¡Conociendo a Jesús!: Dios Padre quiere que conozcamos a su Hijo.
Reflexión:
La primera pregunta que nos debemos hacer debería ser:
¿cuán bien conoces a Jesús? Para los que
llevamos más de 20 o más de 30 años (como este tu servidor) dedicando al
estudio teológico, bíblico y apologético hay veces que parece que es menos de
lo mínimo lo que conocemos de Jesús.
Hay quienes piensan que para conocer a Jesús solo basta
con lo académico o el conocimiento didáctico o pedagógico. Si esto es necesario pero el momento de la
verdad descubriremos esto solo una parte mínima de camino del conocimiento de
Jesús. Son muchos los teólogos que en
cierto momento de su vida se han dado cuenta que esto no es suficiente.
En mi humilde opinión la forma más adecuada de conocer a
Jesús o sea al Dios Encarnado es por medio de la oración bíblica. Me explico.
La Iglesia tiene casi desde sus inicios una práctica bíblica que se
llama ‘lectio divina’. A esta se le
conoce también como la ‘lectura orante de la Palabra’. Nos dice el Papa Emérito Benedicto XVI
citando al Dei Verbum, que “la lectura asidua de la sagrada Escritura
acompañada por la oración realiza el coloquio íntimo en el que, leyendo, se
escucha a Dios que habla y, orando, se le responde con confiada apertura del
corazón (cf. Dei Verbum, 25)” (Discurso del Santo Padre Benedicto XVI al
Congreso Internacional en el XI Aniversario de la Constitución Conciliar ‘Dei
Verbum’; septiembre 2005).
Hay que recordar lo que nos dice San Jerónimo: “la
ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo”.
Para la Lectio Divina se suele usar el siguiente método:
1) Invocamos al Espíritu Santo. Pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine
para poder comprender la Palabra.
También le pedimos que nos mueva a la respuesta de esa Palabra para que
mueva y transforme nuestras vidas.
2) Leemos despacio el texto bíblico y lo volvemos a
releer. También es muy aconsejable leer
algún comentario que nos guíe y nos ayude a conocer mejor el texto. Aquí es muy recomendable entrar en el tiempo
de Dios (todo un presente o sea una eternidad) para escuchar el mensaje que el
Señor quiere para cada uno de nosotros.
3) Meditamos para ver que te dice la Palabra. Una vez que estamos familiarizados con el
texto nos podemos hacer la siguiente pregunta: ¿Qué me dice esta Palabra?
4) Oramos para responderle al Señor. Aquí es muy recomendable asumir la actitud
biblia de la Virgen María “Hágase según tu Palabra” (Lc. 1, 38).
5) Contemplamos y nos quedamos admirados en el
silencio del ardor y la fuerza de la Palabra.
6) Actuamos y nos comprometemos: que este compromiso
brote del encuentro con el Señor cómo los discípulos de Emaús. Aquí comienza la transformación de nuestras
vidas. Invadidos por la Santa Palabra
regresamos al diario vivir con una actitud (cualidad, proceder y disposición) aptitud (talento, destreza, e ingenio)
renovada.
Cómo todo en esta vida la lectio divina la debemos
realizar de poco a gradualmente más y más.
No me cabe la menor duda que cuando vamos perseverando y siendo fieles
Dios nos irá cambiando. La Palabra de
Dios nos debe confrontar nuestros razonamientos, valores, consideraciones, actuación. De esta forma nos mueve al cambio o sea a la
conversión y nos inspira e infunde calor y fuerza a nuestro espíritu. Recordemos que no es lo mismo lidiar con algo
que no queremos ni amamos que a atarearnos con algo que queremos o
amamos. Por eso quien ama la Palabra (o
sea Cristo) la estudia, sé deja moldear por ella.
“La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo”
(San Jerónimo). El Evangelio de San Juan
nos habla del anuncio del otro paráclito por parte de Jesús (ver y leer Jn. 14,15-21). Este otro paráclito (ya que Jesús es el
primer paráclito) o sea el Espíritu Santo es quien ha estado guiando a la
Iglesia y lo seguirá haciendo hasta el fin de los tiempos. Por eso se dice que el principal protagonista
de la historia de la Iglesia lo es el Espíritu Santo.
Hoy más que nunca debemos dejar que el Espíritu Santo nos
revele las Sagradas Escrituras con su verdadero contenido y contexto. Esto lo hace mediante el instrumento indispensable
del Magisterio de la Iglesia (el papa y los obispos en colegial comunión con el
primero). Por eso a los laicos católicos
nos toca realizar estudio asiduo de la Palabra guiados siempre del Magisterio. Por eso vuelvo y repito: “La ignorancia de
las Escrituras es ignorancia de Cristo” (San Jerónimo).
¡María Santísima Madre de la Iglesia ora y ruega por cada uno de nosotros!
¡María Santísima Madre de la Iglesia ora y ruega por cada uno de nosotros!
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