Este domingo (diciembre 3, 2017) comienza un nuevo ano litúrgico,
emprendiendo e iniciando con el tiempo de Adviento en la Iglesia
Católica. Veamos ¿Qué implica el Adviento?
En primer lugar, es muy apropiado y beneficioso conocer como sé
fueron estableciendo los distintos tiempos litúrgicos en la Iglesia desde los inicios de la historia de la del cristianismo. Los primeros cristianos lo que inicialmente celebraron
fue la Pascua del Señor o sea la Resurrección de NSJC y simultáneamente con la
pascua celebraban él Domingo como él Día de la Resurrección del Señor.
Simultáneamente la Iglesia supo discernir que al igual que el
Señor sé preparo por cuarenta días en el desierto (en oración & ayuno) para
iniciar su ministerio publico las comunidades eclesiales también comenzaron una
preparación para la Pascua la cual conocemos como la Cuaresma.
Al ir pasando los siglos los cristianos descubrieron que al
celebrar la Pascua la Encarnación del Rey de reyes y Señor de señores también
debía tener su tiempo dentro de la liturgia y por ende su preparación. De esta forma, nacieron los tiempos
litúrgicos de la Navidad y el Adviento respectivamente.
Hoy en día en la Iglesia le llamamos al Adviento, la Navidad, la
Cuaresma y a la Pascua tiempos fuertes litúrgicamente hablando. Sin duda alguna, en verdad lo son ya que en
estos tiempos litúrgicos antes mencionados celebramos los eventos (encarnación;
pasión, muerte y resurrección) de mayor trascendencia para la Cristiandad.
Él Calendario Litúrgico dentro de la Iglesia como ya mencionamos
sé inicia con el Adviento. Él Calendario
Litúrgico para los domingos (para los días en la semana se le llama al
leccionario año impar y año par) sé divide en tres años que solemos llamar A, B
y C. Este año le toca el honor al Año
B. En este Año B las lecturas
evangélicas en su gran mayoría se proclamará el Evangelio de San Marco.
Este evangelio de Marcos es uno de los evangelios sinópticos
(sinóptico o sea que es similar a los evangelios de Mateo y Lucas). Su enfoque cristológico es una “cristología baja” que está centrada en
la humanidad de Jesús.
De esta forma, desde el Misterio de la Encarnación, San Marcos
nos va llevando paulatinamente con un “estilo
tortuga” (paro sin pausa) desde su vida (enseñanzas, signos o milagros) y sus
acciones diarias nos lleva a descubrir su condición divina (muerte y
resurrección).
Como nota catequética, debemos indicar el otro estilo
cristológico que se conoce como la “cristología
alta”. Está sé enfoca en la
divinidad de Jesús de forma directa. El
Evangelio de San Juan es el ejemplo más clásico de esto (ver Jn. 1, 1-18).
Él Credo de Nicea-Constantinopla es otro ejemplo de la “cristología alta”. “Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre
antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero
de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por nuestra salvación
bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de
María, la Virgen, y se hizo hombre…” (énfasis añadido).
Los personajes principales del Adviento son: el Profeta Isaías,
San Juan el Bautista, y sin duda alguna la Virgen María.
Los cuatro domingos de Adviento sé distinguen por sus
respectivas temáticas. Veamos cuáles son
estas temáticas.
Primer Domingo de
Adviento
Salmo Responsorial: Sal. 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19
Segunda Lectura:
1 Cor. 1, 3-9
Evangelio: Mc. 13, 33-37 El primer domingo el Señor nos advierte que debemos estar en vela y despiertos espiritualmente para su venida al final de los tiempos conocida como la parusía. Para los Primeros Cristianos la expresión “Maran-atha” o sea el Señor viene fue mucho más que una expresión fue una oración llena de esperanza.
Segundo Domingo de Adviento
Primera lectura: Is 40, 1-5. 9-11
Salmo Responsorial: Sal 84,
9ab-10. 11-12. 13-14
Segunda Lectura: 2 Ped. 3, 8-14
Evangelio:
Mc. 1, 1-8
En la segunda
semana de Adviento el Evangelio de San Marco nos presenta a Juan el Bautista como
el personaje principal. Aquí el Bautista
es la voz que grita en el desierto. Esto
deja ver que no importa si todo “el mundo
que nos rodea” parezca que está impenetrable e insensible a las realidades
espirituales es nuestro compromiso bautismal anunciar y presentar nuestro
propio y buen testimonio de lo que es ser un buen cristiano.
Al pueblo judío preguntarle si él era el mesías esperado vemos
su contestación que se ha vuelto tan popular. “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso
que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la
correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los
bautizará con el Espíritu Santo” (Mc. 1, 7-8).
Tercer Domingo de
Adviento
Primera
lectura: Is
61, 1-2. 10-11
Salmo
Responsorial: Lc. 1, 46-48. 49-50. 53-54
Segunda Lectura: 1 Tes. 5, 16-24
Evangelio:
Jn. 1, 6-8. 19-28
El tercer domingo de adviento
nos presenta nuevamente la figura de Juan el Bautista, pero esta vez es el
evangelista San Juan quien nos lo presenta. El texto evangélico de Juan nos expone el cuestionamiento
que hacen los fariseos a Juan el Bautista.
