¿Qué pasos debemos
obtener para alcanzar la salvación? O
simplemente ya tenemos ganado la salvación.
Porque Cristo murió por nosotros y otorgamos el perdón y la salvación.
Respuesta:
Saludos
cordialmente a todos en Cristo Jesús.
Esta fue una pregunta que formuló un hermano a través de Facebook.
Yo
diría que hay muchos pasos y uno solo a la misma vez para obtener la salvación. El paso más importante para la vida cristiana
y por ende para la salvación es el amor o sea el Amor de Dios (Dios es fuente
Única del amor). Veamos lo que nos dice
el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) citando a San Pablo: “El
hombre, llamado a la bienaventuranza, pero herido por el pecado, necesita la
salvación de Dios. La ayuda divina le
viene en Cristo por la ley que lo dirige y en la gracia que lo sostiene: ‘Trabajad
con temor y temblor por su salvación, pues Dios es quien obra en ustedes el
querer y el obrar como bien le parece’ (Flp 2, 12-23)” (CIC # 1949).
Para
entender lo que es la Salvación que Cristo y la Iglesia quieren para todo ser
humano debemos entender los contextos de la Creación y los eventos que siguen a
la creación que nos narra el Libro del Génesis (génesis en hebreo se dice ‘Bereshit’
que significa ‘en el principio’).
“En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra, todo
era confusión y no había nada en la tierra. Las tinieblas cubrían los
abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas”
(Gn. 1, 1-2). Estos dos primeros dos
versículos del Génesis y de toda la Biblia podemos apreciar la cercanía muy
profunda de Dios con este mundo. Además
este hay que indicar que este texto es prefiguración del Sacramento del
Bautismo que es la puerta de la salvación.
Continuando
con este relato de la creación hay que todo era bueno o sea que todo estaba
según el criterio de Dios. “Dijo
Dios: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. … Y creó Dios al
hombre a su imagen. A imagen de
Dios lo creó. Varón y mujer
los creó’” (Gn. 1, 26-27).
Aquí en hagiógrafo o autor bíblico no solo los creo (al hombre y a la
mujer) buenos sino que más bien los creo a su imagen y semejanza. O en otras palabras, los creo para que vivieran en plena
armonía con Dios y que vivieran con los hábitos (dones) de Dios (ej.
amor, santidad, etc.).
¿Qué
significa que el hombre es imagen y semejanza de Dios? Primero hay que distinguir que Dios NO es imagen nuestra o sea que es todo
lo contrario, nosotros los seres humanos somos imagen y semejanza de Dios. Dios no tiene las distintas partes (piernas,
brazos, manos, cabeza, cara, etc.) del cuerpo físico o humano como lo tenemos
nosotros. Somos imagen de Dios ya que
poseemos un alma espiritual.
La
única creatura que puede conocer a Dios, amarle y buscar a Dios es el hombre
(ver CIC # 356). La
bienaventuranza nuestra es tal que solo el hombre puede ser capaz de ser parte,
gracias al conocimiento y al amor, de la misma vida de Dios. En otras palabras, los seres humanos somos
participes del plan de Dios. “¿Qué
cosa, o quién, fue el motivo de que establecieras al hombre en
semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible
con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor
por ella; por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de
gustar tu Bien eterno” (Santa Catalina de Siena, Il dialogo della Divina
providenza # 13).
El
ser humano desde la creación quedo destinado a ‘ser-hombre & 'ser-mujer’. Ya esto nos da una pista fundamental del
porqué de la identidad (imagen) que tenemos con Dios. La cuatro letras del Tetragrámaton YHWH
se podría definir como Yo Soy
(o Yo Soy el que Soy). Solo Aquel
quien es Ser Omnisapiente, Omnipresente, Omnipotente, Infinito, Todo Amor puede
darnos la identidad y la dignidad de ser hombre y ser mujer. En nuestra creación y en nuestra
diferenciación (hombre–mujer) se refleja la sabiduría y la bondad sin límites
del Creador. “El primer hombre fue no
solamente creado bueno, sino también constituido en la amistad con su
creador y en armonía consigo mismo y con la creación en torno a él; amistad
y armonía tales que no serán superadas más que por la gloria de la nueva
creación en Cristo” (CIC # 374).
Entonces
¿Qué dañó esta amistad y armonía (justicia original; aquí hablamos de la
justicia de Dios {tanto como virtud como don}) del hombre para con Dios su
Creador? El mismo CIC nos da la
respuesta de esta pregunta: “Toda esta armonía de la justicia original,
prevista para el hombre por designio de Dios, se perderá por el pecado de
nuestros primeros padres” (CIC # 379).
O sea que es el pecado la causa de nuestra perdición pero Cristo
(por medio de su Gracia, de la Iglesia y
por los sacramentos que El instituyó) es la razón para nuestra redención y
salvación.
Nos
dice San Pablo para gran esperanza y consuelo nuestro que: “Al sobrevenir la
Ley, se multiplicaron los delitos, pero donde abundó el pecado, sobreabundó
la gracia. Y del mismo modo que
el pecado estableció su reinado de muerte, así también debía reinar la
gracia que, al hacernos ‘justos’, nos lleva a la vida eterna por
medio de Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm. 5, 20-21). Esta es una promesa que tiene su origen en
el Libro del Génesis: “Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre
tu descendencia y la suya. Ella
te pisará la cabeza mientras tú herirás su talón” (Gn. 3, 15). Este texto del Génesis sin duda alguna es de
gran consuelo y esperanza en especial los que buscamos y trabajamos por la
salvación.
