27 de febrero de 2019

La Cuaresma: Tiempo de Conversión y el Ayuno Penitencial


Como bien sabemos los católicos la cuaresma comienza con el Miércoles de Cenizas.  En la reflexión que escribí el año pasado sobre el Miércoles de Ceniza y por ende sobre la Cuaresma expliqué cómo nació el Miércoles de Ceniza.  El siguiente es el enlace de dicha reflexión: Tiempo de Cuaresma (Ciclo B): Hoy es Miércoles de Ceniza, Inicia la Cuaresma…

Ahora bien, esta vez quisiera desarrollar y reflexionar en dos puntos que son vitales para la cuaresma.  Los mismos son: la conversión y el ayuno.
La conversión es quizás una de las más necesarias características que debe dar en el tiempo de Cuaresma.  “La cuaresma como tiempo litúrgico nos recuerda nuestras debilidad humana pero sin quedarse estancado en este punto.  La cuaresma también nos refresca la memoria sobre la esperanza cristiana como fuente de consuelo que nos recuerda al triunfo de la vida sobre la muerte.  La cuaresma es tiempo de preparación, abstinencia, ayuno pero sobre todo es tiempo de conversión y oración” (Cuaresma mucho más que el Miércoles de Ceniza…).
¿Qué es la conversión?  La palabra ‘conversión’ en griego koiné se dice ‘metanoia’.  Metanoia se divide con el prefijo ‘meta’ que significa ‘más allá’ y ‘nous’ cuyo significado es ‘intelecto’ o ‘mente’.  La metanoia implica un cambio de 360 grados o sea un cambio total y radical.  El cristiano debe vivir en una continua conversión.
Claro la conversión implica además un continuo examen de conciencia.  Sí antes decía mentiras de ahora en adelante diré solo la verdad aunque me duela.  Si en el pasado me dedicaba a criticar ya desde este mismo instante honro y realzo.  “Si antes solo pecaba de ahora en adelante solo quiero crecer en la gracia y los dones de Dios” (La Misericordia como base del arrepentimiento y la conversión...).
Durante la cuaresma los católicos solemos vivir la conversión con más intensidad.  El Papa Benedicto XVI dice que la cuaresma es tiempo es tiempo de conversión al Amor (ver y leer 1Jn. 4, 7-21). 
La liturgia del Miércoles de Cenizas se distingue por dos expresiones que se usan cuando se impone las cenizas.  La primera y la más común se encuentra en el Libro del Génesis: “¡Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás!” (Gn 3, 19).  En el día que inicia la cuaresma también se puede usar el siguiente texto de San Marcos: “Conviértanse y crean en la Buena Nueva”.  Otras versiones bíblicas dicen: “Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc. 1, 15).
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos enseña qué hay tres acciones para desarrollar la penitencia interior en nuestra vida cristiana (ver y leer CIC # 1435).  El dar limosna que nos lleva a la aptitud (disposición, pericia y capacidad) y a la actitud (conducta, acción y proceder) de caridad.  Practicar el ayuno que nos lleva a una aptitud y a una actitud de entrega.  Vivir y practicar la oración que nos conduce a una aptitud y actitud de esperanza.  Esto lo realizamos en cualquier día y tiempo litúrgico pero se ha de acrecentar durante la cuaresma.  Estas tres formas (limosna, ayuno y oración) se integran y se complementan con lo primordial la cual es la penitencia como un acto que expresa la conversión total hacia Dios.
Este texto del Génesis (“¡Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás!”) nos recuerda nuestra condición humana es frágil y qué por ende puede terminar en el momento menos esperado.  Este texto también nuestra limitación nos debe llevar a un plano de esperanza en Dios teniendo en cuenta que el Señor es quien tiene pleno dominio sobre de la vida.  Este segundo texto (“Conviértanse y crean en la Buena Nueva”) nos recuerda las palabras que uso Jesús al iniciar su predicación publica al anunciar el Reino de Dios.
