25 de septiembre de 2012

Viviendo la Eucaristía

¿Cuántas veces vamos a Misa pero nuestra mente parece estar en cualquier otro lugar menos en la Misa?  Los niños son por naturaleza muy observadores.  Me acuerdo de niño observar las cosas que hacia el sacerdote en la Misa y luego solía preguntarle a mi madre porque el sacerdote hacia una u otra cosa en la Misa.

Sin duda alguna las explicaciones que me había dado mi querida madre me motivaron a ser monaguillo años más tarde en mi niñez y adolescencia.  De esta forma fui conociendo más sobre la Eucaristía y sin darme cuenta comencé a vivirla.  Puede que muchas cosas nos distraigan pero si en oración le pedimos a Dios más concentración (o concentración de niños) por ende más amor y más devoción a la Eucaristía sin duda alguna la obtendremos.
La celebración Eucarística ha estado presente en la Iglesia desde sus comienzos.  Las referencias históricas y bíblicas así lo demuestran.  San Pablo nos dejó la primera referencia bíblica sobre la Eucaristía: “Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: ‘Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.’  De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: ‘Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía.’  Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva. Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor” (1Cor. 11, 23-27).
Ya para primera mitad del primer siglo de nuestra era cristiana San Justino Mártir (+ 165 d.C.) en su Primera Apología nos indica cómo era la estructura básica de la Celebraciones Eucarísticas en ese entonces.  “El día llamado del sol (en inglés “Sunday” =  día del sol) se reúnen todos en un lugar, lo mismo los que habitan en la ciudad que los que viven en el campo, y, según conviene, se leen los tratados de los apóstoles y los escritos de los profetas, según el tiempo lo permita. Luego, cuando el lector termina, el que preside se encarga por medio de un sermón (hoy en día homilía) con palabras de exhortación, a la imitación de cosas tan admirables.  Después nos levantamos todos a la vez y recitamos preces; y a continuación, como ya dijimos, una vez que concluyen las plegarias, se trae pan, vino y agua: y el que preside pronuncia con todas sus fuerzas preces y acciones de gracias, y el pueblo responde «Amén»; tras de lo cual se distribuyen los dones sobre los que se ha pronunciado la acción de gracias, comulgan todos, y los diáconos se encargan de llevárselo a los ausentes.  Aquellos que pueden contribuir con dinero se lo dan al que preside (obispo y/o presbítero) y este lo usa para ayudar a aquellos menos afortunados y necesitados” (Primera Apología Cap. 67).
Estos rituales básicos siguen en nuestras celebraciones litúrgicas en la actualidad.  Claro está hay que entender que con el pasar del tiempo estos rituales se han convertido mucho más elaborados.  Autores como Lawrence J. Johnson y Johannes H. Emminghaus han escrito como la Misa ha ido evolucionando con transcurso de los siglos en la historia.  Aunque dichos escritos en su mayoría están en inglés son recursos que se pueden usar tanto para el estudio personal como para la formación de grupos de adultos en nuestras parroquias.
La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida eclesial.  ¿Qué implica esto para nuestra vida diaria?  ¿Implicaría tanto lo mismo para un joven (adolescente) como para una persona que ha vivido más de la mitad de vida en una existencia humana promedio de 7 a 8 décadas?  Sea cual sea las implicaciones para una u otra persona es muy recomendable reflexionar en esas posibles implicaciones.
La Eucaristía es considerada por muchos teólogos como el “Sacramento de Perfección”.   Esto lo podemos visualizar de dos distintas formas.  Primero, es el sacramento por el cual completamos la iniciación cristiana.  Esto se suele percibir más claro en los estudiantes de RICA (Rito de Iniciación Cristiana para Adultos).  Los catecúmenos en la Vigilia Pascual  son bautizados, luego reciben la confirmación y con toda la comunidad hacen fila para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo.  Segundo, la Eucaristía puede ser considerada “Sacramento de Perfección”  ya que es la fuente y la cumbre (Constitución Dogmática Sobre La Iglesia – Lumen Gentium # 11).  “Pero los demás sacramentos, al igual que todos los ministerios eclesiásticos y las obras del apostolado, están unidos con la Eucaristía y hacia ella se ordenan.  Pues en la Sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo que, con su Carne, por el Espíritu Santo vivificada y vivificante, da vida a los hombres que de esta forma son invitados y estimulados a ofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las cosas creadas juntamente con El. Por lo cual, la Eucaristía aparece como la fuente y cima de toda la evangelización; los catecúmenos, al introducirse poco a poco en la participación de la Eucaristía, y los fieles ya marcados por el sagrado Bautismo y Confirmación, por medio de la recepción de la Eucaristía se injertan plenamente en el Cuerpo de Cristo” (Decreto Presbyterorum Ordinis: Sobre El Ministerio Y La Vida De Los Presbíteros # 5).
El Catecismo de la Iglesia Católica nombra nueve nombres para la Eucaristía (ver # CIC 1328-1332).  Cada uno de estos nombres sugiere solo parte de este grandioso acto de Acción de Gracias que le damos a Dios por su infinito Amor hacia nosotros.  El Prefacio (días en semana IV) del Misal dice: “Tú no tienes necesidad de nuestras alabanzas, pero nuestro deseo de darte gracias es en si tu complacencia.”  Yo puedo visualizar y entender esta cita del Misal como el padre que pone toda la atención al niño pequeño al explicarle como hacer algo (aunque el padre de por si sepa muy cómo hacer eso).  Dios en su omnipotencia y grandeza no tiene la necesidad de nuestras oraciones pero con mucho amor podemos decir y afirmar que nos escucha.
Toda la liturgia y por consecuencia lógica la Eucaristía es el trabajo (acción) de la Santísima Trinidad.  Podemos considerar la Eucaristía como acción de gracias y alabanza al Padre, el sacrificio memorial de Cristo y su Cuerpo y la presencia de Cristo por el poder de su Palabra y su Espíritu.  El nombre fundamental de este sacramento que es “fuente y cumbre de la vida eclesial” es Eucaristía.  La palabra griega de la cual se eucaristía expresa muy bien nuestra acción central de nuestra celebración y la razón por la cual nosotros la celebramos.  
“Memorial” no significa simplemente una pasiva remembranza de eventos del pasado.  La Eucaristía es un memorial en el sentido que es una activa proclamación.  Es un continuo anuncio de quienes somos por razón a los que Dios Padre ha hecho con su Hijo.  Este memorial es también la proclamación de la Buena Nueva (Buena Noticia) que Jesús ha cambiado nuestras vidas.  El aspecto “sacrificial” de la Eucaristía como memorial no debe pasarse por alto, porque es el sacrificio  de Jesús en la cruz que le da a la Eucaristía ese poder permanente en nuestras vidas.
Es por la Palabra de Cristo en sí mismo y el poder su Santo Espíritu que el pan y el vino que ofrecemos es ofrecido de vuelta a nosotros como el Cuerpo y Sangre de Cristo.  Solo como cada Plegaria Eucarística contienen las palabras de la institución –aquellas palabras que Cristo dijo en su Ultima Cena que identifican el pan y el vivo como su Cuerpo y su Sangre (ver Mt. 26, 26) – de esta manera esas palabras en la Plegaria Eucarística le precede la Epiclesis, donde se invoca al Espíritu Santo para “hacer estas ofrendas santas, para que estas se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo” (Plegaria Eucarística II).

