Primera
Lectura: Is.
61, 1-2. 10-11
Salmo Responsorial: Lc.
1, 46-48. 49-50. 53-54
Segunda Lectura: 1Tes. 5, 16-24
Evangelio: Jn.
1, 6-8. 19-28
Este tercer domingo la Iglesia
celebra el “Domingo del Gaudete” o
sea él domingo de la alegría. La Palabra
de Dios que nos propone la liturgia en este domingo está enmarcado con don del Espíritu Santo
de la Alegría. Más adelante veremos
porque hablo de la alegría como don de Dios.
La primera lectura del Tercer
Isaías (cc 56-66) enfatiza que el futuro del Pueblo de Israel está en las manos
de Dios. Este nos está describiendo la
consagración anónima de alguien que recibe la vocación de anunciar la Buena
Nueva (la Buena Noticia) a los pobres. Aquí hay que entender que no sé habla
necesariamente de pobreza económica o material.
Por ende, aquí todos nosotros somos pobres de una forma u otra en
especial en lo espiritual.
Es
de carácter especial él saber reconocer que aquí él consagrado reconoce no solo
la vocación o llamado de parte de Dios sino además que este ha recibido el
Espíritu del Señor que lo capacita para dicha misión. Pero él Espíritu del Señor además de morar en
esta persona lo unge. Esto es bien
importante. ¿veamos él por qué?
Las
palabras cristo (griego) y mesías (hebreo) que son sinónimos como muchos sabrán
significan “el ungido”. ¿Qué implica esto? Que, aunque él hagiógrafo o autor bíblico no
lo exprese directamente esta persona que recibe esa consagración es un mesías. Durante el Antiguo Testamento vemos como Dios
fue enviando sus consagrados (patriarcas, jueces, profetas, etc.) que de una u
otra forma fueron salvadores y/o mesías del Pueblo de Israel.
Este
texto del Profeta Isaías será por así decirlo la “circular o carta de garantía” de Jesús (ver Lc. 4, 16-30). Podríamos como con un rompe cabeza ir armando parte
por parte cada uno de las cosas que recibe él consagrado y notaremos que mejor
que a nadie todas estas aplican a Jesús.
La pregunta que debemos hacernos en reflexión muy personal ¿podría ser
yo capaz de cumplir o realizar está misión?
Recordemos que nuestro bautismo recibimos él Espíritu de Dios y además somos
llamados a de una forma u otra a anunciar la Buena Nueva de Dios.
La
segunda
lectura que sé nos proclama en este Domingo del Gaudete es de la
Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses. Además, esta carta es el primer escrito de
todo el Nuevo Testamento. Él marco o
contexto histórico de esta carta es el siguiente. Pablo evangeliza a los Tesalonicenses en su
segundo viaje misionero. Durante este
lapso de tiempo surge una gran persecución contra Pablo y sus
colaboradores. Por este motivo salen a
toda prisa de esta ciudad.
Lo
que sé había enseñado de la doctrina cristiana no había consolidado lo
suficiente. A consecuencia de esto surgieron
dudas en especial dudas e interrogantes sobre la venida del Señor. Además, había dudas de cómo está enseñanza de
la venida de Cristo a su diario vivir. Pablo
con esta carta pretende no solo aclarar las dudas sino también solidificar la
doctrina o enseñanza cristiana que sé le había enseñado a los tesalonicenses.
En
este texto de la Primera Carta a los Tesalonicenses (1Tes. 5, 16-24) que la
Iglesia nos propone comienza el apóstol diciéndonos “vivan siempre alegres” (o “estén
alegres” dependiendo él leccionario que sé use). Pero notaremos que Pablo no sé queda aquí, sino
que además nos dice “oren sin cesar”
y “den gracias en toda ocasión”. Cómo podemos apreciar para él cristiano no
solo es suficiente él estar alegre con está deben estar también la oración constante
y la acción de gracias en todo momento.
Estos son tres elementos que siempre deben estar en todo bautizado: la alegría,
la oración y la acción de gracia.