El otro punto para la reflexión lo es el “ayuno penitencial”.  
--> El presbítero Christhian Gabriel Domínguez Hernández define el ayuno de la siguiente forma: “El Ayuno es una disciplina espiritual por la que voluntariamente se renuncia a ciertos alimentos por un tiempo definido con el fin de liberarse de los apegos carnales y poner todo el corazón en Dios” (AYUNO: FUNDAMENTO BÍBLICO) (www.blogdeapologeticacatolica.blogspot.com).  Este presbítero dice que: “el ayuno auténtico debe siempre estar unido a la conversión, la sinceridad y la conducta moral” (ibíd.).
¿Cuál es el fundamento bíblico del ayuno?  Sin duda alguna el testimonio sobre el ayuno más trascendente nos los da el mismo Jesús.  Después de su bautismo en el rio Jordán Mateo, Marcos y Lucas (ver y leer Mt. 4, 1-11; Mc. 1, 12-13; Lc. 4, 1-13) relatan la tentaciones de Jesús en el desierto.  Después de 40 días nos dicen los textos bíblicos que sintió hambre.  Es entonces aquí cuando aparentemente Jesús esta mas vulnerable es que llega el tentador. 
Las respuestas de Jesús al diablo son dignas de recordar y hacerlas parte de nuestra vida espiritual.  “Esta escrito: ‘No solo de pan vive el hombre’” (ver y leer Dt. 8, 3).  “Esta escrito: ‘Adoraras al Señor tú Dios y solo a él darás culto’” (ver y leer Dt. 6, 4-5; Dt. 6, 13).  Jesús le respondió: ‘Está dicho: No tentaras al Señor tu Dios’” (ver y leer Dt. 6, 16).  Cómo se puede ver el ayuno unido a la conversión y la conducta moral nos ayuda a crecer en santidad. 
La Iglesia Católica nos pide dos días de ayuno y abstinencia que son el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santos.  Pero debemos preguntarnos ¿sería acaso suficiente esos dos día de ayuno (y abstinencia) para crecer en vida espiritual y por ende en vida de santidad?  La respuesta a esta pregunta debe salir desde lo más íntimo de nuestro corazón en examen de conciencia y en oración.
¿Por qué digo ayuno penitencial?  Ayuno es básicamente privarse de comer algo.  Ahora nos podríamos imaginar que además de ayunar de alimentos podemos también ayunar de todas esas cosas que de una forma u otra nos alejan de Dios.  Para comenzar podríamos decir que debemos ‘ayunar’ dé cosas que nos gusta realizar y no necesariamente sean pecado pero que la acción repetitiva de estas cosas nos van poco a poco alejando de Dios y del servicio a la Iglesia.
San Pablo nos dice algo que muy bien nos podría ayudar a seguir reflexionando en este ‘ayuno penitencial’.  “Todo me es licito; ms no todo me conviene.  Todo me es licito más ¡no me dejare dominar por nada!” (1Cor. 6, 12).  Este texto resume la moral de Pablo que va un poco más allá de que es considerado normal para muchos.
La Comunidad Eclesial de Corinto dejándose llevar por la filosofía griega llego a pensar que la mente y el cuerpo eran dos entes distintos uno del otro.  Es como el pensamiento y costumbre que existe hoy en día que llegar a decir y determinar que “mí cuerpo es mío y hago con el lo que yo quiera”.  Sin tenerme a mí mismo y a otros en consideración.
“La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la ‘forma’ del cuerpo (cf. Concilio de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza” (CIC # 365).  Por eso es muy oportuno recordar que el ser humano no hace las cosas solo por instinto como los demás animales.  Aún sin conocer a Dios el hombre ha sido y sigue siendo capaz de vivir de acuerdo con la Ley Natural.
