28 de mayo de 2015

¡Me quede con sabor a Pascua! Solemnidad de la Santísima Trinidad (Ciclo B)

El tiempo pascual finaliza con la Solemnidad de Pentecostés o sea 50 días después de la Resurrección del Señor.  Pero al iniciar el Tiempo Ordinario (segunda parte del TO con la semana VIII) la Iglesia nos propones varias fiestas solemnidades litúrgicas (Santísima Trinidad y el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo o Corpus Christi) que nos dan ese sabor a pascua.  Con estas dos solemnidades la Iglesia también por brinda la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (que este año 2015 corresponde al viernes 12 de junio) que también nos da esas pinceladas pascuales para nuestra vida cristiana.

Hoy celebramos el Misterio de los misterios dentro del Cristianismo, la Santísima Trinidad.  Pero es muy conveniente definir lo que es el misterio dentro de las religiones monoteístas (en especial con el judaísmo y el cristianismo).  Contrario a lo que la sociedad y el mundo nos quieren hacer ver sobre el misterio que es aquello que está completamente oculto para nuestra religión cristiana el misterio es aquello que Dios nos ha revelado pero que no conocemos del todo.
San Agustín el Obispo de Hipona narra que mientras el paseaba un día por la playa, pensando en el misterio de la Trinidad, se encontró a un niño que había hecho un hoyo en la arena y con una concha llenaba el agujero con agua de mar. El niño corría hasta la orilla, llenaba la concha con agua de mar y depositaba el agua en el hoyo que había hecho en la arena. Viendo esto, San Agustín se detuvo y preguntó al niño por qué lo hacía, a lo que el pequeño le dijo que intentaba vaciar toda el agua del mar en el agujero en la arena. Al escucharlo, Agustín le dijo al niño que eso era imposible, a lo que el niño respondió que si aquello era imposible hacer, más imposible aún era el tratar de descifrar el misterio de la Santísima Trinidad.
Para los católicos las fuentes de la Revelación divina son: la Tradición Apostólica[1] y la Palabra de Dios escrita (o sea la Biblia[2]).  El Antiguo Testamento nos brinda una revelación que se fue dando poco a poco o sea progresivamente por medio da la alianza de amor con Noé, Abraham, Moisés, los profetas[3].  Pero debemos estar conscientes y como la Iglesia nos enseña que Jesucristo es la culminación de la revelación de Dios (ver DV # 4[4] & CIC # 65-67).  Más aun el Evangelista San Juan nos dirá al comenzar su texto neotestamentario que Jesús es la Palabra o más bien el Verbo[5].
Es muy conveniente preguntarnos como se nos ha revelado la Trinidad Santa que es un solo Dios.  Es Jesús con su ejemplo más que con discursos quien nos revela al Padre y al Espíritu Santo.  Luego el mismo Espíritu Santo confirmara y testificara a los apóstoles y las primeras comunidades cristianas que Dios es un solo Dios con tres divinas personas.
La primera lectura (Dt 4, 32-34. 39-40) nos presenta un fragmento del primer discurso de Moisés a modo de catequesis para el pueblo de Israel.  La raíz de este discurso es la presentación del monoteísmo o sea que hay un solo Dios.  El autor bíblico nos recuerda que el pueblo de Israel (y nosotros) tiene unas raíz tan profunda que se inicia con Adán en la Creación.  Se nos recuerda también que es de suma importancia el cumplimiento de los Mandamientos de la Ley de Dios. 
Nos debemos preguntar: ¿Qué es lo esencial e importante para la Biblia (y por ende la Palabra de Dios)?  Yo sé que muchos dirán “creer que Dios existe”, la verdad eso no es.  Lo importante para la Biblia estriba en reconocer que Dios en su infinito amor eligió a Israel (y después de Cristo a nosotros los bautizados) para una misión única y particular en este mundo.  Para cumplir esto es de vital importancia reconocer que Dios es el único Dios y que Israel y los cristianos (como la extensión y ramificación del pueblo de Israel) como pueblo elegido somos diferente a los demás pueblos de la tierra. 