La
Salvación la hemos ganado por la obediencia de Jesús (de padecer, morir [en una
cruz] y resucitar) al Padre Dios, y para obtenerla o mejor dicho para poder ser
partícipes de ella necesitamos un signo sensible y palpable (que nos confiere
la Gracia [santificante & sacramental]) instituido por el mismo Jesucristo
y este es el Sacramento Bautismo (ver Marcos 16, 15-16). Por eso la Iglesia enseña que el Bautismo es el
sacramento de la fe y la puerta de la salvación. Pero nos debemos preguntar: ¿una casa está compuesta solamente por la puerta? Por eso además del bautismo falta un elemento
que no podemos olvidar y es el creer y tener fe.
Esto
implica que la cosa no termina aquí ya que la fe requiere de las obras de
misericordia (ver Mateo 25, 34-40; Santiago 2, 14-26). Tengan en cuenta que cuando San Pablo dice
que la fe no nos justifica por las obras aquí él se refiere a las obras de la
ley mosaica (ver Romanos 3, 21-31).
“¿Creen
ustedes que con la fe suprimimos la Ley? De ninguna manera; más bien la
colocamos en su verdadero lugar” (Romanos 3,
31). ¿Qué quiso decir Pablo con
esto? La respuesta la veremos en el
Evangelio de San Mateo: “No piensen que vine para abolir la Ley o los
Profetas: yo no he venido a abolir, sino a darle cumplimiento” (Mateo
5, 17). La fe en Cristo Jesús nunca (y nunca
aquí significa NUNCA) podrá
suprimir la ley (ni los profetas) porque de la misma forma que Él es el Alfa
& el Omega, Cristo es el Principio y Final de la Ley y los Profetas
(en todo el sentido de la palabra).
Cuando
compramos un equipo o un mueble por lo regular o usualmente estos vienen con un
manual de instrucciones. Toda la Palabra
de Dios (hay que recordar que contrario a lo que dicen y enseñan nuestros
hermanos esperados {a.k.a. protestantes} sobre la “Sola Escritura” {lo
cual no tiene fundamento bíblico} para los Católicos la Divina Revelación
{a.k.a. la Palabra de Dios} tiene dos fuentes y estas son: la Tradición Apostólica
{hoy en día el mejor recurso para conocer la Tradición
Apostólica es el Catecismo de la Iglesia Católica} y la Palabra Escrita o Biblia)
podríamos decir que es ese manual de instrucciones que Dios nos ha dejado como
manual de instrucciones para nuestra salvación.
Pero
tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento hay dos “manuales de
instrucciones” más específicos.
En el Antiguo Testamento seria los 10 Mandamientos
de la Ley de Dios (ver Éxodo 20, 1-21) y en el Nuevo Testamento
lo son las Bienaventuranzas (ver
Mateo 5, 1-12).
Cuando
yo enseño {ya sea una catequesis o cualquier otra charla} los Mandamientos de
la Ley de Dios o el Decálogo (= las diez palabras) las intercalo
con las Bienaventuranzas. Recordemos que
a Jesús le preguntaron que había que hacer para salvarse (ver Mateo 19,
16-26) o para ganar la Vida Eterna que es lo mismo. O sea que para salvarnos debemos cumplir los
mandamientos (aquí entran las obras de misericordia tanto humanas como
espirituales).
Ya
no cumplimos el Decálogo como meros mandamientos sino que los cumplimos porque
hay UNO (Jesús {Jesús en hebreo Yeshua significa Yahvé Salva} de Nazaret) que le dio el pleno y verdadero
sentido a los mandamientos. Esto es
lo que nos quieren hacer ver las Bienaventuranzas. Estas sin duda alguna son el retrato de la
vida de Jesús. Si nos fijamos
notaremos que estas no están redactadas como leyes como sucede con el
Decálogo. Estas son una invitación a
un proyecto de vida, de vida en amor de Dios el cual acogiéndolo
y haciéndolo nuestro debemos darlo a los demás.
¿Cómo
cuadra esto con la salvación? Un día seremos
juzgados por el amor y en el amor que hayamos brindado a los
demás. ¿Cómo sabremos que amamos a los
demás? Simplemente por todas las
cosas que hagamos sin ningún interés (propio o humano) por nuestros
hermanos. Estas cosas que hacemos por
los demás se han de traducir por los Mandamientos y por las obras de
misericordia (humanas y espirituales).
Junto
a la fe y a la esperanza en nuestro Bautismo también recibimos la caridad. Estas tres virtudes (fe, esperanza &
caridad) la Iglesia las llama las virtudes teologales porque estas vienen
de Dios y las da Dios. La
caridad suele ser mal definida y por ende mal entendida. Muchos piensan en la caridad como el dar
limosnas. La verdad es mucho más,
muchísimo más que eso, la caridad es el amor hecho acción. O sea que podemos decir que seremos juzgados por la caridad que hayamos vivido en y con los demás.
Cumplir
y vivir según las Bienaventuranzas es un indicativo de la transformación y
conversión (hacia el mismo Dios) que hace en nosotros el mismo amor de Dios. Las Bienaventuranzas son una propuesta
revolucionaria (ya que no cuadra con los planes de la sociedad y el mundo) que
apela a nuestra libertad. Recordemos que
la libertad siempre debe obrar para el bien,
lo contrario a esto o sea elegir hacer el mal, por ejemplo, ya deja
de ser un acto de la libertad o sea que es un acto de lo contrario de la
libertad lo cual es el libertinaje o sea el abuso de la libertad.
Podríamos decir que cumplir cabalmente la libertad
(en el pleno sentido de la palabra) nos llevará a la salvación. Por otro lado, el libertinaje sin duda
alguna nos llevara a la perdición total ya sea (y especialmente) en lo espiritual
y muchas veces en lo humano y/o físico.
Como dije la libertad nos debe
siempre obrar para el bien y ¿Qué mayor bien que el mismo Dios y su amor
redentor y salvador?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario