Éxodo 24,3-8: Esta es la sangre de la
alianza que el Señor ha hecho con ustedes.
Salmo Responsorial 115: R. / Levantaré el cáliz
de la salvación.
Hebreos
9,11-15: La sangre de Cristo purificará nuestra conciencia.
Secuencia:
El pan que del cielo baja…
Marcos
14,12-16.22-26: Tomen, esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre, sangre de la
alianza, que se derrama por todos…
Después del
amor la realidad más palpable que la fe y la razón nos dan sobre Dios es que para
Él no hay nada imposible. Cuantas
cosas que han sucedido en nuestras vidas que han sido testigos de esta gran
verdad. Cuantos milagros que se dan ante
los ojos de unos padres que “tras la ciencia y la medicina tirar la toalla”
estos ponen ante el amparo de Dios cuando a un hijo o a un ser querido otros ya
no le dan más esperanzas porque según estos ya no hay más luz en el camino pero
sucede lo inesperado y experimentamos que Dios es un Dios Todopoderoso. San Pablo nos reafirma categóricamente esto
cuando nos dice: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4,
13). Por cierto este es texto favorito de
toda la Biblia J.
Podemos
decir que el amor y la fe en Dios lo pueden todo (ver Lc. 1, 37). En este mismo sentido tenemos que decir que
no le podemos poner límites a cómo y de que formas Dios quiere manifestar su
amor por nosotros.
El que
Jesús se quisiera quedarse realmente presente en los Sagrarios y en los Altares
por medio de su Cuerpo, Alma, Espíritu, y Divinidad bajo las especies del pan
(pan ácimo y vino de la vid, de la uva) y el vino (que ya no son pan y ni vino)
es sin duda alguna el acto más amoroso que el Hijo de Dios Encarnado nos haya
querido dejarnos.
Ahora bien,
dejar de creer en esto (perder la fe en este grandioso dogma de fe {= verdad de
fe, definida por el Papa y sostenido por el Magisterio de la Iglesia}) es en
cierta forma el no creer que Dios sea totalmente Dios y si Dios deja de ser
menos Dios, ya no sería Dios.
Esta
celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la liturgia
que nuestro Rito Latino (forma como celebramos la liturgia en especial la
Eucaristía) la tememos tras la renovación del Calendario Litúrgico gracias al Concilio
Vaticano II. Antes de esto, este gran Memorial
y Celebre Solemnidad Litúrgica eran dos festividades. La primera de estas era la celebración del
Cuerpo de Cristo, que actualmente recordamos con su título en latín "Corpus
Christi". La otra era
celebración era la Sangre de Cristo que se manifestaba como una celebración de
menor importancia. Estas dos por mucho
tiempo fueron celebradas en fechas distintas y cada una por separada. Sin duda alguna unir estas dos en la
celebración litúrgica que tenemos actualmente fue algo muy sabio por parte del
Espíritu Santo y de la Iglesia.
La primera
lectura nos expone dos elementos sobresalientes sobre el Pueblo de Israel. Primero nos presenta la Alianza de Dios para
con su pueblo elegido. El segundo elemento o fundamento lo es el pueblo
peregrino por el desierto con su ratificación o validación de la Alianza. Por eso vemos la acentuación que le da el
hagiógrafo (autor bíblico) lo que Dios ofrece y promete pero con mucha más tonalidad
como el pueblo responde para vivir esta alianza de amor. Veamos como el autor bíblico destaca lo que
conlleva esta alianza. En primer lugar
un Dios que ofrece su amor incondicional y un pueblo que responde con un
compromiso de vivir ese amor.
Entonces
tenemos que la Palabra o Verbo (ver Jn. 1, 1–18) de la Alanza es ratificado o
comprobado por medio de un sacrificio de comunión o sea un sacrificio que busca
mantenerlos en la común unidad. Aquí
sucede algo similar a los sacramentos cristianos (en especial como se da en el Bautismo
y en la Eucaristía) se da una señal o signo visible y palpable para significar
su esencia y finalidad que no puede ser definido con meras palabras ya que esta
esencia implica algo transcendente. O
sea se da el misterio o sea aquello que Dios nos revela pero por esa esencia
transcendente no lo podemos entender del todo.
Esto lo explicaba el domingo pasado (día de la Santísima de la
Trinidad). Nuestros hermanos cristianos
de oriente (católicos orientales en plena comunión con Roma y ortodoxos) a los
Sacramentos le llaman Mysterion porque estos son misterios que Dios nos
Revela pero que no podemos comprender en totalidad su esencia transcendente.
Veamos cual
es el contexto del fragmento de la Carta a los Hebreos que nos presenta hoy la
Sagrada Liturgia de nuestra Eucaristía Dominical. El autor bíblico durante la mayor parte de
esta carta buscaba alentar y motivar a las comunidades hebreas que sufrían
persecución y habían perdido sus bienes por medio de la confiscación. Esta carta buscaba reafirmar la fe a estos
cristianos de origen hebreo enfocando que les esperaba el Cielo como ese Lugar
Sacrosanto donde Cristo como Sumo y Eterno Sacerdote vive en un Templo el cual es
más grande y más perfecto. Como bautizados
seremos merecedores (si cumplimos la Alianza Nueva y Eterna del Amor) de ese
Cielo o Templo Celestial (donde mora el Dios Uno y Trino {un Solo Dios}) que nos dará unos bienes definitivos que el
mismo Cristo como Victima Perfecta (Inmolado y sin Mancha {sin pecados}) y
Sacerdote (Sumo y Eterno según el Rito de Melquisedec) tiene para los
Cristianos (pero hay que ganárselo).
