13 de junio de 2015

¡Dios hace Grandes Cosas de las cosas que son o suelen parecer muy pequeñas! Domingo XI Tiempo Ordinario (Ciclo B)

Cristo se acomodó, se adaptó (y se acordó de) a la pobreza del entendimiento del hombre.  De esta forma, nos enseña a base de parábolas o sea a base de comparaciones de las cosas comunes de la vida diaria para que podamos comprender algo de los grandes misterios de Dios.  De esta forma ya como Él ha ejercido la paciencia y la humildad para con cada uno de nosotros también nos invita a que seamos pacientes y humildes para con la obra de Dios.

Ya que esta va creciendo poco a poco en cada uno, similar va creciendo paulatinamente en cada familia,  y por ende gradualmente crece cada comunidad.  De esta forma podríamos decir que a este domingo le podríamos llamar “el Domingo del poco a poco o sea el Domingo de la paciencia”.  Para que de esta forma aprendamos que aunque sea humilde nuestro inicio en los caminos de la fe y de la vida de apostolado, podamos comprender que en esa humildad que esta la firmeza del don de Dios.  Pero también es esa humildad esta la promesa de lo que es realmente grande según la visión de Dios.
Ese fue el ejemplo que nos dejó Cristo Jesús.  Desde la humildad y una existencia casi anónima y con un espíritu de servicio (ver Mt. 20, 26-28) para con todos ya podemos apreciar cómo desde su Encarnación ha recorrido e influenciado de una forma u otra en la historia entera de la humanidad.  Más aún podemos ver como Él ha sido y sigue siendo el eje central dentro  la historia humana ya sea previa y posterior a su existencia terrenal.
La primera lectura (Ezequiel 17, 22-24) nos presenta un poema anunciando la restauración de la futura era mesiánica.  El autor bíblico nos presenta la pedagogía desconcertante de Dios.  Aquí podemos ver como Dios es un Señor que humilla y ensalza y de esta forma el hagiógrafo (autor bíblico) nos quiere dejar saber que las decisiones y decretos de Dios son definitivos y eficaces.  Esta mentalidad seguirá latente en la esperanza del Pueblo Judío y que fue expresado muy bien la Madre del Señor Jesús: “derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes” (Lucas 1, 52).
Este texto del profeta Ezequiel hay que entenderlo desde el contexto de los reyes y reinados de oriente de ese entonces.  Los reyes más poderosos al conquistar por las armas los reinos vecinos solían disponer de estos a su antojo. De esta forma los poderosos se proclamaban árbitros para todos los asuntos de la vida de sus súbditos.  Este texto bíblico nos está diciendo que si la decisión de un rey poderoso podía fallar las decisiones de Dios son inmutables, seguras e invariables.
En la segunda lectura (2Corintios 5,6-10) San Pablo pone un gran empeño en demostrarnos la importancia de la esperanza cristiana para la vida de todo bautizado. Al estar de paso por esta vida nos debe mover en la vida cristiana la luz de la fe y la fuerza de la esperanza.  Estas dos (fe y esperanza) deben siempre estar marcadas y guiadas por el amor hecho acción que suele llamada la caridad.  En este sentido estamos llamados a compartir nuestra fe y animarnos unos a otros en la esperanza pero siempre desde la perspectiva que nos mueve siempre el amor a Dios y al prójimo.  Ya que el Amor mismo es Dios en su más pura esencia.  Si nos falta el amor lo demás sea lo que sea pierde el sentido de ser (ver 1 Cor. 13, 13 & 1 Jn. 4, 7-21).
Sin duda alguna podemos literalmente escribir una lista “casi infinita” de razones por las cuales darle gracias a Dios.  Si preguntásemos cual debería ser lo primero en esta lista sin duda seria el amor de Dios para con nosotros.  Así lo proclamamos en el Salmo Responsorial: “Que bueno es darte gracias, Dios altísimo y celebrar tu nombre, pregonando tu amor cada mañana y tu fidelidad, todas las noches” (Sal.  92 (91), 2).*  De hecho la palabra Eucaristía (que proviene del griego) significa acción de gracias.  No hay mayor razón por la cual dar gracias a Dios en la Eucaristía que por el amor que Él nos da a cada uno de nosotros y a nuestro matrimonio y/o familia, después debemos dar gracias por los bienes y dones que Dios nos da en su infinito amor y misericordia. 
Claro está en la Eucaristía el presbítero (actuando in Persona Christi) ofrece el Sacrificio de Cristo Inmolado en el altar que se da por completo a su pueblo.  Este es el Mayor Sacrificio que ofrecemos y con este podemos y debemos ofrecer nuestros sacrificios (que son minúsculos comparados al de Cristo) de la vida diaria.  Podemos decir que el Sacrificio de Cristo es Sacrificio de Amor y por Amor mientras que el nuestro intenta al menos ser por amor.
En este texto evangélico San Marcos (Mc 4, 26-34) recoge dos parábolas del Señor.  En estas parábolas es común el concepto del crecimiento de lo que se siembra por medio del cultivo.  Israel fue un pueblo (y sigue siendo) un pueblo que dependía (que depende) de la agricultura. 
La primera parábola (Mc. 4, 26-29) se trata de la confianza que debemos de tener los que trabajamos por el Reino de Dios.  Todo llegará a su tiempo y como muy bien solía decir mi abuelo: “Dios sabe lo que hace y porque lo hace”.  Por eso con confianza no es nuestra misión el preocuparnos por los resultados y frutos que no veamos.  Si Dios nos llama a poner y esparcir las semillas pues enfoquémonos en hacer lo que el Señor nos comisiona.  Aquí en nuestras facetas debemos tener muy presente saber vivir y ejercitar las virtudes (en especial la fe, la esperanza y la caridad) y pedirle al Espíritu Santo sus dones para poder llevar a cabo lo que se nos encarga.
El  grano de mostaza es una de las imágenes que nos presenta el Nuevo Testamento que nos quiere dar una idea más clara del crecimiento del Reino de Dios.  Desde los inicios de la Historia de la Iglesia esta nos ha mostrado el deseo de Cristo de que su Iglesia como comunión de comunidades tenga una sola cabeza, lazos afines y comunes, una misma fe, un solo bautismo, y un mismo propósito de evangelizar, ya que nos convoca un Solo Señor (ver Ef. 4, 1-5).
¡Espíritu Santo renueva y reunifica a la Iglesia para vivir en el único amor que es el tuyo!
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Nota: * Los Salmos en las Biblias la numeración de los salmos es diferente en la Biblia hebrea que en la griega.  Primero transcribe el número en hebreo y entre paréntesis el número griego que es usado en la liturgia.  Por eso en nuestras Biblias vamos a ver numeradas del 1 al 9 solo (ej. Salmo 1, Salmo 8) y del salmo 10 (este Salmo en la mayoría de las Biblias suele estar titulado “continuación del salmo anterior”) en adelante será enumerado de la siguiente forma {Salmo 10 (9)}.

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