28 de agosto de 2014

Llevar nuestra cruz de cada dia... Domingo XXII T O – Ciclo A

Jeremías 20, 7-9: Soy objeto de burla por anunciar la palabra del Señor.
Salmo Responsorial 62: R/. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Romanos 12, 1-2: Ofrézcanse ustedes mismos como una ofrenda viva.
Mateo 16, 21-27: El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo.
Hoy en día el mundo y la sociedad por medios de los medios de comunicaciones seculares nos proponen la “doctrina del pasarla bien” donde no se toman en cuenta los dolores y sufrimientos que el ser humano, los cuales desde los inicios (o desde su creación) el hombre ha llevado en sí mismo.  Este tipo de pensar o adoctrinamiento en sí mismo va en contra de la doctrina cristiana y veremos porqué.  
El problema aquí estriba en que no busquemos consuelo cuando estamos con sufrimientos.  Porque el mismo Jesús nos dejó al Espíritu Santo como consolador (entre otras cosas).  Sino más bien que esta “doctrina de pasarla bien” que nos propone el mundo nos pone remedios que a la larga nos traerán más problemas especialmente problemas espirituales.  Porque estas soluciones que nos proponen (tal como son el “new age” o nueva era entre muchas más) nos dejan vacíos de Dios y de las gracias que este nos quiere dar para la salvación.  Estas nos van distanciando de Dios más y más además que en su verdadera esencia vamos a ver que este tipo de doctrinas o pensamientos son anti-cristianas.
En la primera lectura Jeremías nos ha dejado un diario íntimo de su drama interior, el cual es conocido como sus "Confesiones", las cuales están dispersas entre los capítulos 10 al 20 de su libro.   En estos versos del 7 al 9 del capítulo 20 el profeta apasionado por Dios desahoga su corazón.  “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir” (Jer. 20, 7).  Sin duda alguna la impresión que este verso produce respeto y asombro a la misma vez. 
Produce respeto porque podemos ver la sumisión del profeta hacia Dios.  De asombro porque cuando ponemos este verso en relación del resto del texto podemos notar que este texto se inicia con esa gran sumisión pero en el transcurso del texto el profeta muestra un desahogo y a la vez apertura de su corazón hacia Dios por los oprobios y agravios que este padece en su ministerio profético.
Podríamos decir sin temor a equivocarnos que en Jeremías se cumplió la máxima que Jesús nos propone: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga” (Mt. 16, 24).  Porque el profeta supo lidiar con su problemas y sufrimientos que padeció en su ministerio.  Pero por encima de esto supo reconocer que la fidelidad a Dios hasta el último hilo de vida le llevaría a una recompensa mucho más grande que sus sufrimientos. De este modo podemos notar que la fuerza de la palabra que el mismo Dios inspira en Jeremías es superior a las dificultades y obstáculos que pasó el profeta.
En la segunda lectura podemos percibir como el Espíritu Santo, habita en la comunidad de los romanos.  Además la Tercera Persona de la Santísima Trinidad  confirma y anima la misión y la acción de esa nueva presencia de Dios en medio de su nuevo pueblo o sea en medio de sus fieles.  De esta forma tenemos que como pueblo de Dios nos corresponde ofrecernos y darnos en nuestra totalidad (humana y espiritualmente) al culto de Dios.
Hay dos premisas que suelen darnos aquellos que de una forma u otra están distanciados del seno de la Iglesia.  Una de ellas es la siguiente: “yo creo en Dios pero no creo en la religión”.  La otra es similar a la primera: “yo creo en Dios pero no creo en la Iglesia”.  ¿Cómo podemos responder a estas dos premisas?  Hay que establecer, en primer lugar, “que no podemos dar lo que no tenemos”.
