5 de junio de 2015

¡Para Dios no hay nada imposible, solo para los hombres hay imposibles! Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo – Corpus Christi (Ciclo B)

Éxodo 24,3-8: Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes.
Salmo Responsorial 115: R. / Levantaré el cáliz de la salvación.
Hebreos 9,11-15: La sangre de Cristo purificará nuestra conciencia.
Secuencia: El pan que del cielo baja
Marcos 14,12-16.22-26: Tomen, esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos…
Después del amor la realidad más palpable que la fe y la razón nos dan sobre Dios es que para Él no hay nada imposible.  Cuantas cosas que han sucedido en nuestras vidas que han sido testigos de esta gran verdad.  Cuantos milagros que se dan ante los ojos de unos padres que “tras la ciencia y la medicina tirar la toalla” estos ponen ante el amparo de Dios cuando a un hijo o a un ser querido otros ya no le dan más esperanzas porque según estos ya no hay más luz en el camino pero sucede lo inesperado y experimentamos que Dios es un Dios Todopoderoso.  San Pablo nos reafirma categóricamente esto cuando nos dice: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4, 13).  Por cierto este es texto favorito de toda la Biblia J
Podemos decir que el amor y la fe en Dios lo pueden todo (ver Lc. 1, 37).  En este mismo sentido tenemos que decir que no le podemos poner límites a cómo y de que formas Dios quiere manifestar su amor por nosotros. 
El que Jesús se quisiera quedarse realmente presente en los Sagrarios y en los Altares por medio de su Cuerpo, Alma, Espíritu, y Divinidad bajo las especies del pan (pan ácimo y vino de la vid, de la uva) y el vino (que ya no son pan y ni vino) es sin duda alguna el acto más amoroso que el Hijo de Dios Encarnado nos haya querido dejarnos.
Ahora bien, dejar de creer en esto (perder la fe en este grandioso dogma de fe {= verdad de fe, definida por el Papa y sostenido por el Magisterio de la Iglesia}) es en cierta forma el no creer que Dios sea totalmente Dios y si Dios deja de ser menos Dios, ya no sería Dios.
Esta celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la liturgia que nuestro Rito Latino (forma como celebramos la liturgia en especial la Eucaristía) la tememos tras la renovación del Calendario Litúrgico gracias al Concilio Vaticano II.  Antes de esto, este gran Memorial y Celebre Solemnidad Litúrgica eran dos festividades.  La primera de estas era la celebración del Cuerpo de Cristo, que actualmente recordamos con su título en latín "Corpus Christi".  La otra era celebración era la Sangre de Cristo que se manifestaba como una celebración de menor importancia.  Estas dos por mucho tiempo fueron celebradas en fechas distintas y cada una por separada.  Sin duda alguna unir estas dos en la celebración litúrgica que tenemos actualmente fue algo muy sabio por parte del Espíritu Santo y de la Iglesia.
La primera lectura nos expone dos elementos sobresalientes sobre el Pueblo de Israel.  Primero nos presenta la Alianza de Dios para con su pueblo elegido. El segundo elemento o fundamento lo es el pueblo peregrino por el desierto con su ratificación o validación de la Alianza.  Por eso vemos la acentuación que le da el hagiógrafo (autor bíblico) lo que Dios ofrece y promete pero con mucha más tonalidad como el pueblo responde para vivir esta alianza de amor.  Veamos como el autor bíblico destaca lo que conlleva esta alianza.  En primer lugar un Dios que ofrece su amor incondicional y un pueblo que responde con un compromiso de vivir ese amor.
Entonces tenemos que la Palabra o Verbo (ver Jn. 1, 1–18) de la Alanza es ratificado o comprobado por medio de un sacrificio de comunión o sea un sacrificio que busca mantenerlos en la común unidad.  Aquí sucede algo similar a los sacramentos cristianos (en especial como se da en el Bautismo y en la Eucaristía) se da una señal o signo visible y palpable para significar su esencia y finalidad que no puede ser definido con meras palabras ya que esta esencia implica algo transcendente.  O sea se da el misterio o sea aquello que Dios nos revela pero por esa esencia transcendente no lo podemos entender del todo.  Esto lo explicaba el domingo pasado (día de la Santísima de la Trinidad).  Nuestros hermanos cristianos de oriente (católicos orientales en plena comunión con Roma y ortodoxos) a los Sacramentos le llaman Mysterion porque estos son misterios que Dios nos Revela pero que no podemos comprender en totalidad su esencia transcendente.
