24 de diciembre de 2013

Las Navidad, lo que es y lo que no debe ser…

Hoy en día hablar de navidad parece ser sinónimo de comprar, regalar y que nos regalen.    Estas cosas en sí mismas no son malas.  El problema estriba  en que sea lo único que represente lo que es la navidad para nosotros.  Más aun la contrariedad consiste en que esto se convierta en una obsesión tal en la cual gastamos hasta lo que no tenemos en otras palabras nos “embrollamos hasta mas no poder” como decimos en mi isla borinqueña.

Ahora bien ¿Qué es y debe ser la navidad para un cristiano?  Sería absurdo celebrar la navidad sin recordar para nada al principal invitado, o se a Jesús.  Mucho se nos acusa de que los católicos inventamos la navidad o las “christmas” y como decía en P Duvan González (Vicario Parroquial en la Parroquia San José, Dalton, Georgia USA o sea mi parroquia) en su homilía este pasado domingo (4to de Aviento, ciclo A) defíname las palabras navidad y “christmas”.  La palabra navidad viene del latín “nativitatis” el cual significa nacimiento.  Los cristianos de origen anglosajón  adoptaron la palabra “christmas” (en inglés) que significa la Misa de Cristo.
Todos los cristianos estamos de acuerdo en que Jesucristo nació.  O sea que la Palabra (o Verbo) se encarnó.  Lo que muchos de nuestros hermanos cristianos no están de acuerdo sería en algunos de los detalles de este grandioso evento.  Por ejemplo los católicos creemos que María fue virgen antes, durante y después del parto o sea que ella es virgen perpetua.  Esto para los católicos en un dogma de fe.
Ahora bien, Jesús nació y se hiso carne eso lo reconocen hasta los no creyentes incluyendo muchos ateos.  Pero para los católicos el Misterio de la Encarnación debe implicar mucho más que eso.
Se suele decir que no se puede amar lo que no se conoce.  Por ende, no podemos apreciar y valorar lo que no conocemos.
Veamos cómo algunos de los profetas fueron anunciando en su tiempo al futuro Mesías, ahora para nosotros a Cristo Jesús.
Isaías es por excelencia el “profeta mesiánico”.  Isaías nos ofrece algunas características del Mesías.   Nos dice que regirá y gobernará a los pueblos y será árbitro y enderezará a la humanidad (ver Is. 2, 1–5).    Isaías también nos dice que el Mesías ha de ser príncipe de la paz.  Este no ha de juzgar por apariencias sino más bien hará justicia a los pobres y oprimidos.  Como parte de su “curriculum” está el brindar la paz verdadera el género humano (ver Is. 11, 1–10).
Jeremías (quien es mi profeta favorito) nos recuerda la promesa de que el Mesías tenía que provenir del linaje de David.  Este   habría de ejercer la justicia y el derecho.  Estos han de ser sellos y características distintivas del Reino de Dios que Jesús comenzó a anunciar en su Vida Pública o predicación (ver Jer. 33, 14–16).
El profeta Sofonías luego de un silencio de la palabra profética (de unos 60 años después de Isaías) que Dios estará en medio de su pueblo.  Ya no habrá razón de porque tener temor.  El júbilo y la alegría han de manifestarse porque Dios está con nosotros (Sof. 3, 14–18).
El segundo Isaías (capítulos 40 al 55 del Libro de Isaías) quien posiblemente fuera un discípulo del profeta Isaías (capítulos 1 al 39 del Libro de Isaías) nos indica que hay que preparar los caminos del Señor.   Aquí aparece como una palabra y promesa  nueva y  la vez esperanzadora, el consolar al pueblo.   El Señor ha de ser el pastor que cuida de su pueblo con esmerada dedicación (ver Is. 40, 1– 11).
La tercera parte del Libro de Isaías (capítulos 56 al 66) nos habla de la vocación y misión del Mesías.  Este debe anunciar la Buena a los pobres, sanara los corazones afligidos y abatidos, ha de traer la libertad a los cautivos, y ha de consolar a los que lloran.  Podremos entender estas cosas porque el Evangelio es la semilla de esperanza que por medio de la Resurrección de Jesús no trae de prestamente la transformación del mundo (ver Is. 61, 1–3).
En el Nuevo Testamento veremos que San Lucas y San Mateo son los que nos hablan como nació el Hijo de Dios.  San Juan en su evangelio no nos dice como nació Jesús sino más bien nos dice: “La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre” (Jn. 1, 9).
Lucas usa el término “primogénito”  que recordaba los privilegios del hijo mayor que en cuanto tal, pertenecía a Dios (ver Ex 13, 1; Rm. 8, 29, Col 1, 15). Esto no opone para nada el que sea hijo único.  En este evangelista podemos apreciar que la anunciación le es dada a María.  De la respuesta de María habría de depender todo el cristianismo.  
Mateo nos presenta a José como varón justo.  Como he mencionado en otras ocasiones cuando en la Biblia se habla del hombre justo se está hablando del hombre santo.   Bíblicamente hablando la justicia evoca e implica la santidad.   Mateo además nos expone como fue el nacimiento de Jesús (ver Mt. 1, 18–24).
Según nos muestra la Palabra de Dios Jesús se encarnó de María.  De María seguramente saco el Hijo de Dios sus cualidades y sentimientos humanos.  Con José y María aprendió a convivir en familia, comenzó a conocer su cultura, su nación.  Además junto a sus padres Jesús fue creciendo en sapiencia y en santidad  ante de Dios y su pueblo (ver Lc. 2, 52).
Lo más importante hoy en día no es que Cristo haya nacido hace más de 2000 años sino más bien que hoy y siempre nazca y renazca en nuestros corazones y en nuestras vidas.  Ser cristianos, ser bautizados implica que debemos seguir a Cristo con todas las consecuencias.  La Virgen María  y los santos fueron testigos de esto.  Nosotros también podemos ser esos testigos, a la máxima expresión y en el sentido pleno de lo que es ser un cristiano.
Hoy el Belén donde debe nacer Jesús ha de ser nuestro corazón.  Hoy el templo donde el Hijo Unigénito es presentado es nuestra alma.  Como los pastores y después los magos de orientes que fueron a adorarlo hoy postremos nuestra vida a Jesús.   

Hoy pensemos en todo lo que Jesús nos ha regalado; su vida, su gracia y su amor hasta la muerte (por cada uno de nosotros y nuestra salvación).  Hoy pensemos y meditemos que le hemos de regalar a Jesús; nuestro ser (con lo bueno y lo malo, tal como somos… Jesús no discrimina), cada uno de nuestros actos como ofrenda de amor.  Solo recordemos que cualquier cosa que le ofrezcamos a dar a Jesús y Él no los ha dado.  Pero de todos modos vamos a dárselo.  

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