23 de septiembre de 2018

¡Los Mandamientos de la Ley de Dios a la luz de las Bienaventuranzas!


¿Cómo es eso que las Bienaventuranzas pueden iluminar los Mandamientos de la Ley de Dios?  Cuando leemos los Mandamientos de la Ley de Dios (ver y leer Ex. 20, 1-17) y las Bienaventuranzas (ver y leer Mt. 5, 1-12) podemos notar que estos exigen obrar en libertad ya exponen el máximo bien que Dios nos quiere dar.   ¿Cuan fiel soy a los Mandamientos de la Ley de Dios?  ¿Cuan fiel soy al Espíritu de la Bienaventuranzas?

Hoy en día resulta algo incómodo hablar de la Ley de Dios (y de la religión) en los medios e instituciones seculares.  Un ejemplo de esto lo tenemos en las escuelas públicas (y que son seculares) donde no se puede orar o realizar alguna manifestación de índole religiosa.  A modo de ejemplo puedo mencionar que los medios de comunicaciones (radio, prensa, televisión e internet) están plagados de noticias sobre niños que son suspendidos de sus escuelas por leer la Biblia o realizar cualquier otro tipo de actividad religiosa.
Como muy bien solía decir mi abuela: “¿Hasta dónde hemos llegado?”
Lo que las escuelas y sus administradores han olvidado que existe lo que se llama la Ley Natural que son los mismos mandamientos divinos pero se le han infundados por el mismo Dios en los corazones de aquellos que por alguna razón u otra no les ha llegado la revelación divina y el especial la fe cristiana.
Yo sé que hay muchos que sé puedan preguntar ¿Cómo es eso que las Bienaventuranzas pueden iluminar los Mandamientos de la Ley de Dios?  Cuando leemos las Bienaventuranzas en el Evangelio de San Mateo (ver y leer Mt. 5, 1-12) nos podemos percatar de el hagiógrafo o autor bíblico sitúa a Jesús predicando estas en una montaña.
Esto nos recuerda al Monte Sinaí donde Moisés recibió las piedras o las tablas de la Ley.  De hecho Mateo nos presenta a Jesús cómo el nuevo Moisés quién desde la montaña nos da la Nueva Ley del Amor.  Esta es la idea centrar de las Bienaventuranzas ya que para cumplir a cabalidad las bienaventuranzas solo es posible por medio de la caridad (amor hecho acción) que solamente nos puede dar el Espíritu Santo.  De hecho el Espíritu Santo es definido por los teólogos cómo el Amor perfectísimo entre el Padre y el Hijo y viceversa.
La catequesis y predicación sobre los Mandamientos por excelencia (aunque de forma indirecta) que nos dejó Jesús en el Nuevo Testamento son las Bienaventuranzas (ver Mt. 5, 1-12; Lc. 6, 17-26).  Todo reino en este planeta desde la antigüedad hasta nuestros tiempos por tiranos o déspotas que sean siempre tiene un código de leyes o justicia. 
Con las Bienaventuranzas Jesús nos está diciendo que ese Código de leyes que Dios nos da y tiene un sentido mucho más profundo de lo que nos puedan decir las palabras.  Es por eso por lo que la Iglesia nos enseña que Jesucristo es el culmen y la plenitud de la Revelación de Divina.  Por eso nos dice el Evangelista San Juan: “que la Palabra (o Verbo) se hizo Carne y habitó entre nosotros” (Jn. 1, 14).
En teología moral sé enseña que la libertad siempre debe obrar para el bien.  Además hay que tener en cuenta que la libertad no sé tratar de hacer todo lo que nos de la gana discriminatoriamente ya que esto sería obrar en libertinaje. 
El libertinaje es todo lo contrario a la libertad o sea es el abuso a la libertad.  Cuando leemos los Mandamientos de la Ley de Dios (ver y leer Ex. 20, 1-17) y las Bienaventuranzas (ver y leer Mt. 5, 1-12) podemos notar que estos exigen obrar en libertad ya exponen el máximo bien que Dios nos quiere dar.
Hay que tener en cuenta además que ambos (Mandamientos de la Ley de Dios y las Bienaventuranzas) cómo muy bien ha dicho el autor católico Matthew Kelly, nos encaminan a ser la "mejor-versión-de-nosotros-mismos" o sea a la santidad. 
