23 de mayo de 2015

¡La historia de la Iglesia es la historia del Espíritu Santo! Solemnidad de Pentecostés – Ciclo B

Hechos 2, 1-11: Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar.
Salmo Responsorial 103: R / Envía, Señor, tu Espíritu, a renovar la tierra. Aleluya.
1 Corintios 12, 3-7. 12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo.
Secuencia: Ven, Dios Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo tu luz, para iluminarnos.
Juan 20, 19-23: Como el Padre me ha enviado, así también los envíos yo: Reciban el Espíritu Santo.
Cuando estamos leyendo o se nos está contando sobre la historia de la Iglesia solemos solo recordar con mayor facilidad las cosas malas o negativas.  Pero se nos olvida que por una cosa mala o pecaminosa que encontraremos en la Iglesia hay 10 o más cosas buenas o santas.  Más aún muchos que estudian la Historia de la Iglesia olvidan que dejar al Espíritu Santo fuera de su estudio de la Iglesia es un error grandísimo y gravísimo.  Esto sucede porque los medios de comunicaciones influyen enormemente.  Yo he visto documentales sobre la Iglesia y su historia donde salen algunos peritos o estudiosos de este tema y donde “el Espíritu Santo brilla por su ausencia”.
No se puede negar que durante estos más de 2000 años de la historia de la Iglesia se han cometido muchos errores pero también durante ese mismo tiempo en cuestión han surgidos héroes y heroínas que han dado grandes aportes a la Iglesia y la humanidad.
En nuestras diócesis se ha hecho muy famoso acusar a los sacerdotes por abusos sexuales a menores y jóvenes.  Lamentablemente pagan “justos por pecadores”  ya que muchos de estos sacerdotes son inocentes.  Pero la mancha y el estigma ya está ahí marcada en el corazón y en el alma de ese presbítero (AKA [=] sacerdote).  Con esto no quiero justificar a los que sí han cometidos estos crímenes y se le han probado su culpabilidad, para nada.  Estos deben ser procesados por las leyes civiles y eclesiásticas en plena y con máxima justicia.
Pero hay que tener algo muy importante en cuenta. La prensa secular y otros medios de comunicaciones seculares han querido “crucificar” a la Iglesia (por ende a los Papas y al Magisterio). Mientras estas cosas sucede que han habido 50 a 1 (50 de cada 1 sacerdote involucrado en estas situaciones) que tratan esmeradamente vivir una vida de santidad. Estos que llevan una vida de oración, una vida de virtudes, una vida sacramental ya sea que la viven o que la celebran más tienen y gran celo apostólico y pastoral para con sus hermanos(as) en la comunidad eclesial. 
Recordemos la promesa que le hace Jesucristo a la Iglesia cuando le encomienda el primado de la Iglesia a Pedro que “las puertas del abismo (infierno, hades, o muerte usan otras versiones bíblicas) no podrán vencerla” (ver Mt. 16, 18).  El Espíritu Santo se ha encargado de mantener esta promesa de Jesús para con la Iglesia.
Para apreciar debidamente la Fiesta de Pentecostés es muy conveniente recordar y reconstruir algunos elementos fundamentales para que nos ayuden mejor a visualizar esta reflexión.  Pentecostés en cuanto a festividad judía desde sus inicios era llamada la “Fiesta de la Siega o Gavillas” ya que se le ofrecían a Dios las primeras gavillas o las primicias de la nueva cosecha (ver Ex. 23, 16) y se le daba gracias por los frutos de la tierra.  Además se le llamaba “Fiesta de las Semanas”, ya que se realizaba siete semanas después de la Pascua, de ahí que le nombraba Pentecostés que quiere decir quincuagésimo día.  Esta fiesta judía después del destierro de Babilonia se comenzó espiritualizar para que el pueblo recordara la estipulación y la promulgación de la Alianza en el Sinaí entre Dios (Señor Soberano) y su pueblo (vasallo subordinado).
Todos los discípulos se hallaban orando congregados juntos, en el día de Pentecostés, con María la Madre del Señor y de la Iglesia.  Estos se hallaban orando arduamente por nueve (9) días entre la Ascensión del Señor  y Pentecostés.  De aquí es que tenemos el origen de la tradición en la Iglesia de los novenarios.
Tengamos en cuenta lo siguiente: si Maria no hubiese estado con los Apóstoles y los discípulos en Pentecostés, esta festividad hubiese estado incompleta.  Recordemos que María se había consagrado como la esclava del Señor cuando la visito el ángel para anunciar que de su vientre nacería el Salvador y Redentor del mundo.  María vivió esta consagración tanto en las buenas como en las malas.  María se solidarizó por completo con su Hijo especialmente cuando Jesús pasó las más duras pruebas.