El Salmo 32 y hoy cantamos o proclamamos es una bella descripción de lo que acabo de mencionar.  El salmista finaliza recordándonos que nuestra esperanza debe estar puesta en Dios.  Dios es nuestra esperanza ya que Él es nuestro amparo y ayuda.  Estas líneas esperanzadoras finalizan con una plegaria en la que pedimos que el Dios Altísimo se muestre bondadoso ya que confiamos en El plenamente hemos confiado.
En la segunda lectura (Rm. 8, 14-17) se nos enfatiza la vida del creyente guiada por el Espíritu Santo.   Basado en el ejemplo de la humanidad de Cristo el Espíritu Santo cuando lo permitimos nos va renovando y transformando de forma tal que nuestra humanidad se dignifica y se hace más humana tal como lo quería Dios ante de la caída del pecado del hombre.  De esta forma debemos entender que ser cristiano implica ser hijos de Dios en toda su plenitud guiados por el Espíritu de Dios. 
Es el Espíritu Santo es quien certifica nuestra libertad con la que escogemos a Dios como sumo bien.  Recordemos como he explicado antes que la libertad siempre debe obrar para el bien.  Nos debemos preguntar: ¿Hay algún mayor bien que el mismo Dios?  Para lo que hemos tenido una experiencia personal íntima con Dios sabemos que no hay mayor bien que Dios. 
Otros fuera de nuestro ámbito de la vida cristiana comprometida nos preguntarían y porque.  Por qué Dios es amor y no hay mayor bien que el amor dado y brindado a la manera de Dios.   Y a esto estamos llamados los cristianos a amar al ejemplo de Cristo Jesús dándonos totalmente como lo hizo El en la Cruz.
Este mismo Espíritu de Dios motivado en esa verdadera libertad nos hace llamar a Dios Padre.  Aquí lo que el Espíritu Santo está haciendo es reforzar lo que ya Jesucristo ha realizado (ver Mt. 6, 9–22).  Ya que es Cristo Jesús quien nos enseña llamar a Dios no solo un simple padre sino “Abba” o sea Papito Amado (o Padre Amantísimo).
El evangelio (Mt. 28, 16-20) vemos a Jesús dando instrucciones precisas.  San Paciano de Barcelona (siglo IV d.C.) nos dejó una célebre cita: “Cristiano es mi nombre, y católico mi apellido. El primero me denomina, mientras que el otro me instituye específicamente. De esta manera he sido identificado y registrado... Cuando somos llamados católicos, es por esta forma, que nuestro pueblo se mantiene alejado de cualquier nombre herético.”  “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.  Aquí podemos no solo ver que debemos ser bautizados en el nombre de la Trinidad Santa Un solo Dios sino que denota que nuestra misión es universal o sea católica.
La fe en Padre, en Hijo y en el Espíritu Santo debe ser una fe que se defina y muestre con obras como dice Santiago (ver Sant. 2, 14–26).  Recordemos que la fe es cuestión de creer y no de ver.  Pero esta fe debe estar acompañada siempre por la esperanza y la caridad (= amor hecho acción). 
¡Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos! Amén.



[1] La Tradición Apostólica esta magistralmente recopilada en el Catecismo de la Iglesia Católica {CIC}.
[3] Los profetas fueron las voces de Dios para recordar a los reyes y al pueblo de Israel su Santa Alianza, una alianza de Amor.
[4] Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Dei Verbum {DV} sobre la Divina Revelación # 4.
[5] Recordemos que el verbo denota la acción en la oración (gramaticalmente hablando).  De esta misma forma Jesucristo como Verbo de Dios es la Palabra en acción que quiere salvarnos… (ver Jn. 1, 1–3; Col. 1, 16).

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