¿Cómo es eso que las
Bienaventuranzas pueden iluminar los Mandamientos de la Ley de
Dios? Cuando leemos los Mandamientos de la Ley de Dios (ver y leer
Ex. 20, 1-17) y las Bienaventuranzas (ver y leer Mt. 5, 1-12) podemos notar que
estos exigen obrar en libertad ya exponen el máximo bien que Dios nos quiere dar. ¿Cuan fiel soy a los Mandamientos de la Ley
de Dios? ¿Cuan fiel soy al Espíritu de
la Bienaventuranzas?
Hoy en día resulta algo incómodo hablar de la Ley de Dios (y de la religión) en los medios e instituciones seculares. Un ejemplo de esto lo tenemos en las escuelas públicas (y que son seculares) donde no se puede orar o realizar alguna manifestación de índole religiosa. A modo de ejemplo puedo mencionar que los medios de comunicaciones (radio, prensa, televisión e internet) están plagados de noticias sobre niños que son suspendidos de sus escuelas por leer la Biblia o realizar cualquier otro tipo de actividad religiosa.
Como muy bien solía decir mi abuela: “¿Hasta dónde hemos llegado?”
Lo que las escuelas y sus administradores han olvidado
que existe lo que se llama la Ley Natural que son los mismos mandamientos
divinos pero se le han infundados por el mismo Dios en los corazones de
aquellos que por alguna razón u otra no les ha llegado la revelación divina y
el especial la fe cristiana.
Yo sé que hay muchos que sé puedan preguntar ¿Cómo es eso
que las Bienaventuranzas pueden iluminar los Mandamientos de la Ley de Dios? Cuando leemos las Bienaventuranzas en el
Evangelio de San Mateo (ver y leer Mt. 5, 1-12) nos podemos percatar de el hagiógrafo
o autor bíblico sitúa a Jesús predicando estas en una montaña.
Esto nos recuerda al Monte Sinaí donde Moisés recibió las
piedras o las tablas de la Ley. De hecho
Mateo nos presenta a Jesús cómo el nuevo Moisés quién desde la montaña nos da
la Nueva Ley del Amor. Esta es la idea
centrar de las Bienaventuranzas ya que para cumplir a cabalidad las
bienaventuranzas solo es posible por medio de la caridad (amor hecho acción) que
solamente nos puede dar el Espíritu Santo.
De hecho el Espíritu Santo es definido por los teólogos cómo el Amor perfectísimo
entre el Padre y el Hijo y viceversa.
La catequesis y predicación sobre los
Mandamientos por excelencia (aunque de forma indirecta) que nos dejó Jesús en
el Nuevo Testamento son las Bienaventuranzas (ver Mt. 5, 1-12; Lc. 6, 17-26). Todo reino en este planeta desde la
antigüedad hasta nuestros tiempos por tiranos o déspotas que sean siempre tiene
un código de leyes o justicia.
Con las Bienaventuranzas Jesús nos está
diciendo que ese Código de leyes que Dios nos da y tiene un sentido mucho más
profundo de lo que nos puedan decir las palabras. Es por eso por lo que la Iglesia nos enseña
que Jesucristo es el culmen y la plenitud de la Revelación de Divina. Por eso nos dice el Evangelista San Juan: “que la Palabra (o Verbo) se
hizo Carne y habitó entre nosotros” (Jn. 1, 14).
En teología moral sé enseña que la libertad siempre debe
obrar para el bien. Además hay que tener
en cuenta que la libertad no sé tratar de hacer todo lo que nos de la gana discriminatoriamente
ya que esto sería obrar en libertinaje.
El libertinaje es todo lo contrario a la libertad o sea
es el abuso a la libertad. Cuando leemos
los Mandamientos de la Ley de Dios (ver y leer Ex. 20, 1-17) y las
Bienaventuranzas (ver y leer Mt. 5, 1-12) podemos notar que estos exigen obrar
en libertad ya exponen el máximo bien que Dios nos quiere dar.
Hay que tener en cuenta además que ambos (Mandamientos de
la Ley de Dios y las Bienaventuranzas) cómo muy bien ha dicho el autor católico
Matthew Kelly, nos encaminan a ser la "mejor-versión-de-nosotros-mismos" o sea a
la santidad.
