4 de abril de 2018

¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡El Señor ha Resucitado! ¡Aleluya! ¡Aleluya! (Parte 1)

La resurrección del Jesús es la cumbre de la fe cristiana.  Podríamos decir que la resurrección es el “alfa y omega” de la fe en Cristo Jesús. 
Pero debemos preguntarnos ¿Qué es la resurrección?  ¿De donde los cristianos adquirimos ese “concepto” (cómo suelen decir algunos {cómo decía mí abuelita} “que no creen ni en la luz eléctricas”) de la resurrección?
Antes de contestar la pregunta anterior veamos el significado y algo de la etimología u origen de esta palabra.  La palabra “resurrección” tiene su origen del latín “resurrectionis” y significa levantarse, alzarse, resurgir, o renacer.  El termino en griego para esta palabra (resurrección) es “anastasis” que significa levantamiento (un levantar) o despertamiento (un despertar).
No cabe la menor duda que, aunque este termino resurrección de una forma u otra estaba en otras culturas los cristianos lo heredamos del Pueblo de Israel y posteriormente del judaísmo (antes y durante el tiempo de Jesús).  Recordemos que la revelación en el Antiguo Testamento es progresiva y no podemos pretender ver la resurrección aquí que con la misma concepción que en el Nuevo Testamento.
El Primer Libro del Profeta Samuel en lo que sé conoce cómo el Cantico de Ana nos da una idea clave para comenzar a entender lo que es la resurrección.  Aquí Ana nos dice: “Yahvé da muerte y vida, hace bajar del Abismo y retornar” (1Sam. 2, 6).  Veamos cómo el hagiógrafo o autor sagrado aquí acentúa que Dios da o dispone la muerte y después de esta puede y da la vida.
El Libro de los Salmos expone la resurrección con simpleza, pero con elocuencia a la misma vez.  “El, que tus culpas perdonan, que cura todas tus dolencias, rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y ternura, satura de bienes tu existencia, y tu juventud sé renueva cómo la de águila” (Sal. 103, 3-5).  En la lectura de este salmo veremos que Dios no sé contenta con darnos lo que es justo, sino que va más allá lo que nos merecemos. Si fuera que nos mereciéramos algo (comenzando por mí) sino que nos colma con lo más grande, lo más abundante (v. 5).
Este salmo sin duda alguna es una joya poética.  Te recomiendo mí muy apreciado hermano(a) que saques tiempo para leerlo y meditarlo.   Personalmente me encanta cómo termina este Salmo 103 “Bendice, alma mía, a Yahvé” (Sal. 103, 22).
En el Antiguo Testamento podemos apreciar cómo Dios por medio de la intercesión de algunos de sus profetas realiza milagros de resucitación o vivificación.  El Primer Libro de los Reyes nos presenta la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta (ver 1Re. 17, 17-24).  En similar forma, el Segundo Libro de los Reyes nos presenta la resurrección del hijo de la sunamita (ver 2Re. 4, 31-37).
En el Antiguo Testamento también la resurrección es usada con sentido alegórico o metafórico.  En este sentido sé nos habla de la “resurrección del pueblo de Israel” haciendo alusión a culminación del destierro.  El profeta Isaías nos dice: “Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán, depertarán y darán gritos de júbilo los moradores del polvo; porque roció luminoso es tu roció, y la tierra echara de sus senos las sombras” (Is. 26, 19).
Otra cita bíblica similar a la anterior la podemos encontrar en el Libro del Profeta Ezequiel donde Dios anuncia la restauración de Israel (ver Ez. 37, 1-14).  La Biblia de Jerusalén nos dice en los comentarios de este texto de Ezequiel que los símbolos (ej. los huesos) usados aquí orientan y apuntan a la resurrección de la carne que los católicos proclamamos cómo dogma de fe en tanto en el Credo de los Apóstoles cómo en el Credo de Nicea-Constantinopla.
Jesús hace una analogía con los tres días que estuvo Jonás dentro del cetáceo o gran pez (ver Jo. 2, 1-11).  Por eso antes de resucitar el Señor de la misma forma que Jonás estuvo tres días y tres noches dentro del “monstro marino” así Jesús debía estar tres días y tres noches en el seno de la tierra (Mt. 12, 38-42).
Aquí sé podría aplicar muy bien lo que Jesús les decía a sus discípulos “si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda solo; pero si muere da mucho” (Jn. 12, 24).  Cómo podemos apreciar Jesús ‘cae en tierra’ (por su muerte) por ende nos da el fruto de su resurrección.
¡Ven Espíritu Santo y danos tus dones para vivir la Pascua del Señor en toda su intensidad!
¡María Santísima Madre del Cordero Pascual te pedimos que ores e intercedas por todos nosotros siempre!
¡Dios… Bendiga… Amén!
  

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