7 de agosto de 2014

¡Ánimo, soy Yo, no tengan miedo! Domingo XIX Tiempo Ordinario – Ciclo A

1 Reyes 19, 9. 11-13: Quédate en el monte, porque el Señor va a pasar.
Salmo Responsorial 84: R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Romanos 9, 1-5: Hasta quisiera verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos.
Mateo 14, 22-33: Mándame ir a ti caminando sobre el agua.
Quisiera comenzar esta reflexión con la letra de una canción que aprendí de adolescente allá en mi bella Isla Borinqueña.  Esta se titula “El polvo de los caminos” y la misma tiene por autor Javier Iturralde (cantante católico español de las décadas de los 60 & 70).  “¡El polvo de los caminos era amigo de su andar pero también caminaba sobre las olas del mar!  Aunque era rico en milagros y en potestad, Él fue amigo de los pobres, de la humildad.  Aunque tenía remedio para la sed, dijo ala Samaritana: ‘quiero beber’.  Aunque a tristes y afligidos Él consoló, por su patria y por su gente también lloró.  ¡El polvo de los caminos era amigo de su andar pero también caminaba sobre las olas del mar!”

Hoy en día está muy de moda querer conocer a Jesús solo desde su perspectiva humana.  Ejemplo de esto tenemos los documentales que salen en varias cadenas televisivas.  Esto en sí mismo no está mal.  El problema estriba en que nos olvidamos de otro atributo que es tan importante como el primero.  O sea que nos olvidamos del aspecto divino de Jesús.  Escuchar este tipo de documentales de personas que no tienen ninguna conexión cristiana o religiosa (por ejemplo; ateos y/o agnósticos) suena como algo natural.  Pero esto (estudiar solamente la humanidad de Jesús sin considerar su naturaleza divina) a la vez resulta una gran tentación para muchos eruditos que se hacen llamar cristianos.  Claro está esto trae como consecuencia una gran confusión entre los cristianos.
Para poder comprender esta reflexión (como cualquier otra reflexión sobre Cristo) tenemos que tener en cuenta la fe.  Esta palabra tan pequeña pero con más grande de los significados que pueda tener una palabra en nuestro vocabulario.  “La fe es la garantía de lo que se espera; la prueba de lo que no se ve” (Hb. 11, 1).  “Porque no hay nada imposible para Dios” (Lc. 1, 37).
El primer libro de los Reyes nos presenta lo que los biblistas suelen llamar el ciclo de Elías (Elías significa "mi Dios es Yahveh").  Este fragmento hace alusión del viaje de Elías al monte Horeb donde Dios había establecido su alianza con su Pueblo Elegido usando a Moisés como intermediario.  Elías llega a refugiarse tras una persecución en su contra en la misma fuente de la alianza que Dios establecido allí con su pueblo.  Esto sin duda alguna encierra un gran simbolismo.
Hay dos detalles que debemos tener en cuenta al reflexionar en este texto del Antiguo Testamento.  Primero, que Dios va a pasar o sea que Dios se hace o siempre está presente.  Los profetas del Antiguo Testamento de una u otra forma les recuerdan tanto a los reyes como al mismo pueblo esta presencia de Dios ante su pueblo la cual nunca falla aunque el pueblo falle como lo fue en este caso con el Profeta Elías y el pueblo de Israel.  Segundo, Dios se hace presente como el mormullo de una brisa suave.  No cabe duda que Dios se puede hacer presente de cualquier forma (ver Gn. 18, 14 & Lc. 1, 37).  Pero en este caso el autor bíblico nos quiere dar a entender que Dios actúa muchas veces de formas incomprensibles para la mente humana.
Los capítulos 9 al 11 de la Carta a los Romanos el apóstol trata un importante asunto que le causó intenso desconsuelo: Israel en el plan salvador de Dios.  Hoy en día podemos ver como la Iglesia Católica (desde el Papa Francisco junto al Magisterio en comunión) mantiene relaciones fraternales y de dialogo religioso con otras religiones (como lo son el judaísmo y el islamismo).   Como laicos nos toca al pueblo de Dios hacernos eco de este diálogo interreligioso.  Pero como he mencionado anteriormente “no podemos dar lo que no tenemos”.  La formación permanente (reeducarnos en la fe) de los laicos es sumamente vital para dar razones de nuestra fe tanto cristianos de otras tradiciones como a no cristianos.
Este episodio de San Mateo del caminar sobre las aguas nos evoca varios aspectos de la Resurrección del Señor. Este encierra elementos pascuales (ver Mt. 28, 5 & Mt. 28, 10).  Recordemos que la Iglesia nació antes que el Nuevo Testamento.  De hecho fue la Iglesia quien lo escribió.  Por eso se dice que los libros (y cartas) del Nuevo Testamento fueron escritos desde una mentalidad post-resurrección.
La fe se convierte en este texto el mensaje central.  Pedro le pide a Jesús el caminar sobre las aguas tal como lo estaba realizando el mismo Señor.  Vemos que después de varios pasos Pedro se hundía.  ¿Por qué has dudado de tu fe?  Conviene que retomemos esta pregunta (y otras similares o en la misma línea de pensamiento) para nuestra reflexión personal.  ¿Qué cosas hacen tambalear nuestra fe?  ¿Cuándo mi fe se debilita como la hago crecer y aumentar?  
Oración, sacramentos (eucaristía y confesión), dirección espiritual, estudio (formación permanente) y más oración son herramientas que Cristo y su Espíritu Santo le han dado a la Iglesia (quien es depositaria de la fe) para hacer que nuestra fe (y por ende la esperanza y caridad) se mantenga sólida y perseverante.  Recodemos que donde todo lo demás se hunde (como el agua y hasta nuestra alma y ser) ahí suele caminar Cristo.  
San Juan Pablo II nos solía decir: “no tengan miedo”.  De la misma forma recordemos que Jesús nos sigue diciendo (usando a los últimos papas como intermediarios): “Ánimo, soy Yo, no tengan miedo”.  ¡Que así nos ayude Dios!


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