“Hagan esto en memoria mía” ¿pero que es “esto”?  El Nuevo Testamento nos ofrece cinco narraciones de la Ultima Cena de Jesús con sus discípulos.  Expresamente cuatro de estas cincos nos hablan de la institución de la Eucaristía (una de Pablo en la Primera Carta a los Corintios; los Evangelios de Marcos, Mateo, y Lucas).   
En el Evangelio de San Juan encontramos algo muy distinto. De todos los autores de los evangelios es solo Juan quien no ofrece palabras de la institución de la Eucaristía.  Los que Juan si encuentra necesario recalcar era el servicio que debemos ofrecernos los unos a los otros.  De esta forma Juan y con toda la razón nos dice: “Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: ¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?  Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.” 
Esta institución de Jesús nos habla no solo del ofrecimiento del pan y el vino en la mesa (altar), sino también del humilde servicio de los unos a los otros en nuestra vida diaria.  Es por eso que es requisito al comulgar estar en estado de gracias (libres de pecados mortales) esta gracia que habita en nosotros es lo que hace que San Pablo nos recuerde: “¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?  Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo” (1Cor. 3, 16-17).  
La Eucaristía no es para celebrarla sin sentido de santidad, sin virtudes (que nos llevan a la santidad) y sin caridad (amor hecho acción).  Todas estas (santidad, virtudes y caridad) son indispensables al celebrar y vivir la Santa Misa.  

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