21 de junio de 2013

¡Es tiempo de contemplar la Cruz! Decimosegundo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C

En nuestra Iglesia Católica la liturgia y sus lecturas bíblicas están divididos en ciclos (A, B & C en Domingos y años par e impar en días de la semana).  Durante este año en el Ciclo C (y los años que se utiliza este ciclo) las lecturas suelen ser del Evangelio de San Lucas.  Este domingo leemos el capítulo noveno de Lucas (Lc. 9, 18 – 24).  
En este capítulo el hagiógrafo o autor bíblico nos muestra una peculiaridad muy especial.   En este capítulo se da una transición en el ministerio de Nuestro Señor Jesucristo.  Desde el inicio de este evangelio hasta el capítulo noveno (mitad del capítulo, más o menos) se nos muestra a un Jesús que es total misericordia con los pecadores.   Aunque esto no va a dejar de suceder en el resto del texto de este evangelio vamos a ver un nuevo elemento y es el misterio de la Cruz de Jesús y la cruz de los discípulos.
Así como con los discípulos de Jesús, que no entendían a Él también nos suele pasar a nosotros.  Y como los discípulos del tiempo de Jesús tampoco nosotros nos atrevemos a preguntarle.  ¿Cómo le pregunto a Jesús?  En oración, estudio bíblico, si hay dudas le podemos preguntar a algún sacerdote, religioso, religiosa o algún laico líder en nuestra comunidad.  En definitiva preguntarle a la Iglesia, el cual es el Cuerpo Mistico de Cristo (como afirma San Pablo) es preguntarle al mismo Cristo.  Y al final preguntemos nuevamente en la oración, en especial al Espíritu Santo quien es quien nos recuerda lo que Jesucristo nos enseña.
El no tomar la verdadera conciencia de que somos cristianos y hemos de seguir a Cristo con todas las consecuencias hace que pensemos lo menos posible en el misterio de la cruz.  Esto trae como consecuencia que nuestra vida cristiana y espiritual se vuelve árida y monótona.  
¿Cómo visualizar y entender el la cruz?  Primero recordando como San Pablo “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4, 13).   Esto en primer lugar hay que vivir de la oración porque si lo podemos todo en Cristo es que sin El “no llegamos ni a primera base” y no podemos nada.   Después de esto y siguiendo en aptitud de oración hay que saber enfrentar los problemas (dolores, sufrimientos, enfermedades, etc.) de cada día, por pequeños o grandes que sea… recuerda Filipenses 4, 13.
Es muy interesante como el Profeta Zacarías en la primera lectura de hoy (Zac. 12, 10 – 11; 13, 1) nos dice “que miraran al que traspasaron” (Zac. 12, 10).  ¿Qué nos quiere decir esta frase?  Hay un momento en que hay que enfrentar al Misterio de la Cruz.  Hay un momento en que tenemos que tomar conciencia que el quebranto que causa nuestro pecado se va sumando y hace daño (físico, emocional y espiritual) de manera exponencial.  No solo a nosotros mismos sino a cada uno de los hermanos en la Iglesia (ya sea parroquial, diocesana y universal) y todos los seres humanos (sin importar credo, cultura o nación) porque como decía el Beato Juan Pablo II “todo hombre es mi hermano.”
El pecado puede ser comparado con el daño ecológico.  Cada vez, que arrojamos un papelito, una botella, un plástico (en fin cualquier desperdicio) a nuestro patio parece que no estuviéramos haciendo daño.  Pero cuando se acumula la basura llegan a producir verdaderas montañas casi imposible de cruzar o escalar.  Entonces lo que sucede es que toda esa acumulación de desperdicios destruye la armonía ecológica.
Con el pecado sucede similar a lo antes mencionado.  Con el pecado ocurre que la suma de nuestros egoísmos caen pesadísimos para muchos en especial aquellos más inocentes.  Nuestra manera de disfrutar la vida produce abortos (daños emocionales, etc.) y produce hambre e injusticia (de todo tipo) y destruye lo más importante de la creación, nosotros mismos.  Es por eso que hay que enfrentar el misterio del dolor y daño que nuestro pecado ha causado.  Tenemos que mirar a la cruz como fuente suprema y fundamental de redención.
Pero Cristo quiere:
  •              Que la cruz no sea maldición para nosotros.
  •             Que la cruz sea pedagogía (enseñanza) para nosotros.
  •   Que las dificultades, las limitaciones e incluso las persecuciones que cada día sufrimos no queden como un dolor estéril.
  •    Sino que unidas a su dolor, unidas a su propia Cruz lleguen a ser fecundas.

Entonces… ¿Cuál debe ser la lección de todo esto?  Primero dejemos de mirar para el otro lado como si lo que ocurre es problema de los demás.  Dejemos de pensar que este planeta todo lo aguanta.  Dejemos de pensar que las cosas se van arreglar por sí mismas.
Tenemos que mirar tarde o temprano al Misterio del Amor Puro, al amor inocente de la persona de Cristo.  Amor que aparenta terminar en la cruz.  Pero esta es una historia que no se acaba en la cruz sino que se vuelve redención, se vuelve vida nueva, se vuelve Resurrección.  No esquivemos la cruz pero tampoco nos detengamos en la cruz porque mas allá hay un final que no perece, no muere y es eterno.


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