14 de diciembre de 2017

Tercer Domingo de Adviento: ¡La Alegría sé va asomando por la “ventana de nuestra alma”!

Primera Lectura: Is. 61, 1-2. 10-11

Salmo Responsorial: Lc. 1, 46-48. 49-50. 53-54

Segunda Lectura: 1Tes. 5, 16-24

Evangelio: Jn. 1, 6-8. 19-28

Este tercer domingo la Iglesia celebra el “Domingo del Gaudete” o sea él domingo de la alegría.  La Palabra de Dios que nos propone la liturgia en este domingo está enmarcado con don del Espíritu Santo de la Alegría.  Más adelante veremos porque hablo de la alegría como don de Dios.

La primera lectura del Tercer Isaías (cc 56-66) enfatiza que el futuro del Pueblo de Israel está en las manos de Dios.  Este nos está describiendo la consagración anónima de alguien que recibe la vocación de anunciar la Buena Nueva (la Buena Noticia) a los pobres.  Aquí hay que entender que no sé habla necesariamente de pobreza económica o material.  Por ende, aquí todos nosotros somos pobres de una forma u otra en especial en lo espiritual.
Es de carácter especial él saber reconocer que aquí él consagrado reconoce no solo la vocación o llamado de parte de Dios sino además que este ha recibido el Espíritu del Señor que lo capacita para dicha misión.  Pero él Espíritu del Señor además de morar en esta persona lo unge.  Esto es bien importante. ¿veamos él por qué?
Las palabras cristo (griego) y mesías (hebreo) que son sinónimos como muchos sabrán significan “el ungido”.  ¿Qué implica esto?  Que, aunque él hagiógrafo o autor bíblico no lo exprese directamente esta persona que recibe esa consagración es un mesías.  Durante el Antiguo Testamento vemos como Dios fue enviando sus consagrados (patriarcas, jueces, profetas, etc.) que de una u otra forma fueron salvadores y/o mesías del Pueblo de Israel.
Este texto del Profeta Isaías será por así decirlo la “circular o carta de garantía” de Jesús (ver Lc. 4, 16-30).  Podríamos como con un rompe cabeza ir armando parte por parte cada uno de las cosas que recibe él consagrado y notaremos que mejor que a nadie todas estas aplican a Jesús.  La pregunta que debemos hacernos en reflexión muy personal ¿podría ser yo capaz de cumplir o realizar está misión?  Recordemos que nuestro bautismo recibimos él Espíritu de Dios y además somos llamados a de una forma u otra a anunciar la Buena Nueva de Dios.
La segunda lectura que sé nos proclama en este Domingo del Gaudete es de la Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses.  Además, esta carta es el primer escrito de todo el Nuevo Testamento.  Él marco o contexto histórico de esta carta es el siguiente.  Pablo evangeliza a los Tesalonicenses en su segundo viaje misionero.  Durante este lapso de tiempo surge una gran persecución contra Pablo y sus colaboradores.  Por este motivo salen a toda prisa de esta ciudad.
Lo que sé había enseñado de la doctrina cristiana no había consolidado lo suficiente.  A consecuencia de esto surgieron dudas en especial dudas e interrogantes sobre la venida del Señor.  Además, había dudas de cómo está enseñanza de la venida de Cristo a su diario vivir.  Pablo con esta carta pretende no solo aclarar las dudas sino también solidificar la doctrina o enseñanza cristiana que sé le había enseñado a los tesalonicenses.
En este texto de la Primera Carta a los Tesalonicenses (1Tes. 5, 16-24) que la Iglesia nos propone comienza el apóstol diciéndonos “vivan siempre alegres” (o “estén alegres” dependiendo él leccionario que sé use).  Pero notaremos que Pablo no sé queda aquí, sino que además nos dice “oren sin cesar” y “den gracias en toda ocasión”.  Cómo podemos apreciar para él cristiano no solo es suficiente él estar alegre con está deben estar también la oración constante y la acción de gracias en todo momento.  Estos son tres elementos que siempre deben estar en todo bautizado: la alegría, la oración y la acción de gracia.
