5 de diciembre de 2013

¡La conversión como requisito fundamental del Reino de Dios! Segundo Domingo de Adviento – Ciclo A

Isaías 11, 1-10: Les hará justicia a los pobres.
Salmo Responsorial 71: Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Romanos 15, 4-9: Cristo salvó a todos los hombres.
San Mateo 3, 1-12: Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos.
En mis clases de catequesis (que por lo regular suelen ser para adultos) suelo preguntar; ¿Cómo comenzaron su predicación tanto Juan el Bautista como Jesús de Nazaret?  La respuesta sobre Juan el Bautista suele ser acertada; comenzó a predicar sobre en Reino de Dios.  Sobre que comenzó a predicar Jesús; las respuestas no siempre suele ser la correcta.  Yo suelo decir en son de broma que Jesús comenzó a predicar: “lo mismito del año pasado.”  En realidad Jesús empezó a predicar lo mismo que arrancó a predicar Juan el Bautista porque esa era por así decirlo la misión de Jesucristo, anunciar el Reino de Dios.

Hoy veremos cómo la liturgia nos propone a Juan el Bautista como figura principal.  Estas lecturas no están ahí por casualidad.  La Iglesia que ha vivido la experiencia de muchos advientos ha sabido meditar y hasta reevaluar su Santa Palabra como el propósito de que el Pueblo de Dios viva y se prepare con mayor eficacia en este tiempo litúrgico (lo mismo lo podríamos aplicar para todos los demás tiempos litúrgicos).  Hoy la liturgia por medio de Juan el Bautista nos propone la conversión como medio de preparación para este adviento.
Como mencionaba la semana pasada la palabra adviento significa llegada o venida.  Este tiempo litúrgico se distingue por ser uno de conversión.  Claro está, el adviento está marcado con unas distinciones muy distintas al tiempo de cuaresma que también es tiempo de conversión y penitencia.  La primera semana de adviento está caracterizada por  la vigilancia en espera de la venida del Señor.  Esta segunda nos presenta la conversión, cuya nota predominante es la predicación de Juan el Bautista.  La tercera semana estará marcado con el testimonio de María, la Madre del Señor y de la Iglesia quien vivió sirviendo y ayudando al prójimo.  La última semana de adviento las lecturas bíblicas y su predicación, orientan su mirada a la resolución de la Virgen María, ante el anuncio del nacimiento de su Hijo y nos invitan a aprender de María y aceptar a Cristo quien es la Luz del mundo.
Yo sé que mucho se ha discutido la distinción entre el Reino de los Cielos y el Reino de Dios.  Pero me voy a tomar la liberta de explicarlo de nuevo.  San Mateo leemos en términos generales que usa la expresión Reino de los Cielos en vez de Reino de Dios.  El porqué de esto se lo debemos al contexto religioso de la época en que escribió este evangelio.  Para el judío en tiempo de Jesús le estaba prohibido mencionar el nombre de Dios (de forma directa).  Este evangelio fue escrito originalmente para una comunidad judeo-cristiana.  En otros textos neotestamentario (en especial San Lucas) vamos a ver que nos menciona directamente el Reino de Dios porque este evangelio estuvo dirigido a cristianos no judíos.
En la primera lectura del profeta Isaías (quien es el profeta mesiánico por excelencia) vemos como    Dios no se declina nunca de sus promesas, y por ende su fidelidad se muestra inquebrantable e invariable.  Isaías nos impulsa a soñar y a anhelar; nos invita a destinar nuestra mirada a un mundo nuevo o sea a un mundo mejor.  Aquí el profeta está usando una comparación y hasta una especie de ironía.  Cuando nos dice: “El lobo habitará con el cordero, el puma se acostará junto al cabrito, el ternero comerá al lado del león y un niño chiquito los cuidará…” (Is. 11, 6 y ss.).  Aquí el profeta nos está diciendo y como explica Fray Nelson Medina OP (dominico colombiano): “hay leones terribles y hay víboras terribles; hay fieras temibles en la especie humana; y esas fieras temibles nos han acostumbrado a su presencia; y así como nos hemos acostumbrado a que en la naturaleza hay leones, también nos hemos acostumbrado a que en la especie humana hay violentos”. 
Los cristianos por nuestra propia y fundamental vocación, vivir en santidad a ejemplo del mismo Jesucristo estamos llamados a ser profetas donde por medio de la acción del Espíritu Santo el anuncio (del amor y la gracia de Dios) y la denuncia (del pecado, injusticias morales y sociales, etc.) sea la voz que contrarreste ese acostumbrarnos a esos leones, fieras y víboras entre los seres humanos (que de una forma u otra muchas veces somos nosotros mismos).  Hoy el profeta Isaías nos pide que nos vivamos acostumbrados a esta situación que nos impide crecer en el amor y la gracia de Dios.  Nuestro ejemplo y testimonio de cristianos debe estar iniciado con la conversión, con ese cambiar radicalmente (si es necesario) para vivir amando a Dios y a los hermanos.
La conversión debe pasar por distintas etapas.  Primero tenemos que la conversión debe hacerse vida, o sea debe ser algo de toda la vida.  La conversión debe hacerse palabra, la palabra más que aquello que se dice para el cristiano es aquello que se manifiesta o que hacemos con el testimonio.  La conversión debe hacerse denuncia, entras palabras mi conversión diaria a Cristo y a su Iglesia debe hacer resonar su voz profética siempre guiada por la Iglesia (y su magisterio) con la asistencia del Espíritu Santo quien siempre ha guiado a la Iglesia.  La conversión debe hacerse radicalidad.  Juan el Bautista, al igual que Jesús predicaron radicalmente el Reino de Dios.  Con esto podemos deducir que el Reino de Dios no es una mera casualidad o meramente una ilusión.  Sus exigencias son radicales y de esta forma estamos llamados a vivirlo y proclamarlo.  ¡Que así nos ayude Dios!

No hay comentarios.:

Consultas y Respuestas: Testimonios de Fe…

Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Conclusión)

En estos tiempos en los medios de publicidad y de  “marketing”  (mercadeo) se nos presenta la felicidad temporera y efímera como si fuera  “...