Cristo se acomodó, se adaptó (y se
acordó de) a la pobreza del entendimiento del hombre. De esta forma, nos enseña a base de parábolas
o sea a base de comparaciones de las cosas comunes de la vida diaria para que
podamos comprender algo de los grandes misterios de Dios. De esta forma ya como Él ha ejercido la
paciencia y la humildad para con cada uno de nosotros también nos invita a que
seamos pacientes y humildes para con la obra de Dios.
Ya que esta va creciendo poco a poco
en cada uno, similar va creciendo paulatinamente en cada familia, y por ende gradualmente crece cada comunidad. De esta forma podríamos decir que a este
domingo le podríamos llamar “el Domingo del poco a poco o sea el Domingo de
la paciencia”. Para que de esta
forma aprendamos que aunque sea humilde nuestro inicio en los caminos de la fe
y de la vida de apostolado, podamos comprender que en esa humildad que esta la
firmeza del don de Dios. Pero también es
esa humildad esta la promesa de lo que es realmente grande según la visión de
Dios.
Ese fue el ejemplo que nos dejó
Cristo Jesús. Desde la humildad y una
existencia casi anónima y con un espíritu de servicio (ver Mt. 20, 26-28) para
con todos ya podemos apreciar cómo desde su Encarnación ha recorrido e
influenciado de una forma u otra en la historia entera de la humanidad. Más aún podemos ver como Él ha sido y sigue
siendo el eje central dentro la historia
humana ya sea previa y posterior a su existencia terrenal.
La primera lectura (Ezequiel 17,
22-24) nos presenta un poema anunciando la restauración de la futura era
mesiánica. El autor bíblico nos presenta
la pedagogía desconcertante de Dios.
Aquí podemos ver como Dios es un Señor que humilla y ensalza y de esta
forma el hagiógrafo (autor bíblico) nos quiere dejar saber que las decisiones y
decretos de Dios son definitivos y eficaces.
Esta mentalidad seguirá latente en la esperanza del Pueblo Judío y que
fue expresado muy bien la Madre del Señor Jesús: “derribó a los potentados
de sus tronos y exaltó a los humildes” (Lucas 1, 52).
Este texto del profeta Ezequiel hay
que entenderlo desde el contexto de los reyes y reinados de oriente de ese entonces.
Los reyes más poderosos
al conquistar por las armas los reinos vecinos solían disponer
de estos a su antojo. De esta forma los poderosos se proclamaban árbitros para
todos los asuntos de la vida de sus súbditos.
Este texto bíblico nos está diciendo que si la decisión de un rey
poderoso podía fallar las decisiones de Dios son inmutables, seguras e invariables.
En la segunda lectura (2Corintios
5,6-10) San Pablo pone un gran empeño en demostrarnos la importancia de la
esperanza cristiana para la vida de todo bautizado. Al estar de paso por esta
vida nos debe mover en la vida cristiana la luz de la fe y la fuerza de la
esperanza. Estas dos (fe y esperanza)
deben siempre estar marcadas y guiadas por el amor hecho acción que suele llamada
la caridad. En este sentido estamos
llamados a compartir nuestra fe y animarnos unos a otros en la esperanza pero
siempre desde la perspectiva que nos mueve siempre el amor a Dios y al prójimo.
Ya que el Amor mismo es Dios en su más
pura esencia. Si nos falta el amor lo
demás sea lo que sea pierde el sentido de ser (ver 1 Cor. 13, 13 & 1 Jn. 4,
7-21).
Sin duda alguna podemos literalmente
escribir una lista “casi infinita” de razones por las cuales darle
gracias a Dios. Si preguntásemos cual
debería ser lo primero en esta lista sin duda seria el amor de Dios para con
nosotros. Así lo proclamamos en el Salmo
Responsorial: “Que bueno es darte gracias, Dios altísimo y celebrar tu
nombre, pregonando tu amor cada mañana y tu fidelidad, todas las noches”
(Sal. 92 (91), 2).* De hecho la palabra Eucaristía (que
proviene del griego) significa acción de gracias. No hay mayor razón por la cual dar gracias a
Dios en la Eucaristía que por el amor que Él nos da a cada uno de nosotros y a
nuestro matrimonio y/o familia, después debemos dar gracias por los bienes y
dones que Dios nos da en su infinito amor y misericordia.
Claro está en la Eucaristía el
presbítero (actuando in Persona Christi) ofrece el Sacrificio de Cristo
Inmolado en el altar que se da por completo a su pueblo. Este es el Mayor Sacrificio que ofrecemos y
con este podemos y debemos ofrecer nuestros sacrificios (que son minúsculos
comparados al de Cristo) de la vida diaria.
Podemos decir que el Sacrificio de Cristo es Sacrificio de Amor y por
Amor mientras que el nuestro intenta al menos ser por amor.
En este texto evangélico San Marcos
(Mc 4, 26-34) recoge dos parábolas del Señor.
En estas parábolas es común el concepto del crecimiento de lo que se
siembra por medio del cultivo. Israel
fue un pueblo (y sigue siendo) un pueblo que dependía (que depende) de la
agricultura.
La primera parábola (Mc. 4, 26-29) se
trata de la confianza que debemos de tener los que trabajamos por el Reino de
Dios. Todo llegará a su tiempo y como
muy bien solía decir mi abuelo: “Dios sabe lo que hace y porque lo hace”. Por eso con confianza no es nuestra misión
el preocuparnos por los resultados y frutos que no veamos. Si Dios nos llama a poner y esparcir las
semillas pues enfoquémonos en hacer lo que el Señor nos comisiona. Aquí en nuestras facetas debemos tener muy
presente saber vivir y ejercitar las virtudes (en especial la fe, la esperanza
y la caridad) y pedirle al Espíritu Santo sus dones para poder llevar a cabo lo
que se nos encarga.
El grano de mostaza es una de las imágenes que
nos presenta el Nuevo Testamento que nos quiere dar una idea más clara del
crecimiento del Reino de Dios. Desde los
inicios de la Historia de la Iglesia esta nos ha mostrado el deseo de Cristo de
que su Iglesia como comunión de comunidades tenga una sola cabeza, lazos afines
y comunes, una misma fe, un solo bautismo, y un mismo propósito de evangelizar,
ya que nos convoca un Solo Señor (ver Ef. 4, 1-5).
¡Espíritu Santo renueva y reunifica a
la Iglesia para vivir en el único amor que es el tuyo!
_______
Nota: * Los Salmos en las Biblias la numeración de
los salmos es diferente en la Biblia hebrea que en la griega. Primero transcribe el número en hebreo y
entre paréntesis el número griego que es usado en la liturgia. Por eso en nuestras Biblias vamos a ver
numeradas del 1 al 9 solo (ej. Salmo 1, Salmo 8) y del salmo 10 (este Salmo en
la mayoría de las Biblias suele estar titulado “continuación del salmo
anterior”) en adelante será enumerado de la siguiente forma {Salmo 10 (9)}.
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