El tiempo pascual finaliza con la
Solemnidad de Pentecostés o sea 50 días después de la Resurrección del Señor. Pero al iniciar el Tiempo Ordinario (segunda
parte del TO con la semana VIII) la Iglesia nos propones varias fiestas
solemnidades litúrgicas (Santísima Trinidad y el Cuerpo y la Sangre de Nuestro
Señor Jesucristo o Corpus Christi) que nos dan ese sabor a pascua. Con estas dos solemnidades la Iglesia también
por brinda la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (que este año 2015 corresponde
al viernes 12 de junio) que también nos da esas pinceladas pascuales para
nuestra vida cristiana.
Hoy celebramos el Misterio de los
misterios dentro del Cristianismo, la Santísima Trinidad. Pero es muy conveniente definir lo que es el
misterio dentro de las religiones monoteístas (en especial con el judaísmo y el
cristianismo). Contrario a lo que la
sociedad y el mundo nos quieren hacer ver sobre el misterio que es aquello que
está completamente oculto para nuestra religión cristiana el misterio es
aquello que Dios nos ha revelado pero que no conocemos del todo.
San Agustín el Obispo de Hipona narra
que mientras el paseaba un día por la playa, pensando en el misterio de la
Trinidad, se encontró a un niño que había hecho un hoyo en la arena y con una
concha llenaba el agujero con agua de mar. El niño corría hasta la orilla,
llenaba la concha con agua de mar y depositaba el agua en el hoyo que había
hecho en la arena. Viendo esto, San Agustín se detuvo y preguntó al niño por
qué lo hacía, a lo que el pequeño le dijo que intentaba vaciar toda el agua del
mar en el agujero en la arena. Al escucharlo, Agustín le dijo al niño que eso
era imposible, a lo que el niño respondió que si aquello era imposible hacer,
más imposible aún era el tratar de descifrar el misterio de la Santísima
Trinidad.
Para los católicos las fuentes de la
Revelación divina son: la Tradición Apostólica[1] y la
Palabra de Dios escrita (o sea la Biblia[2]). El Antiguo Testamento nos brinda una
revelación que se fue dando poco a poco o sea progresivamente por medio da la
alianza de amor con Noé, Abraham, Moisés, los profetas[3]. Pero debemos estar conscientes y como la
Iglesia nos enseña que Jesucristo es la culminación de la revelación de Dios
(ver DV # 4[4] &
CIC # 65-67). Más aun el Evangelista San
Juan nos dirá al comenzar su texto neotestamentario que Jesús es la Palabra o
más bien el Verbo[5].
Es muy conveniente preguntarnos como
se nos ha revelado la Trinidad Santa que es un solo Dios. Es Jesús con su ejemplo más que con discursos
quien nos revela al Padre y al Espíritu Santo.
Luego el mismo Espíritu Santo confirmara y testificara a los apóstoles y
las primeras comunidades cristianas que Dios es un solo Dios con tres divinas
personas.
La primera lectura (Dt 4, 32-34.
39-40) nos presenta un fragmento del primer discurso de Moisés a modo de
catequesis para el pueblo de Israel. La
raíz de este discurso es la presentación del monoteísmo o sea que hay un solo
Dios. El autor bíblico nos recuerda que
el pueblo de Israel (y nosotros) tiene unas raíz tan profunda que se inicia con
Adán en la Creación. Se nos recuerda
también que es de suma importancia el cumplimiento de los Mandamientos de la Ley
de Dios.
Nos debemos preguntar: ¿Qué es lo
esencial e importante para la Biblia (y por ende la Palabra de Dios)? Yo sé que muchos dirán “creer que Dios
existe”, la verdad eso no es. Lo
importante para la Biblia estriba en reconocer que Dios en su infinito amor
eligió a Israel (y después de Cristo a nosotros los bautizados) para una misión
única y particular en este mundo. Para
cumplir esto es de vital importancia reconocer que Dios es el único Dios y que
Israel y los cristianos (como la extensión y ramificación del pueblo de Israel)
como pueblo elegido somos diferente a los demás pueblos de la tierra.
