Consulta:
Hola muy Buenas Noches…
Necesito una pequeña reflexión de la cita bíblica Amós 3,
1-2. ¡Ayúdeme, por favor!
JH desde Honduras
Respuesta:
El Catecismo de la Iglesia
Católica (CIC) citando a la Constitución Dogmática Dei Verbum (DV) sobre la Divina Revelación del Concilio Vaticano II nos enseña cómo
los católicos debemos tener en cuenta los distintos contextos al momento de interpretar
las Sagradas Escrituras (Ver CIC # 110).
Saludos
JH…
Yo sé que me pediste una pequeña reflexión
pero quise darte la mejores elementos posibles para tu reflexión según enseña
la misma Iglesia.
Con dichos elementos no solo tendrás para
trabajar esta reflexión sino además otras reflexiones que tengas que realizar
en el futuro. Claro esta, esta reflexión
en particular la puedes amoldar a tu gusto y conveniencia. Pero si te aconsejo que en la medida que
puedas no olvides o descuides estos elementos que he usado.
Muchas gracias por tener la confianza
de consultarme y más aún te pido disculpas por la tardanza en contestarte.
Introducción
El Catecismo de la
Iglesia Católica (CIC) citando a la Constitución
Dogmática Dei Verbum (DV) sobre la Divina Revelación del Concilio Vaticano II nos enseña
cómo los católicos debemos tener en cuenta los distintos contextos al momento
de interpretar las Sagradas Escrituras. “Para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y de su cultura, los ‘géneros literarios’ usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. «Pues la verdad se presenta y se enuncia de
modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o
poéticos, o en otros géneros literarios» (DV 12, 2)” (CIC # 110).
Al reflexionar y meditar en la
Palabra de Dios hay ciertas cosas que cómo católicos debemos tener en
cuenta. Lo primero es saber cuáles son
las fuentes de la Revelación Divina según enseña nuestra Santa Madre la
Iglesia. Estas son la Sagrada Tradición, la Sagrada
Escritura.
Esto es atestiguado por la Dei Verbum (DV): “Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada
Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y
tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios
en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la
Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la
palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para
que, con la luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y
la difundan con su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva
solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades
reveladas. Por eso se han de recibir y
venerar ambas con un mismo espíritu de piedad” (DV # 9).
La compete al Santo Padre
el Papa y a los obispos en comunión con el primero darnos la verdadera
interpretación de la Revelación Divina. “El oficio de interpretar auténticamente la
palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio
vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este
Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve,
enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la
asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único
depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se
ha de creer” (DV # 10, énfasis añadido).
En
primer lugar hay que tener en cuenta que el Antiguo Testamento la revelación es
progresiva. Ya que el eje central y
culmen de la revelación es Jesucristo.
La Palabra de Dios tanto el Antiguo cómo el Nuevo Testamento deben ser
visto desde el pacto o alianza que Dios mismo establece.
Para reflexionar y
meditar la Palabra de Dios es sumamente importante conocer y estar
familiarizados con los distintos sentidos que sé nos presentan en la Biblia. Estos son explicados en el Catecismo de la
Iglesia Católica (CIC). Para conocer más
detalladamente sobre estos recomiendo
que leas del numeral 115 al 119 del CIC. “Según una antigua tradición, se pueden
distinguir dos sentidos de
la Escritura: el sentido literal y el sentido espiritual; este último se
subdivide en sentido alegórico, moral y anagógico. La concordancia profunda de
los cuatro sentidos asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura
en la Iglesia” (CIC # 115).
Sentido Literal
No significa interpretar al pie de la letra el texto,
sino tratar de buscar el sentido que le dio el autor mismo de ese texto,
teniendo en cuenta la intención del autor, el auditorio a quien se dirigía, la
situación de su tiempo y el género literario empleado. Este sentido literal
requiere del uso de la crítica en sus dos vertientes: la literaria y la
histórica.
La crítica literaria: analiza
el género literario en que está escrito ese libro de la Biblia.
La crítica histórica: descubre la historia literaria del libro o pasaje bíblico en
cuestión, ubicando la época y cultura en que se escribió y así conocer la
intención teológica del autor.
Sentido Espiritual
Cuando leemos las Sagradas Escrituras notaremos también
que estas tienen un sentido espiritual. “El
sentido espiritual.
Gracias a la unidad del designio de Dios, no solamente el texto de la
Escritura, sino también las realidades y los acontecimientos de que habla
pueden ser signos” (CIC # 117). El
numeral del CIC antes mencionado nos indica que en este sentido espiritual entran
también el sentido alegórico, el sentido moral y el sentido anagógico.
“El sentido alegórico. Podemos adquirir una comprensión más
profunda de los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo; así,
el paso del mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por ello del
Bautismo (cf. 1 Cor 10,
2)” (CIC # 117-1).
