Ez. 18, 25-28: Cuando el pecador se arrepiente, salva su vida.
Sal. Responsorial 24: Descúbrenos, Señor, tus caminos.
Fil. 2, 1-11: Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús.
Mt. 21, 28-32: El segundo hijo se arrepintió y fue.
“¡Dios respeta nuestra libertad!” Esta es una expresión que solemos escuchar
desde que tenemos uso de razón. Ahora
bien, ¿entendemos realmente que implica y significa esto?
Oración:
Señor Jesucristo, amadísimo Redentor de la humanidad tu solo tienes el
poder para salvarnos. En tu Nombre cada
rodilla se postrara en el Cielo, en la tierra, y hasta debajo de la tierra.
Nosotros oramos por esos tus siervos quienes te adoran como el único
Dios verdadero; envía tu Luz a sus corazones, protégelos del el odio del maligno.
Sana en ellos las heridas del pecado, y fortalecerlos en contra de la
tentación. Dales el amor de tus
mandamientos y el coraje para vivir siempre de acuerdo a Tu Evangelio, y así se preparen para recibir el Espíritu
Santo, por tu vida; y reine por los siglos de los siglos. Amén.
“¡Dios respeta nuestra
libertad!” Esta es una expresión que
solemos escuchar desde que tenemos uso de razón. Ahora bien, ¿entendemos realmente que implica
y significa esto? Como he dicho en
otras ocasiones para aprender otro idioma o una profesión debemos crear un
vocabulario propio a este nuevo idioma o profesión. Lo mismo sucede con la vida cristiana, para conocer
la fe cristiana (al menos como el inicio de esto) debemos crear un vocabulario propio del
cristianismo y de la vida dentro de la Iglesia Católica.
La palabra libertad parece ser una palabra fácil
de traducir. Pero aquí estriba un gran
problema, que este traducir no da cabida al reflexionar y conocer profundamente
lo que implica dicha palabra. Según el
Wikipedia “la Libertad es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar
según la propia voluntad.”
En castellano y en el español la palabra libertad
proviene del latín “libertas –-libertātis”, de igual significado. Como
curiosidad, la palabra inglesa para libertad, “freedom”, proviene de una
raíz indoeuropea que significa "amar"; la palabra de la misma
lengua para decir miedo, “afraid”, viene de la misma raíz, usado como
contraposición a libertad mediante el prefijo “a” por influencia del
latín vulgar.
El libre albedrio es la base que nos
permite sin ninguna coacción poder elegir a Dios, escoger a realizar el bien en
vez del mal, optar por lo correcto sobre el mal. Cualquier acción que realizamos debe estar
basada en la libertad personal o individual.
La libertad es un don que Dios nos da.
Si quisiéramos buscar un modelo de lo que es y era (en su vida) la
libertad sin duda algún este es Jesús de Nazaret. Cada uno de nosotros
tenemos la habilidad de responderle a Dios y escoger seguirlo en y por medio de
Jesús.
Moral y éticamente hablando hay que tener bien
claro que la libertad siempre debe obrar para el bien. Lo contrario a la libertad es el libertinaje
y este es el abuso de la libertad. Ahora
bien, teológicamente la contraparte (negativa) de la libertad es el pecado. Si analizamos nuestra vida de pecado veremos
que el pecado nos esclaviza de tal forma que tienes sus raíces en lo más profundo
de nuestro ser. En este caso (de la vida
de pecado) solo la gracia de Dios (que el mismo Espíritu de Dios nos infunde o
nos comunica a través de los sacramentos) nos puede liberar del pecado.
“La conciencia moral es un
juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral (o sea del bien o mal de
las cosas) de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho” (CIC
# 1785). El Catecismo de la
Iglesia Católica nos enseña que la
conciencia nos permite actuar responsablemente.
Pero es de vital importancia que
la conciencia este bien formada. A esta
conciencia bien formada se la llama “conciencia recta”. Como
sucede en el deporte, que los jugadores requieren un fuerte entrenamiento para
lograr el éxito y la fama así mismo sucede con la conciencia, esta necesita
estar bien informada y formada. A
la conciencia recta la formamos (la
educamos) con la oración, los sacramentos, dirección espiritual y más oración.
El
Profeta Ezequiel nos introduce a la responsabilidad personal para cumplimiento
de la alianza y la fidelidad a Dios.
¿Deben los hijos pagar las consecuencias de los pecados de los
padres? Esta es una gran interrogante en
el profeta. Pero aunque poseemos también
una responsabilidad personal, esta nunca podrá desligarse al pueblo como el
conjunto total (comunidad) en el que deben cuidar unos de los otros (ver Gal.
6, 2).
Ezequiel
es el Sacerdote-Profeta que se nos presenta al inicio de la deportación
a Babilonia. Este es sacerdote sin
templo y es profeta sin patria. Su
mensaje es uno donde la esperanza del reencuentro con la patria se anidara muy
profundamente en su corazón. Como nos
muestra este profeta en su libro después de los errores (personales y
comunitarios) es necesario hacer un examen de conciencia para lograr una
renovación del alma y del espíritu.
Jesús
les expresa a los líderes religiosos de su tiempo que el templo y la
magnificencia del culto no son la meta para llegar al Padre Dios o sea al Reino
de Dios. Sino más bien lo es la actitud
que tomemos sobre la voluntad de Dios.
De
cuan bien o mal nos donemos y nos entreguemos a la vocación y llamada del Padre
dueño de la Viña Celestial que se nos hace para ser constructores del reino
dependerá nuestra salvación y la identidad como pueblo de Dios para ser llamado
un pueblo santo ante la presencia de Dios.
Releamos
estos textos bíblicos para recargar las baterías del alma y del corazón. Nos debemos preguntarnos (en lo más íntimo de
nuestro ser) ¿en cuál de los personajes del evangelio me idéntico o me veo
reflejado? ¿Cómo solemos escuchar la
invitación para seguir y cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas? ¿Cuán seguido solemos cambiar de parecer y
nos alejamos de la voluntad de Dios? Que
el Espíritu Santo nos ayude a contestar estas preguntas y a transformar
nuestras vidas tal como el Amor de Dios es y se manifiesta.
Oración:
Te damos gracias, Padre,
porque nos llamas a vivir en comunión eclesial con los hermanos y nuestros
pastores, y nos invitas a aportar calor fraterno a la convivencia y nuestra
colaboración al servicio común del Evangelio.
Queremos vivir unidos como
hermanos en Cristo Jesús. Tú que eres
más fuerte que nuestras divisiones,
perdona nuestro desamor, recelos y desconfianzas mutuas.
Concédenos, Señor, asumir
nuestra propia responsabilidad, en la edificación interna de la comunidad
cristiana. Y en la difusión de tu Reino
entre nuestros hermanos los hombres, bajo el impulso de Cristo resucitado. Amén.
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