24 de marzo de 2011

Simbolismos de la liturgia (Cuarta Parte)

Durante las secciones anteriores hemos discutidos símbolos dentro de liturgia tales como: el fuego, el incienso, la imposición de las manos, el saludo de la paz, la señal de la cruz, el agua, el canto, el ponerse de pie, la cenizas, entre otros. Estos simbolismo como ya hemos mencionado le dan vitalidad y significación a la liturgia. De igual forma, nos ayudan a inculturizar la nuestras culturas o en otros términos nos ayuda a evangelizar nuestras culturas. Esto es algo que la Iglesia ha estado realizando desde tiempos apostólicos.

La palabra "colecta" viene del latín "collecta, colligere", que significa "recogida o recoger." Se aplica ante todo a la reunión de la comunidad para la Eucaristía dominical o para las asambleas "estacionales" en Cuaresma. También se llama "colecta" a la recogida de dinero o de dones en el ofertorio, a la que alude Pablo (1 Cor. 16, 1-2). Pero su uso más técnico es el referido a la "oración colecta" al principio de la Misa. Este nombre pudiera tener dos direcciones: o bien porque se pronuncia cuando ya está la comunidad reunida (oración de reunión, concluyendo el rito de entrada), o porque su finalidad es recoger y resumir las peticiones de cada uno de los presentes. También se aplica este nombre a las "oraciones sálmicas", que "sintetizan los sentimientos de los participantes" en el rezo de los salmos (Cf IGLH 112). La expresión "colligere ortationem", usual en los primeros siglos en la salmodia comunitaria, quería decir "recoger en una oración las intenciones de los que habían rezado el salmo." De ahí las "colectas sálmicas."


El Misal de Pablo VI llama "colecta" a la primera oración de la Misa y describe así su dinámica: "El sacerdote invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar colecta, y el pueblo contesta amén" (IGMR 32). Es la primera oración importante del presidente, que dé pie, con los brazos extendidos, y en nombre de la comunidad, dirige su súplica a Dios. Las de nuestro Misal son fieles al estilo claro y conciso de la liturgia romana, con una invocación a Dios, muchas veces enriquecida con la alusión al tiempo litúrgico o la fiesta celebrada para proseguir con una súplica y concluir apelando a la mediación de Cristo. El libro que durante siglos reunía estas oraciones de la Misa o del Oficio Divino, antes de su inclusión en el libro único del Misal o del Breviario, se llamó "Colectario."

Con el símbolo de las gotas de agua en el vino el sacerdote le pide a Dios que una nuestras vidas a la suya. AI momento de preparar sobre el Altar el pan y el vino "el Diácono u otro ministro, pasa al sacerdote la panera con el pan que se va a consagrar; vierte el vino y unas gotas de agua en el cáliz...” (Misal Romano Nº 133). El instante en que se echa el agua se acompaña con una oración que se dice en secreto: "El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana. San Cipriano, a mediados del siglo II, escribió sobre este gesto litúrgico, lo siguiente: "en el agua se entiende el pueblo y en el vino se manifiesta la Sangre de Cristo. Y cuando en el cáliz se mezcla agua con el vino, el pueblo se junta a Cristo, y el pueblo de los creyentes se une y junta a Aquel en el cual creyó. La cual unión y conjunción del agua y del vino de tal modo se mezcla en el cáliz del Señor que aquella mezcla no puede separarse entre sí. Por lo que nada podrá separar de Cristo a la Iglesia (...) Si uno sólo ofrece vino, la Sangre de Cristo empieza a estar sin nosotros, y si el agua está sola el pueblo empieza a estar sin Cristo. Más cuando uno y otro se mezclan y se unen entre sí con la unión que los fusiona, entonces se lleva a cabo el sacramento espiritual y celestial" (Carta Nº 63, 13). Después de que el sacerdote ha preparado los dones del se lava las manos antes de la consagración. Esto lo hace como un gesto de purificación. El sacerdote se lava las manos para pedirle a Dios que lo purifique de sus pecados. Esto nos debe motivar al todo el pueblo de Dios a que durante este momento (y durante toda la Santa Misa) oremos a Dios por nuestra purificación interior y nuestra santificación.


Otro símbolo de vital trascendencia e importancia lo es el partir el pan. El origen de este gesto en nuestra Eucaristía lo conocemos todos. La cena judía, sobretodo la pascual, comenzaba con un pequeño rito: el padre de familia partía el pan para repartirlo a todos, mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios. Este gesto expresaba la gratitud hacia Dios y a la vez el sentido familiar de solidaridad en el mismo pan. Muchos hemos conocido cómo en nuestras familias el momento de partir el pan al principio de la comida se consideraba como un pequeño pero significativo rito. Como el que se hace solemnemente cuando unos novios parten el pastel de bodas y los van repartiendo a los comensales que los acompañan. Cristo también lo hizo en su última cena: "Tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio...". Más aún: fue este el gesto el que más impresionó a los discípulos de Emaús en su encuentro con Jesús Resucitado. "Le reconocieron al partir el pan." Y fue este el rito simbólico que vino a dar nombre a toda la celebración Eucarística en la primera generación “la fracción del pan.”

Veamos cuales son los dos significados que la Iglesia a este símbolo tan solemne. El primer significado de este gesto lo es el Cuerpo "entregado roto" de Cristo. La fracción del pan puede tener, ante todo, un sentido de cara a la Pasión de Cristo. El pan que vamos a recibir es el Cuerpo de Cristo, entregado a la muerte, el Cuerpo roto hasta la última donación, en la Cruz. En el rito bizantino hay un texto que expresa claramente esta dirección: "se rompe y se divide el Cordero de Dios, el Hijo del Padre; es partido pero no se disminuye: es comido siempre, pero no se consume, sino que a los que participan de él, los santifica." El Segundo significado es sin alguna discusión lo es el signo de la unidad fraterna. El Misal Romano explica: "por la fracción de un solo pan se manifiesta la unidad de los fieles" (IGMR 48) "el gesto de la fracción del pan que era el que servía en los tiempos apostólicos para denominar la misma Eucaristía, manifestará mejor la fuerza y la importancia del signo de la unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que un solo pan se distribuye entre hermanos" (IGMR 283).


El momento de la comunión es signo dentro de la liturgia que representa la unión (en todo el sentido de la palabra) de la Iglesia con Cristo. Donde Cristo es el esposo y la Iglesia es la esposa lista a vivir en eterna unión de amor con su amado esposo. De la palabra latina "communio", acción de unir, de asociar y participar (correspondiente a la griega "koinonía") "comunión" significa la unión de las personas, o de una comunidad, o la comunión de los Santos en una perspectiva eclesial más amplia, o la unión de cada uno con Cristo o con Dios. Aquí la miramos desde el punto de vista eucarístico: la participación de los fieles en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Este es el momento en verdad culminante de la celebración de la Eucaristía. Después de que Cristo se nos ha dado como palabra salvadora, ahora, desde su existencia de Resucitado, se quiere hacer nuestro alimento para el camino de nuestra vida terrena y como garantía de la eterna.

