Hablar sobre la gracia suena como fuera de moda
aun para muchos católicos. Aunque esta
es una palabra que solemos utilizar en nuestro vocabulario “secular” (familiar
o común). Es muy común escuchar que se
usa la palabra “gracia” empleada o sustituyendo palabras como talento,
potencial y destreza entre otras similares.
La palabra “gracia” tiene su génesis etimológico (origen de las
palabras) del latín “gratia” la cual se deriva de “gratus” (latín) que
significa agradable o agradecido. Muchas
son las veces que escuchamos que “X’ o “Y”
persona fue agraciada al recibir este o aquel premio.
En el ámbito cristiano (o teologal) la gracia
es el don que Dios nos da (en nuestro bautismo) para participar de la vida de
Dios. La Gracia es el favor de Dios y por
consecuencia es la participación del hombre en la vida divina. Esencial para entender conceptualizar lo que es
la gracia, es entender que la gracia es un don (regalo) de Dios.
Desafortunadamente muchas personas (entre ellas
católicas) piensan y consideran que la gracia es como un cheque al
portador. Más aun creen que solemos
recibir la gracia porque ya hemos cumplido nuestra parte del convenio al
realizar algo bueno. La gracia no es
algo que nosotros podamos ganar por nuestros propios méritos. La gracia no es algo que merezcamos. Por el contrario es algo que
necesitamos. Dios nos ofrece su gracia
por su infinito amor.
Ya hemos mencionado que vivir en gracia es
participar de la Vida de Dios. “Dios es
amor” (1Jn. 4, 8). Esta sin duda alguna
es la mejor definición que se la puede dar a Dios. Si Dios es amor y la gracia es participar de
la vida divina; la gracia implica la vivencia amorosa de Dios en todos los
aspectos de nuestras vidas. El
testimonio cristiano es “pesado” o “calificado” por esa gracia divina que se
proyecta en nuestro amor a Dios y los hermanos (prójimo).
Nos podríamos preguntar: ¿Qué nos permite
responder a la gracia? La respuesta es
la misma gracia. La gracia es un don de
Dios. Un don que nos es dado gratis como
iniciativa de Dios, siendo esta inmerecida por nosotros. Pero este don de Dios no es nada barato. La gracia en cierto sentido es un don con
cadenas adjuntas o entrelazadas entre si.
Estos eslabones son las conexiones que tenemos con Dios. La relación (intima y amorosa) es posible
solo por la gracia, o sea por nuestra respuesta a la gracia de Dios.
La gracia de Dios actúa en nuestras vidas mucho
antes que nosotros nos demos cuenta.
Ejemplo de esto lo podemos ver en los bautismos de niños infantes. Aun ante de que los niños estén consiente van
recibiendo tanto la Gracia Santificante como la Gracia Sacramental.
Ahora nos toda definir que es la Gracia
Santificante y la Gracia Sacramental. La
gracia santificante es un don sobrenatural personal y gratuito que hace que
Dios este presente en nuestra alma y por lo tanto nos hace herederos del
Cielo. Hay que clarificar que el Cielo (teológicamente
hablando) es la presencia infinita y beatifica de Dios. Por consecuencia lógica llegar al Cielo es
llegar ante la presencia infinita (y eterna) de Dios. Esta gracia la recibimos por medio del
Sacramento del Bautismo. El pecado (la
desobediencia a Dios) mortal (o grave) nos desliga o nos distancia de Dios por
lo tanto hace que perdamos la gracia santificante.
Por su parte la Gracia Sacramental es la gracia
específica que cada sacramento le otorga al alma cuando se administra dicho
sacramento. Veamos que produce en
nosotros los Sacramentos de Iniciación Cristiana (Bautismo, Eucaristía y Confirmación). En el caso del Bautismo la gracia sacramental
nos hijos (adoptivos) de Dios. En la Eucaristía
esta gracia nos hace amar a Jesús con nuestra alma, ser y corazón y al prójimo como
a nosotros mismos. En otras palabras,
nos hace vivir en común unión con Dios y con los miembros de la Iglesia
(nuestros prójimos). La Confirmación nos
permite estar mas fuerte en la fe para vivir una vida cristiana en testimonio
vivo y adquirir mayor compromiso bautismal para ser como Cristo; sacerdotes,
reyes y profetas.