“El sentido moral. Los acontecimientos narrados en la Escritura
pueden conducirnos a un obrar justo. Fueron escritos «para nuestra instrucción»
(1 Cor 10, 11; cf. Hb 3-4,11)” (CIC #
117-2).
“El sentido anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en
su significación eterna, que nos conduce (en griego: «anagoge») hacia nuestra
Patria. Así, la Iglesia en la tierra es
signo de la Jerusalén celeste (cf. Ap. 21,
1- 22,5)” (CIC # 117-3).
Ahora vallamos al texto
“Escuchen esta palabra que pronuncia Yahvé contra ustedes, hijos de Israel,
contra la entera familia que hice subir del país de Egipto: Solamente a ustedes
conocí entre todas las familias de la tierra; por eso los visitaré por todas
sus culpas” (Am. 3, 1-2 Biblia De Jerusalén Latinoamericana).
¿Quién fue Amós?
Para
conocer al Profeta Amos sería muy meritorio realizar un perfil o “profile” este profeta.
Amós
fue contemporáneo a los profetas Oseas y Miqueas. Estos tres ejercieron su vocación profética en
el siglo VIII a.C. Amós y Oseas fueron
profetas en el Reino del Norte conocido cómo Israel durante el reinado de
Jeroboán II (783 al 743 aproximadamente).
Recordemos que tras la muerte del Rey Salomón el Reino de Israel fue
dividido en el Reino del Norte cuya capital fue Samaria y el Reino del Sur
siendo su capital Jerusalén.
El
llamado o vocación de Amós (ver Am. 1, 1-2; 7, 10-17) surge mientras este
estaba realizando sus funciones cómo pastor en Técoa (era una aldea a sudeste
de Belén) en Judá (conocido también cómo el Reino del Sur). Este fue enviado por el Señor Yahvé al Reino
del Norte para denunciar la opresión causada por los ricos y poderosos hacía
los pobres.
Amos
es clasificado cómo el tercero en la lista de los profetas menores. Sé clasifican menores, en este caso, ya que
sus profecías son mucho menos comparadas con los profetas mayores. La lista de los profetas menores es la
siguiente: Oseas, Joel, Amós, Abdías Jonás,
Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías & Malaquías.
Género Literario
El
Libro del Profeta Amos cómo tal en su totalidad tiene una diversidad de géneros
literarios. Pero sin duda alguna
sobresale el género del oráculo. El oráculo
es una respuesta que Dios daba en ciertas ocasiones y que era comunicada por
los profetas ya fuera al rey o al pueblo en general. El oráculo solía comenzar con la siguiente
formula “oráculo del Señor”. Hoy en día, las biblias (católicas y
protestantes) suelen usar una formula similar diciendo “así dice el Señor” que en resumidas cuentas quiere decir lo mismo.
Este
texto que comenzamos a reflexionar forma parte de los oráculos contra los
pueblos o naciones que Dios le fue inspirando a Amós (ver Am. 1, 3 al 6,
14). Para entender este texto sería muy
justo comenzar a leer en Am. 2, 6 y terminar en Am. 3, 8. En otras palabras muchas veces para poder
entender un texto es muy conveniente leer antes y después de dicho texto en
especial en el Antiguo Testamento.
Podemos
apreciar aquí el género literario aquí en este texto lo es el oráculo. Es importante aquí señalar que Amos aquí no sé
refiere solo al reino del norte (Israel) sino que también sé refiere a Judá “contra
la entera familia que
hice subir del país de Egipto”. Si nos fijamos bien aquí el profeta habla de Judá
y Israel cómo una sola nación o familia
cómo originalmente eran ya que así fue el plan de Dios.
Sentido Espiritual
Veamos ¿Qué podemos
descubrir y reflexionar espiritualmente hablando sobre este texto? En primer lugar hay que decir que aunque sea
corto el texto su significación es todo lo contrario, es muy extensa.
Es muy meritorio preguntarse
¿cuál es la relación de Dios para con Israel? Sin mucha dificultad tenemos que decir que es
una relación paterno-filiar o sea de padre a hijo. El Libro del Eclesiástico (también conocido
Sirácida) nos muestra un ejemplo de cómo Dios quiere que sean los padres para
con los hijos. “El que educa a su hijo, tendrá muchas satisfacciones, y entre sus
conocidos sé sentirá orgulloso de él. El
que instruye a su hijo, dará envidia a su enemigo, y ante sus amigos sé sentirá
satisfecho” (Ecle. {o Si.} 30, 2-3).
Nos podríamos imaginar si así nos sentimos los seres humanos cómo con
mayor razón cómo sé sentirá Dios.
Sentido alegórico
Es muy bien sabido que
Israel y su peregrinar es símbolo de la Iglesia. “En la
Sagrada Escritura encontramos multitud de imágenes y de figuras relacionadas
entre sí, mediante las cuales la Revelación habla del misterio inagotable de la
Iglesia. Las imágenes tomadas del Antiguo Testamento constituyen variaciones de
una idea de fondo, la del ‘Pueblo de Dios’. En el Nuevo Testamento (cf. Ef. 1, 22; Col. 1, 18), todas estas
imágenes adquieren un nuevo centro por el hecho de que Cristo viene a ser ‘la
Cabeza’ de este Pueblo (cf. LG 9), el cual es desde entonces su Cuerpo. En
torno a este centro se agrupan imágenes ‘tomadas de la vida de los pastores, de
la agricultura, de la construcción, incluso de la familia y del matrimonio’ (LG
6)” (CIC # 753). Una pregunta que sería
muy recomendable hacernos cómo Iglesia o sea cómo bautizados ¿cómo nos
reflejamos ante el espejo que nos dejó la Sagrada Escritura sobre el peregrinar
de Israel cómo pueblo escogido por Dios?
Sentido Moral
Toda
la Revelación Divina sé mueve y motiva por la Alianza de Amor que Dios hizo con
su pueblo. Esta alianza al ser alianza
de amor tiene cómo objetivo el obrar justamente y por ende en caridad fraterna
o sea en un amor hecho acción.
Ahora
bien ¿cómo este texto del Profeta Amós nos motiva a un justo obrar y la caridad
fraterna? Para reflexionar sobre esto veamos cómo la
Biblia Didajé (que es una biblia de estudio) nos pone este texto de Amós.
“Escuchen esta palabra que el Señor ha pronunciado
contra vosotros (ustedes), hijos de Israel, contra toda tribu que saqué de
Egipto. ‘Solo a vosotros (ustedes) he
escogido de entre todas la tribus de la tierra.
Por eso os (les) pediré cuantas de todas vuestras (sus) transgresiones” (Am. 3, 1-2 Biblia Didajé).
Si
Dios le pedirá cuentas a Israel que no tenían la Gracia de Dios (Don de Dios) sin
duda alguna lo hará con la Iglesia o sea con cada uno de los bautizados. ¿Qué nos toca hacer desde este punto en
adelante? Rectificar, hacer un propósito de enmienda sincero y volver a la senda
que Dios tiene con justicia y con amor trazado para cada uno de nosotros.
Nadie
tiene el derecho de decirnos que las sendas del Dios son color de rosa o sea
que son fáciles. Porque quién nos diga
eso nos está engañando. El camino es
torcido, duro áspero pero el Señor nos dice “Vengan a
mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Tomen ustedes mi yugo
y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso
para su alma. Porque mí yugo es suave y mí carga
ligera” (Mt. 11, 28-30). San Pablo nos da esta misma mensaje cuando
nos dice: “Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece” (Fil. 4, 13). Y cómo sé solemos
decir los que somos retirista del Movimiento de Retiros Parroquiales Juan XXIII
“con Cristo todo, sin Cristo nada”.
Sentido Anagógico
Todo
bautizado tiene una meta en común y esta es la vida eterna con la salvación. Por eso el juicio tiene una significación hacía
lo eterno. Seremos juzgados por medio
del amor o sea por medio de la caridad (amor hecho acción) que hayamos
realizado en nuestra vida terrena.
Nos
dice San Pedro que “la caridad borra multitud de pecados” (1Pe. 4, 8). En esta misma línea de pensamiento dice el
Libro de los Proverbios: “quién desprecia al prójimo es un insensato”
(Prov. 11, 12). Y más adelante este mismo
libro nos dice: “quién actúa con justicia vivirá” (Prov. 11, 19) y también
nos dice Proverbios: “el fruto del justo es árbol de vida” (Prov. 11,
29).
Cómo
nos dice el mismo Catecismo de la Iglesia Católica citando al Libro del Apocalipsis
“la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celestial (ver Ap. 21, 1 al 22, 5)” (CIC # 117). Pero con estas palabras
debemos entender la doctrina de la Comunión de los Santos. La Iglesia esta compuesta de la Iglesia
Celestial (santos en el cielo encabezados por María Santísima, que oran e interceden
por nosotros), la Iglesia Purgante (las almas que están en el Purgatorio y que
ya están salvas pero tienen que purificar las secuelas del pecado y que a nosotros
nos toca orar por ellas) y nosotros aquí en este vida terrena, la Iglesia
Peregrina que estamos llamados a vivir en el amor o caridad fraterna.
Conclusión
Cómo
bautizados estamos llamados a vivir en la santidad según sea nuestro estado de
vida y vocación personal que Dios nos hace a cada bautizado. El Concilio Vaticanos II nos hace la llamada
universal a la santidad. ¿Cómo hemos de
vivir la santidad? La santidad la hemos
de vivir con una vida de oración, una vida sacramental (en especial la Eucaristía
y la Reconciliación) y en la medida que sea posible con acompañamiento o dirección
espiritual sin olvidar la vida de caridad fraterna que todos los cristianos
estamos llamados a vivir.
¡Dios…
Bendiga… Amén!
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