La comunión tiene a la vez sentido vertical, de unión eucarística con Cristo, y horizontal, de sintonía con la comunidad eclesial. Por eso la "excomunión" significa también la exclusión de ambos aspectos. El Misal (IMGR 56) invita a una realización lo más expresiva posible de la comunión eucarística: con una oración o un silencio preparatorio, por parte del presidente y de la comunidad; una procesión desde los propios lugares hacia el ámbito del altar, mientras se canta un canto que une a todos y les hace comprender más en profundidad el misterio que celebran, la invitación oficial a acercare a la mesa del Señor: "Este es el Cordero de Dios", invitación que apunta al banquete escatológico del cielo ("dichosos los invitados a la Cena del Cordero"), la mediación de la Iglesia en este gesto central (no "coge" la comunión cada uno, sino que la recibe del ministro), con un diálogo que ahora ha vuelto a la expresiva sencillez de los primeros siglos ("el Cuerpo de Cristo. Amén", "la Sangre de Cristo, Amén") con pan que aparezca como alimento, consagrado y partido en la misma Misa, para significar también la unidad fraterna de los que participan del mismo sacrificio de Cristo, recibido en la mano o en la boca, a voluntad del fiel, allí donde los Episcopados lo hayan decidido (en España desde el 1976, en Italia desde 1989, en México desde 1978), a ser posible también participando del vino, que expresa mejor que Cristo nos hace partícipes de su sacrifico pascual en la cruz y de la alegría escatológica, y con unos momentos de interiorización después de la comunión. Casos especiales son el de la primera comunión, en la que los cristianos participan por primera vez plenamente de la celebración eucarística de la comunidad: no sólo en sus oraciones, lecturas y cantos, sino también en el Cuerpo y Sangre de Cristo.

Tiene especial sentido la Comunión llevada a los enfermos, ahora eventualmente por medio de los ministros extraordinarios de la comunión, a ser posible como prolongación de la celebración comunitaria dominical. Particular relieve merece la comunión que se recibe como viático, en punto de muerte. Y finalmente, la comunión recibida fuera de la Misa, caso repetido sobre todo en lugares donde no pueden participar diaria ni siquiera dominicalmente de la Eucaristía completa, pero sí escuchar la palabra, orar en común y comulgar, en las condiciones que establecen el "Ritual del culto y de la comunión fuera de la Misa" (1973) y la instrucción "Inmensae cariatis" (1973). Respecto a repetir la comunión el mismo día, según el Código de Derecho Canónico (canon # 917), "quien ya ha recibido la santísima Eucaristía puede de nuevo recibirla el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe", norma que ha recibido la interpretación oficial de que se puede hacer "una segunda vez."

Comer el pan uno los signos más significante y es el último símbolo de la liturgia que quisiera discutir. Juntamente con el "beber", el "comer" es el gesto central de la Eucaristía cristiana. Si el Antiguo Testamento empieza con el "no coman" del Génesis, en el Nuevo Testamento escuchamos el testamento: "tomen y coman." Y si entonces la consecuencia era: "el día que comas de él, morirás", ahora la promesa es la contraria: "el que come... tiene vida eterna." El comer, ya humanamente, tiene el valor del alimento y la reparación de las fuerzas. Pero a la vez tiene connotaciones simbólicas muy expresivas: comer como fruto del propio trabajo, comer en familia, comer con los amigos, comer en clima de fraternidad, comer con sentido de fiesta. En el contexto cristiano de la Eucaristía, el comer tiene igualmente varios sentidos. Al comer el pan, estamos convencidos de que nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo. Su palabra ("esto es mi Cuerpo") sigue eficaz y su Espíritu es el que ha dado a ese pan que hemos depositado sobre el altar su nueva realidad: ser el Cuerpo del Señor glorificado, que ha querido se nuestro alimento. Este es el primer sentido que Cristo ha querido dar a la comida eucarística: "mi carne es verdadera comida." Él es el "viático", el alimento para el camino de los suyos.

También hay otros valores y gracias que Cristo expresa en el evangelio con este simbolismo de la comida: el perdón, la alegría del reencuentro, la fiesta, la plenitud y la felicidad del Reino futuro. Basta recordar la parábola del hijo pródigo, acogido en casa con una buena comida; o la de las bodas del rey; o la multiplicación de los panes y peces en el desierto, o la expresiva presencia de Jesús en comidas en casa de Zaqueo, de Mateo, del fariseo, de Lázaro. Y las comidas de Jesús con sus discípulos, tanto antes como después de la Pascua, que ellos recordarán muy a gusto. (Cf Hch. 10,40). Además, Pablo entenderá la comida como símbolo de la fraternidad eclesial. El pan de la Eucaristía, además de unirnos a Cristo, participando de su Cuerpo, es también lo que construye la comunidad: "un pan y un cuerpo somos, ya que participamos de un solo Pan" (1 Cor 10,16-17). "Comer con" por ejemplo con los cristianos procedentes del paganismo, es un signo expresivo y favorecedor de la unidad de todos en la Iglesia, sea cual sea su origen (Cf la discusión entre Pablo y Pedro en Hch. 11,3 y Gál. 2,12).

Todos estos símbolos dentro de la liturgia nos deben llevar a una conclusión, la que no importa cuales sean los símbolos que usemos todos nos deben llevar cada vez más cerca de alcanzar el Reino de Dios, tanto de manera personal como comunitaria. Desde el amor a Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y los hermanos en la comunidad eclesial que lo obramos por la caridad fraterna que nos inspira el mismo Espíritu de Jesús. Hasta la fracción y comer de ese pan que deja de ser pan para ser el mismo Jesús que se quiere quedar en medio de su Iglesia. Que cada uno de los signos y símbolos en la liturgia nos ayude a concientizar de forma más clara el mensaje evangélico que el mismo Jesús nos comanda a vivir y compartir con todos en este mundo. Que así nos ayude Dios por medio las inspiraciones que su Espíritu Santo les da día a día a la Iglesia Todos estos símbolos dentro de la liturgia nos deben llevar a una conclusión, la que no importa cuales sean los símbolos que usemos todos nos deben llevar cada vez cerca al Reino de Dios.

Fuente: http://www.cpl.es/ Adaptado del Libro " Gestos y Símbolos" del P. José Aldazabal

23 de marzo de 2011

Consulta & Respuesta: Los Dones de Dios


Consulta & Respuesta: 


¿Los dones de Dios son santificantes o la Gracia de Dios es Santificante? o ambas cosas y hagan un comentario…

Luis G. 
Dalton, Georgia, USA



Respuesta:

Los dones del Espíritu Santo son hábitos (practicas o costumbres) sobrenaturales suscitados por Dios en alma para obtener y colaborar con facilidad a los impulsos y mociones del propio Espíritu Santo. 

22 de marzo de 2011

Simbolismos de la liturgia (Tercera Parte)

En nuestra Segunda Parte de este interesante tema hemos hablado del saludo de la paz, del beso a los libros sagrados, de la Señal de la Santa Cruz, del agua con sus propiedades o signos que ayudan a definir la liturgia según el contexto cultural y evangélico. Ahora quisiera continuar este artículo con los símbolos de las campanas, el canto, las cenizas, y el ponerse de pie con sus respectivos elementos los caracterizan dentro de la liturgia.

