19 de diciembre de 2013

Emmanuel el Dios-con-nosotros - Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo A

Is 7, 10-14: Le virgen está encinta y dará a luz un hijo
Salmo Responsorial 23: Que entre el Señor, el rey de la gloria
Rm. 1,1-7: Jesucristo, de la estirpe de David, Hijo de Dios

Mt 1, 18-24: Jesús nacerá de María 

 Hoy en día es preciso ver cómo les seres humanos, las culturas, y las naciones has ido perdiendo esta realidad (aunque para muchos es o representa una mera idea o noción) del “Dios con nosotros”.  Para solo poner el ejemplo a mi correo electrónico me llegan noticias de distintas agencias noticiosas católicas.  Apenas unos días atrás (jueves antes de escribir esta reflexión)  en la Agencia de noticias infoCatólica acabo de leer un artículo sobre el sistema escolar en el país de Lituania.  A los niños de este país les están enseñando que ellos tienen “padre 1” y “padre 2” (o “madre 1” y “madre 2”) en vez de padre y madre como propiamente corresponde enseñar.  Similarmente vemos noticias que nos indican que de alguna u otra forma estamos viviendo en una sociedad sin el “Dios-sin-nosotros”.

“Emmanuel es uno de los nombres de Cristo pero es también la expresión de la perfección de la nueva alianza: nosotros con Dios y Dios con nosotros” (Fray Nelson Medina O.P.).  Sin duda alguna Fray Nelson tiene toda la razón.  Podemos ver que toda la relación de Dios para con el ser humano se ha querido manifestar en una alianza y una alianza de amor.
En el Antiguo Testamento desde  Moisés, Josué, Samuel y profetas se fue manifestando la relación (muchas veces de infidelidad) del Pueblo Escogido hacia Dios. Esta relación era sellada (comprometida de ambas partes) por medio de una alianza.  Notemos que la palabra “religión” que nos viene del latín “religare” o significa religar.  En otras palabras religión es tratar con Dios.  Entonces tenemos que Dios desde un principio de su revelación al ser humano ha querido establecer un orden para tratar con nosotros.  Este orden o forma del trato con Dios siempre ha  estado (y debe estar) basado en el amor.  Por eso San Juan nos dice que Dios es amor (ver 1Jn. 4, 8). 
Desafortunadamente el Antiguo Testamento termina con un aire de derrota porque tras el desamor y la infidelidad de Israel y Judá ya se veían al final sin profetas y por ende sin signos de la presencia y acción de Dios.  Hay que recalcar que Dios nunca falló a la Alianza para con el pueblo que Él mismo escogió.  Esta infidelidad muchas veces estaba encabezada por los reyes (quienes eran ungidos para ser mesías) y líderes del pueblo que debían ser los responsables del bien común en la comunidad.  Por eso se dice que cuando la raíz está dañada es muy probable que el árbol crezca y de los frutos debidos. 
El hombre se ve ante la realidad que su realidad humana está herida y necesita ser sanada. Aquí entra Jesucristo en la realidad del ser humano para sanar los corazones (ver Is. 61, 1–2). La Iglesia nos enseña que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. O sea que posee dos naturalezas una humana y otra divina.  La palabra o nombre que se nos repite hoy la liturgia es Emmanuel.  Este nombre como todos sabemos significa Dios-con-nosotros.
Pero el Dios-con-nosotros no hubiese sido posible sin María o sea sin el Sí, y la Fe de María. En el vientre de María se realzo el más importante de los desposorios y fue la unión entre lo humano y lo divino. En ella (María) se unieron o más bien se entretejieron estas dos naturalezas ya de condición entrañable e inseparable.
Porque Cristo posee la perfecta naturaleza humana puede sellar la Alianza (alianza de amor) con Dios para con sus hijos.  Simultáneamente porque Jesucristo es verdadero Dios es nos quiere y puede ofrecer su misericordia y salvación para sanar nuestra condición humana que está herida.  Por eso podemos decir sin temor a equivocarnos que Jesús quiere y puede sanar los corazones.
Ante este mundo que cada día parece perder más y más la realidad del Dios-con-nosotros debemos todos los cristianos hacer recordar y recalcar que Dios quiere y puede estar con nosotros.  Claro está la primera y fundamental forma de anunciar esto, debe ser con nuestro testimonio.  Esto fue lo hiso la Virgen María y han hecho los santos en la Iglesia anunciar con su vidas (muchas con su sangre) que ese Dios que es Amor quiere ser Dios-con-nosotros.  O sea un Dios que los demás puedan ver cristalinamente en nuestras almas y nuestros seres.
Para esto nos debemos alimentar del Pan del Cielo o Pan de los Ángeles porque de Él depende nuestro ser.  Alimentarse no es simplemente abrir nuestra boca (o poner nuestras manos) para comulgar.  Esto implica que Cristo es nuestro alimento en todo y pleno sentido de la palabra.  Nos debemos alimentar de su Palabra Divina, de sus ejemplos, de su testimonio, de su amor y del Espíritu de Cristo.   Cuando nos alimentamos así de Cristo podemos cumplir con su alianza.  Una Alianza que es nueva y eterna, que es renovada por el mismo amor de Dios.  De esta forma podemos celebrar la unión con Dios y podemos decir con toda razón Dios-con-nosotros.
Solo Él es Dios-con-nosotros, a Él la Gloria, el Poder, la Alabanza por los siglos de los siglos. AMÉN.

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