5 de octubre de 2009

¿Quién es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo como persona

El Espíritu Santo como persona

Aliento, viento, agua, paloma, fuego, nube, don, aceite, y el gesto de imponer las manos sobre una persona – revisando estas imágenes bíblicas es fácil de entender porque los cristianos encuentran difícil tener una relación personal con el Espíritu Santo. 

¿Por qué tendemos a ver al Espíritu como una fuerza o poder misterioso?  Es difícil tener una relación personal con el viento o el fuego.  Pero el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos indica que estos son solo símbolos del Espíritu Santo y no el Espíritu Santo como tal (ver CIC # 694 – 701). Ellos representan importantes aspectos del trabajo y atributos del Espíritu, expresan atributos de una persona que no tienen cara humana.
Pero la Sagrada Escrituras nos presenta otros títulos e imágenes del Espíritu Santo que no los introduce como una persona. Esto es una gran fortuna, porque el Espíritu Santo es una persona como lo es el Padre y lo es el Hijo.
En la Ultima Cena el evangelio de San Juan Jesús en su discurso describe al Espíritu Santo en términos que es únicamente personal.
A causa de la humanidad de Jesús los apóstoles pudieron conocerlo íntima y personalmente como su maestro y amigo. Pero cuando Jesús les habló acerca de dejarlos para retornar al Padre, los apóstoles temieron de que algún día quedarían solos, abandonados o “huérfanos” por Dios (ver Jn. 14, 18).
Para tranquilizarlos, Jesús les explicó que el enviaría a alguien es su lugar: “Yo rogaré al Padre, él les dará otro Paráclito (Consolador) para que esté siempre con ustedes” (Jn. 14, 16). 
Cuando Jesús observaba esa tristeza que llenaba a los corazones de los apóstoles, el insistía; “sin embargo, les digo la verdad, es para su beneficio que yo me voy, porque si no me voy el Consolador no vendrá a ustedes pero si me voy, yo lo enviare a ustedes” (Jn. 16, 6–7).
Jesús caracterizaba al Espíritu Santo como una persona cuando Él se refería al “Espíritu” con el pronombre personal – “Él.” Más aun describía Espíritu Santo como “él otro” como el mismo estar con los apóstoles, Jesús implicaba que los apóstoles tendrían una relación con este “nuevo” consolador cuya relación personal era similar a la que tenían con Él.
San Lucas trata al Espíritu Santo como persona cuando Él explica que el Espíritu no puede ser “engañado” ni “puesto a prueba” (ver Hch 5, 1–10).

En nuestra próxima intervención reflexionaremos sobre; ¿Quién es este Paráclito?

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