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Catequesis, Apologética & Predicación: Las Siete
Palabras de Jesús en la Cruz – Séptima Palabra…
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(Video 2 de 3)
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Séptima Palabra: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23, 46).
Invocación al
Espíritu Santo (Para meditar las Siete Palabras)
Padre
concédenos tu Santo Espíritu, para que examinemos y sepamos pedir perdón por
todos los pescados en especial aquellos que no sabemos porque los hacemos. Concédenos la gracia y el don de saber decir
de todo corazón cuando nos ofendan “Padre, perdónalos porque no saben lo que
hacen”.
Padre
concédenos tu Santo Espíritu, para que a ejemplo del Buen Ladrón con plena
confianza y fe certera podamos pedirte la entrada a tu Reino de Amor, Justicia
y Paz. Que podamos escuchar en tu ‘hoy
eterno’ y con los oídos espirituales lo que le dijiste al Buen Ladrón, “hoy
estarás conmigo en el paraíso”.
Padre
concédenos tu Santo Espíritu, para que seamos dóciles al mandato que nos diste
en la cruz “mujer eh ahí tu hijo, hijo eh ahí tu madre”. Danos las gracias no solo para acoger a tu
Madre en mi casa sino además acogerla como algo mío y a quien atesoro con todo mi
corazón y con todo mi ser.
Padre
concédenos tu Santo Espíritu, para que sepamos reconocer cuando estamos
frustrados y nos sintamos desamparados.
Danos la gracia necesaria para siempre reconocer y vivir en tu presencia. Y cuando nos sintamos desolados que podamos
decir y orar con el Salmo 22: “Dios mío, Dios mío porque me has abandonado”.
Padre
concédenos tu Santo Espíritu, para que siempre tengamos hambre y sed de
justicia. Danos tu gracia para que
siempre podamos saciar por medio de la caridad fraterna la sed de nuestros
hermanos. Que podamos decir a igual que
Cristo Jesús: “Tengo sed”. Sed de
todas las cosas buenas y nobles, pero sobretodo que tengamos sed De Dios.
Padre
concédenos tu Santo Espíritu, para que como cristianos siempre sepamos trabajar
y luchar con celo apostólico hasta llegar a la perseverancia final. Danos Señor tu gracia para que al final de
este peregrinar en esta vida sepamos y podamos decir como Jesús y San Pablo,
respectivamente: “Todo está cumplido”.
“He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado
la fe”.
Padre
concédenos tu Santo Espíritu, y el don de la perseverancia final en nuestra fe
la cual está cimentada sobre la base de los apóstoles. Danos Señor tu gracia para que al final de
nuestra vida podámonos decirle a Dios: “Padre en tus manos encomiendo mi
espíritu”.
Autor: Daniel Caliz
Séptima Palabra: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23, 46).
Las páginas
del Nuevo Testamento están llenas de actos de amor de parte de Jesús para con
su Padre Dios. Cada vez que lo llamaba
Abba que no solo significa Padre, pero además “papito lindo” o “papito
amoroso”. Llamar a Dios Abba
sobrepasa las expectativas humanas. Ya que
cualquier palabra humana sé queda súper corta al momento en que tratemos de
entender cuanto significaba para Jesús llamar a su Padre Dios, Abba.
Ahora el que
había experimentado el abandono de parte de Dios no tiene temor alguno de morir
y confiadamente le entrega su espíritu al Abba-Padre al Dios Eterno. El hecho de que haya alrededor de 2350
millones de cristianos en el mundo no impide para nada que ese Abba-Dios o sea
ese Padre-Dios se desborde en amor y misericordia por cada uno de los
cristianos a cada uno en particular. La
omnipotencia de Dios se manifiesta en Amor, Misericordia y Gracia inmensurable. Pidámosle al Espíritu Santo la gracia y el
don de poder vivir la omnipotencia de Dios en sus distintas
manifestaciones.
