¿Cuántas veces vamos a Misa pero nuestra mente
parece estar en cualquier otro lugar menos en la Misa? Los niños son por naturaleza muy
observadores. Me acuerdo de niño
observar las cosas que hacia el sacerdote en la Misa y luego solía preguntarle
a mi madre porque el sacerdote hacia una u otra cosa en la Misa.
Sin duda alguna las explicaciones que me había
dado mi querida madre me motivaron a ser monaguillo años más tarde en mi niñez
y adolescencia. De esta forma fui
conociendo más sobre la Eucaristía y sin darme cuenta comencé a vivirla. Puede que muchas cosas nos distraigan pero si
en oración le pedimos a Dios más concentración (o concentración de niños) por
ende más amor y más devoción a la Eucaristía sin duda alguna la obtendremos.
La celebración Eucarística ha estado presente en
la Iglesia desde sus comienzos. Las
referencias históricas y bíblicas así lo demuestran. San Pablo nos dejó la primera referencia
bíblica sobre la Eucaristía: “Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he
transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado,
tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: ‘Esto es mi Cuerpo, que se entrega
por ustedes. Hagan esto en memoria mía.’
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: ‘Esta copa
es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo
en memoria mía.’ Y así, siempre que
coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él
vuelva. Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente
tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor” (1Cor. 11,
23-27).
Ya para primera mitad del primer siglo de
nuestra era cristiana San Justino Mártir (+ 165 d.C.) en su Primera Apología
nos indica cómo era la estructura básica de la Celebraciones Eucarísticas en
ese entonces. “El día llamado del sol
(en inglés “Sunday” = día del
sol) se reúnen todos en un lugar, lo mismo los que habitan en la ciudad que
los que viven en el campo, y, según conviene, se leen los tratados de los
apóstoles y los escritos de los profetas, según el tiempo lo permita. Luego,
cuando el lector termina, el que preside se encarga por medio de un sermón (hoy
en día homilía) con palabras de exhortación, a la imitación de cosas tan
admirables. Después nos levantamos todos
a la vez y recitamos preces; y a continuación, como ya dijimos, una vez que
concluyen las plegarias, se trae pan, vino y agua: y el que preside pronuncia
con todas sus fuerzas preces y acciones de gracias, y el pueblo responde
«Amén»; tras de lo cual se distribuyen los dones sobre los que se ha
pronunciado la acción de gracias, comulgan todos, y los diáconos se encargan de
llevárselo a los ausentes. Aquellos que
pueden contribuir con dinero se lo dan al que preside (obispo y/o
presbítero) y este lo usa para ayudar a aquellos menos afortunados y
necesitados” (Primera Apología Cap. 67).
Estos rituales básicos siguen en nuestras
celebraciones litúrgicas en la actualidad.
Claro está hay que entender que con el pasar del tiempo estos rituales
se han convertido mucho más elaborados.
Autores como Lawrence J. Johnson y Johannes H. Emminghaus han escrito
como la Misa ha ido evolucionando con transcurso de los siglos en la
historia. Aunque dichos escritos en su
mayoría están en inglés son recursos que se pueden usar tanto para el estudio
personal como para la formación de grupos de adultos en nuestras parroquias.
La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida
eclesial. ¿Qué implica esto para nuestra
vida diaria? ¿Implicaría tanto lo mismo
para un joven (adolescente) como para una persona que ha vivido más de la mitad
de vida en una existencia humana promedio de 7 a 8 décadas? Sea cual sea las implicaciones para una u
otra persona es muy recomendable reflexionar en esas posibles implicaciones.
La Eucaristía es considerada por muchos teólogos
como el “Sacramento de Perfección”.
Esto lo podemos visualizar de dos distintas formas. Primero, es el sacramento por el cual
completamos la iniciación cristiana.
Esto se suele percibir más claro en los estudiantes de RICA (Rito de
Iniciación Cristiana para Adultos). Los
catecúmenos en la Vigilia Pascual son
bautizados, luego reciben la confirmación y con toda la comunidad hacen fila
para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Segundo, la Eucaristía puede ser considerada “Sacramento de
Perfección” ya que es la fuente y la
cumbre (Constitución Dogmática Sobre La Iglesia – Lumen Gentium # 11). “Pero los demás sacramentos, al igual que
todos los ministerios eclesiásticos y las obras del apostolado, están unidos
con la Eucaristía y hacia ella se ordenan.
