signos externos (agua, pan y vino, confesar los pecados, etc.) de una realidad interna y espiritual más trascendente y mayor que el mismo signo externo.
Ser Iglesia integra implica que nuestras acciones sean reflejo vivo y eficaz de nuestra fe.  Por eso es que un cristiano está llamado a demostrar nuestra fe por medio de las acciones.  De igual forma los cristianos debemos mostrar el amor por medio de la caridad (= amor hecho acción) fraterna.  El cristiano no está llamado a ser un experto en moral o ética (pero si debe saber lo esencial) pero si está llamado a vivir las virtudes como luces que encaminan nuestra vida moral y/o ética.
Las virtudes son medios que nos pueden orientar a la santidad.  La santidad es la identificación con Cristo cumpliendo amorosamente la voluntad de Dios mediante la práctica de las virtudes. Las virtudes (costumbres) son hábitos buenos que nos llevan a hacer el bien.
Pero todavía nos falta algo muy especial y es la vida en el Espíritu.  Los Sacramentos del Bautismo y la Confirmación no dan el Espíritu Santo pero ¿realmente usamos el Espíritu Santo?  ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una experiencia vibrante y fuera de todo los limites humanos con el Espíritu Santo? 
Todos los cristianos necesitamos al Espíritu Santo para vivir y testimoniar nuestra fe.  Todos los cristianos necesitamos al Espíritu Santo para recibir el Amor de Dios y con mayor razón para darlo a los demás.  Todos los cristianos necesitamos al Espíritu Santo para pedirle sus dones y para que estos se transformen en frutos.  Todos los cristianos necesitamos al Espíritu Santo para que nos de ciertos carismas para servirle y para el bien común de la Iglesia.  Todos los cristianos necesitamos al Espíritu Santo para vivir en santidad como nos pide la Iglesia en el Concilio Vaticano II.
Es el Espíritu Santo quien ha mostrado de una y otra forma que la Iglesia es el Sacramento de Salvación y de forma similar también nos muestra que Jesús es el Sacramento del Padre.  “Si vivimos por el Espíritu, sigamos también al Espíritu” (Gal. 5, 25).  ¡Espíritu Santo danos tú Amor, danos tus Dones, danos tus Gracias para vivir como Tú nos dispones!  ¡María Santísima Esposa Purísima del Espíritu Santo & Madre de la Iglesia ora e intercede por nosotros tus hijos!

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