Génesis 18, 1-10ª
Salmo 14, 2–3ab. 3cd–4ab. 5
Colosenses 1, 24–28
Lucas 10, 38–42
Hoy en la Palabra de Dios veremos cómo María cogido
y acogido en su corazón la mejor parte.
Nos podríamos preguntar ¿la mejor parte de qué? Jesús según nos deja ver el evangelio (ver
Mt. 20, 28) tiene un título por excelencia y es la ser más excelso de los servidores.
Dentro de todas formas (humanas y
espirituales) que Jesús nos quiere servir, la que con mayor magnitud y
transcendencia está es el servicio que nos da con divina palabra.
En nuestra oración y reflexión recordemos y
hagamos examen de cuantas veces dejamos que Cristo visite nuestra casa. Cuando decimos casa nos referimos más que
nada a nuestra alma y espíritu. Jesús
quiere visitar nuestra casa espiritual de igual forma que quiere ser acogido en
nuestros hogares en cada uno de los miembros de nuestras familias.
¡Corrió a su encuentro y les rogó que no pasasen de
largo!
Dentro de las tribus nómadas semitas era una
costumbre casi sagrada acoger hospitalariamente al que estaba de paso. Hoy la primera lectura podemos visualizar
como Abraham sale al encuentro de los tres mensajeros de Dios y les ofrece su
generosidad.
Podríamos decir que movidos
por la atención desinteresada estos tres caminantes le anuncian a Sara (y a
Abraham) que dentro de un tiempo ya predestinado por Dios que ella tendrá un
hijo cuyo nombre será Isaac (ver Gn 21,
1–6). Hoy en día se ha estado perdiendo
esa sensibilidad por el servicio a los demás.
¡La misión para
anunciar el mensaje de Cristo no estaría completa si no incluye el sufrimiento!
El
sufrimiento (la cruz de cada día) posee una íntima relación con la
evangelización. De esta forma el
sufrimiento se convierte para el cristiano una misteriosa realidad. ¿Por qué el sufrimiento? Nos solemos preguntar todos en forma
categórica. Pablo pide a los colosenses
que no disipen sus vidas pensando en las nubes (en mi bella Borinquén diríamos:
“pensando en pajaritos preñados”).
Que no derrochen el tiempo imaginando luchas
entre seres celestiales buenos y malos.
El combate se establece en esta
vida y este implica que hay que dejar la sangre y la vida para poder ganar la
corona de la salvación que el mismo Cristo nos ha prometido. Por eso San Pablo nos
recuerda todo lo que sufre por el Evangelio.
“Pero ahora, en Cristo Jesús y por
su sangre, ustedes que estaban lejos han venido a estar cerca” (Ef. 2,
13).
¡Marta con la
generosidad y entrega en el servicio a los otros!
Hoy
el evangelio nos presenta a Marta y María como dos formas de servir y seguir a
Jesús. San Lucas resalta sustancialmente
como Marta se desvivía por querer darle un servicio a Cristo podríamos decir de
“primera clase.” Hay que tener en cuenta que Jesús no critica
el servicio como tal, si El mismo es el servicio en persona. Hay una dicho muy sabio que dice: “que para todo en esta vida hay que crear un
balance.” Este detalle del balance en
la vida lo podemos entender cuando Jesús le dice a Marta: “Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola
es necesaria” (Lc. 10, 41). Otras
traducciones o versiones bíblicas dicen: “Marta,
Marta, porque te desvive.”
Esta
última cita (sobre el desvivirnos) quizás nos pueda ser más útil para entender
este texto. El servicio sin duda alguna
es importante, pero no le podemos dar el valor supremo. Jesús sirvió hasta extremo de dar su propia
vida. Pero en la vida de Jesús había
otro plano superior y era la intimidad con su Padre reflejada categóricamente
en la oración. Por eso nos resalta los evangelios
que El siempre procuraba hacer la voluntad del Padre usando la oración como una
brújula para realizar perfectamente la voluntad de Dios Padre.
¡María, sentada a
los pies de Jesús, escuchaba y contemplaba!
Para
el mundo secular la palabra “contemplación”
implica y se aplica solo a los monjes y monjas de clausura. ¿Qué es ser contemplativo? Es, podríamos decir hacer lo mismo que María realizó. Estamos hablando de escuchar atentamente la
Palabra de Dios. Luego reflexionar y
meditar en esa Palabra de Dios que hemos escuchado. Claro está unos (los monjes y monjas) son
llamados para vivir completamente en vida contemplativa. Pero la contemplación no es solo para estos
monjes y monjas.
Todos los bautizados
más que menos estamos llamados a ser contemplativos. Recordemos, escuchar solícita y afablemente
la Palabra de Dios. Hacer que esa
palabra divina ser parte de nuestra vida con la oración, reflexión y
meditación. Es por eso que Jesús le
dijo a Marta: “María eligió la mejor
parte, que no le será quitada” (Lc. 10, 42). Sigamos el ejemplo de María y escojamos la
mejor parte para nadie nos las quite por más que quieran y traten. Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude e
ilumine para vivir una vida contemplando al Amor de los amores.
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