Querido hermano(a) que lees esta reflexión,
para que entiendas y sigas la línea de pensamiento que deseo comunicar te
recomiendo que leas la siguiente reflexión:
Tú puedes entender quien tú eres en la
medida que entiendas el origen y el fundamento de Aquel quien te permite que tú
seas. Entonces podemos decir yo
soy...
Yo soy una oveja quien es llamada a vivir la
santidad. Una santidad que no es solo
(ni debe ser) personal sino comunitaria.
Y esta se vuelve comunitaria en la medida que todos estamos dispuestos
ayudar a los demás y dejamos que otros nos ayuden (ver Gálatas 6, 2). En esta forma la corrección fraterna (conjuntamente
con la oración, la vida sacramental, y la vivencia de las virtudes) se vuelve
en un instrumento útil y necesario para lograr la santidad.
Esta vocación además de ser universal (a la
santidad) puede ser personal. Y esta
puede ser religiosa o secular ya que Dios nos puede llamar al sacerdocio
(hombres) o a la vida consagrada (hombres y mujeres) pero también nos puede
llamar a que seamos abogados o doctores (etc.).
La vocación del matrimonio es una vocación personal
con una dimensión comunitaria. Ya que Dios les da el llamado a dos personas de
forma individual pero para que estas dos personas (hombres y mujeres) sean UNA
es decir una comunidad de amor que brota del mismo Dios. En este sentido vemos cómo y porque la
Iglesia llama a la familia como la “iglesia
doméstica”.
Desde aquí (desde la vida de santidad)
entonces podemos responder a nuestra vocación o llamado personal que el mismo
Dios nos hace. Esta vocación personal
debe estar al servicio de la comunidad eclesial.
Yo soy hijo(a) de Dios gracias a la recepción
del Sacramento del Bautismo pero sobre todo a mi Hermano Mayor Cristo Jesús…
Yo soy la oveja del Rebaño de Cristo Jesús
que llamamos la Iglesia y dentro de esta estamos llamados a anunciar la Buena
Nueva a todos los pueblos y naciones y que se integren por medio del Bautismos
a la Iglesia (ver Marcos 16, 15-16)...
Yo soy aquel(lla) que responde (día a día) a
la vocación personal que Dios me ha encomendado…
Yo soy aquel(lla) que se integra a la
Iglesia y que busca a vivir junto a mis hermanos lo mejor posible la triple
misión de Cristo (y a ejemplo de Cristo) de ser sacerdotes (sacerdocio común de
los fieles), reyes y profetas. De esta
forma ofrecer mi vida como sacrificio (sacerdocio), conjuntamente reinar por
medio del servicio que brindo a todos
(reyes), y anuncio [gracia, amor, justicia, paz, etc.] y denuncio [pecado,
odio, injusticias, guerra, etc.] (profetas).
María Santísima supo vivir esta triple misión. Su vida sin duda alguna fue todo un sacrificio
que ella le ofrecía a Dios. María quien es
madre del Rey de reyes, siempre estaba al servicio (ver Lucas 1, 39-56) y al servir
pregonaba las grandezas del Señor su Dios.
Ella supo anunciar aun desde el silencio la gracia única y especial que
Dios le dio. De la misma forma supo
denunciar ante su Hijo lo que le faltaba a su pueblo (ver Juan 2, 1-11).
Que este ejemplo de María la Madre de Dios y
de la Iglesia nos ayuden y nos inspiren a ser fieles a nuestra vocación a la
santidad y a nuestro compromiso bautismal (de ser sacerdotes, reyes y
profetas). Que el Espíritu Santo sea siempre
nuestro consolador y guía en estos menesteres.
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