El CIC citando al Papa León XIII nos explica qué es la ley natural: “El hombre participa de la sabiduría y la bondad del Creador que le confiere el dominio de sus actos y la capacidad de gobernarse con miras a la verdad y al bien. La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira: ‘La ley natural [...] está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar. Pero esta prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben estar sometidos’ (León XIII, Carta Encíclica Libertas Praestantissimum) (CIC # 1954).  Recomiendo que leas más sobre este tema con los numerales del CIC del 1950 al 1986.
Vemos tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento que Dios por su Infinito Amor se ha revelado al hombre.   Entonces le toca al hombre responder a la Revelación Divina.  Definitivamente la mejor forma la mejor forma con que podemos responder a esta divina revelación es por medio de ese proceso que llamamos conversión.
En el Antiguo Testamento quizás uno de los testimonios de conversión lo presenta el Segundo Libro del Profeta Samuel.  El capítulo 11 de este libro nos brinda los detalle del pecado del rey David. 
La mujer de Urías (Betsabé) el hitita fue apetitosa a los ojos de David.  Consumándose el pecado de adulterio David busca y trata de que Urías se una en intimidad con su esposa pero este no complace a David indicando cómo él va a estar con su esposa mientras los soldados a su mando están privados de la compañía de sus mujeres.
David entonces entonces envía a Urías al frente de batalla para que este muera.  Claro con esto se redobla el pecado de David.
El capítulo 12 nos narra cómo el Profeta Natán usa una parábola (ver y leer 2 Sam. 12, 1-15) le reprochó a David su pecado.  Cuando David terminó de escuchar esta parábola le dice al profeta ese hombre debe morir y pagar cuatro veces más por la oveja que cogió (la mujer de Urías) y por ende debe morir.  Entonces Natán le dice ese hombre eres tú.  David reconociendo sus pecados y claro está él tuvo que vivir con las consecuencias de sus pecados (ver y leer 2 Sam. 12, 9-14).
La tradición bíblica ubica el Salmo 50 {en las Biblias en español aparece como Salmo 51(50)}  el salmo de la misericordia por excelencia expresado por David después de esta visita de Natán a David. Sin duda alguna este salmo es muy apropiado para reflexionar en la cuaresma. 
La Biblia Vulgata al igual que la Biblia de Jerusalén llaman a este salmo por el título (en latín) de “Miserere” o sea misericordia.  La versión bíblica Nácar-Colunga le da el título a este salmo de la “Confesión de los pecados y súplica de perdón”.  Ambas versiones aciertan en sus respectivos títulos ya que la implorar la misericordia a Dios implica la confesión de los pecados (en especial la confesión sacramental) suplicar en oración el perdón a Dios y a los hermanos.
Como se muestra en este salmo el pecado siempre tiene consecuencias devastadoras y más aún cuando no hay un arrepentimiento sincero.  Más aún el pecado o sea el pecador tiene la necesidad imperante del arrepentimiento.  Cuando hay un verdadero arrepentimiento, incluso en los pecados más graves vemos cómo Dios esta dispuesto a perdonar a todo aquel que tiene un sincero corazón contrito.
En la Liturgia de la Horas este salmo suele ser parte de las Laudes (Oración de la Mañana) todos los vienes.  La Iglesia como Madre y Maestra nos recuerda que Cristo que al morir un viernes, venció la muerte y por ende derrotó y quebrantó el pecado también los hijos de la Iglesia estamos llamados a vencer al pecado con la gracia y asistencia del Espíritu Santo.
A mí personalmente me resulta muy intrigante como el hagiógrafo o autor invoca la asistencia del Espíritu Santo tres veces (ver y leer Sal. 50, 12-15).  Esta triple invocación del Espíritu Santo hace a San Ambrosio concluir que este salmo sé refería a los muchos beneficios que nos brida a asistencia del Espíritu Santo a nuestra alma por eso dirá este gran padre de la Iglesia que “el Espíritu Santo es el agente de la renovación interior”.
