15 de mayo de 2015

¡Señor yo quiero ascender contigo al Cielo! Solemnidad de la Ascensión del Señor – Ciclo B

Hechos 1, 1-11: Se fue elevando a la vista de sus apóstoles.
Salmo Responsorial 46: R/ Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Efesios 1, 17-23: Lo hizo sentar a su derecha en el cielo.  
Efesios 4, 1-13: Hasta que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.*
Marcos 16,15-20: Subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios.
Contrario a la Resurrección del Señor la Ascensión de Jesucristo tal como nos narran San Lucas (en los Hechos de los Apóstoles) y San Marcos ocurrió estando los discípulos presente. Pero esto que nos narran tanto Lucas como Marcos nos dice algo muy importante para todos los bautizados. Ya que Cristo sufrió su pasión, muerte en la Cruz y venció la muerte al resucitar, todos los miembros de la Iglesia por medio del bautismo (Ver Rm. 6, 1-20) y muertos al pecado renacemos a una vida nueva. Así cada uno de nosotros también resucitaremos y ascenderemos ante la presencia Real, Infinita y Beatifica del Padre y de esta forma ser coherederos del Reino de Dios que el mismo Jesús nos prometió con gran insistencia.

Hoy la Palabra de Dios no solo nos habla de un evento que sucedió en el pasado sino que nos expone lo que es o está sucediendo actualmente pero más aún nos atestigua lo que sucederá en el futuro. En esto estriba la trascendencia de lo que nos habla hoy la Palabra de Dios en que Jesús al obrar no obra para sí mismo sino más bien actúa para el bien de todos nosotros. Entonces no debemos preguntar: ¿Qué actitudes debemos asumir ante estas promesas grandiosas que nos hace el Señor? Nuestra actitud debe ser una llena de gozo ya que estamos hablando de una de las promesas más importante para nuestra vida cristiana.
San Lucas en los Hechos de los Apóstoles nos presenta el relato de la Ascensión del Señor.  Este relato lucano de los Hechos es el que más detalles nos presenta entre todos los evangelios. En los tiempos apostólicos (o sea en los inicios) de la Iglesia la Ascensión formo parte del kerigma o primer anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo. Esto de por si nos deja ver la gran importancia que tuvo este evento para el desarrollo de las nuevas comunidades cristianas que se iban fundando. Nos debemos preguntar: ¿sigue teniendo esa importancia trascendental actualmente este evento para el bien de nuestras comunidades eclesiales? ¿Si no fuera así como tenemos que trabajar y contribuir para lograr este propósito?
Veamos y reflexionemos en algunos de los detalles que nos presenta Lucas. Les dio numerosas pruebas de que estaba vivo. Con esta declaración ya se nos deja ver que la Resurrección del Señor no fue una “visión o alucinación colectiva” como han afirmado algunos “estudiosos”. También se nos dice que los apóstoles y los primeros discípulos fueron testigos de Jesús animados por el Espíritu Santo. ¿Somos nosotros testigos animados e inspirado por el Espíritu Santo? ¿Nuestra vida y nuestro testimonio dicen y reflejan que le Señor resucito y está en el Cielo (= es la Presencia Eterna y Beatifica del Dios) junto al Padre Dios?
El hagiógrafo (autor bíblico) nos dice que Jesús está sentado a la derecha de Dios Padre. Es muy común escuchar la expresión que esta persona (algún familiar o algún amigo, etc.) sea “nuestra mano derecha”. Cuando usamos esta expresión estamos afirmando que tenemos la confianza plena en dicha persona para que haga gestiones en nuestro nombre. 
El Catecismo de la Iglesia Católica nos explica que significa e implica el que el Hijo de Dios este sentado a la derecha del Padre (ver CIC # 659 al 667). “Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: ‘A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás’ {Dn. 7, 14}. A partir de este momento, los Apóstoles se convirtieron en los testigos del ‘Reino que no tendrá fin’ {Símbolo de Niceno-Constantinopolitano: DS 150} (CIC # 664). El mismo catecismo también nos explica citando a uno de los grandes Padre de la Iglesia que es estar sentado a la derecha: “Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada” {San Juan Damasceno, Expositio fidei # 75 [De fide orthodoxa, 4, 2]: PG 94, 1104} (CIC # 663).
San Pablo en su carta a los Efesios nos indica que estamos llamados a vivir la esperanza por “una gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los que son suyos” (Ef. 1, 18).  Esta es una esperanza que hizo tambalear el inmovilismo o resistencia al cambio de las sociedades antiguas.  Cualquier similitud con nuestra actualidad no es mera coincidencia.  Por eso hay que decir que fe y esperanza van juntas pero ambas no pueden ser inactividad sino actividad que nos lleva al fin y al cabo al que es todo Amor.  Para vivir de ese amor y en ese amor conmigo mismo y con todos los demás aquí y en la eternidad.
Esta carta paulina también nos expone que Jesús quien es la Cabeza de la Iglesia está sentado a la derecha del Padre. Ya he explicado esto previamente (ver CIC # 659 al 667). Pablo expone la Ascensión (quizás de forma indirecta) como la consecuencia final, sin preocuparse de la descripción de cómo sucedió. Lo que importa para él es que Jesús "está sentado a la derecha de Dios en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación. Y Dios Padre todo lo puso bajos sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo" (Ef. 1, 21–22). Como consecuencia lógica Jesús es declarado y atestiguado por el Padre como Rey de reyes y Señor de señores.
Una de las ventajas que nos da o proporciona el evangelio es que rompe con las fronteras y barreras.  San Marcos acentúa con gran énfasis el mandato que Cristo les da ante de su ascensión de ir anunciar (predicar) la Buena Nueva de Jesucristo a todas las naciones.  La historia de la Iglesia nos demuestra como esto se ha realizado. Luego del kerigma se iniciaba el tiempo del catecumenado para luego recibir los sacramentos de la Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación {o Crismación en oriente} y la Comunión). Desde del bautismo vamos caminando en la fe (ver Heb. 11, 1).  Recordemos que la fe además de ser una virtud teologal (junto a la esperanza y la caridad {= amor hecho acción}) es también una bienaventuranza (ver Jn. 20, 29).
Cristo subió al Cielo pero recordemos que Él nos prometió estar presente y vivo en la Comunidad Eclesial que su Cuerpo y más aún Él nos prometió su presencia real en la Eucaristía (ver capítulo 6 del Evangelio de San Juan). Cristo por medio de sus acciones, milagros o signos nos invita a vivir la santidad. Por medio de la santidad somos separados o sacados aparte para vivir como lo hizo Cristo Jesús.
El Señor sube al Cielo a la Morada Eterna del Padre pero no estamos solos Él nos prometió al otro Paráclito (=Espíritu Santo quien es nuestro defensor y abogado) el cual no solo gobierna nuestras vidas (si le dejamos) sino que también gobierna, guía y santifica a la Iglesia. Pidamos los dones al Espíritu Santo para que se transformen en frutos y así que nuestra vida eclesial sea una de testimonio y motive a otros vivir esta santidad que brota del Corazón Amoroso de Jesucristo.
¡Oh Espíritu Santo eleva un día mi corazón y mi ser a la Patria Celestial del Padre Misericordioso donde su Hijo Amado está a su derecha!
* Nota: la liturgia para esta Solemnidad de la Ascensión del Señor en el Ciclo B nos da varias opciones para la segunda lectura. Simplemente decidí reflexionar en Efesios 1, 17-23 por entenderlo más apropiado.


PD: “Nadia ha subido el Cielo, sino aquel que ha bajado del Cielo” (San Agustín).

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