El 1º de enero es un día muy especial para los Cristianos-Católicos y
para los Ortodoxos. Esto es así no solo
porque es el inicio de nuestro año civil sino con mayor razón lo es porque la Iglesia
celebra la Solemnidad de María, Madre de Dios.
Es muy imperativo tener muy claro que María no es Madre de Dios desde la
eternidad sino que lo es más bien en el tiempo.
Las laudes (oración de la mañana) dentro de la Liturgia de las Hora de
esta gran solemnidad nos dice en la Antífona número 3: “La Madre ha dado a luz
al Rey, cuyo nombre es eterno, y la que lo ha engendrado tiene, al mismo
tiempo, el gozo de la maternidad y la gloria de la virginidad: un prodigio tal
no se ha visto nunca ni se verá de nuevo jamás. Aleluya”.
Contrario a los que muchos hermanos esperados (protestantes) suponen
este título no sé le dio a María para realzar su nombre o su persona. Por el contrario sé le dio este título para reafirmar
las dos naturalezas de Cristo Jesús (divina y humana) quién es verdadero Dios y
verdadero hombre. Los dos monjes y
obispos que tuvieron que ser corregidos en el Concilio de Éfeso fueron Apolinar
de Laodicea (310-390 d.C.) y Nestóreo
(386-451 d.C.).
La Iglesia Católica (Oriente y Occidente) en el Concilio de Éfeso (431
d.C.) declaro a la Virgen María cómo la Theotokos (griego) la Madre de Dios lo
cuál equivale a los títulos en latín Dei Genetrix o Deípara la progenitora de
Dios o la que parió a Dios respectivamente.
La pregunta sería: ¿Cómo explicar este grandioso misterio de Dios? Lo primero que sería muy justo hacer explicar
que es un misterio dentro de la teología Cristiana. Dentro del contexto y la teología el misterio
es todo aquello que Dios le ha revelado al hombre pero por su magnitud y
complejidad no podemos entender del todo.
El misterio más grandioso dentro de la cristiandad lo es la Santísima
Trinidad que Dios en su Infinita Sabiduría e Imnipotencia en sus Tres Divinas
Personas sea Un solo Dios. Se nos ha
revelado que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo pero porqué, cómo y cuándo no
lo sabemos. Como bien ha dicho mi
hermano Frank Morera “los misterios son para creerlos no para verlos” o
conocerlos del todo (yo añado).
Ahora bien queda la pregunta anterior.
¿Cómo explicar este grandioso misterio de Dios? En primer lugar hay que establecer con toda
certeza que este misterio (o cualquier otro misterio cristiano equivale o sería
negar la omnipotencia de Dios. Nos dice
San Lucas en su Evangelio: “porque para Dios nada es imposible” (Lc. 1, 37; ver
y leer Jr. 32, 27). Debemos recordar que
una de las características de Dios más importante es su eternidad. O sea Dios siempre ha sido preexistente.
San Juan al iniciar su Evangelio resalta esta característica de
Dios. “En el principio existía la
Palabra (el Verbo) y la Palabra (el Verbo) estaba con Dios, y la Palabra (el Verbo)
era Dios. Ella(el) estaba en el
principio con Dios. Todo se hizo por
ella(el) y sin ella(el) no se hizo nada de cuanto existe” (Jn. 1, 1-3).
Hay que entender además, que el tiempo de Dios no es como nuestro tiempo
(Cronos – pasado, presente y futuro). Al
tiempo de Dios que se le suele llamar Kairos es básicamente un eterno
presente. El Salmista y San Pedro los
explican muy bien: “Pues mil años a tus ojos son como un ayer, que ya pasó,
como una vigilia en la noche” (Sal. 90, 4).
“No pueden ignorar, queridos: que ante el Señor un día es como mil años
y, mil años, como un día” (2Pe. 3, 8). Por
eso cuando oramos no debemos pretender que Dios actúe como si nuestro tiempo
fuera su tiempo porque no los. Por eso
se dice que la fe y la esperanza no tienen limites ni antes ni después. Pero cuando actuamos en la caridad (el amor
hecho acción) debemos hacerlo como en el tiempo de Dios, es decir, sin límites
en el tiempo y destiempo, como si no hubiera tiempo para hacerlo (ahora es el
momento oportuno).
Volviendo al tema principal, el Verbo Eterno se “convierte” o
propiamente es nombrado Jesus (= Dios Salva o el Señor Salva) cuando es Concebido
y Encarnado en el Vientre de Maria. El
Señor antes de su Encarnación era el Verbo (Palabra) por eso dice San Pablo: “Porque
en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las
visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las
Potestades: todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a
todo, y todo tiene en él su consistencia” (Col. 1, 16-17).
Con esta última expresión del texto previamente citado “él existe con
anterioridad a todo” el Apóstol de los Gentiles nos esta diciendo que de la
misma forma que el Padre y Espíritu Santo son eternos (preexistente) lo es también
el Hijo. También nos dice este texto
paulino “todo fue creado por él y para él”.
