VBlog: Catequesis, Apologética & Predicación: Las Siete Palabras de Jesús en la Cruz – Cuarta Palabra…
Cuarta Palabra: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? (Mt. 27, 46; Mc. 15, 34).
Oración
al Espíritu Santo (San Alfonso
María Ligorio)
Oh Espíritu Santo, divino
Paráclito, Padre de los pobres, Consolador de los afligidos, santificador de
las almas, heme aquí, postrado ante tu presencia. Te adoro con la más profunda
sumisión, y repito mil veces con los serafines que están ante tu trono: ¡Santo!
¡Santo! ¡Santo!
Tú, que has llenado de
inmensas gracias el alma de María e inflamado de santo celo los corazones de
los apóstoles, dígnate también abrasar mi corazón con tu amor.
Tú eres un Espíritu
Divino, fortifícame contra los malos espíritus; tú eres fuego, enciende en mí
el fuego de tu amor, tú eres luz, ilumíname, hazme conocer las verdades
eternas; tú eres una paloma, dame costumbres puras; eres un soplo lleno de
dulzura, disipa las tempestades que levantan en mí las pasiones; eres una nube,
cúbreme con la sombra de tu protección; en fin, a ti que eres el autor de todos
los dones celestes: ¡ah!
Te suplico,
vivifícame con la gracia, santifícame con tu caridad, gobiérname con tu
sabiduría, adóptame como tu hijo por tu bondad, y sálvame por tu infinita
misericordia, para que no cese jamás de bendecirte, de alabarte y de amarte;
primero en la tierra durante mi vida, y luego en el Cielo durante toda la
eternidad. Amén… Amén… Amén.
{Por el Dios que Uno y Trino.}
Cuarta Palabra: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? (Mt. 27, 46; Mc. 15, 34).
Ya casi eran las tres de la tarde hora
crucial en la crucifixión de Cristo cuando en arameo dice: “¡Elí, Elí! (Eloí, Eloí… Mc.) ¿lemá sabactani?”.
Este
es un grito de angustia, pero no de desesperación. Esto es muy importante tenerlo muy
claro.
La desesperación es “la pérdida total de la esperanza o pérdida de
la paciencia o de la tranquilidad de
ánimo, causada generalmente por la consideración de un mal irreparable o por la
impotencia de lograr éxito” (buscador google, énfasis añadido).
Mientras
que la angustia es “la aflicción, la desolación o la congoja también
es el estado de intranquilidad o inquietud
muy intensas causado especialmente por algo desagradable o por la amenaza de
una desgracia o un peligro” (buscador google, énfasis añadido).
Para poder hablar y con la fuerza que
lo hizo, el Señor tuvo que hacer un enorme esfuerzo físicamente hablando. Sé tenía que incorporar o sea levantar su
cuerpo con los pies clavados para poder respirar. Esto es algo que ha sido comprobado
científicamente.
Pero aparte de eso, y que no podemos
olvidar que Jesús además de ser verdadero Dios es también verdadero Hombre. Es,
cómo ya mencioné, el nuevo Adán en todo el sentido de la palabra. Todo dolor físico que pueda sufrir cualquiera
de nosotros también Él los habría de sufrir.
Dios no había sabido o no había experimentado lo que era el sufrimiento
y el dolor hasta que Él sé encarno.
Levantándose o incorporándose grita “¡Dios
mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?” Desde la oración en el Huerto de los Olivos hasta el ser
clavado en la cruz no habías gritado hasta en este momento.
Estas
palabras corresponden al Salmo 22:
“Dios mío, Dios mío
¿Por qué me has abandonado?
A pesar de mis gritos,
mí oración no te alcanza.
Dios mío de día te grito,
y no me respondes;
de noche, y no me haces caso.
Porque tú eres el Santo
y habitas entre la alabanza de Israel
En ti confiaron nuestros padres,
confiaron y tú los liberaste;
A ti clamaron y sé vieron libres,
en ti confiaron sin tener que arrepentirse” (Sal. 22, 1-6).
Estos primeros seis
versículos de este salmo los cuáles inician con latidos de enormes sufrimientos
concluyen con gran tono de esperanza.
Quizás como nos lo indican San Mateos y San Marcos, Jesús solo expreso
verbalmente esa primera frase (u oración) pero me lo imagino que en su interior
que siguiera orando con este salmo entre sufrimiento y esperanzas.
“Al que no había conocido el pecado, Dios le hizo pecado,
para que fuéramos en la justicia de Dios” (2Cor. 5, 21). Aquí San Pablo nos da una pista de porque
Jesús sé sintió así abandonado del Padre.
Más aún en este momento cuando Jesús sé sintió abandonado Jesús lo llama
Dios y no Padre cómo siempre lo solía hacer.
¿Qué implica esto? Esto denota al niño desamparado que no tiene
a quién buscar en sus momentos más duros en su vida. Hasta en eso el Señor sé hace solidarios con
nosotros.
Aquí podríamos decir que Jesús sufre la desolación antes
de llegar la hora de la redención para todos los hombres que Jesús nos ha dado
por su gloriosa muerte en la cruz. Cómo
vemos ante del momento de la gloria tiene que llegar el desconsuelo y la
desolación.
Al igual que a Jesús a nosotros los cristianos por medio
de la fe y la esperanza nos tocara un día salir de este “valle de lagrima” para un día llegar a la gloria eterna, ante el
trono del Cordero que el mismo Jesús nos ha prometido.
Espíritu Santo tu que eres el Divino Consolador asístenos
siempre en nuestros momentos de pruebas difíciles para que seamos perseverantes
hasta el final. ¡María Madre del Divino
Consuelo ora e intercede por nosotros!
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