Is. 9, 1-3. 5-6
Sal. 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13
Tt. 2, 11-14
Lc. 2, 1-14
Hoy es Navidad o sea que
celebramos el nacimiento del Hijo Único de Dios. La liturgia de este día tan especial e único nos
da todo un Banquetazo de la Palabra de Dios.
La Natividad del Señor es tan y tan densa en su riqueza espiritual que
no sé conforma con una Celebración de su Sagrada Liturgia. Hoy la Santa Madre Iglesia nos brinda no una
sino cuatro distintas celebraciones de la Natividad del Señor con distintos
textos bíblicos y, por ende, con sus respectivas riquezas espirituales cómo ya había
mencionado.
Hoy estaremos reflexionando
en las lecturas bíblicas de la Misa de la Medianoche (además está la Misa
Vespertina de la Vigilia, la Misa de la Aurora e la Misa del Día). Fray Nelson Medina de la Orden de los
Predicadores (conocida cómo los Dominico por su fundador Santo Domingo de Guzmán)
muy bien sintetiza los distintos sabores espirituales que nos dan estas
distintas misas. “Esta variedad de lecturas también significa, que hay como
diferentes puntos de vista, y en este sentido, cada uno de esos formularios,
cada una de esas Misas, tiene por así decirlo, su gracia particular, es como
una mirada especial, como un rayo de luz para acercarnos, para adentrarnos al
misterio de la Natividad del Señor”.
Veamos cuál es el contexto histórico que nos da la
primera lectura que pertenece al Libro del Emmanuel (caps. 7 al 12). Él Imperio del Norte o sea Israel estaba
siendo azotada e arrasada por él Imperio de Asiria. Él Imperio del Sur o Judá estaba temerosa de esta
situación. Él profeta por su parte le
preocupaba la corrección moral del Judá.
En medio de todo esto Dios le inspira esperanza que Isaías sabe muy bien
transmitir al pueblo de Judá.
“Porque un niño nos ha nacido, un hijo
se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el signo del imperio y su nombre será: ‘Consejero
admirable’, ‘Dios poderoso’, ‘Padre sempiterno’, ‘Príncipe
de la paz’; para extender el principado con una paz sin límites sobre el trono de David y sobre su
reino; para establecerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde
ahora y para siempre. El celo del Señor
lo realizará” (Is. 9, 5-6). Aquí Isaías nos presenta distintos atributos
del Mesías. Sin duda fue consejero
admirable (Ver Lc. 10, 38-42) de igual forma fue Dios poderoso (ver Mt. 14,
13-21; Mc. 6, 34-44), pero con mayor razón fue Príncipe de la Paz (ver Lc. 8,
22-25). En este último atributo en
muchas ocasiones Jesús sé anteponía a los problemas por grande o profundo que
fueran. Más aún cuantas veces hemos
pasado por un angustioso problema y cuando acudimos al Señor en la oración podemos
palpar esa paz que solo Él nos puede dar.
La Eucaristía nos recuerda esa paz que solo Cristo Jesús nos
puede dar. Con su paz podemos decir que
nuestro Dios es un Dios de poder.
Recuerda hermano o hermana Jesús verdaderamente tiene todo el Poder de
darnos su Paz.
San Pablo le recuerda a su discípulo e obispo Tito que “la gracia de Dios se ha manifestado para
salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la irreligiosidad y
a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria,
justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador,
Cristo Jesús, nuestra esperanza” (Tt. 2, 11-13). La gracia de Dios que sé nos he dada en
nuestro Bautismo sé consolida por medio de la esperanza que también adquirimos
en él Bautismo.
Es él Espíritu Santo quién va obrando en nosotros e nos hace
renunciar a todo deseo mundano. O sea,
deseos que nos quiere desviar del objetivo de la salvación. Por eso las Iglesia nos recuerda
constantemente de los medios de gracias que son los sacramentos en especial la Eucaristía
y la Reconciliación. Los Sacramentos cómo
signos palpable que obran la gracia de por sí ya son motivos de dar gracias a
Dios. De esta forma la oración sé entrelaza
con la vida sacramental e esperamos fielmente la próxima venida de Nuestro
Salvador e Redentor.
El Evangelio de San Lucas nos narra cumplen las leyes
civiles cómo voluntad de Dios. Él recorrido
de Nazaret a Belén caminando es entre 32 a 34 horas (manejando son 3 hora e 10
minutos aproximadamente). Ahora bien,
hoy en día hay carreteras que hacen él acceso más viable. Pero en ese entonces María embarazada e tenían
que parar cuando menos sé lo esperaban.
Con todos los inconvenientes llegaron a Belén.
En Belén los pastores que estaban en sus apriscos e pastoreando
sus ovejas sé les aparece él ángel y les da las Buenas Nuevas a estos. A estos “la
Gloria de Dios los envolvió con su luz” (Lc. 2, 9).
Los pastores eran considerados lo más bajo. Muchos de ellos no sabían leer y por tal motivo
no podían participar en las sinagogas y muchos menos en él Templo de Jerusalén. Vemos que desde su nacimiento él Señor llega
a los menos afortunados. Cómo podemos
apreciar los pastores fueron los primeros en adorar (después de María y José) al
Niño Dios.
Veamos que ‘adorar’
casi “sin querer queriendo” sé convierte
en la palabra clave. Entonces tu y yo vamos
adorar al Niño Dios que renace en cada uno de nuestros corazones. Tratando de imitar al máximo las virtudes de Jesús
para crecer en él amor hecho acción (caridad).
Un amor dadivoso que hagan brillar nuestra alma e nuestro espíritu.
En esta Navidad que Cristo Jesús este en él pesebre de
nuestro corazón. ¡Que él Espíritu Santo
nos haga adorar a Jesús siendo fieles a su mensaje de amor fraternal e fieles a
la Iglesia que Cristo fundo!
¡Navidad Cristo Nació! ¡Feliz Navidad!
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