Las campanas por su calidad sonora tienen un simbolismo muy especial en la liturgia. Es muy antiguo el uso de objetos metálicos para señalar con su sonido la fiesta o la convocatoria de la comunidad. Desde el sencillo "gong" hasta la técnica evolucionada de los fundidores de campanas o los campanarios eléctricos actuales, las campanas y las campanillas se han utilizado expresivamente en la vida social y en el culto. Son instrumentos de metal, en forma de copa invertida, con un badajo libre. Cuando los cristianos pudieron construir iglesias, a partir del siglo IV, pronto se habla de torres y campanarios adosados a las iglesias, con campanas que se convertirán rápidamente en un elemento muy expresivo para señalar las fiestas y los ritmos de la celebración cristiana. También dentro de la celebración se utilizaron las campanillas, a partir del siglo XIII, ahora bastante menos necesarias (IGMR 109 deja libre su uso) porque ya la celebración la seguimos más fácilmente, a no ser que se quieran hacer servir, no tanto para avisar de un momento -por ejemplo, la consagración sino para darle simbólicamente realce festivo, como en el Gloria de la Vigilia Pascual. Los nombres latinos de "signum" o "tintinnabulum" se convierten más tarde, hacia el siglo VI, en el de "vasa campana", seguramente porque las primeras fundiciones derivan de la región italiana de Campania. Las campanas del campanario convocan a la comunidad cristiana, señalan las horas de la celebración (la Misa mayor), de oración (el Ángelus o la oración comunitaria de un monasterio), diversos momentos de dolor (la agonía o la defunción) o de alegría (la entrada del nuevo obispo o párroco) y sobre todo con su repique gozoso anuncian las fiestas. Y así se convierten en un "signo hecho sonido" de la identidad de la comunidad cristiana, evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en medio de una sociedad que puede estar destruida. Como también el mismo campanario, con su silueta estilizada, se convierte en símbolo de la dirección trascendente que debería tener nuestra vida. El Bendicional (nn. 1142-1162) ofrece textos muy expresivos para la bendición de las campanas, motivando bien su sentido y convirtiendo el rito en una buena ocasión para entender mejor la identidad de una comunidad cristiana y sus ritmos de vida y oración.

El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Tanto en la vida social como en la cultico-religiosa, el canto no sólo expresa sino que en algún modo realiza los sentimientos interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica. "No ha de ser considerado el canto como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios" (IGLH 270). El canto hace comunidad, al expresar más válidamente el carácter comunitario de la celebración, igual que sucede en la vida familiar y social como en la litúrgica. El canto hace fiesta, crea clima más solemne y digno en la oración: "nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que toda entera, exprese su fe y su piedad por el canto" (MS 16). El canto es una señal de euforia (alegría, exaltación, optimismo). El canto tiene en la liturgia una función "ministerial": no es como en un concierto, que se canta por el canto en sí y su placer estético y artístico. Aquí el canto ayuda a que la comunidad entre más en sintonía con el misterio que celebra. A la vez que crea un clima de unión comunitaria y festiva, ayuda pedagógicamente a expresar nuestra participación en lo más profundo de la celebración. Así el canto se convierte de verdad en "sacramento" (signo), tanto de lo que nosotros sentimos y queremos decir a Dios, como de la gracia salvadora que nos viene de él.

La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gn. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es el que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza como signo de penitencia y esperanza y termina con la pascua (como paso de la muerte a la vida) como signo la vida eterna prometida por el mismo Dios.

El ponerse de pie suele ser la postura más usada en la Misa. Al orar de pie los cristianos "significamos" nuestra dignidad de hijos de Dios. Como tenemos en nosotros el Espíritu que nos hace exclamar "Abba", "nos atrevemos" a llamar a Dios "Padre" y estar de pie delante de él. Es una actitud de cariñosa confianza hacia Dios a quien vemos, sobre todo, como Padre. Es una actitud que indica "prontitud", estar disponible, preparado para la acción. Por tanto indica decisión y voluntad para seguir al Señor. Desde el comienzo fue la actitud general de los cristianos: orar de pie, con los brazos extendidos (o levantados) y mirando hacia el oriente (a la salida del sol). Es también señal de alegría. Durante el primer milenio, los cristianos tuvieron prohibido arrodillarse en la liturgia de los domingos, pues -como sabemos- el día del Señor conmemora la Pascua, la Resurrección de Jesús. Así como la muerte es "estar postrado", la resurrección es un levantarse, un "volver a estar de pie." Por eso con especial énfasis esta postura manifiesta también nuestra fe en Jesús resucitado.


(Continuará…)


Fuente: http://www.cpl.es Adaptado del Libro " Gestos y Símbolos" del P. José Aldazabal

19 de marzo de 2011

Simbolismos de la liturgia (Segunda Parte)

En la Primera Parte de este tema que la liturgia (acción del Pueblo de Dios) posee variados elementos que de una forma u otra nos ayuda a canalizar y entender el mensaje de los actos litúrgicos. Como mencioné en el artículo “Siguiendo a Jesús”: “La liturgia y los sacramentos (en especial la Eucaristía) son expresión vital de la comunidad (Iglesia) donde Jesús se hace presente; "porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos" (Mt. 18, 20). En todo acto litúrgico se encuentra la Iglesia en oración queriendo descubrir ese "Camino, Verdad y Vida" que es Jesús.”

El saludo de la paz y hay que establecer muy claro que es la paz de Cristo Jesús. “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo” (Juan 14, 27). El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles "imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR 56b). Se trata de la paz de Cristo. El saludo y el don del Señor que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una paz que conquistemos nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor. Es sin duda, un gesto de fraternidad cristiana y eucarística. Un gesto que nos hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión para recibir a Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo. Todos estamos invitados a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso, además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino. El Papa Pablo VI nos dice: “si quiere paz, lucha por la justicia.” Esto nos debe recordar que para acudir la mesa del Banquete Eucarístico darnos la paz y comulgar a Cristo Sacramentado requiere que vivamos en justicia y especial esa justicia que proviene de Dios.

Otro símbolo que en cierta forma se ha estado perdiendo (en muchas diócesis y parroquias) es el beso que el sacerdote le da al libro de los evangelios (leccionario o evangeliario). Al hacerlo el sacerdote dice en voz baja: "las palabras del evangelio borren nuestros pecados." Esta frase expresa el deseo de que la palabra evangélica ejerza su fuerza salvadora perdonando nuestros pecados. Besar el evangelio es un gesto de fe en la presencia de Cristo que se nos comunica como la palabra verdadera. En cierta forma contrarresta el beso de traición de Judas. De igual forma presupone la fidelidad que el presbítero (sacerdotes) por medio de la ordenación les debe a Jesucristo y a la Iglesia. Indirectamente nos debe animar a todos los bautizados vivir esa fidelidad tanto a Cristo como a la Iglesia a quien el mismo Cristo le ha dejado el depósito de la fe.

La señal de la cruz ha sido desde los inicios del cristianismo la símbolo por excelencia de todos los cristianos. No nos damos mucha cuenta, porque ya estamos acostumbrados a ver la Cruz en la Iglesia, en nuestras casas, pero la Cruz es una verdadera cátedra, desde la que Cristo nos predica siempre la gran lección del cristianismo. La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre el misterio de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana. La Cruz es todo un discurso. Nos presenta a un Dios trascendente pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor; un Cristo que es juez y Señor, pero a la vez siervo, que ha querido llegar a la entrega total de sí mismo, como imagen plástica del amor y de la condescendencia de Dios; un Cristo que en su Pascua - muerte y resurrección- ha dado al mundo la reconciliación. Los cristianos con frecuencia hacemos con la mano la señal de la Cruz, o nos la hacen otros, como en el caso del bautismo o de las bendiciones. Es un gesto sencillo pero lleno de significado. Esta señal de la Cruz es una verdadera confesión de fe: Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es un signo de pertenencia, de posesión: al hacer sobre nuestra personas este signo es como si dijéramos: "estoy bautizado, pertenezco a Cristo, Él es mi Salvador, la cruz de Cristo es el origen y la razón de ser de mi existencia cristiana...". Los cristianos debemos reconocer a la Cruz todo su contenido para que no sea un símbolo vacío. Y entonces sí, puede ser un signo que continuamente nos alimente la fe y el estilo de vida que Cristo nos enseñó. Si entendemos la Cruz y nuestro pequeño gesto de la señal de la Cruz es consciente, estaremos continuamente reorientando nuestra vida en la dirección buena.