No es coincidencia que unos de los nombres más comunes que sé le da a la Santa Misa es la Eucaristía.  Está palabra eucaristía (del griego) significa acción de gracia.  Tengamos muy presente que en la Santa Misa no es una acción de gracia nuestra sino más bien es una Acción de Gracia del Hijo al Padre.  Solamente teniendo esto presente (Acción de Gracia del Hijo al Padre) asomamos nuestra acción de gracia porque él mismo Cristo Jesús va delante de nosotros los bautizados que formamos parte de la Comunidad Eclesial que llamamos Iglesia.  Solamente nos toca dar gracias otra vez porque él Señor Resucitado sé da al Padre cómo cordero sin macha que realiza no solo él sacrificio pascual sino esa eterna acción de gracias.  Nuevamente, “Gracias Señor Jesús por ser la eterna Eucaristía del Padre”.
En el evangelio de este Domingo del Gaudete, San Juan él Evangelista nos presenta el testimonio del Juan el Bautista.  Este texto joánico está compuesto de dos fragmentos del primer capítulo.  El primero (versículos 6 al 8) del prólogo de este evangelio.  El segundo (versículos 19 al 28) es básicamente un interrogatorio “estilo detectivesco”.
Notemos que las preguntas que le hacen los sacerdotes y levitas, él Bautista responde con un “no soy”.  ‘¿Eres él profeta? No lo soy’.  Este tipo de contestación parecería lo normal, pero en realidad no lo era ya que antes y después de Jesús hubo otros sé autoproclamaron mesías.  La repuesta más extraordinaria que dio Juan fue ante la pregunta “¿Qué dices de ti mismo?”  “Yo soy la voz que grita en el desierto: 'Enderecen el camino del Señor', como anunció el profeta Isaías”.
¿Por qué es importante está respuesta que dio él Bautista?  Él Pueblo Judío en especial los varones tenían que estudiar la ley y los profetas.  Por eso cuando a Jesús le preguntan ¿Cuál era el mandamiento principal y más importante de la ley?  Este le contesto:  “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.  Este es el gran mandamiento, el primero.  Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos” (Mt. 22, 37-40).
Ahora quisiera ir al principio de este evangelio joánico.  Él hagiógrafo nos dice que Juan el Bautista nos dice era “testigo de la luz” y que no era la luz.  Con esto él autor sagrado nos está diciendo él Bautista no era él mesías.  Cómo mencione anteriormente hubo otros que sé autoproclamaron mesías. 
Él Bautista pudo haberse proclamado mesías ya que él tenía sus seguidores.  De hecho, hoy en día hay seguidores de Juan el Bautista en Irán e Iraq.  En este último país mencionado yo tuve la oportunidad de conocer personalmente varias de estas comunidades seguidores del Bautista.
Para resumir, Juan el Bautista sabía muy bien cuál era su vocación y misión.  La de él fue ser precursor o sea preparar el camino del Mesías o sea él que vendría detrás de él.  Cómo ya he dicho otras veces hoy también no toca preparar el camino del Señor para cuando sea su santa voluntad Él venga en Gloria y con Poder.  También hay otro sentido de preparar el camino de Señor y es con nuestro testimonio personal con nuestra vida de oración, de sacramentos, y nuestra vida de amor fraterno (caridad) para con los demás. 
El cristiano debe distinguirse por su alegría.  Pero está alegría debe contagiar a otros.  Por eso hermano(a) católico(a) que somos cristianos en pleno derecho y con mayor responsabilidad es nuestra misión que los demás noten nuestra verdadera y plena alegría de ser cristiano.
Hoy la liturgia nos recuerda que debemos estar alegres porque Cristo se Encarno y porque un día, cuando así lo determine él Padre Cristo volverá en Gloria y en Poder revestido de majestad cómo Rey de reyes y Señor de señores, cómo verdadero Dios a juzgar a vivos y muertos cómo rezamos en él Credo.
Solo nos queda responder a la siguiente pregunta.  ¿Estamos preparando el camino del Señor como antes hemos mencionado?  Con un recto concienzudo examen contestemos está pregunta.  ¡Que así nos ayudé y guie él Espíritu Santo!
 
¡Si Cristo Jesús, su Madre María y la Iglesia son tu alegría di Amén!

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