4 de enero de 2014

¡Un Dios que vive de epifanía en epifanía! Solemnidad de la Epifanía del Señor – Ciclo A

Isaías 60, 1-6: La gloria del Señor amanece sobre ti
Salmo Responsorial 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.
Efesios 3, 2-6: Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos

Mateo 2, 1-12: Venimos de Oriente para adorar al Rey
Yo crecí en un pueblo en mi Bella Isla del Encanto (Puerto Rico) donde por más de 130 años continuamente se viene celebrando la “Fiestas de los Reyes Magos”.   Mi bella ciudad de Juana Díaz, Puerto Rico fue reconocida por San Juan Pablo II durante su pontificado como la “Eterna Ciudad de los Reyes Magos”.  Este servidor tuvo la oportunidad de personificar varias veces a uno de los magos del oriente para esta gran celebración de mi pueblo.  Sin duda alguna esta es una solemnidad que nos trae grandes recuerdos a todos hispanos.  Más aun en la mayoría de nuestros países latinos se le suele (o solía) regalar más regalos a los niños el 6 de enero que el mismo 25 de diciembre.

La palabra epifanía que proviene de lengua griega significa manifestación.  Si pensamos y reflexionamos bien esta fiesta no es fiesta de los reyes magos como muy acostumbradamente solemos decir sino más bien es la Fiesta (y solemnidad litúrgicamente hablando) de la Epifanía o Manifestación del Señor a todas las naciones.  Claro está, aquí las naciones son representadas por estos pintorescos personajes que fueron a adorar al Nino Rey (Rey de Reyes y Señor de Señores) que había de nacer en Israel. 
Hay que aclarar que la tradición cristiana nos dice que fueron tres magos aludiendo a que San Mateo nos dice que le ofrecieron oro, incienso y mirra.   Luego más tarde la tradición también nos da a conocer sus nombres Melchor, Gaspar y Baltazar (para algunas culturas hispanas Melchor es el negro o africano para otras lo es Baltazar).
La Iglesia junto a la manifestación de los magos de oriente al Nino Dios también celebra otras dos importantes epifanías y estas son el Bautismo del Señor en el Jordán y el signo (o milagro) de la transformación de agua en vino en las Bodas de Cana (esta ultima la Iglesia nos enseña que fue la Autorrevelación de Jesús en la Bodas de Cana, segundo misterio Luminoso de Santo Rosario).  Jesús en estas tres epifanías; primero con los Magos de Orientes se le manifiestas a las naciones no-judías, con el Bautismo del Señor en el Jordán se le manifiesta a Juan el Bautista y al pueblo judío y con las Bodas de Cana se les manifiesta a sus discípulos.
El profeta Isaías invita a Jerusalén, la ciudad de Dios, a resplandecer ante toda la humanidad, porque ha de llegar la Luz para todas las naciones.  ¿Seremos capaces de reconocer con nuestra vida y acciones que esa Luz es Jesús, el Hijo de Dios?  
En el Salmo Responsorial le suplicamos que Dios le confíe su justicia al Hijo de reyes, es decir, a Jesús el Mesías, para que los reyes le ofrezcan sus dones y se apiade de los pobres de la tierra.  Nos podríamos preguntar quiénes son esos reyes.  Hoy en día, tú y yo estamos llamados a ser esos reyes cuya misión es velar por el bien común de nuestros hermanos.
San Pablo nos recuerda que no sólo los judíos, sino todos los habitantes del mundo, participamos de la promesa en Jesucristo, pues a cada uno de nosotros se nos han empampanado  las puertas de la resurrección y por ende de la salvación.
Cuando leemos los evangelios podemos descubrir que Jesús vivió de una forma u otra realizando manifestaciones por ende vivió de epifanía en epifanía.  Hoy en día todos los bautizados estamos llamados a ser epifanías o manifestaciones del Señor.  Pero para que esto sea eficaz y convincente debe ser con nuestro testimonio de vida cristiana.  El amor y la caridad (o sea el amor hecho acción) deben ser nuestras principales herramientas para que seamos epifanías o manifestaciones del Señor. 
¡Que así nos ayude su Espíritu Santo quien siempre ha gobernado a la Iglesia con Luz perenne! 

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