Este fragmento
de la Carta a los Hebreos nos presenta y nos recuerda como la fiesta judía de
la Expiación en la que el Sumo Sacerdote entraba al lugar más Santo del Templo
de Jerusalén con la sangre de los sacrificios donde se encontraba el Arca de la
Alianza (ver Lv. 16, 1–34 & Nm. 29, 7–11) formaba parte fundamental de la
vida del templo pero este ritual era para ese tiempo o sea que era
temporero. Esta es además prefiguración
de la función Sacerdotal que Cristo Jesús, donde Él desde el Templo de la
Jerusalén Celestial realiza su función como Sacerdote y Cordero sin Mancha con
unos Beneficios Permanentes (donde es requerido de nuestra parte observar la
Alianza Nueva y Eterna del Amor).
La función
sacerdotal de Cristo en primer lugar por su sacrificio nos da liberación,
redención y salvación eterna. Los
bautizados participamos se su sacerdocio (sacerdocio común de los fieles y
sacerdocio ordenado {para los diáconos [ya sean transitorios y permanentes],
presbíteros y epíscopos}) también colaboramos mediación de Jesucristo. Jesús es el Unico Mediador (ver 1Tim. 2, 5)
pero para no sacar de contexto este texto debemos leer (1Tim. 2, 1–4) donde
antes de la mediación nos habla Pablo que debemos hacer “plegarias,
oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres sin distinción
de personas” (1Tim. 2, 1). Otros
textos que nos pueden ayudar para entender esto son: Santiago 5, 16–17;
Apocalipsis 5, 8; & Apocalipsis 8, 3–4. Estas nos hablan de los santos intercediendo
(mediando) por los hermanos en la Iglesia.
Jesús con
sus función (misión) sacerdotal y mediática nos lleva de la mano y nos inserta
al verdadero culto establecido por El. El culto lo establece Dios y se
beneficia Dios mientras que el servicio religioso los establecen los hombres y
se benefician los hombres. El verdadero culto es la Eucaristía establecido por
el mismo Jesucristo (ver Mt. 26, 26–29; Jn. 6, 54–56).
Para apoyar
y fundamentar este punto podemos decir que toda la vida de Jesucristo fue una “misa”. O sea entendiendo que la palabra “misa”
posee la misma significación etimológica que la palabra “misión” que es
el “ser enviado”(ver Jn. 6, 38–40).
¿Tienes dudas de la Presencia, Humana, Real, Santa, Divina de Jesucristo
en la Eucaristía (en la Misa, la Cena del Señor o Banquete del Reino)? Te recomiendo que leas y medites todo el
capítulo 6 del Evangelio de San Juan.
San Marcos
en su Evangelio nos presenta la preparación de la Pascua y la institución de la
Eucaristía. Tengamos en cuenta que la
Pascua es un banquete festivo y litúrgico en el que se celebra la libertad de
un pueblo. La pascua es dar un paso,
pero un paso activo y sumamente consiente de a dónde se va y de donde se venía
para no regresar allá. Para celebrar la
libertad debemos estar al tanto que es la libertad y a donde debe llevarnos.
Como ya he dicho en otras ocasiones la libertad siempre debe obrar para el
bien. Lo contrario a la libertad es el libertinaje que es el “abuso
pecaminoso” de la libertad.
El arameo
la lengua materna de Jesús es un idioma algo complicado de traducir. El Evangelio de San Marco fue escrito en griego
pero el procuro explicar algunas expresiones o gestos del arameo o hebreo (ej.
“Talitha qum” o sea “niña a ti te digo” {Mc. 5, 41}; “abbá” o sea “padre o
papito querido” {Mc. 14, 36}). Hago la
salvedad del idioma arameo ya que cuando se lee en arameo los siguiente: “Jesús
tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomad,
esto es mi cuerpo” (Mc. 14, 22). En
arameo diría lo siguiente: “esto que ahora tengo entre mis manos en adelante
seré yo mismo en totalidad. Yo mismo transformado o presencializado en el Pan”
(Fray Gerardo Sánchez Mielgo O.P. “La Palabra fuente de vida” Ciclo B –
Editorial San Esteban, Salamanca 2004). Aquí
no solo se habla de una parte de su ser que se dona ablativamente sino que se
da todo e integralmente. En el Credo
rezamos que “Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre” en el Pan y en
el Vino Consagrado Jesús es también ese mismo verdadero Dios y verdadero
hombre.
¡Jesucristo
Real y Plena Presencia Eucarística, ven a morar siempre en nuestros corazones!
Te recomiendo que también leas la reflexión del Corpus
Christi que escribí el año pasado Festum
Eucharistiae
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