En cuanto a los Sacramentos de Sanación
(Penitencia y Unción de los Enfermos) veamos lo que esta gracia nos
confiere. En el Sacramento de la
Penitencia esta gracia nos da el arrepentimiento de nuestras ofensas y la ayuda
espiritual para no caer en pecado. La Unción
de los Enfermos nos brinda las fuerzas necesarias para aceptar la
enfermedad. Este sacramento también nos
borra los rastros del pecado y nos prepara para el transito de esta vida mortal
a la vida eterna en infinita y eterna unión con Dios.
Para los Sacramentos al Servicio a la Comunidad
(Matrimonio y Orden Sacerdotal) la gracia sacramental actúa en los que reciben
estos. Para el Matrimonio, a los esposos
le confiere la gracia (el don) de amarse hasta que la muerte los separe. Igualmente les da el don de ser buenos
padres. El Sacramento del Orden les da
el don de dedicar sus vidas a predicar el Evangelio (Buena Nueva) y de
administrar los sacramentos a los diáconos (transitorios o permanentes), presbíteros
(AKA sacerdotes) y a los obispos.
Como hemos podido apreciar tanto la Gracia
Santificante como la Gracia Sacramental las obtenemos por medio (o mediante)
los sacramentos. La Iglesia Católica nos
enseña que los sacramentos son signos sensibles y palpables instituidos por
Jesucristo para la salvación del hombre.
La Gracia Santificante la obtenemos por medio del Bautismo. ¿Se puede perder esta gracia? La respuesta es: si. Esta la podemos perder por causa del pecado
mortal (o grave). Pero la misericordia
de Dios es tan grande e infinita que una vez confesados los pecados al
sacerdote [1]
podemos recuperar esta gracia que habíamos perdido. Ya hemos mencionado que gracia sacramental
nos brinda cada uno de los siete de nuestra Iglesia Católica.
Hay otros tipos de gracia que también es muy
recomendable hablar (escribir) sobre ellas. La Gracia Actual es la ayuda temporal que
Dios nos da para realizar algo correctamente.
Ejemplo de esto podría ser pedirle a Dios que nos permita realizar una
buena y excelente entrevista para obtener un empleo. Dios nos da esta gracia cuando la
necesitamos. Se podría decir que van y
vienen. Esta gracia tiene el propósito de
llevar una vida conforme a la voluntad de Dios.
Como padres necesitamos un trabajo para sostener a la familia. Esa la podemos considerar como la voluntad de
Dios. Se nos da (Dios nos da) la libertad
de acogerla o rechazarla, como todos los regalos (dones) materiales y
espirituales que Dios nos da.
Tenemos también la Gracia de Estado que se le
considera como carismas (don de Dios) y que son gracias especiales. El carisma es un don que Dios nos otorga
gratuitamente para el beneficio de toda la comunidad. Esta gracia tiene como finalidad brindar el
bien para la Iglesia. Veamos algunos
ejemplos de esta gracia. Los padres (y
padrinos) por su compromiso bautismal de educar en la fe a la prole se
convierten en formadores (catequistas) morales (que es bueno o malo) de sus
hijos. Un director espiritual (clérigo, religioso(a)
o laico) obtiene las gracias necesarias para guiar y orientar a aquellas almas
que se le han encomendado. El sacerdote
por la gracia que le confiere su estado puede efectivamente pastorear y
auxiliar a los fieles.
Para concluir esta reflexión y meditación sobre
la gracia quisiera dejarte querido(a) hermano(a) un ejemplo bíblico para motivar
nuestro compromiso cristiano. “Les dijo
entonces una parábola: ‘Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido
mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi
cosecha”. Después pensó: “Voy a hacer
esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí
todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes
almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma
noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”. Esto es lo que
sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios.’” [2] Jesús un día pregunto (y sigue preguntado) “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si
pierde su vida?” [3]
Querido Hermano(a) te
invito a que me des tu opinión y consideración sobre este escrito (y los demás
escritos) a consultas@catequesisdeadultos.com
Dios… Bendiga… Amen
[1] Y por ende, haber cumplido los demás
requisitos de este sacramento; examen de conciencia, arrepentimiento sincero, propósito
de enmienda [de no volver a pecar], decir todos los pecados al confesor, &
cumplir la penitencia…
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