El agua es una realidad que ya humanamente tiene muchos valores y sentidos: sacia la sed, limpia, es fuente de vida, origina la fuerza hidráulica...También nos sirve para simbolizar realidades profundas en el terreno religioso la pureza interior, sobre todo. Por eso se encuentran las abluciones o los baños sagrados en todas las culturas y religiones (a orillas del Ganges para los indios, del Nilo para los egipcios, del Jordán para los judíos). Para los cristianos el agua sirve muy expresivamente para simbolizar lo que Cristo y su salvación son para nosotros: Cristo es el "agua viva" que sacia definitivamente nuestra sed (coloquio con la samaritana: Jn. 4); el agua sirve también para describir la presencia vivificante del Espíritu (Jn. 7, 37-39) y para anunciar la felicidad el cielo (Ap. 7, 17; 22, 1). En nuestra liturgia es lógico que también se utilice este simbolismo. A veces se usa el agua sencillamente con una finalidad práctica: por ejemplo en las abluciones de las manos después de ungir con los Santos Oleos o de los vasos empleados en la Eucaristía. Otras veces un gesto que en su origen había sido "práctico" ha adquirido ahora un simbolismo: como la mezcla del agua en el vino, que en siglos pasados era necesario por la excesiva gradación del vino, y que luego adquirió el simbolismo de nuestra humanidad incorporada a la divinidad de Cristo. Pero el agua tiene muchas veces un sentido simbólico: lavarse las manos para indicar la purificación que el sacerdote más que nadie necesita, o lavar los pies para expresar la actitud de servicio. Sobre todo el agua nos hace celebrar significativamente el Bautismo con el gesto de la inmersión en agua (bautismo significa "inmersión" en griego): porque es un sacramento que nos hace sumergirnos sacramentalmente en Cristo, en su muerte y resurrección, y nos engendra a la vida nueva. La aspersión de la comunidad con agua en la Vigilia Pascual, o en el rito de entrada de la Eucaristía dominical, o el santiguarse con agua al entrar en la Iglesia, son recuerdos simbólicos del Bautismo. También el hecho de las casas (de las casas, de los objetos, de las personas) o el gesto de aspersión en las exequias se realicen con agua, quiere prolongar el simbolismo purificador y vitalizador del Bautismo. En el rito de la Dedicación de iglesias se asperjan con agua las paredes, el altar y finalmente el pueblo cristiano: siempre con la misma intención "bautismal", que envuelve a las personas, al edificio y a los objetos de nuestro culto. Todo queda incorporado a la Pascua de Cristo. Otro significado del simbolismo del agua es su cualidad de apagar la sed del hombre. Sed que no es sólo material, sino que muy expresivamente puede referirse s los deseos más profundos del ser humano: la felicidad, la libertad, el amor, etc.


Continuará...

Fuente: http://www.cpl.es/ Adaptado del Libro "Gestos y Símbolos" del P. José Aldazabal

Siguiendo a Jesus

Nos podemos hacer muchas preguntas sobre que cosas debemos hacer para seguir a Jesús de forma sincera e integra. El sentido común o la lógica (como solemos decir pueblerinamente en mi tierra) dictamina o nos dice que no podemos seguir algo (algún ideal, persona, costumbre, etc.) que no conocemos y mucho menos si no lo amamos o apreciamos de alguna forma. En el caso de los cristianos (= seguidores de Cristo) podemos aplicar estas forma de pensar y razonar sobre el seguir a alguien o a algo. El cantautor español Joan Manuel Serrat tiene una canción que dice: "golpe a golpe, caminante no hay camino se hace camino al andar." Precisamente, cuando hablamos del seguimiento a Jesús es muy recomendable echar un vistazo a las huellas de santidad que han dejado los que en generaciones anteriores a las nuestras han seguido a Jesus y hasta han dado su vida por El. Podemos fácilmente remontarnos al comienzo de las narraciones que nos hacen los Evangelios sobre la vida terrena de Jesus.

Antes que nada, quiera resaltar como la figura maternal es exaltada en la Biblia. El autor del Génesis (al menos uno de ellos) nos resalta la figura maternal con Eva (ver Gn. 3, 20). El nombre “Eva”, en hebreo, posee cierta similitud con el verbo que equivale a “vivir.” Sara es la mujer de Abraham (ver Gn. 11, 29) ella da a luz a Isaac porque nada hay imposible para Dios (Gn. 18,14). Ana es la madre de Samuel, quien concibe un hijo a quien llama Samuel “porque, dice, se lo he pedido al Señor” (1 Sm. 1,20). El libro de los Proverbios nos hace la siguiente elogio sobre las mujeres sabias y prudentes (que entre sin duda alguna podemos contar a las madres): "Una mujer de carácter, ¿dónde hallarla? Es mucho más preciosa que una perla." Ana, la profetisa, vivió siete años con su marido y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro: "No se apartaba del templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones." Presenciando el momento de la presentación de Jesús en el templo, "alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén" (Lc. 2,36-38). Isabel casada con un sacerdote llamado Zacarías. No tienen hijos y ambos son de edad avanzada (ver Lc. 1,5-7). Pero Isabel concibe un hijo, que le ha sido anunciado: “estará lleno de espíritu santo desde el seno de su madre” (Lc. 1,15). Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos están llenos de ejemplos de mujeres que dan ejemplo elocuente sobre el don de la maternidad.

Explorando ya la figura maternal en las Sagradas Escrituras quisiera usar el ejemplo de María sobre el seguimiento de Jesus. Todos sabemos que Jesus, como ser humano al fin, nació de una madre. Permítanme poder reflexionar un poco sobre la vocación (llamado) que el mismo Dios por medio del ángel puso en Maria para ser Madre de nuestro Salvador y Redentor. El Evangelio de San Lucas (ver Lc. 1, 26-38) resalta tres veces la palabra "virgen" en el relato de la Anunciación del Ángel a María. Para poder entender esto hay que entender el contexto sobre este término "virgen" en el Antiguo Testamento. A diferencia de la palabra hebrea que puede significar tanto una virgen como una joven madre, Lucas se basó en la Biblia griega o Septuagésima, que es muy especifica. Quiere que perciban sobre María las locuciones de los profetas, que afirmaban que Dios sería acogido por la virgen de Israel. Dios quería conseguir a un pueblo que hubiese renunciado sus amos y sus ídolos para no ser más que de Él. Percibimos considerablemente en la Biblia la imagen del matrimonio de Dios con su pueblo. María es la Virgen y su Hijo será Dios-con nosotros (Emmanuel... Ver Is. 7,14).

Esta virginidad es como una garantía y confirmación de la alianza nueva que Dios entabla con la humanidad. El ángel revela a María la identidad y la misión del hijo que va a concebir. Primero lo expresa con las imágenes del Antiguo Testamento, inspirándose en los anuncios de personajes famosos, después, cuando contesta a María, declara el misterio de Dios Trinidad. "Concebirás en tu seno": (Véase Gn. 16,1; Ex 3,11; Jue. 6,11). Ya hablamos de la alusión a Isaías 7,14, que anunciaba al Emmanuel, es decir, al Dios con nosotros. María lo llamará Jesús, que quiere decir Salvador (o Dios salva). María expresa su disponibilidad. De ella nacerá quien es a la vez el “siervo” anunciado por los profetas (Is.42, 1; 50,1; 52,13) y el Hijo (Heb. 1) de Dios. Nos dice el Nuevo Testamento que María no fue pasiva o indiferente ante la misión de Jesús; “Después, Jesús bajó a Cafarnaúm, acompañado de su madre, sus hermanos y sus discípulos y se quedaron allí unos cuantos días” (Jn. 2, 12).