En esta última
palabra Cristo está evocando el Salmo 31: “A tus manos encomiendo mí
espíritu: tú, el Dios leal, me libraras; tu aborreces a los que veneran ídolos
inertes, pero yo confió en el Señor” (Sal. 31, 6-7). Sin duda alguna Jesús tuvo la confianza más
grande que un ser humano pueda tener en el Padre Dios. Aquí podemos apreciar que Cristo uso esta
palabra para expresar su identificación y conexión con la voluntad del Padre.
Es muy
interesante cómo San Lucas hace énfasis en que NSJC “clamando con voz
potente” (Lc. 23, 46) pronuncio esta última palabra. De igual forma, Lucas acentúa que “dicho
esto expiró” (Lc. 23, 46).
Aquí es muy
importante la tradición que la Iglesia conserva hoy en día que cuando se está
celebrando la Eucaristía en el Domingo de Ramos (o Domingo de la Pasión cómo
también sé le conoce) toda la comunidad eclesial (incluyendo a todos los ministros
del altar) y el Servicio de la Palabra con la Sagrada Comunión del Viernes
Santo (aguas… en Viernes Santo es el único día que no sé celebra la Santa Misa
sino más buen sé celebra el Servicio de la Palabra con la Sagrada Comunión) que
cuando sé está leyendo o proclamando la Pasión del Señor al momento de
mencionar que Jesús murió o expiró toda la comunidad se arrodilla y hace
silencio por unos segundos. Esto
tradición por sencilla que sea está llena de simbolismo que nos ayudan a crecer
espiritualmente.
¡Ojalá nunca
perdamos esa tradición en la Iglesia!
Una vez
muerto Jesús pareciera que todo había finalizado en este evento trágico para
los discípulos del Señor. Al menos esta
era lo que pensaban los apóstoles y discípulos que “estaban a puertas cerradas
por miedo a los judíos” (cf. Jn. 20, 19).
Los
discípulos de Emaús (ver Lc. 24, 13-35) también llevaban en su corazón esta
concepción de que todo había finalizado con la muerte del Maestro. Es el mismo Señor quién les tuvo que explicar
las Escrituras (Antiguo Testamento) de que Él debía morir de esa forma porque
ya estaba destinado por el Padre Dios.
Pero los sus
ojos estaban cerrados espiritualmente hablando, cómo nos suele pasar a cada uno
de nosotros. Es hasta que Jesús parte el
pan que estos discípulos reconocieron el Señor Resucitado.
La Iglesia sé
ha mantenido y sé seguirá manteniendo fiel al mandato del Señor de celebrar la
Cena del Señor, o la Eucaristía o la Santa Misa de cada vez que se celebre lo
hace en memoria (ver 1Cor. 11, 23-25) del Señor de la Pascua o sea el Mesías y
Redentor Resucitado. En este sentido
debemos retomar la conciencia de que negar la Eucaristía o sea negar la
Presencia Real de Jesús en la Sagrada Comunión es negar la Resurrección del
Señor.
Esta última
palabra de Jesús en la Cruz {“Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc. 23, 46)}
nos deja encerrados en9 un inmenso océano de los misterios de fe del Verbo
Encarnado en Jesús de Nazaret. Cómo
vemos lo que aparentaba ser lo último para Jesús y sus discípulos fue una
Pascua (un Paso) Definitiva del Señor.
Esta última
palabra de Jesús en la Cruz {“Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc. 23, 46)}
nos deja encerrados en9 un inmenso océano de los misterios de fe del Verbo
Encarnado en Jesús de Nazaret. Cómo
vemos lo que aparentaba ser lo último para Jesús y sus discípulos fue una
Pascua (un Paso) Definitiva del Señor.
Ahora la
Iglesia en cierto sentido está pasando por una pascua por ese paso donde tiene
que ir volviendo a sus raíces para cuando le toque la Pascua Eterna y
Definitiva llegue engalanada de las joyas de la gracia y la caridad fraterna
para cuando llegue el Novio y lo reciba su Amada Esposa la Iglesia.
Santísima Virgen María tu que eres la
ultima prefiguración de la Iglesia ya que tu eres todo la que la Iglesia
esta llamada a ser ora e intercede por cada uno de tus hijos los bautizados.
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