En este sentido es más fácil entender que los Mandamientos de la Ley de Dios & las Bienaventuranzas no nos quita nada sino más bien nos lo da todo, todo el Amor y toda la Gracia y los dones de Dios.  Los Mandamientos de la Ley de Dios y las Bienaventuranzas son la expresión más perfecta del don de la libertad que el mismo Dios nos da.
La ley de Dios (y las Bienaventuranzas) nos debe mover a vivir (en términos bíblicos) en justicia o sea en santidad.  Pero la santidad no es inactividad sino por el contrario es actividad que es movida e inspirada por el mismo amor (de Dios) o caridad como ese amor hecho acción.
El primer mandamiento nos pide amar a Dios sobre todas las cosas o sea antes que nada en esta vida terrena.  Por ende el próximo (aunque no en orden cronológico sino más bien lógico) amar al prójimo cómo a nosotros mismos (ver y leer Mt. 22, 34-40).  Una de las características más fundamentales del amor es el ser solidario con todos sin discriminación alguna.  De hecho podríamos decir que la discriminación es antónimo o lo opuesto de la solidaridad.
Aunque todas la bienaventuranzas implican el ser solidario de una forma u otra es la primera la que nos pide ser solidario hasta las ultimas consecuencias aunque estas sean “negativas o perjudiciales” para nosotros.  San Gregorio de Niza equiparó esta bienaventuranza de la pobreza espiritual con la virtud de la humildad.  Pone cómo ejemplo de esto a los Anawim (Pobre de Yahveh) que viviendo en justicia y rectitud buscaban Dios aún en medio de sus problemas y tribulaciones (ver y leer Is. 11, 4).
Esta primera bienaventuranza no sé refiere a la pobreza cómo clase social sino a la pobreza por amor y cómo estilo de vida tal cómo la practicó el mismo Cristo Jesús.  La vocación cristiana y por ende nuestro compromiso bautismal nos interpelan y nos piden vivir todas las bienaventuranzas pero en especial esta primera de la pobreza espiritual.  Podríamos decir que el Espíritu Santo no solo hablo por los profetas (cómo nos enseña y proclamamos en el Credo) sino que los hizo vivir cómo verdaderos Anawim o sea verdaderos pobres de espíritu.
Uno los problemas más difíciles que encontraba Jesús con el Pueblo Judío en especial con sus lideres religiosos era que no podían comprender la finalidad de los mandamientos que el mismo Dios había establecido.  Ellos veían la mera letra solamente desde los términos legales o jurídicos.   Claro esta algo que ellos no tenían y que tenemos los cristianos desde nuestro bautismo es la gracia.  Aunque muchas veces no lo parezca por nuestra negativa e indiferencia al don de Dios y a su amor redentor y salvador.
Es por medio de la gracia, el don y el amor de Dios que podemos entender los mandamientos y cómo las bienaventuranzas nos ayudan a ver y vivir en verdadero sentido que Dios siempre ha dispuesto para con sus mandamientos.  Los mandamientos nos encaminan a la felicidad, o sea a la verdadera felicidad, la felicidad eterna, la felicidad que nos mantiene en comunión con el mismo Dios.
En nuestra reflexión si ponemos de lado a lado (aunque no literalmente) los Mandamientos de la Ley de Dios con las Bienaventuranzas veremos que son el espejo que nos reflejan al mismo Dios.   Pero esto tiene que ir más allá del reflejo esto nos debe llevar al compromiso (si no lo hemos hecho ya) o a la renovación del compromiso.
Para continuar la reflexión sobre las Bienaventuranzas te recomiendo leas el articulo: Las Bienaventuranzas como guía del examen de conciencia…

Pidámosle a Dios el ser siempre perseverantes a los mandamientos y sobretodo llevar una vida cristiana siempre inspirada por el Espíritu de la Bienaventuranzas que es el Espíritu del Verbo Encarnado y del Padre Eterno Dios.
¡María Santísima Madre de los Bienaventurados ruega por nosotros!

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