Isaías 60, 1-6: La gloria del Señor amanece sobre ti
Salmo Responsorial 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la
tierra.
Efesios 3, 2-6: Ahora ha sido revelado que también los gentiles son
coherederos
Mateo 2, 1-12: Venimos de Oriente para adorar al Rey
Yo crecí en un pueblo en mi
Bella Isla del Encanto (Puerto Rico) donde por más de 130 años continuamente se
viene celebrando la “Fiestas de los Reyes
Magos”. Mi bella ciudad de Juana
Díaz, Puerto Rico fue reconocida por San Juan Pablo II durante su pontificado
como la “Eterna Ciudad de los Reyes
Magos”. Este servidor tuvo la
oportunidad de personificar varias veces a uno de los magos del oriente para
esta gran celebración de mi pueblo. Sin
duda alguna esta es una solemnidad que nos trae grandes recuerdos a todos
hispanos. Más aun en la mayoría de
nuestros países latinos se le suele (o solía) regalar más regalos a los niños
el 6 de enero que el mismo 25 de diciembre.
La palabra epifanía que proviene de lengua griega significa manifestación. Si pensamos y reflexionamos bien esta fiesta
no es fiesta de los reyes magos como muy acostumbradamente solemos decir sino
más bien es la Fiesta (y solemnidad litúrgicamente hablando) de la Epifanía o Manifestación del Señor a
todas las naciones. Claro está, aquí las
naciones son representadas por estos pintorescos personajes que fueron a adorar
al Nino Rey (Rey de Reyes y Señor de Señores) que había de nacer en Israel.
Hay que aclarar que la tradición
cristiana nos dice que fueron tres magos aludiendo a que San Mateo nos dice que
le ofrecieron oro, incienso y mirra. Luego más tarde la tradición también nos da
a conocer sus nombres Melchor, Gaspar y Baltazar (para algunas culturas
hispanas Melchor es el negro o africano para otras lo es Baltazar).
La Iglesia junto a la
manifestación de los magos de oriente al Nino Dios también celebra otras dos
importantes epifanías y estas son el Bautismo
del Señor en el Jordán y el signo (o milagro) de la transformación de agua
en vino en las Bodas de Cana (esta
ultima la Iglesia nos enseña que fue la Autorrevelación de Jesús en la Bodas de
Cana, segundo misterio Luminoso de Santo Rosario). Jesús en estas tres epifanías; primero con
los Magos de Orientes se le
manifiestas a las naciones no-judías, con el Bautismo del Señor en el Jordán se le manifiesta a Juan el Bautista
y al pueblo judío y con las Bodas de Cana
se les manifiesta a sus discípulos.
El profeta Isaías invita a Jerusalén,
la ciudad de Dios, a resplandecer ante toda la humanidad, porque ha de llegar
la Luz para todas las naciones. ¿Seremos
capaces de reconocer con nuestra vida y acciones que esa Luz es Jesús, el Hijo
de Dios?
En el Salmo Responsorial le
suplicamos que Dios le confíe su justicia al Hijo de reyes, es decir, a Jesús
el Mesías, para que los reyes le ofrezcan sus dones y se apiade de los pobres
de la tierra. Nos podríamos preguntar
quiénes son esos reyes. Hoy en día, tú y
yo estamos llamados a ser esos reyes cuya misión es velar por el bien común de
nuestros hermanos.
San Pablo nos recuerda que no
sólo los judíos, sino todos los habitantes del mundo, participamos de la
promesa en Jesucristo, pues a cada uno de nosotros se nos han empampanado las puertas de la resurrección y por ende de
la salvación.
Cuando leemos los evangelios
podemos descubrir que Jesús vivió de una forma u otra realizando
manifestaciones por ende vivió de epifanía en epifanía. Hoy en día todos los bautizados estamos
llamados a ser epifanías o manifestaciones del Señor. Pero para que esto sea eficaz y convincente
debe ser con nuestro testimonio de vida cristiana. El amor y la caridad (o sea el amor hecho
acción) deben ser nuestras principales herramientas para que seamos epifanías o
manifestaciones del Señor.
¡Que así nos ayude su Espíritu Santo quien siempre ha
gobernado a la Iglesia con Luz perenne!
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