Pues en la Sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la
Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo que, con su
Carne, por el Espíritu Santo vivificada y vivificante, da vida a los hombres
que de esta forma son invitados y estimulados a ofrecerse a sí mismos, sus
trabajos y todas las cosas creadas juntamente con El. Por lo cual, la Eucaristía
aparece como la fuente y cima de toda la evangelización; los catecúmenos, al
introducirse poco a poco en la participación de la Eucaristía, y los fieles ya
marcados por el sagrado Bautismo y Confirmación, por medio de la recepción de
la Eucaristía se injertan plenamente en el Cuerpo de Cristo” (Decreto
Presbyterorum Ordinis: Sobre El Ministerio Y La Vida De Los Presbíteros # 5).
El Catecismo de la Iglesia Católica nombra nueve
nombres para la Eucaristía (ver # CIC 1328-1332). Cada uno de estos nombres sugiere solo parte
de este grandioso acto de Acción de Gracias que le damos a Dios por su infinito
Amor hacia nosotros. El Prefacio (días
en semana IV) del Misal dice: “Tú no tienes necesidad de nuestras alabanzas,
pero nuestro deseo de darte gracias es en si tu complacencia.” Yo puedo visualizar y entender esta cita del
Misal como el padre que pone toda la atención al niño pequeño al explicarle
como hacer algo (aunque el padre de por si sepa muy cómo hacer eso). Dios en su omnipotencia y grandeza no tiene
la necesidad de nuestras oraciones pero con mucho amor podemos decir y afirmar
que nos escucha.
Toda la liturgia y por consecuencia lógica la
Eucaristía es el trabajo (acción) de la Santísima Trinidad. Podemos considerar la Eucaristía como acción
de gracias y alabanza al Padre, el sacrificio memorial de Cristo y su Cuerpo y
la presencia de Cristo por el poder de su Palabra y su Espíritu. El nombre fundamental de este sacramento que
es “fuente y cumbre de la vida eclesial” es Eucaristía. La palabra griega de la cual se eucaristía
expresa muy bien nuestra acción central de nuestra celebración y la razón por
la cual nosotros la celebramos.
“Memorial” no significa simplemente una pasiva remembranza de eventos
del pasado. La Eucaristía es un memorial
en el sentido que es una activa proclamación.
Es un continuo anuncio de quienes somos por razón a los que Dios Padre
ha hecho con su Hijo. Este memorial es
también la proclamación de la Buena Nueva (Buena Noticia) que Jesús ha cambiado
nuestras vidas. El aspecto “sacrificial”
de la Eucaristía como memorial no debe pasarse por alto, porque es el
sacrificio de Jesús en la cruz que le da
a la Eucaristía ese poder permanente en nuestras vidas.
Es por la Palabra de Cristo en sí mismo y el
poder su Santo Espíritu que el pan y el vino que ofrecemos es ofrecido de
vuelta a nosotros como el Cuerpo y Sangre de Cristo. Solo como cada Plegaria Eucarística contienen
las palabras de la institución –aquellas palabras que Cristo dijo en su Ultima
Cena que identifican el pan y el vivo como su Cuerpo y su Sangre (ver Mt. 26,
26) – de esta manera esas palabras en la Plegaria Eucarística le precede la
Epiclesis, donde se invoca al Espíritu Santo para “hacer estas ofrendas
santas, para que estas se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor
Jesucristo” (Plegaria Eucarística II).
“Hagan esto en memoria mía” ¿pero que es “esto”? El Nuevo Testamento nos ofrece cinco
narraciones de la Ultima Cena de Jesús con sus discípulos. Expresamente cuatro de estas cincos nos hablan
de la institución de la Eucaristía (una de Pablo en la Primera Carta a los
Corintios; los Evangelios de Marcos, Mateo, y Lucas).
En el Evangelio de San Juan encontramos algo
muy distinto. De todos los autores de los evangelios es solo Juan quien no ofrece
palabras de la institución de la Eucaristía.
Los que Juan si encuentra necesario recalcar era el servicio que debemos
ofrecernos los unos a los otros. De esta
forma Juan y con toda la razón nos dice: “Después de haberles lavado los
pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: ¿Comprenden lo que acabo
de hacer con ustedes? Ustedes me llaman
Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el
Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a
otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con
ustedes.”
Esta institución de Jesús
nos habla no solo del ofrecimiento del pan y el vino en la mesa (altar), sino
también del humilde servicio de los unos a los otros en nuestra vida
diaria. Es por eso que es requisito al
comulgar estar en estado de gracias (libres de pecados mortales) esta gracia
que habita en nosotros es lo que hace que San Pablo nos recuerde: “¿No saben
que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en
ustedes? Si alguno destruye el templo de
Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes
son ese templo” (1Cor. 3, 16-17).
La
Eucaristía no es para celebrarla sin sentido de santidad, sin virtudes (que nos
llevan a la santidad) y sin caridad (amor hecho acción). Todas estas (santidad, virtudes y caridad)
son indispensables al celebrar y vivir la Santa Misa.
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