Veamos cual es el contexto del fragmento de la Carta a los Hebreos que nos presenta hoy la Sagrada Liturgia de nuestra Eucaristía Dominical.  El autor bíblico durante la mayor parte de esta carta buscaba alentar y motivar a las comunidades hebreas que sufrían persecución y habían perdido sus bienes por medio de la confiscación.  Esta carta buscaba reafirmar la fe a estos cristianos de origen hebreo enfocando que les esperaba el Cielo como ese Lugar Sacrosanto donde Cristo como Sumo y Eterno Sacerdote vive en un Templo el cual es más grande y más perfecto.  Como bautizados seremos merecedores (si cumplimos la Alianza Nueva y Eterna del Amor) de ese Cielo o Templo Celestial (donde mora el Dios Uno y Trino {un Solo Dios})  que nos dará unos bienes definitivos que el mismo Cristo como Victima Perfecta (Inmolado y sin Mancha {sin pecados}) y Sacerdote (Sumo y Eterno según el Rito de Melquisedec) tiene para los Cristianos (pero hay que ganárselo).
Este fragmento de la Carta a los Hebreos nos presenta y nos recuerda como la fiesta judía de la Expiación en la que el Sumo Sacerdote entraba al lugar más Santo del Templo de Jerusalén con la sangre de los sacrificios donde se encontraba el Arca de la Alianza (ver Lv. 16, 1–34 & Nm. 29, 7–11) formaba parte fundamental de la vida del templo pero este ritual era para ese tiempo o sea que era temporero.  Esta es además prefiguración de la función Sacerdotal que Cristo Jesús, donde Él desde el Templo de la Jerusalén Celestial realiza su función como Sacerdote y Cordero sin Mancha con unos Beneficios Permanentes (donde es requerido de nuestra parte observar la Alianza Nueva y Eterna del Amor).
La función sacerdotal de Cristo en primer lugar por su sacrificio nos da liberación, redención y salvación eterna.  Los bautizados participamos se su sacerdocio (sacerdocio común de los fieles y sacerdocio ordenado {para los diáconos [ya sean transitorios y permanentes], presbíteros y epíscopos}) también colaboramos mediación de Jesucristo.  Jesús es el Unico Mediador (ver 1Tim. 2, 5) pero para no sacar de contexto este texto debemos leer (1Tim. 2, 1–4) donde antes de la mediación nos habla Pablo que debemos hacer “plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres sin distinción de personas” (1Tim. 2, 1).  Otros textos que nos pueden ayudar para entender esto son: Santiago 5, 16–17; Apocalipsis 5, 8; & Apocalipsis 8, 3–4.  Estas nos hablan de los santos intercediendo (mediando) por los hermanos en la Iglesia.
Jesús con sus función (misión) sacerdotal y mediática nos lleva de la mano y nos inserta al verdadero culto establecido por El. El culto lo establece Dios y se beneficia Dios mientras que el servicio religioso los establecen los hombres y se benefician los hombres. El verdadero culto es la Eucaristía establecido por el mismo Jesucristo (ver Mt. 26, 26–29; Jn. 6, 54–56).  
Para apoyar y fundamentar este punto podemos decir que toda la vida de Jesucristo fue una “misa”.  O sea entendiendo que la palabra “misa” posee la misma significación etimológica que la palabra “misión” que es el “ser enviado”(ver Jn. 6, 38–40).  ¿Tienes dudas de la Presencia, Humana, Real, Santa, Divina de Jesucristo en la Eucaristía (en la Misa, la Cena del Señor o Banquete del Reino)?  Te recomiendo que leas y medites todo el capítulo 6 del Evangelio de San Juan.
San Marcos en su Evangelio nos presenta la preparación de la Pascua y la institución de la Eucaristía.  Tengamos en cuenta que la Pascua es un banquete festivo y litúrgico en el que se celebra la libertad de un pueblo.  La pascua es dar un paso, pero un paso activo y sumamente consiente de a dónde se va y de donde se venía para no regresar allá.  Para celebrar la libertad debemos estar al tanto que es la libertad y a donde debe llevarnos. Como ya he dicho en otras ocasiones la libertad siempre debe obrar para el bien. Lo contrario a la libertad es el libertinaje que es el “abuso pecaminoso” de la libertad.
El arameo la lengua materna de Jesús es un idioma algo complicado de traducir. El  Evangelio de San Marco fue escrito en griego pero el procuro explicar algunas expresiones o gestos del arameo o hebreo (ej. “Talitha qum” o sea “niña a ti te digo” {Mc. 5, 41}; “abbá” o sea “padre o papito querido” {Mc. 14, 36}).  Hago la salvedad del idioma arameo ya que cuando se lee en arameo los siguiente: “Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo” (Mc. 14, 22).  En arameo diría lo siguiente: “esto que ahora tengo entre mis manos en adelante seré yo mismo en totalidad. Yo mismo transformado o presencializado en el Pan” (Fray Gerardo Sánchez Mielgo O.P. “La Palabra fuente de vida” Ciclo B – Editorial San Esteban, Salamanca 2004).  Aquí no solo se habla de una parte de su ser que se dona ablativamente sino que se da todo e integralmente.  En el Credo rezamos que “Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre” en el Pan y en el Vino Consagrado Jesús es también ese mismo verdadero Dios y verdadero hombre.

¡Jesucristo Real y Plena Presencia Eucarística, ven a morar siempre en nuestros corazones!

Te recomiendo que también leas la reflexión del Corpus Christi que escribí el año pasado Festum Eucharistiae

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