5 de septiembre de 2013

Tú eres, yo soy…

Querido hermano(a) que lees esta reflexión, para que entiendas y sigas la línea de pensamiento que deseo comunicar te recomiendo que leas la siguiente reflexión:

Tú puedes entender quien tú eres en la medida que entiendas el origen y el fundamento de Aquel quien te permite que tú seas.  Entonces podemos decir yo soy...  

Yo soy una oveja quien es llamada a vivir la santidad.  Una santidad que no es solo (ni debe ser) personal sino comunitaria.  Y esta se vuelve comunitaria en la medida que todos estamos dispuestos ayudar a los demás y dejamos que otros nos ayuden (ver Gálatas 6, 2).  En esta forma la corrección fraterna (conjuntamente con la oración, la vida sacramental, y la vivencia de las virtudes) se vuelve en un instrumento útil y necesario para lograr la santidad. 
Esta vocación además de ser universal (a la santidad) puede ser personal.  Y esta puede ser religiosa o secular ya que Dios nos puede llamar al sacerdocio (hombres) o a la vida consagrada (hombres y mujeres) pero también nos puede llamar a que seamos abogados o doctores (etc.).    
La vocación del matrimonio es una vocación personal con una dimensión comunitaria. Ya que Dios les da el llamado a dos personas de forma individual pero para que estas dos personas (hombres y mujeres) sean UNA es decir una comunidad de amor que brota del mismo Dios.  En este sentido vemos cómo y porque la Iglesia llama a la familia como la “iglesia doméstica”.
Desde aquí (desde la vida de santidad) entonces podemos responder a nuestra vocación o llamado personal que el mismo Dios nos hace.    Esta vocación personal debe estar al servicio de la comunidad eclesial.
Yo soy hijo(a) de Dios gracias a la recepción del Sacramento del Bautismo pero sobre todo a mi Hermano Mayor Cristo Jesús…
Yo soy la oveja del Rebaño de Cristo Jesús que llamamos la Iglesia y dentro de esta estamos llamados a anunciar la Buena Nueva a todos los pueblos y naciones y que se integren por medio del Bautismos a la Iglesia (ver Marcos 16, 15-16)...
Yo soy aquel(lla) que responde (día a día) a la vocación personal que Dios me ha encomendado…

Yo soy aquel(lla) que se integra a la Iglesia y que busca a vivir junto a mis hermanos lo mejor posible la triple misión de Cristo (y a ejemplo de Cristo) de ser sacerdotes (sacerdocio común de los fieles), reyes y profetas.  De esta forma ofrecer mi vida como sacrificio (sacerdocio), conjuntamente reinar por medio del servicio  que brindo a todos (reyes), y anuncio [gracia, amor, justicia, paz, etc.] y denuncio [pecado, odio, injusticias, guerra, etc.] (profetas).
María Santísima supo vivir esta triple misión.  Su vida sin duda alguna fue todo un sacrificio que ella le ofrecía a Dios.  María quien es madre del Rey de reyes, siempre estaba al servicio (ver Lucas 1, 39-56) y al servir pregonaba las grandezas del Señor su Dios.  Ella supo anunciar aun desde el silencio la gracia única y especial que Dios le dio.  De la misma forma supo denunciar ante su Hijo lo que le faltaba a su pueblo (ver Juan 2, 1-11).

Que este ejemplo de María la Madre de Dios y de la Iglesia nos ayuden y nos inspiren a ser fieles a nuestra vocación a la santidad y a nuestro compromiso bautismal (de ser sacerdotes, reyes y profetas).  Que el Espíritu Santo sea siempre nuestro consolador y guía en estos menesteres.  


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