Isaías 22, 19-23: Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro.
Salmo Responsorial 137: R/. Señor, tu amor perdura eternamente.
Romanos 11, 33-36: Todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por Él y todo está orientado
hacia Él.
San Mateo 16, 13-20: Tú eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos.
Hoy la Palabra de Dios nos presenta dos
preguntas que podríamos resumir como una sola sobre quien es Cristo. Estas preguntas siguen resonando en las
voces y las mentes de los seres humanos seamos o no cristianos. Muchas veces escuchamos decir que Jesús es la
respuesta. Pero no podemos olvidar que
Jesús antes de ser respuesta, Él es una pregunta. Podríamos decir que Jesús es la eterna
pregunta que esta latentemente presente en los corazones de los seres humanos.
La primera lectura nos presenta un oráculo o
sea una respuesta que Dios da al pueblo o alguna persona en particular por
medio de los profetas. Uno de los
famosos oráculos de toda la Biblia lo tenemos en el libro de Isaías (Is. 7,
14–17) cuando nos habla que el Mesías (o Cristo [del griego]) tenía que nacer
de una virgen. En este oráculo podemos
apreciar como Dios destituye al advenedizo o forastero Sebná quien era un
mayordomo o encargado en el palacio de Ezequías. Sebná fue reemplazado por Eleaquín y a este
último Dios le dio la autoridad de atar y desatar. Entre las funciones de los mayordomos estaba
el tener las llaves del palacio o casa del rey.
El libro del Apocalipsis hace referencia a este
texto (ver Ap. 3, 7) cuando habla a la Iglesia de Filadelfia. Este texto aquí es presentado también en
forma de oráculo. Los Padres de la
Iglesia (insignes pastores de los primeros siglos de la cristiandad) que
desarrollaron la ortodoxia (= la verdadera) de la fe cristiana supieron ver
este personaje de Eleaquín como prefiguración de la misión de Pedro. De esta primera lectura podemos sacar dos
conclusiones que son: Dios dispone e instala libremente a sus colaboradores y
que Dios confía plenamente en sus colaboradores o discípulos.
Hoy seguimos proclamando el capítulo 11 de la
Carta a los Romanos que desde el capítulo 8 desde hace varios domingos el
Apóstol Pablo nos viene hablando de la vida que debemos llevar los creyentes
del Espíritu de Dios. Estos versículos
del 33 al 36 son un himno conclusivo con el Pablo quiere rematar y reafirmar
todo lo que nos ha explicado previamente.
Estos tres versos nos muestran que los
pensamientos y proyectos de Dios superan la agenda que nosotros los seres
humanos podamos poseer. Especialmente
cuando Dios este ajeno y hasta relegado en estos planes de lo queramos que se
realizan en nuestra agenda de vida diaria.
El punto de arranque y meta del cristiano ha de
ser el mismo Dios. Pero esto no es algo
que podamos realizar por nuestras propias fuerzas. Esta forma de pensar el de querer hacer todo
en esta vida por nuestra propias fuerza se ha convertido en una gran tentación
en nuestros días. Esta segunda lectura nos
da palabras consoladoras para la humanidad y nos dan un camino seguro a seguir.
San Mateo nos presenta dos preguntas ambas en
el mismo contexto aunque con distinto sentido.
Primero pregunta: “¿Quién dice la gente que soy Yo?” (Mt. 13, 13-14). Veamos que esta pregunta se hace como a modo
de encuesta para saber que dicen los que están ajenos al proyecto de
Jesús. La segunda pregunta es similar a
la primera pero ya más personal: y ustedes ¿Quién dice que soy yo? (Mt.
13, 15-17). Vamos a ver como Pedro toma
nuevamente la delantera y le contesta a Jesús “tú eres el Mesías (el Cristo)
el Hijo de Dios vivo” (ver Mt. 13, 16) a los que Jesús le ratifica que eso
se lo ha inspirado ningún ser humano ni nada humano sino el Padre
Celestial. Y le da y le encomienda la
misión a Pedro de ser el Pastor de los Apóstoles y de toda la Iglesia dándole
el poder de atar y desatar o sea tomar las decisiones necesarias para el bien
común de la Iglesia y siempre en concordancia la verdadera fe de la Iglesia. Si nos fijamos bien esto es lo que sigue
haciendo hoy en día el Papa Francisco.
Ahora bien, nos debemos preguntar cuál de las
dos preguntas queremos contestar. Aquella
que contestan los que están afuera de la Iglesia de una u otra forma. O seremos valientes de contestar como Pedro y
los discípulos íntimamente ligados a Jesús y por ende a la Iglesia que El mismo
fundo. Recordemos que cuando nos
decidimos a contestar como discípulos de forma personal con Jesús esto requiere
compromiso y dedicación a lo que proclamamos.
Dios nos hace seres libre pero esta libertad (como dicta la moral
cristiana) debe obrar siempre para el bien.
Y Jesús y la Iglesia en este caso se convierten en nuestro mayor
bienestar porque nos llevan a la salvación y vida eterna. ¿Qué o cual mayor bien que eso?
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