No
es coincidencia que unos de los nombres más comunes que sé le da a la Santa
Misa es la Eucaristía. Está palabra eucaristía
(del griego) significa “acción de gracia”. Tengamos muy
presente que en la Santa Misa no es una acción de gracia nuestra sino más bien
es una Acción de Gracia del Hijo al Padre.
Solamente teniendo esto presente (Acción de Gracia del Hijo al Padre)
asomamos nuestra acción de gracia porque él mismo Cristo Jesús va delante de
nosotros los bautizados que formamos parte de la Comunidad Eclesial que
llamamos Iglesia. Solamente nos toca dar
gracias otra vez porque él Señor Resucitado sé da al Padre cómo cordero sin
macha que realiza no solo él sacrificio pascual sino esa eterna acción de
gracias. Nuevamente, “Gracias Señor Jesús por ser la eterna Eucaristía del Padre”.
En el evangelio de este Domingo del Gaudete,
San Juan él Evangelista nos presenta el testimonio del Juan el Bautista. Este texto joánico está compuesto de dos fragmentos del primer capítulo. El primero (versículos 6 al 8) del prólogo de
este evangelio. El segundo (versículos 19
al 28) es básicamente un interrogatorio “estilo
detectivesco”.
Notemos que las preguntas que le
hacen los sacerdotes y levitas, él Bautista responde con un “no soy”. ‘¿Eres él
profeta? No lo soy’. Este tipo de contestación
parecería lo normal, pero en realidad no lo era ya que antes y después de Jesús
hubo otros sé autoproclamaron mesías. La
repuesta más extraordinaria que dio Juan fue ante la pregunta “¿Qué dices de ti mismo?” “Yo soy la
voz que grita en el desierto: 'Enderecen el camino del Señor', como anunció el
profeta Isaías”.
¿Por qué es importante está respuesta
que dio él Bautista? Él Pueblo Judío en
especial los varones tenían que estudiar la ley y los profetas. Por eso cuando a Jesús le preguntan ¿Cuál era
el mandamiento principal y más importante de la ley? Este le contesto:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy
parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los
Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos” (Mt. 22, 37-40).
Ahora quisiera ir al principio de
este evangelio joánico. Él hagiógrafo nos
dice que Juan el Bautista nos dice era “testigo
de la luz” y que no era la luz. Con
esto él autor sagrado nos está diciendo él Bautista no era él mesías. Cómo mencione anteriormente hubo otros que sé
autoproclamaron mesías.
Él Bautista pudo haberse proclamado
mesías ya que él tenía sus seguidores.
De hecho, hoy en día hay seguidores de Juan el Bautista en Irán e Iraq. En este último país mencionado yo tuve la
oportunidad de conocer personalmente varias de estas comunidades seguidores del
Bautista.
Para resumir, Juan el Bautista sabía
muy bien cuál era su vocación y misión.
La de él fue ser precursor o sea preparar el camino del Mesías o sea él que
vendría detrás de él. Cómo ya he dicho
otras veces hoy también no toca preparar el camino del Señor para cuando sea su
santa voluntad Él venga en Gloria y con Poder. También hay otro sentido de preparar el camino
de Señor y es con nuestro testimonio personal con nuestra vida de oración, de
sacramentos, y nuestra vida de amor fraterno (caridad) para con los demás.
El cristiano debe
distinguirse por su alegría. Pero está alegría
debe contagiar a otros. Por eso
hermano(a) católico(a) que somos cristianos en pleno derecho y con mayor
responsabilidad es nuestra misión que los demás noten nuestra verdadera y plena
alegría de ser cristiano.
Hoy la liturgia nos
recuerda que debemos estar alegres porque Cristo se Encarno y porque un día,
cuando así lo determine él Padre Cristo volverá en Gloria y en Poder revestido
de majestad cómo Rey de reyes y Señor de señores, cómo verdadero Dios a juzgar
a vivos y muertos cómo rezamos en él Credo.
Solo nos queda responder a la siguiente pregunta. ¿Estamos preparando el camino del Señor como antes hemos mencionado? Con un recto concienzudo examen contestemos está pregunta. ¡Que así nos ayudé y guie él Espíritu Santo!
¡Si Cristo Jesús, su Madre María y la Iglesia son
tu alegría di Amén!
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