4 de abril de 2018

¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡El Señor ha Resucitado! ¡Aleluya! ¡Aleluya! (Parte 2)



Este fruto de la resurrección juntamente con su muerte, y cómo consecuencia nos da otros dos frutos fundamentales que son la redención y la salvación.  Claro esta cómo ya he mencionado antes para estas ultimas dos hay que trabajar.

El Nuevo Testamento por su parte nos presenta ejemplos de casos de resurrección, aunque no en el mismo sentido que la Resurrección del Señor.  Quisiera brevemente reflexionar en tres eventos de resucitación o resurrección y estos son la de Lázaro (ver Jn. 11, 1-45), de la hija de Jairo (ver Mc. 5, 21-42), y de el hijo de la viuda de Naín (ver Lc. 7, 11-17).
San Juan el Evangelista nos presenta la resurrección de Lázaro el gran amigo de Jesús.  Esta resurrección de Lázaro es una señal de la victoria del Señor sobre la muerte.  Recordemos que la muerte es consecuencia del pecado.  Por eso la resurrección de Jesucristo sobre pasa (pascua = paso) y deja atrás a la muerte.
Podemos decir que lo mismo sucede con el pecado, con la muerte y resurrección del Señor ya el pecado al igual que la muerte ha perdido la batalla.  Esto no quiere decir que nos sentemos sin hacer nada sin velar y custodiar nuestra vida espiritual.  El Señor carga con nuestros pecados en la cruz cómo nos dice San Pablo y San Pedro (ver Rm. 8, 1-4; 1Pe. 2, 24).  La resurrección de Lázaro es también anticipo de lo que será para todos los bautizados la resurrección de la carne.
San Marcos nos presenta la resucitación de la hija de Jairo.  San Marcos aquí nos especifica cómo Jesús resucito a la hija del encargado de la sinagoga.  Este le dijo en arameo “talitá kum” que según el mismo evangelista significa “muchacha a ti te digo levántate” (ver Mc. 5, 41).  Cómo al igual con Lázaro aquí en este caso Jesús solo le dice y le manda imperativamente.  De esta misma forma Dios realizo su creación “y dijo Dios” (ver Gn. 1, 1-31).
La resurrección del hijo de la viuda de Naín que nos narra San Lucas (ver Lc. 7, 14) que al igual que los casos anteriores el Jesús solo con decirle, éste resucita.  Aquí el hagiógrafo usa para Jesús el título de Adonai o sea Señor el cuál era solo usado para Dios (ver Lc. 7, 13).
Con este relato de este evento Lucas introduce lo que Jesús más adelante en este mismo capítulo dirá cuando Juan el Bautista envía a sus discípulos para pedir testimonio del Señor.  “Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: Los ciego ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, sé anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no sé escandalice de mí!” (Lc. 7, 22-23 énfasis añadido).
Ahora bien, veamos algunos de casos en las que el Señor sé les manifiesta resucitado a los apóstoles y a la primera generación de discípulos.  El primer signo o elemento (aunque no es evidencia irrefutable) de la resurrección de Jesús lo fue el sepulcro vacío (CIC # 640).   María Magdalena fue la primera en llegar a la tumba del Señor al llegar a dicho lugar sé percato que la rueda que cubría la entrada del sepulcro estaba movida (ver Jn. 20, 1-10).  Cómo continúa diciéndonos este texto joánico María va a donde Pedro y Juan (discípulo amado) y estos salen corriendo hasta donde estaba la tumba del Señor.
Es muy curioso cómo Juan llegando primero al sepulcro espera que Pedro entre primero (ver Jn. 20, 4).  La Iglesia con su Tradición Apostólica o sea tradición viva nos dicho que esto representa el reconocimiento de la primacía de Pedro cómo cabeza de los Apóstoles (ver Mt. 16, 18-19; Mc. 3, 16; Jn. 21, 15-17, CIC # 552 & # 553).  Después de esto un detalle que no podemos pasar por alto es que nos dice el texto que cuando el discípulo amado (Juan) vio cómo estaba el interior del sepulcro automáticamente creyó.
Es de suma importancia entender que desde que Jesús durante su ministerio publico les anunciaba a sus discípulos que debía llegar a Jerusalén (ver Mt. 16, 21-23, Mc. 8, 31-33; Lc. 9, 22; Mt. 17, 22-23; Lc. 9, 43-45; Mc. 9, 31-32; Mt. 20, 17-19; Mc. 10, 32-34; Lc. 18, 31-33) para padecer, morir y a los tres días resucitar, pero estos no entendían (ver Mc. 9, 32; Lc. 9, 45; Lc. 18, 34 & Jn. 20, 10) y hasta sé llegaron a escandalizar (ver Mt. 16, 22; Mc. 8, 33).  Teniendo esto bien claro podemos entender mejor el evento o acontecimiento de los discípulos de Emaús (ver Lc. 24, 13-35; Mc. 16, 12-13).
¡Ven Espíritu Santo y danos tus dones para vivir la Pascua del Señor en toda su intensidad!
¡María Santísima Madre del Cordero Pascual te pedimos que ores e intercedas por todos nosotros siempre!
¡Dios… Bendiga… Amén!

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