Por medio de nuestro Bautismo quedamos (al ejemplo de Cristo) constituidos en sacerdotes (sacerdocio común de los fieles & el ordenado o ministerial), reyes y profetas. Para ser fiel seguidor de Cristo tenemos que tener plena conciencia de estas tres realidades espirituales que posee cada cristiano. Nos dice la Primera Carta de San Pedro que "somos un pueblo sacerdotal" (Ver 1 Pe. 2, 5-9). Analizando la figura del sacerdote del Antiguo Testamento podemos inferir que la principal función del sacerdote era ofrecer sacrificios. Esta situación no ha cambiado en nuestro tiempo del cristianismo. La principal función del sacerdote sigue siendo la misma lo único que cambia es el contexto del sacrificio. En el Antiguo Testamento el sacrificio era imperfecto mientras que el Nuevo Testamento el sacrificio es definitivo y perfecto. Tenemos que recordar que Cristo es la vez, Cordero Inmolado y el Sumo y Eterno Sacerdote (según el rito de Melquisedec). El reinado de Jesus se contrapone a la figura de reinado (o cualquier gobierno) humanamente hablando. "Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud" (Mc. 10, 45). El cristiano es rey (o sea encargado de velar por el bien común de sus hermanos) para ser servidor al estilo de Cristo. La palabra profeta hoy en día suele parecer sinónimo de "adivino" pero para el cristiano (y el Pueblo de Israel) esto no es así. Ser profeta es una vocación (llamado) para anunciar y denunciar. Anunciar la justicia, el bien y la gracia (a nivel personal y comunitario) y denunciar la injusticia, la maldad y el pecado.

La liturgia y los sacramentos (en especial la Eucaristía) son expresión vital de la comunidad (Iglesia) donde Jesus se hace presente; "porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos" (Mt. 18, 20). En todo acto litúrgico se encuentra la Iglesia en oración queriendo descubrir ese "Camino, Verdad y Vida" que es Jesús. La palabra "eucaristía" significa "acción de gracias" (Ver Mt. 26, 26 ss.) en ella la comunidad parroquial se reúne en torno a la mesa del altar para ofrecer el máximo sacrificio (que es el mismo Cristo como Cordero Inmolado) y para dar gracias por los dones (materiales y espirituales) que hemos recibido de parte del mismo Dios. La palabra "liturgia" significa "acción del pueblo." Por medio de esta acción, acción centrada en la oración la Iglesia como pueblo transformado por la gracia y los dones del Espíritu Santo busca la acción salvadora de Cristo.

Retomando nuevamente el concepto de santidad que es el principal requisito para seguir a Jesus. "Porque yo soy el Señor, su Dios, y ustedes tienen que santificarse y ser santos, porque yo soy santo" (Lev. 11, 44). "Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo" (Mt. 5, 48). Podemos analizar la historias de grandes santos (canonizados y sin canonizar) que al identificarse con Cristo por medio de la santidad supieron vivir la mejor versión de ellos mismos. El termino hebreo para la palabra "santidad" es "Kiddushin." Este tiene una doble significación; primero (y literalmente) significa "sacar aparte" en segundo término se aplica también al concepto de "bodas." En el Antiguo Testamento el Templo de Jerusalén estaba aparte (física y psicológicamente hablando) de los demás edificios. En igual forma, la clase sacerdotal (y/o la profética) estaba aparte de las demás profesiones. En este mismo sentido los cristianos somos sacados aparte del mundo para vivir igual a Cristo. La segunda aplicación para el termino hebreo "Kiddushin" es la de "Bodas." Es muy interesante como tanto Pablo con Juan usan le relación de esposo (Cristo) con su esposa (que es la Iglesia) (Ver 2Cor. 11, 2; Ap. 19, 7-8). Esta relación de Amor (la cual es la única relación que puede existir entre Dios y su pueblo) es el fundamento para vivir la santidad que conlleva el seguir a Cristo Jesús. Esta relación de amor entre Cristo y la Iglesia debe manifestarse en cada uno de los bautizados por medio de la práctica de las virtudes.

La santidad es la identificación con Cristo en el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios, mediante el ejercicio de las virtudes. Las virtudes son hábitos (practicas o costumbres) buenos que nos llevan a realizar el bien. Las virtudes son hábitos operativos es decir que hay que actuarlos. No se trata de buenas intenciones, “pensar tengo que ser más ordenado” si no hay que ser mas ordenados. Las virtudes son la forma práctica y real por la cual podemos llevar a cabo ese seguimiento a Jesús, porque Él vivió la voluntad del Padre por medio de la vida de virtudes. En otras palabras la santidad y la vida de las virtudes nos llevan a vivir la mejor versión de nosotros mismos. Recordemos que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Dios es santo y Dios es amor por ende vivir la mejor versión de mi mismo es vivir en el amor (de Dios) que me lleva a la santidad. Es por eso que los santos nos abren y expanden el camino de fe, de la esperanza y la caridad. Estas tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad que recibimos en el bautismo) abren en nuestra alma y espíritu en camino a la santidad o sea el Camino de Jesus.

El éxito de toda buena receta consiste (muchas veces) no tanto en la receta como tal sino en saber seguir los pasos. Cuando se trata de seguir a Jesús sucede lo mismo, hay que saber seguir los pasos de la receta. En este caso, hay que entender que la Iglesia (y su Magisterio / Papa y los demás Obispos en comunión con el Santo Padre) es la "Cocinera." Jesús le dejo a los Apóstoles (y estos a su vez a sus sucesores los obispos) el Depósito (fundamento) de la Fe. Tenemos las Palabra de Dios (escrita [Biblia] y la no-escrita [Tradición Apostólica] que son las fuentes de la Sagrada Revelación) de la cual Jesucristo es el culmen y fuente (o alfa y omega) de la misma.


Otro elementos que podemos usar para crecer en el seguimiento a Jesus (al igual que para crecer en amor y santidad) es la oración y el silencio. Los Evangelios nos dice como Jesús acostumbraba a retirarse a orar y por ende a estar en silencio con el Padre Amoroso. Quisiera usar el Evangelio de San Marcos como ejemplo del estilo de oración de Jesús. Tomaba parte en la oración del día sábado en la sinagoga (Mc. 1, 21). Oraba de madrugada, en lugares serenos, en soledad (para buscar el silencio exterior e interior... Mc. 1, 35). Enseñó sobre la oración (Mc. 11, 24-25). Estando en la Cruz y próximo a la muerte, oró con las palabras del Salmo 22 (Mc. 15, 34). Son muchos más los ejemplos de la vida de oración de Jesus, estos sin duda alguna, pueden guiar nuestra vida de oración y silencio y de esta forma seguir mejor a Jesús.

Nuestro compromiso bautismal (de ser sacerdotes, reyes y profetas; y de vivir las virtudes) nos debe servir de fuente y base para nuestro seguimiento a Jesús. La misión de Jesús estribó en anunciar el Reino de Dios (de amor, paz y justicia). Si somos cristianos nuestra misión debe ser la de continuar expandiendo ese Reino de Dios. Esto es algo que lo hemos de lograr por medio de la vida de santidad, que mediante la vida de virtudes podemos mostrar ese amor a Dios y los hermanos por ende mostrar también esa fe en Cristo Resucitado. Quien está presente en su Palabra, en la Iglesia y en todos aquellos menos afortunados y hasta marginados. Que así nos ayude Dios.