Yo siempre digo en mis charlas o catequesis que suelo impartir a jóvenes y a adultos que para estudiar un idioma debemos aprender y estudiar un vocabulario propio de ese idioma que queremos aprender.  Lo mismo sucede cuando estamos en el colegio o escuela técnica aprendiendo una profesión nueva igualmente debemos aprender y cultivar un vocabulario propio de esa profesión.  Con el cristianismo sucede lo mismo para poder conocer bien nuestra fe cristiana debemos conocer e ir cultivando un vocabulario propio a la doctrina cristiana.  Debemos tener en cuenta que el vocabulario cristiano nos viene de dos idiomas fundamentales que son el griego koiné (o sea griego del pueblo) y el latín.
Para poder aclarar estas premisas antes mencionadas debemos conocer el significado y la aplicación apropiada de los términos “religión” e “iglesia”.  La palabra religión nos viene del latín “religare” o sea religar en otras palabras tratar con y en este caso tratar con Dios.  O sea decir que creemos en Dios y no creemos en la religión es un absurdo porque como vamos a creer en Dios y nos tratar con El.  El cristianismo es una religión porque Jesús de Nazaret nos propone una nueva forma de tratar con Dios.  Además Él le deja a la Iglesia (del latín ecclesia y esta del griego ekklēsia que significa asamblea) que Él mismo fundó y en la cual nos dejó el depósito de la fe o en otras palabras le da la potestad a la Iglesia para administrar y guiar a los fieles (pueblo de Dios) en este trato con Dios o sea la religión.
En el Evangelio de la semana pasada vimos la confesión de Pedro (tu eres Él Mesías… ver Mt. 16, 15–17) y la promesa de Jesús (tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… ver Mt. 16, 18–19), pero en esta semana veremos el otro lado de la moneda.  Hoy vemos como el que Jesús le revelara el verdadero camino de su mesianismo lo que le pareció un escándalo a Pedro.  “Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: ‘No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti’” (Mt. 16, 22).  A lo que Jesús le contesto: "¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!" (Mt. 16, 23).
¿Si primero lo elogia porque ahora lo reprende? En primera instancia tenemos que entender que el elogio no fue para la persona de Pedro sino más bien por la inspiración que Dios le dio.  Hoy lo reprende no porque sea Pedro sino más bien porque él se dejó arrastrar por lo que el mundo (y la sociedad) le proponía (que fue básicamente lo que nos propone hoy), estar bien y pasarla bien sin afrontar los problemas.
Pedro se sitúa delante de Jesús para impedir el sendero que lo ha de llevar a la cruz.  Pero Jesús distingue en la intromisión de Pedro la misma voz que lo tentó en el desierto. Por eso Jesús lo llama Satanás, que significa Tentador o Estorbo. ¿Qué significa esta amonestación que Pedro recibe de parte de Jesús?  En este texto vemos como Pedro estaba dándole órdenes e imposiciones a Jesús.  Con esta amonestación hacia Pedro, Jesús le está diciendo que debe pasar detrás de Jesús y lo siga con todos los requisitos y disposiciones que implica ser un buen discípulo.
El Evangelio de San Mateo nos presenta tres anuncios de la pasión de Jesucristo la primera le reflexionamos hoy en el evangelio (Mt. 16, 21) que proclaman hoy nuestros presbíteros (o los diáconos, donde los haya).  Es segundo anuncio de la pasión se encuentra en el capítulo 17 de Mateo (Mt. 17, 22–23).  El tercero lo leemos en el capítulo 20 (Mt. 20, 17–19)  del evangelio antes mencionado.  
En este ciclo A solo se lee y reflexiona el primero de estos.  Es muy recomendable leer y reflexionar en los otros dos anuncios de la pasión, muerte y resurrección de Jesús que están en este Evangelio de San Mateo en los capítulos y versículos donde antes mencioné.
En un examen de conciencia nos debemos preguntar nos está pasando lo mismo que a Pedro.  Si estamos en la misma situación que Pedro como vamos a solucionar dicho problema.  La Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo nos deja unas herramientas (oración, sacramentos, dirección espiritual, retiros, etc.) las cuales debemos procurar usarlas.  ¡Que así nos ayude Dios!

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