Jesús sé les manifestó
glorificado (resucitado) a distintos discípulos de una u otra forma. De todas estas mí favorita es cuando le salió
al paso a los discípulos de Emaús.
Aunque son varias las veces que Jesús sé le aparece
resucitado a sus discípulos me he de detener a reflexionar en el suceso de los
discípulos de Emaús.
En primer lugar, es muy interesante cómo Jesús comienza a
caminar con ellos manifestando su gloria nublada o velada a sus ojos (ver Lc.
24, 16). De camino le tiene que
explicar la Torah (La Ley) y los Profetas.
Podríamos decir que todo esto es cómo un rompe
cabeza. Hay ocasiones que las piezas las
encontramos fácil en especial las de los bordes. Entre más detalles tiene este “rompe cabeza
mesiánico-bíblico” la cosa sé pone más y más complicada. Algo así podríamos decir que le paso a los
discípulos de Emaús y a todos los discípulos en términos generales.
En este dialogo podemos apreciar cómo los judíos
esperaban a un “mesías político-militar” (ver Lc. 24, 21). A pesar de que había signos y manifestaciones
previas del resucitado cómo quiera la duda persistía (ver Lc. 24, 22-24).
Es que aquí en este punto que da comienzo a la
catequesis que le da Jesús a Cleofás y su compañero. Le explicaba que por causa del pecado y
ruptura de la Alianza los hombres que ya estaban destinados a la muerte (por
causa del pecado) necesitaban purificarse.
Con Moisés llega la ley y después de esto Dios fue
llamando profeta tras profeta para guiar a su pueblo elegido. Son los profetas los que además de velar por
la conducta moral de los reyes y del pueblo fueron anunciando con sentido
esperanzador que llegaría un mesías del linaje de David.
Estos (los profetas) fueron anunciando cómo el mesías
esperado (Jesús) debía padecer, morir y resucitar para lograr la purificación
(redención y salvación) que necesitamos todos los seres humanos.
Este evento culmina con un acto sacramental o sea con un signo sensible y palpable, el de partir el pan que les abrió los ojos (no solo
físico sino y esencialmente espiritual) a los discípulos. Esto sucede todos los días cuando el presbítero parte el en la
consagración en la Sagrada
Eucaristía. Cómo dice la canción “te
conocimos Señor al partir el pan, tu nos conoces Señor al partir el pan”. Una vez esto el Señor sé desapareció, cómo
dice el texto lucano, de su vista.
Para los que niegan del Sacramento de la Eucaristía y su presencia
real en las especies eucarísticas del pan y el vino, la Iglesia enseña que
Jesús esta presente en la comunión con su cuerpo, alma y divinidad (ver CIC #
1373-1374). Hay que tener muy claro que
negar la eucaristía equivale a negar la resurrección del Señor, cómo ha dicho
mí hermano en Cristo Fran Morera (ver CIC #1362).
“No estaba ardiendo
nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba y nos explicaba las
Escrituras” (Lc. 24, 32) sé decían
ellos. Esto nos debe hacer reflexionar y
preguntarnos ¿de verdad arde nuestro corazón, nuestra alma cuando la Iglesia y
su Magisterio (el Papa y los obispos en comunión con el Santo Padre) nos
explica las Escrituras de una u otra forma?
Esta pregunta sin duda alguna merece una gran reflexión.
Este grandioso evento concluye con estos discípulos
hiendo a indicarle a Pedro y a los demás Apóstoles lo que les había
sucedido. Esto tiene una trascendencia
muy importante. En la Iglesia (diócesis,
parroquias, misiones y comunidades eclesiales) no debe haber individualismos
sino más bien sentido, colaboración y acción comunitaria. La Iglesia “no soy yo” más bien “somos
nosotros”.
Cómo dije al comienzo de esta reflexión la resurrección del
Jesús es la cumbre de la fe cristiana.
Pido al Señor de todo corazón que esta Pascua de Cristo sea motivo de
unirnos en la oración y caridad fraterna, motivándonos unos a los otros a permanecer
fieles al Señor y a la Iglesia que el fundó.
Para
finalizar esta reflexión (extendida y dividida en tres partes) quisiera usar
nuevamente por su importancia y trascendencia las palabras de San Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra
predicación y vana es su fe” (1Cor. 15, 14).
¡Ven Espíritu Santo y danos
tus dones para vivir la Pascua del Señor en toda su intensidad!
¡María Santísima Madre del Cordero Pascual te pedimos que
ores e intercedas por todos nosotros siempre!
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