9 de junio de 2013

¡La viuda de Sarepta y viuda de Naín… pasando el Niagara en bicicleta! (Décimo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C)



Hay una canción del dominicano Juan Luis Guerra que se llama “El Niagara en bicicleta” esta nos dice que es muy duro pasar el Niágara en bicicleta.  La frase "pasar las Cataratas del Niágara en bicicleta" es un modismo dominicano que se utiliza para describir la superación de una situación difícil.  Podríamos decir que ambas viudas estaban pasando por una de las situaciones más difíciles que puede experimentar el ser humano.  En otras palabras, como se dice en el argot o jerga popular dominicano estaban “pasando el Niagara en bicicleta.”
No podemos fijar que tanto la primera lectura (1Reyes 17, 17-24) como el evangelio (Lucas 7, 11-17 tienen una estrecha relación.  Con la viuda de Sarepta (primera lectura) podemos ver que tiene una imagen de un Dios vengador.  El profeta Elías no debate con el dolor y padecimiento de ella.  No sólo se devuelve la vida en aquel niño, sino que se renueva y purifica la fe de la madre. A veces la mejor sentencia o respuesta no es una teoría sino un acto, un hecho.
La situación que nos exhibe el Evangelio es aún más dolorosa que en la escena anterior. En esta ocasión no sólo se trata de un joven que ha muerto sino que es el único hijo, y la madre es viuda. En la sociedad donde Jesús convivía a la mujer viuda se le juntaban todas las de perder y desastres: sin sostén, sin protección, sin futuro, sin alegría, sin amor.
La viuda de Naín estaba atravesando por una rigurosa experiencia.  Con la pérdida de su hijo se sobreentendía también la pérdida de dignidad y la poca consideración de parte de la sociedad donde vivía.  Principalmente cuando ya había padecido la pérdida de su marido, quien le aseguraba equilibrio y respeto.  El lamento de la viuda es la exclamación descomedida de una mujer que siente no sólo pérdida de su hijo sino también su destino de inseguridad, destrucción y desigualdad.  Es un llanto que censura el machismo y el perjuicio social.  Esto sucedía en esa época pero nos debemos preguntar ¿nuestra actual sociedad está exenta de estos males sociales antes mencionados?
El milagro o signo (como San Juan suele llamarlo) que realiza Cristo, al resucitar a este joven de Naín, es entonces mucho más que un portento inmenso.  Es además un suceso de caridad entrañable pero todo es un índice y señal de lo que representa su oferta de salvación para todo el género humano.
Podemos ciertamente decir, que sin Jesucristo la humanidad se torna como esta viuda: estéril, desamparada, huérfana y sin esperanza llevándonos así a vivir en desamor.  Por eso también nosotros necesitamos y precisamos que la recia voz del Nazareno levante a nuestras generaciones, que a veces parecen estar ya en brazos de la muerte y del pecado.  Esto es lo que la Iglesia llama vivir en una “cultura de muerte” donde se nos quiere hacer ver que es imposible llegar a poseer la felicidad y bienaventuranza (ver Mateo 5, 1–12) que Dios nos quiere dar.
Pidámosle a Dios, que nos hagas comprender que el ser humano necesita amor para vivir y convivir con los demás.  Pidámosle a Dios, que nos dé entrañas de misericordia y compasión para con todos los seres humanos, en especial todos los hermanos en nuestra comunidad parroquial.  Pidámosle a Dios, para que toda la Iglesia recupere su ser Iglesia para los pobre y más necesitados y sea a la vez una Iglesia pobre en el Espíritu.  ¡Que así nos ayude Espíritu de Dios que todo lo puede y lo trasciende!

  

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