17 de marzo de 2011

Simbolismos de la Liturgia (Primera Parte)



La palabra "liturgia" como he mencionado en otros artículos es la “acción del Pueblo de Dios.” Ese pueblo de Dios que ha nacido por medio del bautismo y la acción del Espíritu Santo obra en la acción amorosa que el mismo Cristo le ha delegado. “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Juan 13, 34-35). “La Liturgia es "acción" del "Cristo total" (Chistus totes). Los que desde ahora la celebran, más allá de los signos, participan ya de la liturgia del cielo, donde la celebración es enteramente Comunión y Fiesta” (CIC # 1136). Como consecuencia podemos entender que el mayor de los simbolismo que debemos de ver y apreciar en cualquier acto litúrgico desde la Celebración Eucarística (en especial esta) y cualquier celebración de los demás sacramentos es ese amor de Cristo que es la fuerza motriz que mueve a la Iglesia.

8 de marzo de 2011

Consulta & Respuesta: Duda y Confianza en Dios

Consulta:

Doy gracias a Dios por su página y los felicito por la labor que hacen por medio de ella.


Mi deseo es que me orienten sobre la duda y la confianza en Dios, ¿cómo se logra una gran confianza en Dios? ¿Cómo hacer cuando llega el momento de la duda? Es decir el Señor le ilumina o le da respuesta a la persona y uno cree pero a veces pasa el tiempo y el mal llega y lo hace dudar ¿qué se debe hacer en el momento para no caer en la duda y no desconfiar? ¿Hay alguna oración especial para eso? ¿Cómo hacer para no ofender a Dios por la falta de confianza y cometer el error de dudar?

Agradezco su atención, colaboración y orientación...

Dios los siga colmando de bendiciones

Con Jesús y María...

Olga Ma. S.C.

Respuesta:

Espero en Cristo Jesús que estés muy bien junto a tus seres queridos. Gracias por tener la confianza de consultar a este tu humilde servidor en Jesucristo Nuestro Señor.

En esta vida constantemente encontraremos sufrimientos, preocupaciones, problemas, pérdidas, enfermedades... pero debemos sobrellevarlos como hijo de Dios, sin agobios inútiles, sin rebeldía o tristeza. Jesús nos enseña lo que debemos hacer si sentimos que el mundo se nos viene encima, cuando la cruz aparenta ser grande y sentimos que no podemos más.

Un hermano en mi parroquia cuando está dando sus clases o temas a los grupos suele usar este cuento. "Un día llego un joven al taller del artesano que hace las cruces de la vida para cambiar la suya porque ya no podía cargar con ella. El anciano con voz pausada le dijo; 'no hay problema alguno deja la tuya en esa esquina y busca con calma en el taller la que mejor te quede según las características que tu requieres.' El joven fue probándoselas una por una. La primara que cogió apenas podía con el peso. Dijo 'esta está muy pesada.' Cogió otra y porque estaba muy áspera y le lastimaba la piel y dijo 'esta no, descartada.' Fue tratando una y otra hasta agotar casi todas las opciones. De repente vio que en una esquina había una solitaria y abandonada. Dijo entonces si esta no me cae y me queda ya no hay más opciones. La cogió la cargó de un lado a otro sin molestia. Exclamo sin duda alguna esa cruz fue hecha para mí. El artesano le pregunto con mucha simpatía estás seguro que esa es la que quieres. El joven con voz animosa dijo 100% seguro que esa es la que quiero. El anciano entonces le dijo te acuerdas que cuando llegaste dejaste tu cruz en una esquina y el joven dijo 'si claro que si me acuerdo.' Precisamente esa que tienes ahora y que te queda muy bien es la que trajiste cuando llegaste."

¿Cuál es la moraleja de este cuento? Dios no nos va a dar una cruz, una prueba que no podamos cargar y soportar. Puede que por las circunstancias de la vida esa cruz o esa prueba parezca imposible de cargar y superar. "Un día subió Jesús a una barca con sus discípulos y les dijo: 'Crucemos a la otra orilla del lago.' Mientras navegaban, Jesús se durmió. De repente se desencadenó una tormenta sobre el lago y la barca se fue llenando de agua a tal grado que peligraban. Se acercaron a Él y lo despertaron: 'Maestro, Maestro, ¡estamos perdidos!' Jesús se levantó y dio una orden al viento y al mar, y todo volvió a la más completa calma. Después les dijo: ¿Por qué tienen miedo? ¿Dónde está su fe?" (Marcos 4, 35-41).

En nuestra condición humana siempre hemos de pasar momentos difíciles, enfermedades (físicas y espiritual). Pasamos debilidades, dolor, perdida de un ser querido, dificultades en el trabajo, problemas económicos, situaciones familiares (drogadicción, alcoholismo etc.), en fin la lista puede ser interminable. Más a todo esto pueden llegar las calumnias, infamias, injusticias y muchas consecuencias negativas. Entonces en estos momentos duros y difíciles ¿cuál es nuestra reacción? Puede que sea duda, miedo, angustia, y hasta preocupación excesiva. Esto suele suceder cuando solo nos apoyamos y contamos con nuestras fuerzas. Esto sin duda alguna hace nuestros problemas más grandes. Nos olvidamos de algo muy importante. De que Dios siempre está con nosotros. Dios es omnipotente, todo los puede, para Dios nada es imposible. En el Evangelio y en toda la Biblia en general se nos muestra la paternal y hasta maternal figura de Dios. San Juan en sus cartas nos dice que Dios es Amor. San Pablo nos dirá que el amor todo lo puede. Más aún que podemos tener todos los conocimientos de este mundo pero si no tenemos amor (y caridad como el amor hecho acción) de nada nos vale.

En nuestro bautismo recibimos las tres virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad. Muchas personas no asumen una conciencia plena de los que implican estas tres virtudes el ser humano. Escuchamos y se nos dice que hemos sido creados por Dios. Somos creados por Dios a su imagen y semejanza. Dios es espíritu y nos dice Jesús que seamos perfectos como lo es el Padre celestial. La palabra en hebreo para perfección es "Kiddushin" que significa literalmente sacar aparte. Dios cuando nos creó nos sacó aparte como sus creaturas predilectas. De igual forma por medio del bautismo (nueva creación) somos sacados apartes de este mundo para vivir de acuerdo al plan de Dios para nosotros. Estamos en este mundo pero no pertenecemos a él somos ciudadanos y herederos (gracias a Jesucristo) del Reino de Dios. Por medio de la tenemos la certeza de esas cosas que no vemos (y que no conocemos). La esperanza es esa espera paciente en las promesas que el mismo Dios nos hace. La caridad como mencione ya es amor hecho realidad, demostrado por medio de nuestros actos. Al Dios crearnos a su imagen y semejanza y mediante la fe, esperanza y la caridad nos permite adquirir mayor y mejor conciencia de nuestra función de hijos de Dios. La santidad es la identificación con Cristo en el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios, mediante el ejercicio de las virtudes. La santidad es estar al tanto, amar y cumplir la voluntad de Dios. Amar y cumplir con júbilo aquello que Dios nos manda cada día a lo largo de nuestra vida.