Hay otra conversión en el Nuevo Testamento que a mí humilde entender es la más impresionante de todas la conversiones neotestamentarias.  Me refiero a la conversión de San Pablo.  Esta conversión es tan importante que tiene un día para su celebración litúrgica (25 de enero).
Yo si siempre digo (en son de broma) que Pablo (llamado Saulo antes de su conversión) fue el primer “James Bond” con (Licence to Kill) licencia para matar (antes de su conversión).  El gran perseguidor de la Iglesia naciente tendrá la experiencia más impactante y trascendente de su vida camino a Damasco.
El primer encuentro de Saulo con Cristo sin duda alguna fue algo inesperado e inexplicable.  “Sucedió que yendo de camino cuando estaba cerca de Damasco, de repente le envolvió una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: ‘Saúl, Saúl ¿Por qué me persigues?’  El preguntó: ‘¿Quién eres Señor?’  Y él: ‘Yo soy Jesús a quién tu persigues.’  ‘Pero levante, entra en la ciudad y te dirán lo que debes hacer’” (Hch. 9, 3-6).
El sentimiento humano sería aquí solamente el reproche.  Cristo Resucitado le cuestiona por qué lo persigue a Él, ya que perseguir a la Iglesia es perseguirlo al El mismo.   Además de preguntarle en este mismo tiempo le expone y le brinda su vocación o llamado.  Los cristianos de ese tiempo tenían sus reservaciones y dudas que un recién convertido adquiriera tal llamado de parte de Dios.  Esta misma postura tendríamos hoy en estos tiempos los cristianos.
Aquí sería muy oportuno el recordar no que nos dice la “Parábola de los obreros de la viña” (ver y leer Mt. 20, 1-16).  El Señor sale en “horas distintas” y llama sus trabajadores.  Vemos además que todos les dice les pagare los justo y no acuerda en pagarle una cantidad en específico.  Cuando nos quejamos porque aquel trabaja menos y gana los mismo es cómo sí quisiéramos imponerle al Señor nuestra voluntad.  Nos debemos preguntar ¿acaso es justo eso?  La respuesta sin duda alguna es no.
Recordemos también el momento en que Samuel es enviado por Dios para ungir quién habría de ser rey de Israel (ver y leer 1 Sam. 16, 1-13).  Cuando Samuel vio que paso el primer hijo (Eliab) de Jesé este pensó que ese sería a quien Dios elegiría.  El Señor le dice a al primero de los profetas de Israel (y último de los jueces de Israel) “no mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo lo he descartado.  No es como ve el hombre, pues el hombre ve las apariencias, pero Yahvé ve el corazón” (1 Sam. 16, 7).  De esta forma pasaron todos los hermanos de David mientras este estaba cuidando de las ovejas.  Después que fueron a buscarlo David fue ungido por Samuel.
Conversiones cómo la de David y Pablo las podemos ver y conocer gracias a la Providencia Divina.  No debe haber duda alguna que para ser parte del Reino de Dios es necesaria la conversión.  Vemos cómo muchos hermanos tienen una “conversión tipo relámpago”.  No podemos perder de vista que “la conversión del cristiano debe una a largo plazo”.
Por último en esta reflexión quisiera la siguiente articulo que escribí hace varios años atrás: ¿Cómo me reflejo ante la Misericordia de Dios?  En casos como estos la misericordia de Dios es sin duda alguna un grandioso espejo donde nuestra alma se puede mirar para así poder hacer un examen de conciencia.  La conversión comienza desde la misericordia de Dios.  En esta cuaresma nuestro compromiso para el crecimiento espiritual debe sin duda alguna el “ayuno de las cosas que no son de Dios”, la misericordia, y la conversión (más intensa).
¡Que así nos ayudé y guíe el Espíritu Santo, Paráclito y Amor Infinito!
¡María Santísima, Madre del Divino Amor, Madre de la Misericordia intercede por todos los bautizados!

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