En este Año de la Misericordia el Santo Padre Francisco
nos ha llamado a acogernos a la Misericordia de Dios. Muy elocuentemente lo ha expresado al
introducir la Cartas Apostólica Misericordiae Vultus (MV).
“Jesucristo es el rostro de la misericordia
del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta
palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de
Nazaret” (MV # 1).
La Misericordia (el perdón y por ende el amor) sin duda
alguna siempre tiene un precio a pagar.
A Jesucristo le costó una gran batalla, un caudaloso derramamiento de
sangre y la muerte en la cruz. Podríamos
discernir si a Nuestro Señor le costó tal precio a nosotros nos debe costar
precio similar.
Esta palabra misericordia tiene su origen del
latín misere o sea miseria o necesidad. Prosiguiendo con esta etimología también tenemos cor
y cordis también del latín que significa corazón. “Jesús de
Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la
misericordia de Dios” (MV # 1).
La Misericordia de Dios es Justicia. O sea es el Corazón
de Dios que se desborda en Justicia. Exhorto a que lean la reflexión que escribí hace
casi un año atrás: ¿Puede
haber misericordia sin la verdad y sin la justicia? En esa reflexión mencionaba que: “Tener y
obrar en misericordia es poseer un corazón solidario con todos aquellos que
tienen y padecen necesidad”.
La pregunta que nos debemos hacer es la siguiente: ¿Qué
precio yo (y usted hermano[a]) estamos dispuesto a pagar? Es muy conveniente recordar lo que dijo el novelista
Thomas Mann. “La tolerancia es un
crimen cuando lo que se tolera es la maldad” (Thomas Mann).
Podríamos decir que la misericordia de Dios tiene como
fruto la remisión de los pecados. “El
Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los
pecadores (cf. Lc 15). El ángel anuncia a José: ‘Tú le pondrás por nombre
Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21). Y en la
institución de la Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice: ‘Esta es
mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los
pecados’ (Mt 26, 28)” (CIC # 1846).
Cuando decimos que nos acogemos a la misericordia
divina estamos aceptando de tenemos la necesidad imperante y apremiante de la confesión
de nuestros pecados. “Dios, ‘que te
ha creado sin ti, no te salvará sin ti’
(San Agustín, Sermo 169, 11, 13). La acogida de su misericordia exige de
nosotros la confesión de nuestras faltas. ‘Si decimos que no tenemos pecado,
nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados,
fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda
injusticia’ (1Jn 1, 8-9)” (CIC # 1847).
“Como afirma San Pablo, “donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia” (Rm. 5, 20). Pero para hacer su obra, la gracia
debe descubrir el pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos ‘la
justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor’ (Rm 5, 20-21). Como
un médico que descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante su Palabra y
su Espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado” (CIC # 1848).
Como podemos ver la misericordia no es algo ajeno o
distante a la obra redentora y la salvadora de Dios. La Misericordia de Dios implica reconocimiento
del pecado, confesión, perdón, justicia y amor.
Entonces ¿Qué es relativizar la misericordia? El relativismo como indica el Apologista Católico
Frank Morera “es la tolerancia al mal”. Sería el querer o pensar que recibiré el perdón
de Dios sin hacer nada de mi parte. Además
de eso, como tengo la falsa impresión que Dios me perdona como sea y donde sea
hare todo en libertinaje (abuso de la libertad) y cuando me plazca exigiré el perdón.
Pero esto y todo lo que implica la relativación de la
misericordia es lo que NO queremos
hacer debemos ser esa voz profética que corre a la “velocidad de la luz”
por todas las esferas o facetas que se desarrolla nuestra vida diaria.
La misericordia implica oración para pedirle al Espíritu
Santo que nos conceda siempre el don del arrepentimiento y el don de la conversión
de vida espiritual. ¡Que Jesús el Dios
lento a la ira y rico en misericordia guie siempre por sendas de justicia, amor
y paz para construir el Reino de Dios!
¡María Santísima Reina y Madre de la Misericordia Encarnada
ora e intercede por nosotros para que seamos misericordiosos como el Padre Dios!
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