Aunque la creación es obra de toda la Trinidad hay que recordar que Dios
crea por medio da la palabra (ver y leer Gn. 1, 1 – 2, 4) o sea porque El lo
dijó y comenzó a existir. ¿Quién es la
Palabra o el Verbo en la Trinidad Santa?
La respuesta es odvia.
¿Qué dice el Concilio de Éfeso sobre la Virgen María y por ende de
Cristo? “Desde un comienzo la Iglesia
enseña que en Cristo hay una sola persona, la segunda persona de la Santísima
Trinidad. María no es solo madre de la
naturaleza, del cuerpo pero también de la persona quien es Dios desde toda la
eternidad. Cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo a quien desde
toda la eternidad era Dios. Así como toda madre humana, no es solamente madre
del cuerpo humano sino de la persona, así María dio a luz a una persona,
Jesucristo, quien es ambos Dios y hombre, entonces Ella es la Madre de Dios”.
El Concilio Vaticano II nos dice en su Contitucion Dogmática sobre la
Iglesia (Lumen Gentium): “desde los tiempos mas antiguos, la Santa Virgen es
venerada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles suplicantes
se acogen en todos sus peligros y necesidades... Y las diversas formas de
piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido aprobando dentro de los
limites de la sana doctrina, hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo por
razón del cual son todas las cosas, sea mejor conocido, amado, glorificado, y
que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos” (LG # 66).
Cómo podemos deducir de estos textos conciliares de la Iglesia, María no
creo a Dios (ni mucho menos se inventó el termino). Por el contrario María desde un tiempo ya
provisto y previsto por Dios es Madre de la Persona que desde la Eternidad ya
era el Verbo y que con mayor razón ya era Dios.
Una vez que pasa el anuncio del Ángel a María esta decide visitar a su
prima Isabel. El saludo de esta a María
es de la siguiente forma. “Bendita tu
entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Y ¿De dónde
a mí que venga a verme la madre de mi Señor?” (Lc. 1, 42-43). Aquí Señor en hebreo se dice “Adonai” y esta
expresión o palabra era usada única y exclusivamente para Dios. Recordemos además que María, Isabel y sus
parientes eran gente muy piadosa que bajo ningún circunstancia dirían o harían
nada para ofender a Dios.
Otras pistas sobre la Divinidad de Jesucristo nos los dan los cuatro Evangelios
Canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) al igual que las Cartas Paulinas. Al estudiar la cristología de los evangelios
nos podremos dar cuenta como los hagiografos o autores bíblicos fueron
resaltando la cristología en sus respectivos evangelios y textos bíblicos.
En la teología cristiana hay dos tipos de cristologías. Una es la Cristología Alta (o de arriba) donde
se resalta a Jesús como Dios desde que inicia o comienza el texto. Ejemplo de este tipo de cristología lo es el
Evangelio de San Juan. El otro tipo es la
Cristología Baja (o de abajo) es cuando se va descubriendo la divinidad del
Señor desde su vida humana progresivamente hasta llegar a la resurrección y la
ascensión del Señor. Ejemplos de este
tipo de cristología lo son los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y
Lucas). El hecho que se le llame alta y
baja a estos tipos de cristología no quiere decir que una sea más importante y
la otra no sino como se va desarrollando la cristología en los textos bíblicos
en este caso.
En las Cartas de San Pablo el testimonio mas importante (en mi humilde
opinión) sobre la Divinidad de Jesús lo es el Himno Cristológico de la Carta a
los Filipenses: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su
categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de
esclavo, pasando por uno de tantos. Y
así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la
muerte, y una muerte de cruz. Por eso
Dios lo levantó sobre todo y le concedió el ‘Nombre-sobre-todo-nombre’; de modo
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el
abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”
(Fil. 2, 6-11). Hay recalcar como
concluye Pablo este himno “Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” o
sea Jesucristo es ‘Adonai’ (Jesus es Dios) pero no para su gloria sino para la Gloria
de Aquel quien la dio su Vocación Mesiánica, el Padre Eterno.
Para concluir hay que decir que de la misma forma que Jesús cumplió su Vocación
Mesiánica para la gloria del Padre Eterno, María cumple su vocación de ser
Madre de Dios para la Gloria del Verbo-Hijo Eterno y no para la suya. La anonimidad de María en los Evangelios (y
todo el Nuevo Testamento) y la Tradición Apostólica sobre María dan testimonio
de eso.
Como mencione al inicio de esta reflexión en la Maternidad Divina de María
no se trata de elevar a María antes del Hijo, para nada. Sin
duda alguna tampoco podemos negar que el que María sea Madre de Dios aumenta su
Vocación y la convierte en Madre de la Iglesia.
Aunque hayamos muchos hijos que la neguémos o vivamos como aptitudes
descriminatorias hacia ella.
¡Santa María Madre Dios, ora e intercede por nosotros!
¡Santa María Madre de la Iglesia, ora e intercede por nosotros!
¡Santa María Madre Dios y de los bautizados, ora e intercede por
nosotros!
¡Santa María la Theotokos Siempre Virgen ora e intercede por nosotros!
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