El Salmo 32 y hoy cantamos o
proclamamos es una bella descripción de lo que acabo de mencionar. El salmista finaliza recordándonos que
nuestra esperanza debe estar puesta en Dios.
Dios es nuestra esperanza ya que Él es nuestro amparo y ayuda. Estas líneas esperanzadoras finalizan con una
plegaria en la que pedimos que el Dios Altísimo se muestre bondadoso ya que
confiamos en El plenamente hemos confiado.
En la segunda lectura (Rm. 8, 14-17)
se nos enfatiza la vida del creyente guiada por el Espíritu Santo. Basado en el ejemplo de la humanidad de
Cristo el Espíritu Santo cuando lo permitimos nos va renovando y transformando
de forma tal que nuestra humanidad se dignifica y se hace más humana tal como
lo quería Dios ante de la caída del pecado del hombre. De esta forma debemos entender que ser
cristiano implica ser hijos de Dios en toda su plenitud guiados por el Espíritu
de Dios.
Es el Espíritu Santo es quien certifica
nuestra libertad con la que escogemos a Dios como sumo bien. Recordemos como he explicado antes que la
libertad siempre debe obrar para el bien.
Nos debemos preguntar: ¿Hay algún mayor bien que el mismo Dios? Para lo que hemos tenido una experiencia
personal íntima con Dios sabemos que no hay mayor bien que Dios.
Otros fuera de nuestro ámbito de la
vida cristiana comprometida nos preguntarían y porque. Por qué Dios es amor y no hay mayor bien que
el amor dado y brindado a la manera de Dios.
Y a esto estamos llamados los
cristianos a amar al ejemplo de Cristo Jesús dándonos totalmente como lo hizo
El en la Cruz.
Este mismo Espíritu de Dios motivado
en esa verdadera libertad nos hace llamar a Dios Padre. Aquí lo que el Espíritu Santo está haciendo
es reforzar lo que ya Jesucristo ha realizado (ver Mt. 6, 9–22). Ya que es Cristo Jesús quien nos enseña
llamar a Dios no solo un simple padre sino “Abba” o sea Papito Amado (o
Padre Amantísimo).
El evangelio (Mt. 28, 16-20) vemos a
Jesús dando instrucciones precisas. San
Paciano de Barcelona (siglo IV d.C.) nos dejó una célebre cita: “Cristiano es
mi nombre, y católico mi apellido. El primero me denomina, mientras que el otro
me instituye específicamente. De esta manera he sido identificado y
registrado... Cuando somos llamados católicos, es por esta forma, que nuestro
pueblo se mantiene alejado de cualquier nombre herético.” “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en
la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo
cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días,
hasta el fin del mundo”. Aquí podemos no
solo ver que debemos ser bautizados en el nombre de la Trinidad Santa Un solo
Dios sino que denota que nuestra misión es universal o sea católica.
La fe en Padre, en Hijo y en el
Espíritu Santo debe ser una fe que se defina y muestre con obras como dice
Santiago (ver Sant. 2, 14–26).
Recordemos que la fe es cuestión de creer y no de ver. Pero esta fe debe estar acompañada siempre
por la esperanza y la caridad (= amor hecho acción).
¡Gloria al Padre, y al
Hijo y al Espíritu Santo como era en un principio ahora y siempre por los
siglos de los siglos! Amén.
[1] La Tradición
Apostólica esta magistralmente recopilada en el Catecismo de la Iglesia
Católica {CIC}.
[2] Si deseas conocer ¿Cómo
se formó la Biblia? puedes ver los siguientes enlaces…
[3] Los profetas fueron
las voces de Dios para recordar a los reyes y al pueblo de Israel su Santa
Alianza, una alianza de Amor.
[4] Concilio Vaticano II,
Constitución Dogmática Dei Verbum {DV} sobre la Divina Revelación # 4.
[5] Recordemos que el
verbo denota la acción en la oración (gramaticalmente hablando). De esta misma forma Jesucristo como Verbo de
Dios es la Palabra en acción que quiere salvarnos… (ver Jn. 1, 1–3; Col. 1,
16).
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