Hay una canción del dominicano Juan Luis Guerra que se llama “El Niagara en bicicleta” esta nos dice que es muy duro pasar el Niágara en bicicleta. La frase "pasar las Cataratas del Niágara en bicicleta" es un modismo dominicano que se utiliza para describir la superación de una situación difícil. Podríamos decir que ambas viudas estaban pasando por una de las situaciones más difíciles que puede experimentar el ser humano. En otras palabras, como se dice en el argot o jerga popular dominicano estaban “pasando el Niagara en bicicleta.”
No podemos fijar que tanto la primera
lectura (1Reyes 17, 17-24) como el evangelio
(Lucas 7, 11-17 tienen una estrecha relación.
Con la viuda de Sarepta (primera lectura) podemos ver que tiene una
imagen de un Dios vengador. El profeta
Elías no debate con el dolor y padecimiento de ella. No sólo se devuelve la vida en aquel niño,
sino que se renueva y purifica la fe de la madre. A veces la mejor sentencia o respuesta
no es una teoría sino un acto, un hecho.
La situación que nos exhibe el Evangelio
es aún más dolorosa que en la escena anterior. En esta ocasión no sólo se trata
de un joven que ha muerto sino que es el único hijo, y la madre es viuda. En la
sociedad donde Jesús convivía a la mujer viuda se le juntaban todas las de
perder y desastres: sin sostén, sin protección, sin futuro, sin alegría, sin
amor.
La viuda de Naín estaba atravesando por
una rigurosa experiencia. Con la pérdida
de su hijo se sobreentendía también la pérdida de dignidad y la poca consideración
de parte de la sociedad donde vivía.
Principalmente cuando ya había padecido la pérdida de su marido, quien
le aseguraba equilibrio y respeto. El lamento
de la viuda es la exclamación descomedida de una mujer que siente no sólo
pérdida de su hijo sino también su destino de inseguridad, destrucción y
desigualdad. Es un llanto que censura el
machismo y el perjuicio social. Esto
sucedía en esa época pero nos debemos preguntar ¿nuestra actual sociedad está
exenta de estos males sociales antes mencionados?
El milagro o signo (como San Juan suele llamarlo)
que realiza Cristo, al resucitar a este joven de Naín, es entonces mucho más
que un portento inmenso. Es además un suceso
de caridad entrañable pero todo es un índice y señal de lo que representa su
oferta de salvación para todo el género humano.
Podemos ciertamente decir, que sin Jesucristo
la humanidad se torna como esta viuda: estéril, desamparada, huérfana y sin
esperanza llevándonos así a vivir en desamor. Por eso también nosotros necesitamos y
precisamos que la recia voz del Nazareno levante a nuestras generaciones, que a
veces parecen estar ya en brazos de la muerte y del pecado. Esto es lo que la Iglesia llama vivir en una “cultura de muerte” donde se nos quiere
hacer ver que es imposible llegar a poseer la felicidad y bienaventuranza (ver
Mateo 5, 1–12) que Dios nos quiere dar.
Pidámosle a Dios, que nos hagas comprender
que el ser humano necesita amor para vivir y convivir con los demás. Pidámosle a Dios, que nos dé entrañas de
misericordia y compasión para con todos los seres humanos, en especial todos
los hermanos en nuestra comunidad parroquial.
Pidámosle a Dios, para que toda la Iglesia recupere su ser Iglesia para
los pobre y más necesitados y sea a la vez una Iglesia pobre en el Espíritu. ¡Que así nos ayude Espíritu de Dios que todo
lo puede y lo trasciende!
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