20 de diciembre de 2017

Natividad del Señor (Misa de la Medianoche): “¡El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz ha nacido él Redentor e Salvador del mundo!”

Is. 9, 1-3. 5-6
Sal. 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13
Tt. 2, 11-14
Lc. 2, 1-14

Hoy es Navidad o sea que celebramos el nacimiento del Hijo Único de Dios.  La liturgia de este día tan especial e único nos da todo un Banquetazo de la Palabra de Dios.  La Natividad del Señor es tan y tan densa en su riqueza espiritual que no sé conforma con una Celebración de su Sagrada Liturgia.  Hoy la Santa Madre Iglesia nos brinda no una sino cuatro distintas celebraciones de la Natividad del Señor con distintos textos bíblicos y, por ende, con sus respectivas riquezas espirituales cómo ya había mencionado. 

Hoy estaremos reflexionando en las lecturas bíblicas de la Misa de la Medianoche (además está la Misa Vespertina de la Vigilia, la Misa de la Aurora e la Misa del Día).  Fray Nelson Medina de la Orden de los Predicadores (conocida cómo los Dominico por su fundador Santo Domingo de Guzmán) muy bien sintetiza los distintos sabores espirituales que nos dan estas distintas misas.  Esta variedad de lecturas también significa, que hay como diferentes puntos de vista, y en este sentido, cada uno de esos formularios, cada una de esas Misas, tiene por así decirlo, su gracia particular, es como una mirada especial, como un rayo de luz para acercarnos, para adentrarnos al misterio de la Natividad del Señor”.
Veamos cuál es el contexto histórico que nos da la primera lectura que pertenece al Libro del Emmanuel (caps. 7 al 12).  Él Imperio del Norte o sea Israel estaba siendo azotada e arrasada por él Imperio de Asiria.  Él Imperio del Sur o Judá estaba temerosa de esta situación.  Él profeta por su parte le preocupaba la corrección moral del Judá.   En medio de todo esto Dios le inspira esperanza que Isaías sabe muy bien transmitir al pueblo de Judá.
“Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el signo del imperio y su nombre será: ‘Consejero admirable’, ‘Dios poderoso’, ‘Padre sempiterno’, ‘Príncipe de la paz’; para extender el principado con una paz sin límites sobre el trono de David y sobre su reino; para establecerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y para siempre.  El celo del Señor lo realizará” (Is. 9, 5-6).  Aquí Isaías nos presenta distintos atributos del Mesías.  Sin duda fue consejero admirable (Ver Lc. 10, 38-42) de igual forma fue Dios poderoso (ver Mt. 14, 13-21; Mc. 6, 34-44), pero con mayor razón fue Príncipe de la Paz (ver Lc. 8, 22-25).  En este último atributo en muchas ocasiones Jesús sé anteponía a los problemas por grande o profundo que fueran.  Más aún cuantas veces hemos pasado por un angustioso problema y cuando acudimos al Señor en la oración podemos palpar esa paz que solo Él nos puede dar.
La Eucaristía nos recuerda esa paz que solo Cristo Jesús nos puede dar.  Con su paz podemos decir que nuestro Dios es un Dios de poder.   Recuerda hermano o hermana Jesús verdaderamente tiene todo el Poder de darnos su Paz.
San Pablo le recuerda a su discípulo e obispo Tito que la gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la irreligiosidad y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza” (Tt. 2, 11-13).  La gracia de Dios que sé nos he dada en nuestro Bautismo sé consolida por medio de la esperanza que también adquirimos en él Bautismo.
Es él Espíritu Santo quién va obrando en nosotros e nos hace renunciar a todo deseo mundano.  O sea, deseos que nos quiere desviar del objetivo de la salvación.  Por eso las Iglesia nos recuerda constantemente de los medios de gracias que son los sacramentos en especial la Eucaristía y la Reconciliación.  Los Sacramentos cómo signos palpable que obran la gracia de por sí ya son motivos de dar gracias a Dios.  De esta forma la oración sé entrelaza con la vida sacramental e esperamos fielmente la próxima venida de Nuestro Salvador e Redentor.
El Evangelio de San Lucas nos narra cumplen las leyes civiles cómo voluntad de Dios.  Él recorrido de Nazaret a Belén caminando es entre 32 a 34 horas (manejando son 3 hora e 10 minutos aproximadamente).  Ahora bien, hoy en día hay carreteras que hacen él acceso más viable.   Pero en ese entonces María embarazada e tenían que parar cuando menos sé lo esperaban.  Con todos los inconvenientes llegaron a Belén.
En Belén los pastores que estaban en sus apriscos e pastoreando sus ovejas sé les aparece él ángel y les da las Buenas Nuevas a estos.  A estos “la Gloria de Dios los envolvió con su luz” (Lc. 2, 9). 
Los pastores eran considerados lo más bajo.  Muchos de ellos no sabían leer y por tal motivo no podían participar en las sinagogas y muchos menos en él Templo de Jerusalén.  Vemos que desde su nacimiento él Señor llega a los menos afortunados.  Cómo podemos apreciar los pastores fueron los primeros en adorar (después de María y José) al Niño Dios.
Veamos que ‘adorar’ casi “sin querer queriendo” sé convierte en la palabra clave.  Entonces tu y yo vamos adorar al Niño Dios que renace en cada uno de nuestros corazones.  Tratando de imitar al máximo las virtudes de Jesús para crecer en él amor hecho acción (caridad).  Un amor dadivoso que hagan brillar nuestra alma e nuestro espíritu.
En esta Navidad que Cristo Jesús este en él pesebre de nuestro corazón.  ¡Que él Espíritu Santo nos haga adorar a Jesús siendo fieles a su mensaje de amor fraternal e fieles a la Iglesia que Cristo fundo!
¡Navidad Cristo Nació!  ¡Feliz Navidad!

No hay comentarios.:

Consultas y Respuestas: Testimonios de Fe…

Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Conclusión)

En estos tiempos en los medios de publicidad y de  “marketing”  (mercadeo) se nos presenta la felicidad temporera y efímera como si fuera  “...