San Lucas nos detalla muy bien la actuación del Espíritu Santo. Este produjo “un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban” (Hch. 2, 2). Además “se aparecieron lenguas de fuego que se depositaban en cada uno de ellos” (Hch. 2, 3).  También todos los presentes en Jerusalén de distintas parte del imperio romano (y hasta de más allá) los entendían hablar en sus respectivos idiomas.
Lamentablemente este don de lengua se ha malinterpretado y muchas veces usado incorrectamente. Según el Padre Jordi Rivero “se le llama don de lenguas a diferentes dones”.  
Estos son:
1.     El don de hablar un idioma que no se ha aprendido por la vía natural (o sea por medio del estudio o aprendido en el hogar).
2.       Profecía en lenguas… es el don de pronunciar profecías en un lenguaje ininteligible o desconocido por los que están presente.  Estas palabras pueden ser interpretadas por alguien con el don de interpretación (sea porque conoce el lenguaje naturalmente o por un don especial).
3.       Orar en lenguas o canto de júbilo.  Este don es muy diferente a los anteriores.  Este se expresa, con sonidos ininteligibles, la devoción que no se puede poner en palabras.  Se ha comparado con el canto gregoriano, cuando este extiende las sílabas en una hermosa armonía de alabanza.
El Padre Jordi nos indica que debemos tener mucho cuidado porque de la misma forma que el don puede ser usado para en bien también puede ser utilizado para el mal.  Por eso le toca a los pastores (obispos, párrocos y sacerdotes) discernir la veracidad y uso apropiado de los dones.
San Pablo continúa con la corrección por los excesos en la comunidad de los Corintios.  Es el Espíritu Santo quien nos guía en nuestra fe en Cristo Jesús como nuestro salvador y redentor.  En voz alta cualquiera podría decir “Jesús en el Señor” pero en el interior y en nuestro corazón y más con nuestro diario testimonio de vida cristiana es el Espíritu Santo quien nos mueve a aceptar a Jesús como Señor y Salvador.   Y de esta forma otros pueden decir ese es un (una) hombre (mujer) de Dios.  No porque solo busque su propio bienestar sino porque el bien de la comunidad.
Con nuestros dones, con nuestros carismas, con el servicio que podamos prestar en la Iglesia deben estar destinados para el bien común de la comunidad eclesial.   El Espíritu Santo siempre nos llevara a la unidad nunca a la división.  Por eso como miembros de la comunidad estamos llamados a la oración de acción de gracia (eucaristía) y de petición de dones y carismas para que toda la comunidad crezca en el amor de Dios y lo sepa manifestarlo a los demás.
San Juan en su evangelio no dice como llego y entro a la casa donde estaban los apóstoles y discípulos.  Nos dice que dicha casa estaba a puerta cerrada.  De acuerdo al tipo de construcción en ese entonces era, si no imposible entrar a una casa que estuviera totalmente cerrada.
“La paz sea con ustedes” esta es la aclamación y saludo que escuchamos por excelencia en boca de Jesús después de resucitado.  Luego le enseño sus manos y su costado y al conocerlo se llenaron de alegría y entusiasmo.  Nuevamente Jesús saluda con su aclamación pero aquí va el llamado y envió que le hace el Señor.  Recordemos que las palabras misión y misa poseen la mis raíz etimológica y significado y esta es ser enviado.
Nos dice el texto neotestamentario que soplo sobre ellos y les dice: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar” (Jn. 20, 23).  Aquí podemos apreciar como Jesús (Dios y Hombre Verdadero) instituye el Sacramento de la Reconciliación.  Es muy importante entender esta combinación del Espíritu Santo y la Reconciliación.  Dios está ajeno al pecado (como el agua y el aceite) o sea Dios no compagina con el pecado.
Hoy y siempre pidamos el Espíritu Santo con sus dones, sus frutos y sus carismas.  La efusión del Espíritu Santo no está destinada única y exclusivamente a la Renovación Carismática sino que es para toda la Iglesia o sea todos los bautizados. Y sé que muchos dirán “ya yo tengo el Bautismo y la Confirmación y tengo el Espíritu Santo”.   Pero ¿se nota ese Espíritu Santo en mi vida?  Cada cual debe contestarse esa pregunta.
¡Pidamos el primero y gran don de Dios que es el mismo Espíritu Santo!  Que llene nuestros corazones y todo nuestro ser.  Como comienza la Secuencia de Pentecostés digamos: “Ven, Dios Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo tu luz, para iluminarnos”.  ¡Ven Espíritu Santo y envía desde el Cielo un rayo de luz!  

Recuerda… ¡Pentecostés es la Epifanía de la Iglesia!

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