Isaías 5, 1-7:
La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel.
Salmo Responsorial
79: R/ La viña del Señor es la casa de Israel.
Filipenses 4, 6-9:
Pongan esto por obra, y el Dios de la paz estará con ustedes.
Mateo 21, 33-43:
Arrendará la viña a otros labradores.
La Palabra de Dios que la liturgia nos propone para este
domingo magistralmente sobrepasa los límites de la poesía (al menos en la
primera lectura) para pasar a ser una latente expresión y hasta queja de Dios.
El Salmo responsorial nos pondrá este tema de la primera y el evangelio de
relieve y sirve a la vez de oración de súplica a Dios al menos de las quejas de
esa primera lectura. En el Santo
Evangelio Jesús le hace una parábola que les recuerda el texto del Profeta
Isaías que escuchamos hoy en la liturgia de la Palabra de esta Eucaristía
Dominical. Esta sirve como una
advertencia intensamente grave y seria a los dirigentes espirituales de su
tiempo.
Hay que entender que la expresión “viña” o “vid” son muy
usadas en el contexto bíblico tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Podemos fácilmente hacer referencias a los
siguientes textos bíblicos: Oseas 10, 1;
Isaías 5, 1-7 (que leemos hoy) Jeremías
2, 21; Jeremías 5, 10; Jeremías 6, 9; Jeremías 12, 10; Ezequiel 15,
1-8; Ezequiel 17, 3-10; Ezequiel 19, 10-14; Mateo 21, 33-43 (evangelio de hoy de los viñadores homicidas); y
discurso de la Última Cena en Juan 15,
1-6; donde Jesús se nos revela a sí mismo como la “verdadera vid”.
La primera lectura se nos continúa hablándonos de los
oráculos sobre Judá e Israel (1,1-12,6) la cual contiene dos secciones: los
oráculos de condenación y los de salvación.
Esta lectura recolecta la bella imagen de la viña como símbolo de Israel
para describir su existencia y su misión y los cuidados que Dios le dispensa.
El profeta se presenta a sí mismo como amigo de Dios: “Voy a cantar en nombre de mi amigo el canto
de mi amado a su viña” (Is. 5, 1).
Posiblemente, Isaías pronunció ese hermoso poema durante la fiesta de
las Chozas, que concurría con el final de la vendimia o cosecha y se celebraba
siempre con mucha alegría y regocijo. El
poema, que se encabeza idílicamente como un canto de amor, termina con una
violenta denuncia de la opresión y la injusticia.
Comúnmente no suelo comentar los salmos en estas
reflexiones pero hoy es muy meritorio hacerlo.
En nuestros leccionarios este salmo comienza por el verso 9 y como ya
mencione anteriormente estos versos del este bello salmo es una gran suplica
para que Dios no descontinúe lo que ya había comenzado. Aleccionado e instruido por el castigo, el
pueblo promete la enmienda, es decir, la fidelidad a Dios, para convivir con Él
e invocar exclusivamente su nombre y no el de otros dioses.
Nos debemos preguntar: ¿Cómo nos sirve de reflexión este
salmo a los cristianos? La imagen de la
viña y la vid la asume Cristo en el Nuevo Testamento, para los que como pueblo
de Dios somos llamados a llevar su mensaje y por lo tanto esta misión se la
pasa a su Iglesia. Como Cristo, también
la Iglesia es pisoteada y entregada a las contiendas y burlas de los
enemigos. Con Cristo la Iglesia invoca
la ayuda de Dios y en Cristo contempla la Iglesia el rostro de Dios que brilla
con poder y clemencia. Ahora bien, ¿dejaremos que pisoteen esa viña que planto
el Señor con su vida, ejemplo, pasión, muerte y resurrección? La respuesta debe brotar desde lo más
profundo de nuestro corazón.
San Pablo en el cuarto y último capítulo de esta Epístola a los Filipenses nos brinda unos consejos
y observaciones muy concretas. Es necesaria
la confidencia interior como fruto de la esperanza y la confidencia en Dios. Como misión de nuestra vida espiritual e
interior el apóstol nos pide que debemos buscar siempre todo lo que es verdadero,
lo que es noble, lo amable, y sobretodo lo virtuoso. Estas son virtudes que se convierten sumamente
necesarias para la vida cristiana porque sin ellas esta se vuelve sosa la sal
virtuosa que requiere ser la misma vida cristiana.
San Mateo nos narra sobre la última semana de la vida de
Jesús centrada en su actividad misionera en Jerusalén. El rechazo del Mesías en Jerusalén se agrava
cada día más y más. El fragmento proclamado hoy es una parábola a través de la
cual Jesús exhorta de manera urgente a los dirigentes de Israel. La parábola
está incluida naturalmente en un diálogo polémico en el que Jesús inicia la
ofensiva contra los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.
Al igual que la primera lectura podremos apreciar en el
evangelio un tono de “regaña dientes”
como solemos decir en mi terruño. Por
eso leemos y escuchamos esas advertencias intensamente graves a los dirigentes
espirituales temporáneos con Jesús. Pero
“la piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular” (Mt. 21, 42) citándoles aquí el Salmo 118, 22
(o Salmo 117 según la liturgia). Este
verso del salmista pareciera que una vez más se estuviera repitiendo. Y me refiero a la parte de los
arquitectos. Cuantos son los grupos y/o
personas que pretenden ser arquitectos y artífices de este mundo. Los malo y perjudicial de esto es que hacen
que muchos rechacen a Cristo y a sus enseñanzas. Solo nos toca reflexionar hasta qué punto eso
sea, directa o indirectamente culpa nuestra.
Pidámosles a Dios y a su Espíritu Santo que nos permita vivos
testimonios de lo que fue, es, y será Jesús y por ende de su Iglesia la viña
que el planto con su vida y testimonio.
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