En este sentido es más fácil entender que los
Mandamientos de la Ley de Dios & las Bienaventuranzas no nos quita nada
sino más bien nos lo da todo, todo el Amor y toda la Gracia y los dones de
Dios. Los Mandamientos de la Ley de Dios
y las Bienaventuranzas son la expresión más perfecta del don de la libertad que
el mismo Dios nos da.
La ley de Dios (y las Bienaventuranzas) nos debe mover a vivir (en
términos bíblicos) en justicia o sea en santidad. Pero la santidad no es
inactividad sino por el contrario es actividad que es movida e inspirada por el
mismo amor (de Dios) o caridad como ese amor hecho acción.
El primer mandamiento nos pide amar a Dios sobre todas las cosas o sea
antes que nada en esta vida terrena. Por
ende el próximo (aunque no en orden cronológico sino más bien lógico) amar al prójimo
cómo a nosotros mismos (ver y leer Mt. 22, 34-40). Una de las características más fundamentales
del amor es el ser solidario con todos sin discriminación alguna. De hecho podríamos decir que la
discriminación es antónimo o lo opuesto de la solidaridad.
Aunque todas la bienaventuranzas implican el ser
solidario de una forma u otra es la primera la que nos pide ser solidario hasta
las ultimas consecuencias aunque estas sean “negativas o perjudiciales” para
nosotros. San Gregorio de Niza equiparó
esta bienaventuranza de la pobreza espiritual con la virtud de la
humildad. Pone cómo ejemplo de esto a
los Anawim (Pobre de Yahveh) que viviendo en justicia y rectitud buscaban Dios
aún en medio de sus problemas y tribulaciones (ver y leer Is. 11, 4).
Esta primera bienaventuranza no sé refiere a la pobreza
cómo clase social sino a la pobreza por amor y cómo estilo de vida tal cómo la
practicó el mismo Cristo Jesús. La
vocación cristiana y por ende nuestro compromiso bautismal nos interpelan y nos
piden vivir todas las bienaventuranzas pero en especial esta primera de la
pobreza espiritual. Podríamos decir que
el Espíritu Santo no solo hablo por los profetas (cómo nos enseña y proclamamos
en el Credo) sino que los hizo vivir cómo verdaderos Anawim o sea verdaderos
pobres de espíritu.
Uno los problemas más difíciles que encontraba Jesús con
el Pueblo Judío en especial con sus lideres religiosos era que no podían
comprender la finalidad de los mandamientos que el mismo Dios había
establecido. Ellos veían la mera letra solamente
desde los términos legales o jurídicos.
Claro esta algo que ellos no tenían y que tenemos los cristianos desde
nuestro bautismo es la gracia. Aunque
muchas veces no lo parezca por nuestra negativa e indiferencia al don de Dios y
a su amor redentor y salvador.
Es por medio de la gracia, el don y el amor de Dios que
podemos entender los mandamientos y cómo las bienaventuranzas nos ayudan a ver
y vivir en verdadero sentido que Dios siempre ha dispuesto para con sus
mandamientos. Los mandamientos nos
encaminan a la felicidad, o sea a la verdadera felicidad, la felicidad eterna,
la felicidad que nos mantiene en comunión con el mismo Dios.
En nuestra reflexión si ponemos de lado a lado (aunque no
literalmente) los Mandamientos de la Ley de Dios con las Bienaventuranzas
veremos que son el espejo que nos reflejan al mismo Dios. Pero
esto tiene que ir más allá del reflejo esto nos debe llevar al compromiso (si
no lo hemos hecho ya) o a la renovación del compromiso.
Para continuar la reflexión sobre las Bienaventuranzas te
recomiendo leas el articulo: “Las Bienaventuranzas como guía del examen de conciencia…”
Pidámosle a Dios el ser siempre perseverantes a los
mandamientos y sobretodo llevar una vida cristiana siempre inspirada por el
Espíritu de la Bienaventuranzas que es el Espíritu del Verbo Encarnado y del
Padre Eterno Dios.
¡María Santísima Madre de los Bienaventurados ruega por
nosotros!
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