“‘¿Por qué bautizas, si no eres el
Mesías, ni Elías, ni el profeta?’ Juan les respondió: ‘Yo bautizo con agua,
pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene
detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias’”
(Jn. 1, 25-27).
Los varones judíos que suelen
practicar el judaísmo suelen usar una especie de boina que se le llama “kipá”.
Para los varones que somos descendientes judíos y que somos católicos
como este su servidor usar la kipá es opcional.
Yo he optado por usar la kipá
y les explico el por qué. El Talmud {= ‘instrucción’, ‘enseñanza’
es una obra que recoge principalmente las discusiones rabínicas sobre las
leyes mosaicas (o judías), tradiciones, costumbres, narraciones y dichos,
parábolas, historias y leyendas} indica que la finalidad
del uso de la kipá es recordarnos de Dios, quién es que el Creador y la
Autoridad Suprema “‘está por encima de nosotros’” (Kidushin {= consagrar o
santificar}
31a). De esta forma, cuando
alguien me pregunta yo le suelo explicar y exponer lo antes mencionado o sea
los seres humanos siempre tenemos límites para todo en la vida.
¿Por qué toda esta referencia de la kipá? Juan el Bautista reconoció sus límites ante
la grandeza ilimitada de Dios. Él supo
reconocer su misión y cumplirla plenamente.
Pero a la misma vez, él supo reconocer que su misión nos es dada por
Aquel que es mucho más grande (o sea que Él es eternamente e infinitamente más grande
que sus creaturas) que nosotros. Sin
duda alguna este sería un excelente punto para reflexionar sobre la Palabra de
Dios en este tercer domingo de Adviento.
Cuarto Domingo de
Adviento
Primera
lectura: 2
Sam 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16
Salmo
Responsorial: Sal. 88, 2-3. 4-5. 27 y 29
Segunda Lectura: Rm. 16, 25-27
Evangelio: Lc. 1, 26-38
Durante la
Cuarta Semana de Adviento comenzamos esta, reflexionando con la “estrella principal de los ‘grammy’ del
adviento y la navidad” la Virgen María.
Está vez sé proclama el Evangelio de San Lucas (ver Lc. 1, 26-38) aquí Lucas
nos narra el anuncio de la encarnación de NSJC.
Él Ángel Gabriel es enviado a la ciudad de Nazaret en Galilea a
anunciarle a María, quién estaba desposada con José de la casa de David. Aquí cabe resaltar que él evangelista hace
gran hincapié del nombre de la virgen, que era María.
La Anunciación que le hace el Ángel Gabriel a María manifiesta
verdades más fundamentales de Jesucristo.
La expresión “llena de gracia”
en griego sé dice “kecharitome” [sé
pronuncia ‘kejaritomene’] que indica
que María ha estado y sigue estando llena de gracia.
De aquí que tanto los Padres de la Iglesia como los Doctores de
la Iglesia y muchos santos en especial el Beato Juan Duns Scoto (Escocia) o
John Duns Scotus (ingles) a quien se le dé él título de “él Defensor de la Inmaculada Concepción” nos dejaran valiosos
tratados sobre la Inmaculada Concepción.
Como sé nos dice año tras año él Adviento es tiempo de preparación. Nos debemos preguntar ¿para qué nos debemos
preparar? Podríamos decir que está preparación
del adviento es a corto y a largo plazo.
A corto plazo, implica que nos hemos de preparar recordando,
reflexionando y meditando en esa primera vez (y única vez) que Cristo nació con
todos los problemas y dificultades de su tiempo él Señor pueda renacer en
nuestras vidas en todo nuestro ser para que dé está forma en todo momento podamos
renovar y redescubrir las exigencias del Reino de Dios. Aquí en esta etapa del adviento la Iglesia
nos pone el ejemplo de María la Madre de Dios.
Entonces ¿Qué implica a largo plazo? Al comenzar el tiempo de adviento la Iglesia,
quién es Madre y Maestra nos recuerda imperativamente que debemos estar
preparados en todo momento para cuando ‘el
dueño de la casa’ o sea Aquel quién es él Rey del Reino de Dios. Aquí podríamos decir y usando la expresión famosa
que San Pablo le dice a discípulo y obispo Timoteo (ver 2Tim. 4, 2) hay que
estar preparados “a tiempo y destiempo”
para cuando él Señor llegue glorioso y realice su juicio final y definitivo.
Decir o hacer alusión sobre ‘largo
plazo’ en referente a lo espiritual y por ende él Reino de Dios no implica
“que nos durmamos en las pajas” y nos
despreocupemos y no seamos atentos a las cosas de Dios.
¡Que él Espíritu de Dios de tal forma que lo hizo al comienzo de
la creación pueda aletear en la superficie de las aguas de nuestras vidas! Y de esta forma, nos asista en este Tiempo de
Adviento y siempre en nuestro caminar de esta vida cristiana que está llena de
compromiso bautismal siempre para él bien de la comunidad eclesial. ¡Que así nos socorra
y auxilie siempre Dios!
¡Santa María de Nazaret, ruega por todos los
bautizados!
¡Nuestra Señora de
Guadalupe Emperatriz de la Américas, ruega por todos nosotros!
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