Entonces nos podemos preguntar; ¿por qué confiar en Dios? Veamos el ejemplo que nos pone Jesús; "No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?" (Mateo 6, 25-26). Somos creaturas (creación de Dios) predilectas de Dios. Recuerda las virtudes que el mismo Dios nos dio en nuestro bautismo; la fe, esperanza y caridad. Estas son herramientas que tenemos para sobrellevar nuestra vida y en especial los momentos más difíciles. Solo tenemos que darnos y estar dispuesto a esa apertura plena y total con Dios. Dios en nuestro Padre y nos ama infinitamente, más de lo que nos podemos imaginar. Mi abuela me solía decir que hay dos cosas que no debemos dudar de Dios, su amor y su misericordia. Las pruebas tenemos que aprender a verlas como medios para nuestro crecimiento y purificación espiritual.

Cuando estamos consiente y reflexionamos (y oramos) que somos hijos de Dios (e hijos amados de Dios), no hemos de perder la calma, la paz y la satisfacción. Más aun asumiendo estas aptitudes y orando mucho hemos de ser perseverantes en los momentos más dificultosos.

Dios quiere nuestra felicidad para eso podemos leer las Bienaventuranzas (Mateo 5, 1-12 & Lucas 6, 20-23). Pero muchas veces lamentablemente confundimos la felicidad con la comodidad y lo fácil. La felicidad consiste en vivir nuestra vida tal como Dios quiere. Dios nos conoce muy bien. No hay quien conozca una obra mejor que su creador. Mi padre suele decir Dios sabe lo que hace y porque lo hace. Permite las pruebas, las dificultades y hasta muchas cosas que parecen negativas pero es para nuestro crecimiento personal y espiritual. Tenemos que aprender a ver el amor de Dios en las personas y en las cosas de la vida.

¿Qué hacer cuando llega el momento de la duda? Para conseguir la ayuda de Dios debemos orar y más orar. Nuestra oración debe ser con humildad reconociendo que nosotros solos no podemos nada y que Dios puede todo. La oración debe tener constancia pedir todos los días incansablemente. Nuestra oración debe ser perseverante seguir pidiendo, aunque no veamos una respuesta. La oración debe tener confianza reconociendo que Dios es nuestro Padre que nos ama y busca siempre nuestro bien. Nuestra oración debe ser serena porque Dios sabe bien las necesidades que tenemos, lo sabe mejor que nosotros mismos. Debemos recordar siempre lo que nos dice el Señor: “Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre” (Mateo 7, 7-8). La oración de petición nos situará en contacto con nuestros límites y hará que nos relacionemos con el Señor desde nuestra pequeñez y humildad. No dejemos de pedir, ni pensemos que la oración de petición es de inferior calidad a otras formas de encuentro con Dios. Pero no podemos olvidar pedirle al Espíritu Santo, que nos ayude a discernir los planes de Dios y a ponerlos en práctica.

No hay una oración especial o mejor dicho la oración más especial es aquella que haces con fe, esperanza y caridad. San Benito (fundador de los Benedictinos) usaba el siguiente lema para su vida (y la vida de sus monjes)"Ora et labora" (latín para 'ora y trabaja'). Una de las cosas que la Iglesia nos enseña hacer en nuestra oración (en especial por la mañana) es el ofrecimiento a Dios de las obras a realizar del día. Por medio de ese ofrecimiento sincero a Dios y obrando en caridad fraterna nuestro trabajo también se puede y se debe convertir en oración a Dios. De esta forma esa fe, esperanza y caridad que recibimos en nuestro bautismo va obrando día a día para nuestro crecimiento. De la misma forma estas tres virtudes (virtudes = hechos operativos o actos que nos llevan a realizar el bien) son fundamentales en el momento de la duda y las pruebas.

Debemos entender que la duda como tal no es pecada. De igual forma, la tentación como tal no es pecado. El pecado dentro de todo esto sería caer y persistir indefinidamente en un escepticismo (no creer) o una incredulidad escrupulosa. En otras palabras cuando dejamos que la duda nos haga caer en desesperación (constante y persistente) podemos caer en pecado porque no le damos cabida al amor, la bondad y la misericordia de Dios en nuestras vidas. Debemos crearnos el propósito firme de vivir nuestras vidas como hijos de Dios. O sea como hijos de Dios viviendo en la fe, en la esperanza y en caridad con todos los hermanos. A todo tiempo en especial los más difíciles debemos confiar nuestras penas, nuestros dolores, nuestros problemas en las manos amorosas de nuestro Padre Dios.

6 de marzo de 2011

¿Por qué soy Católico?


Para este servidor vivir la fe católica es un asunto muy serio. Soy ex-militar y ex-policía (retirado por accidente de trabajo en ambos). Una de las cosas que uno adquiere en estos trabajos es disciplina. Una de las cosas que han distinguido a los santos en la historia de la Iglesia es la disciplina. La forma mas fácil y directa de explicar por qué soy católica es porque es la Iglesia que Jesús fundo y porque es la que posee la plenitud de la fe que profesamos los católicos, los ortodoxos, anglicanos, y todos los protestantes en general.

En la Iglesia Católica podemos encontrar elementos ausentes del resto del cristianismo. Como son las notas de la Iglesia que fundó Cristo, los Santos y Beatos venerados por el catolicismo, hechos milagrosos -muchas veces examinados científicamente-, y por la propia Doctrina Católica, que exhibe lógica, raíz evangélica y participación en la Historia, la Sociedad y la Cultura. Estudiar a la Iglesia Católica es instruirse en la Historia de Asia Menor, Historia de Europa, Historia de América, de Asia, África y Oceanía, es estudiar Literatura, Filosofía, Psicología, Ética, Teología, Arte, Sociología, Derecho Civil y Derecho Canónico, e inclusive -en ocasiones-, Ciencias fuera del área de Humanidades, como Astronomía, Matemáticas, Medicina, Genética, etc.

Desde que Jesús fundó la Iglesia y se la delegado a los Apóstoles bajo la tutela de Pedro hasta el siglo XI la Iglesia conservó su unidad. Este fue el siglo en que la cristiandad se dividió con la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa Oriental (Grecia y los países de Oriente Medio). Esta división se conoce como el Cisma de Oriente. En el siglo XVI el monje agustino Martín Lutero comenzó la reforma protestante. Hasta el presente hay mas de 28,000 denominaciones protestantes con doctrinas diferentes entre si. Solo por presentar un ejemplo aquí en donde vivo (Dalton, Georgia EE.UU.) hay mas de 40 Iglesias Bautistas independientes unas de las otras. Sin duda alguna podemos hacer un “árbol genealógico” de todas la divisiones que ha sufrido el Cristianismo.

Un estudiante de catequesis me pregunto una vez; "¿Cómo uno puede descubrir cual es la Iglesia que Cristo fundó?" La contestación a esta pregunta la podemos obtener de dos formas. Por medio de la Biblia y por medio de la historia. El Nuevo Testamento que es la reflexión viva de la primeras comunidades cristianas nos da de forma asentada como Cristo fundo la Iglesia. Más aun Pablo nos previene de posibles divisiones en la Iglesia. Leamos lo que dice San Pablo a los Efesios (y a nosotros); “Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos” (Ef. 4, 1 – 6).

Pablo nos habla de que como cristianos (= seguidor de Cristo) debemos tener una sola doctrina (fe). La doctrina que delego a los Apóstoles. Es sumamente importante recalcar que Pablo nos manda a estar unidos en un mismo credo, una misma mentalidad porque la fe es sola una.

En cuanto se refiere a la unidad de la Iglesia, Pablo es todo un maestro. Veamos lo que nos dice en la Primera Carta a los Corintios; “Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir” (1Cor. 1, 10). Vamos a visualizar la trama, terminar con la divisiones, encontrar un mismo modo de pensar y discernimientos.

