19 de septiembre de 2014

Un contrato a la justa medida… Domingo 25 T O (Ciclo A)

Isaías 55, 6-9: Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes.
Salmo Responsorial 144: R/. Bendeciré al Señor eternamente.
Filipenses 1, 20-24. 27: Para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.
San Mateo 20, 1-16: ¿Vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?
Si el evangelio que la Santa Liturgia de la Iglesia nos propone para este domingo se hubiese escrito en nuestros tiempos modernos seguramente hubiésemos de acusar a Jesús de persona injusta y hasta seguramente violador de nuestros derechos humanos.  Para nuestra justa respuesta y beneficio de Jesús este evangelio fue predicado (primero por medio de la tradición oral y escrita) y escrito hace un poco más de 2000 años.

La Iglesia Católica nos ensena que para conocer verdaderamente a fondo un texto bíblico hay que ser contextualitas o sea lo contrario de la mayoría de nuestros hermanos(as) separados (y esperados para que retornen al seno de la Iglesia) los cuales son fundamentalistas.
En el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) quien cita a la Constitución Dogmática Dei Verbum Sobre La Divina Revelación (DV) del Concilio Vaticano II  nos explica esto; “Para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y de su cultura, los "géneros literarios" usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. ‘Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios [DV 12,2]’ (CIC # 110).”  Por eso si no tenemos lo antes mencionado en cuenta es muy fácil y tentador malinterpretar este evangelio que se nos ha proclamado hoy.
Hoy el Segundo Isaías (o Deutero Isaías / capítulos 40 al 55) nos exhorta a buscar a Dios mientras esta cerca.  Dentro del contexto cristiano seria buscar a Dios mientras estamos en esta vida porque después de ella será tiempo del juicio infalible que Dios ha de pronunciar.  Por eso al hagiógrafo o autor bíblico nos dice: “Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar” (Is. 55, 7).  Y concluye el autor en este párrafo del texto bíblico que la forma de pensar y razonar nuestra no es la misma que la de Dios.  Al leer este texto en nuestras Biblias encontraremos que el profeta-poeta declara lo anterior mencionado como “oráculo del Señor”.  Esto implica que lo dicho no salió de la boca del profeta en cuanto a un mero ser humano sino más bien él lo ha dicho porque el mismo Espíritu de Dios se lo ha inspirado.
Nuestra segunda lectura acoge algunos desahogos del apóstol.  Este está prisionero y algunos se valen de este momento para hacer más adolorida la realidad que está pasando el Apóstol de los Gentiles.  Pablo se siente íntimamente identificado y unido al rumbo que Cristo paso (pasión, muerte & resurrección) en su propia experiencia de vida.  Por eso nos dice: “Cristo será glorificado en mí” (Fil. 1, 20).  Porque no importa cuál sea nuestro destino o como termine este si vivimos siguiendo las huellas del Maestro nos espera el premio como tanto proclamo el mismo San Pablo.
Para poder entender el texto evangélico veamos algunos contextos.  Primero ¿a quién se le dirige esta parábola?  Esta parábola fue dirigida a ciertas personas que creían que porque estaban trabajando fuerte y arduamente se habrían de ganar con su propio esfuerzo la paga, o sea el cielo y/o el Reino de Dios.  Cuando leemos las páginas de los evangelios podríamos fácilmente poner a los fariseos como aquellos a quienes fue dirigida esta parábola.
Una vez que ya contestamos la pregunta anterior es muy recomendable meditar ¿hasta dónde y cuánto se puede asemejar nuestras vidas a quienes Jesús le dirigía esta parábola cuando fue proclamada por Él?  El evangelio que se nos proclamó hoy nos deja ver que la lógica del amor y de la gracia de Dios es muy distinta de la lógica humana. 

Sin duda alguna podemos decir que la persona que pone estadísticas del bien que realiza no tiene amor y no ha entendido el Evangelio.  Dios nos puede confundir con sus dádivas, pero debemos aprender a abrirlos y agradecer los dones que Dios en su amor y misericordia nos suele dar.  Además para lo que por alguna u otra razón hemos llegado antes al discipulado de Cristo debemos saber reconocer con humildad el plan de Dios en otras personas y en nosotros mismos. ¡Que así nos ayude Dios por la acción transformadora del Espíritu Santo!

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