Isaías 11, 1-10: Les hará
justicia a los pobres.
Salmo Responsorial 71: Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Romanos 15, 4-9: Cristo salvó a
todos los hombres.
San Mateo 3, 1-12: Conviértanse,
porque ya está cerca el Reino de los cielos.
En mis clases de catequesis (que por lo regular suelen
ser para adultos) suelo preguntar; ¿Cómo comenzaron su predicación tanto Juan
el Bautista como Jesús de Nazaret? La
respuesta sobre Juan el Bautista suele ser acertada; comenzó a predicar sobre en
Reino de Dios. Sobre que comenzó a
predicar Jesús; las respuestas no siempre suele ser la correcta. Yo suelo decir en son de broma que Jesús
comenzó a predicar: “lo mismito del año
pasado.” En realidad Jesús empezó a
predicar lo mismo que arrancó a predicar Juan el Bautista porque esa era por
así decirlo la misión de Jesucristo, anunciar el Reino de Dios.
Hoy veremos cómo la liturgia nos propone a Juan el
Bautista como figura principal. Estas
lecturas no están ahí por casualidad. La
Iglesia que ha vivido la experiencia de muchos advientos ha sabido meditar y
hasta reevaluar su Santa Palabra como el propósito de que el Pueblo de Dios
viva y se prepare con mayor eficacia en este tiempo litúrgico (lo mismo lo
podríamos aplicar para todos los demás tiempos litúrgicos). Hoy la liturgia por medio de Juan el Bautista
nos propone la conversión como medio de preparación para este adviento.
Como mencionaba la semana pasada la palabra adviento
significa llegada o venida. Este tiempo
litúrgico se distingue por ser uno de conversión. Claro está, el adviento está marcado con unas
distinciones muy distintas al tiempo de cuaresma que también es tiempo de
conversión y penitencia. La primera
semana de adviento está caracterizada por
la vigilancia en espera de la venida del Señor. Esta segunda nos presenta la conversión, cuya
nota predominante es la predicación de Juan el Bautista. La tercera semana estará marcado con el
testimonio de María, la Madre del Señor y de la Iglesia quien vivió sirviendo y
ayudando al prójimo. La última semana de
adviento las lecturas bíblicas y su predicación, orientan su mirada a la
resolución de la Virgen María, ante el anuncio del nacimiento de su Hijo y nos
invitan a aprender de María y aceptar a Cristo quien es la Luz del mundo.
Yo sé que mucho se ha discutido la distinción entre el
Reino de los Cielos y el Reino de Dios. Pero
me voy a tomar la liberta de explicarlo de nuevo. San Mateo leemos en términos generales que
usa la expresión Reino de los Cielos en vez de Reino de Dios. El porqué de esto se lo debemos al contexto
religioso de la época en que escribió este evangelio. Para el judío en tiempo de Jesús le estaba
prohibido mencionar el nombre de Dios (de forma directa). Este evangelio fue escrito originalmente para
una comunidad judeo-cristiana. En otros
textos neotestamentario (en especial San Lucas) vamos a ver que nos menciona
directamente el Reino de Dios porque este evangelio estuvo dirigido a
cristianos no judíos.
En la primera lectura del profeta Isaías (quien es el
profeta mesiánico por excelencia) vemos como Dios no se declina nunca de sus promesas, y
por ende su fidelidad se muestra inquebrantable e invariable. Isaías nos impulsa a soñar y a anhelar; nos
invita a destinar nuestra mirada a un mundo nuevo o sea a un mundo mejor. Aquí el profeta está usando una comparación y
hasta una especie de ironía. Cuando nos
dice: “El lobo habitará con el cordero,
el puma se acostará junto al cabrito, el ternero comerá al lado del león y un
niño chiquito los cuidará…” (Is. 11, 6 y ss.). Aquí el profeta nos está diciendo y como
explica Fray Nelson Medina OP (dominico colombiano): “hay leones terribles y hay víboras terribles; hay fieras temibles en
la especie humana; y esas fieras temibles nos han acostumbrado a su presencia;
y así como nos hemos acostumbrado a que en la naturaleza hay leones, también
nos hemos acostumbrado a que en la especie humana hay violentos”.
Los cristianos por nuestra propia y fundamental
vocación, vivir en santidad a ejemplo del mismo Jesucristo estamos llamados a
ser profetas donde por medio de la acción del Espíritu Santo el anuncio (del
amor y la gracia de Dios) y la denuncia (del pecado, injusticias morales y
sociales, etc.) sea la voz que contrarreste ese acostumbrarnos a esos leones,
fieras y víboras entre los seres humanos (que de una forma u otra muchas veces
somos nosotros mismos). Hoy el profeta
Isaías nos pide que nos vivamos acostumbrados a esta situación que nos impide
crecer en el amor y la gracia de Dios.
Nuestro ejemplo y testimonio de cristianos debe estar iniciado con la
conversión, con ese cambiar radicalmente (si es necesario) para vivir amando a
Dios y a los hermanos.
La conversión debe pasar por distintas etapas. Primero tenemos que la conversión debe
hacerse vida, o sea debe ser algo de toda la vida. La conversión debe hacerse palabra, la
palabra más que aquello que se dice para el cristiano es aquello que se
manifiesta o que hacemos con el testimonio.
La conversión debe hacerse denuncia, entras palabras mi conversión
diaria a Cristo y a su Iglesia debe hacer resonar su voz profética siempre
guiada por la Iglesia (y su magisterio) con la asistencia del Espíritu Santo
quien siempre ha guiado a la Iglesia. La
conversión debe hacerse radicalidad.
Juan el Bautista, al igual que Jesús predicaron radicalmente el Reino de
Dios. Con esto podemos deducir que el
Reino de Dios no es una mera casualidad o meramente una ilusión. Sus exigencias son radicales y de esta forma
estamos llamados a vivirlo y proclamarlo.
¡Que así nos ayude Dios!
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