Cristo ha instituido una autoridad, alguien a quien ha encargado sus llaves: “Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo” (Mateo 16, 18 – 19). El significado de las llaves es claro, ser el mayordomo del reino. El ministro que tenía las llaves era la mano derecha del rey con autoridad sobre el resto de los ministros, y era el encargado de legislar en nombre del rey: “Aquel día llamaré a mi servidor, a Eliaquim, hijo de Helcías. Le pasaré tu traje, le colocaré tu cinturón, y le confiaré tu cargo, y será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la familia de Judá. Pondré en sus manos la llave de la Casa de David; cuando él abra, nadie podrá cerrar, y cuando cierre, nadie podrá abrir. Lo meteré como un clavo en un muro resistente y su puesto le dará fama a la familia de su padre. Colgarán allí todo lo de valor de la familia de su padre —sus hijos y nietos—, todos los utensilios pequeños, desde las copas hasta los jarros. Pero, dice Yahvéh de los Ejércitos, cederá el clavo que había sido colocado en un muro resistente. Se soltará y caerá. Y todo el peso que sostenía, se hará añicos, pues así lo ha querido Yahvéh” (Isaías 22, 20 – 25). Como podemos ver este es un concepto muy bien entendido por el pueblo de Israel. Seguramente los apóstoles en especial Pedro tenían muy claro cuál era la responsabilidad de esta especial encomienda por parte de Jesús.

Estas son algunas de las aptitudes que asumen muchos hermanos protestantes sobre la Iglesia Católica; la religión católica es mala, los católicos son borrachos, ladrones, peleoneros, los católicos no conocen la Palabra de Dios, a los católicos les está prohibido estudiar la Biblia, y cosas por el estilo. Lamentablemente en algunas de estas observaciones somos los mismos católicos (practicantes y no practicantes) quienes en ocasiones no damos un buen testimonio. Pero entonces hay que preguntarles ¿Conocen de veras la Iglesia Católica? ¿Conocen a los verdaderos católicos? Conocen a los católicos que en espíritu y verdad siguen a Cristo como su salvador y redentor. Porque una cosa es señalar a las pocas "manzanas podridas" y el resto (que suelen ser la mayoría) que están buenas (y dando buenos frutos).
¿Cómo podemos conocer a un verdadero católico? Fíjense que en todas partes hay verdaderos católicos, que conocen y viven su fe en profundidad y tienen una vida honesta, según las enseñanzas de Cristo. Algunos protestantes dicen: "es cierto que Jesús fundó una sola Iglesia. Pero esta se acabó pronto por la mala conducta de sus miembros. Ahora la única Iglesia verdadera es la mía, porque el fundador de mi iglesia fue enviado por Dios mediante sueños y visiones." Respuesta: esto es falso. En realidad, Jesús no dijo que su Iglesia pronto se acabaría, sino que llegaría hasta el fin del mundo, superando todos los obstáculos. Prestemos atención lo que dijo Jesús: “Los poderes de la muerte jamás la podrán vencer” (Mateo 16, 18). La Iglesia que fundó Cristo llegará hasta el fin del mundo. Es decir, habrá problemas, dificultades, traiciones, pero nadie ni nada logrará destruir esta Iglesia fundada por Cristo: ni el judaísmo, ni el paganismo del imperio romano, ni los falsos discípulos de Cristo, ni los gobiernos, ni los ateos, ni la masonería, ni las sectas, (ni el New Age [Nueva Era]) ni Satanás en persona. La Iglesia que fundó Cristo, llegará hasta el fin del mundo. “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” (Mateo 28, 20).

Ellos te dirán: “Antes era católico, me cambié de religión, me arrepentí, me entregué a Cristo... y sentí muy bonito.” Seguro que siempre que uno se arrepiente de los pecados sinceramente según su conocimiento y capacidad, Dios nos perdona y nos da la paz (y una paz que nace del interior). Pero este no es el problema. Lo que Jesús vino a traer a este mundo es mucho más amplio. Si te dan a escoger la comida dos taquitos (literalmente sin carne) u otra opción de una gran variedad de platillos sabrosos. ¿Cuál escogerías? En esto consiste la diferencia entre la Iglesia Católica y otros grupos cristianos. El problema no es que sea bueno, sino lo que les falta. En realidad solamente la Iglesia Católica posee la plenitud de la verdad y de los medios de santificación. Basta echar un vistazo a los distintos grupos cristianos, para que uno fácilmente se dé cuenta que a un grupo le falta una cosa, a otro le falta otra cosa; uno afirma algo y otro afirma todo lo contrario. Ni modo. Así es cuando cada cual quiere buscar la verdad por su cuenta y no acude a la Única Iglesia, que fundó Jesús y está encargada de llevar el Evangelio a todo el mundo. Tememos que estar alerta; “Entonces no seremos ya niños zarandeados y llevados por cualquier viento de doctrina o invento de personas astutas, expertas en el arte de engañar” (Efesios 4, 14).

A continuación quisiera concluir esta disertación con algunos ejemplos de convertidos al catolicismo. Los mismo son de conocimiento popular y pueden encontrar mas información sobre ellos en libros y hasta la internet.

Ex pastor Pentecostal Fernando Casanova – puertorriqueño mediante la misma Biblia fue descubriendo que la Iglesia Católica es la que Jesús fundó. De igual forma, descubrió los sacramentos en la Biblia en especial la Eucaristía.
Ex-pastor presbiteriano y ex-profesor de teología protestante Scott Hahn – su anti-catolicismo, su excelente conocimiento como predicador y teólogo protestante y su impactante testimonio de conversión hacia la Iglesia católica hacen de este hombre de Dios un fascinante testimonio. Miles de evangélicos y cientos de pastores protestantes han regresado al catolicismo por el testimonio de este ex-pastor evangélico.
Douglas Bogart, ex-misionero evangélico en Guatemala – Su sueño era ser misionero y en su Iglesia evangélica de Phoenix, AZ le dieron esa oportunidad junto con mi esposa. Sin embargo con el tiempo, sin darme cuenta, Dios me fue guiando hacia su Iglesia. Con mucha tranquilidad Douglas afirma: “leí muchos libros de teología, de historia, y de testimonios. Estudié el Nuevo Catecismo con la Biblia. Leí los escritos de los Padres de la Iglesia (Primeros siglos del cristianismo) y descubrí que la iglesia primitiva era mucho más católica que evangélica o protestante. Terminé aceptando la verdad y ahora soy católico.”
Ex-Presbítero anglicano, nombrado obispo por Juan Pablo II - un sacerdote convertido del anglicanismo a la Iglesia católica fue nombrado el 4 de enero por Juan Pablo II obispo auxiliar de Westminster. Se trata del padre Alan Stephen Hopes, quien hasta ahora era vicario general de la misma diócesis. Trabajará ahora muy de cerca del cardenal Cormac Murphy-O´Connor, arzobispo de Westminster. Monseñor Hopes es uno de los pastores anglicanos que abandonaron la Iglesia de Inglaterra después de que se aprobara la ordenación sacerdotal de mujeres en esa iglesia.

"El hombre es la medida de las cosas, pero Dios es la medida del hombre" Juan Pablo II. "Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo" Santo Tomás de Aquino.

Que Dios los bendiga a todos...

Consultas y Respuestas: Testimonios de Fe…

Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Conclusión)

En estos tiempos en los medios de publicidad y de  “marketing”  (mercadeo) se nos presenta la felicidad temporera y efímera como si fuera  “...