Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31: Trabaja con sus hábiles manos.
Salmo Responsorial 127: R/. Dichoso el que teme al Señor.
1ra Tesalonicenses 5, 1-6: Que el día del Señor no los sorprenda como un ladrón.
San Mateo 25, 14-30: Porque has sido fiel en cosas de poco valor, entra a tomar parte en la
alegría de tu Señor.
Ya estamos llegando al final de este año (ciclo A)
litúrgico. La liturgia de nuestro Rito
Latino divide el leccionario en tres años (A, B & C) para los domingos y
para los días de la semana nos da dos opciones; año par y año impar. El Año Litúrgico comienza en Adviento y finaliza con el
domingo en que celebramos la Fiesta de Cristo Rey en año litúrgico que se esté
celebrando. Hoy celebramos el Domingo
XXXIII (33) del Ciclo A en el Tiempo Ordinario donde la Iglesia nos pide que
reflexionemos en la Parábola de los Talentos.
En este domingo la liturgia magistralmente nos
presenta la Parábola de los Talentos. De
acuerdo a esta, Dios nos premiara con mucho más si hemos sido fieles y
producido lo esperado o se nos quitara lo poco que se nos ha confiado si no
hemos producido nada. Es una gran
tentación el pensar que como ya hemos escuchado muchísimo ese texto bíblico ya
no sacaremos provecho o enseñanza para nuestra espiritual. Cualquier texto de la Biblia por el hecho de
ser Palabra de Dios siempre nos puede dar inspiraciones nuevas sin importar
cuantas veces lo hayamos leído o escuchado.
En las Sagradas Escrituras especialmente en los libros
sapienciales, frecuentemente nos afirman dos aspectos: que el ser ocioso(a) es
camino o vía segura para lograr muchos males; mientras que el ser hacendoso(a)
nos encamina a recibir muchos bienes.
El autor del Libro de los Proverbios hoy nos presenta
un poema en honor a la madre esmerada.
En Israel para los tiempos bíblico el hombre era quien dominaba. Podemos decir que el Pueblo de Israel poseía
una cultura machista y por lo tanto la mujer era muy poca apreciada. Este texto bíblico nos invita a reflexionar
en esta mal social y a ser agradecidos con el arduo trabajo que realizan las
esposas y madres.
La segunda lectura nos recuerda que el Día del Señor
vendrá en el momento menos inesperado, por lo tanto es necesaria la continua
vigilancia y por ende estar preparados en todo momento. También nos recuerda que como bautizados
debemos estar muy consiente que somos hijos de la luz. Como hijos de la luz estamos llamados a estar
sobrios y despiertos para trabajar continuamente para ganar la corona (ver
2Tim. 4, 5-8) de la vida eterna.
San Mateo nos presenta hoy la Parábola de los
Talentos. El talento equivalía
más o menos unos treinta kilos de metal precioso. La parábola de Jesús fue la que le dio a esta
palabra el sentido que tiene hoy en día.
Nos podríamos preguntar: ¿Quién es el siervo
fiel? ¿Quién es el siervo desleal? El siervo fiel es aquel(lla) con quien el
señor y patrón puede contar en todo momento en especial cuanto esté está
ausente. Mientras que el siervo infiel o
desleal es aquel(lla) que sabiendo lo que su señor espera que demos frutos
(ganar intereses) no es capaz de producir aunque sea el mínimo.
No importa cuál sea el (los) talento(s) que Dios nos
dé, estamos llamados a producir fruto(s).
Llegar y pertenecer al Reino de Dios no se logra siendo estéril sino más
bien hay que trabajar arduamente. ¿Cuán
fecunda o infructífera llevo mi vida cristiana? Recordemos que Dios me llama
personalmente (por mi nombre) para vivir en acción comunitaria por lo tanto
todos estamos llamados a ayudarnos los unos a los otros (ver Gal. 6, 2-4).
Hay ciertas cosas que debemos tener muy en cuenta a la
hora de poner en obras nuestros talentos y dones.
El egoísmo y el subjetivismo individualista que nos llevan a solo ver nuestro propio lado de las cosas es quizás más que una piedra una muralla que dificulta nuestra misión y entrega a los demás que como cristianos estamos llamados a vivir. El ser egoísta e individualista nos lleva a ir creando nuestro propio mundo lo cual nos impide ver más allá de nuestros propios intereses. Esto se convierte en obstáculo, y muchas veces posiblemente el mayor de los obstáculos cuando queremos o se nos invita a servir a los demás. Nuestra oración debe estar centrada en pedirle a Dios que vaya rompiendo y superando ese egoísmo e individualismo para llegar a ser seres más afines a la comunidad eclesial y por ende con todos los demás en especial aquellos menos afortunados.
El egoísmo y el subjetivismo individualista que nos llevan a solo ver nuestro propio lado de las cosas es quizás más que una piedra una muralla que dificulta nuestra misión y entrega a los demás que como cristianos estamos llamados a vivir. El ser egoísta e individualista nos lleva a ir creando nuestro propio mundo lo cual nos impide ver más allá de nuestros propios intereses. Esto se convierte en obstáculo, y muchas veces posiblemente el mayor de los obstáculos cuando queremos o se nos invita a servir a los demás. Nuestra oración debe estar centrada en pedirle a Dios que vaya rompiendo y superando ese egoísmo e individualismo para llegar a ser seres más afines a la comunidad eclesial y por ende con todos los demás en especial aquellos menos afortunados.
Todo ser humano nace con unas tendencias
desordenadas. Unos más y otros menos
pero esas tendencias están ahí por causa del pecado. Pero Cristo Jesús nos ha dejado unos medios
para superar dichos apegos turbulentos.
Sin duda alguna la oración y la abnegación son herramientas para superar
todo lo que nos impide obrar en caridad (o sea amor hecho acción) con los demás. Nuestra oración debe estar centrada en
pedirle a Dios que nos ayude a aprender a renunciar a sí mismo para disminuir y
frenar a los gustos y placeres desordenados para ser más desprendidos y
generosos con los demás.
Nos debemos preguntar: ¿cuán importante es la misión apostólica
en nuestra comunidad eclesial (ya sea capilla, misión, parroquia, diócesis)? Veamos el significado de las palabras “misa”
y “misión” vamos a notar que ambas tienen la misma raíz etimológica (origen
de las palabras) en su significación la cual es “ser enviado”. Hay una expresión que posiblemente nació de
algunos de los países de misión que es la siguiente: “después de la Misa a
la misión”. Esta era la metodología (por
así decirlo) de los primeros cristianos después de finalizar la Cena del Señor (o
sea la Eucaristía) salían (toda la comunidad) a evangelizar, catequizar (en
especial a los catecúmenos o candidatos al bautismo). Si los primeros cristianos lo hacían por qué no
nosotros.
La vida es un don, un talento, que el Señor nos da por
lo tanto es nuestro deber de cristiano hacerla fructificar. Este debe ser nuestro compromiso teniendo en
cuenta que Cristo no dejo el ejemplo.
Por tal razón es un ejemplo que debemos de imitar.
¡Que Dios en su Misterio Trinitario al ser una Comunidad que vive en el
Amor siempre nos guie y nos ayude a ser cada más semejantes a Dios, a su amor
que rompe todas las cadenas que atan a ser humano!
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