Hoy en
día vemos cómo la enfermedad de un familiar cercano muchas veces más que unir
suele crear divisiones. Esto suele así
cuando religiosa y cristianamente hablando hay divisiones en la familia y en
los parientes más cercanos.
Tengo
que decirte (ya que tengo que ser honesto y sincero) que en mí familia y con
mis parientes más cercanos a mí, esto de la división religiosa no es algo
ajeno. También yo y los míos sufrimos de
ese mal. Esto algo que ha sucedido en
todos los tiempos de la historia de la humanidad.
El Papa
Francisco comenta sobre la enfermedad: “La enfermedad, sobre todo cuando es
grave, pone siempre en crisis la existencia humana y nos plantea grandes
interrogantes. La primera reacción puede ser de rebeldía: ¿Por qué me ha
sucedido precisamente a mí? Podemos sentirnos desesperados, pensar que todo
está perdido y que ya nada tiene sentido” (Mensaje del Santo Padre Francisco para
la XXIV Jornada Mundial del Enfermo 2016).
Pero el
Santo Padre no solo plantea el problema sino que además nos da luces para poder
trabajar con esta situación. “En esta
situación, por una parte la fe en Dios se pone a prueba, pero al mismo tiempo
revela toda su fuerza positiva. No porque la fe haga desaparecer la enfermedad,
el dolor o los interrogantes que plantea, sino porque nos ofrece una clave con
la que podemos descubrir el sentido más profundo de lo que estamos viviendo;
una clave que nos ayuda a ver cómo la enfermedad puede ser la vía que nos lleva
a una cercanía más estrecha con Jesús, que camina a nuestro lado cargado con la
cruz. Y esta clave nos la proporciona María, su Madre, experta en esta vía” (Mensaje
del Santo Padre Francisco para la XXIV Jornada Mundial del Enfermo 2016).
Cristo
Jesús sin duda alguna conocía la enfermedad y las consecuencias que esta
conllevan no solo al paciente sino que además a todos aquellos más allegados y
cercanos en el contorno familiar. ¿Cómo sé
sabe esto? En todos los evangelios se ve
muy claro cómo el Señor era solidario y mucho más, con los enfermos y por ende
con sus familiares y seres más cercanos.
El
Evangelio de San Juan nos presenta una situación similar a la antes
mencionada. “Iba Jesús de camino cuando
vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus
discípulos le preguntaron: ‘Maestro, ¿quién tiene la culpa de que haya nacido
ciego este hombre? ¿Sus pecados o los de sus padres?’ Jesús respondió: ‘Ni sus
propios pecados ni los de sus padres tienen la culpa; nació así para que el
poder de Dios resplandezca en él.
Mientras es de día debemos realizar lo que nos ha encomendado el que me
envió; cuando llega la noche, nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del
mundo’” (Jn. 9, 1-5).
Lo más
importante de la contestación que les da el Señor a los discípulos cómo
contestación a las interrogantes de estos.
“Ni sus propios pecados ni los de sus padres tienen la culpa; nació así
para que el poder de Dios resplandezca en él” (Jn. 9, 3).
En el
pueblo judío existía la creencia que cuando alguien padecía una enfermedad o
dolencia física era porque dicha persona o algún familiar había pecado y por
tal razón padecía de dichas dolencias. El
Libro de Job fue escrito como un debate precisamente para combatir esta misma
creencia. Aquí este texto joánico viene
a ser como la reafirmación de la postura del autor del Libro de Job.
¿Cuántos
son las veces que nos choca la realidad de la enfermedad o de algún
padecimiento o condición física? Son
muchos los cristianos que al entrar en situaciones como estas saben descubrir
el poder y el don de Dios. Que aunque
suene paradójico este tipo de situaciones nos pueden traer el don, la gracia y
la bendición de Dios. Son muchas las
conversiones en la Iglesia de personas que teniendo en azote inclemente de la
enfermedad saben sobrepasar estas duras situaciones y que van creciendo en
espiritualidad y hasta en santidad al ir paso a paso sobrellevando y superando
las mismas.
Por otro
lado este mismo texto neotestamentario nos presenta al menos un pequeño
semblante de los que vivieron los padres de este ciego. Nos continúa narrando Juan que el Señor había
curado a este ciego en el Sábado (Šhabbat).
Hasta estos días a los judíos (en especial a los más tradicionalistas (conocidos
como Judíos Ortodoxos) no hacen nada, literalmente hablando. Hasta los pasos que ellos pueden caminar los
tienen contados y limitados.
Este
ciego fue llevado a donde estaban los fariseos y comenzaron a interrogarlo por
los líderes religiosos del pueblo judío. Aquí vemos cómo el ciego de nacimientos en dos
distintas ocasiones es interrogado. Más aún
los padres del ciego con miedo e intimidados por las autoridades judías del
dijeron a quienes les interrogaban del dijeron “pregúntenle, edad tiene puede
hablar de sí mismo” (Jn. 8, 21).
Lamentablemente
la gran mayoría de los problemas que suceden a consecuencia de una enfermedad
de un ser querido se dan por unas terceras personas. Entonces, ¿Qué debemos hacer cuando se dan
este tipo de situación? Hay una expresión
que dice: “para pelear sé necesitan dos”.
Sin duda alguna yo no quiero ser uno de ellos. Siempre debe haber uno o varios en el núcleo familiar
que deben ser sembradores de paz.
Todos o casi
todos deben motivar a los demás a la oración (tanto personal y comunitaria). Sin duda alguna la oración (con fe) lo puede
todo. Más aún puede ir sanando las cicatrices
emocionales y espirituales que se van creando por distintas razones.
Para los
que somos católicos en el contorno familiar deben procurar que el paciente (si
ha sido católico) que está en cama reciba el Sacramento de la Unción de los
Enfermos y que un diácono o ministro extraordinario de la sagrada comunión le
lleve la comunión a los enfermos (y quienes los cuidan, si fuese necesario) al
menos los domingos.
También es
de suma importancia tener muy presente y conocer que el Sacramento de la Unción
de los Enfermos no necesariamente hay que esperar hasta que el enfermo esté ya en
lecho de muerte. Yo he recibido este
sacramento una 10 veces (usualmente ante de las cirugías de mí espalda. Al menos, en dos ocasiones yo he llegado a la
oficina de los presbíteros (sacerdotes).
En la medida que sea posible se le debe poner la Santa Misa televisada o
en cualquier otro enser electrónico según sea la disponibilidad.
La
enfermedad y el dolor de los pacientes puede y debe ser símbolo y signo de redención
que nos da Cristo Jesús. Podríamos decir
que la enfermedad sin Cristo es dolor mucho más que intolerable. Mientras que las dolencias físicas y la
enfermedad se convierte en un “infierno en esta vida” que solo puede apagarse
con el “hielo y agua de la gracia” que solo no las puede dar la vida
sacramental e ir aumentando con la oración.
La
Iglesia tiene grande santos que han dedicado sus vidas al cuidado esmerado de los
enfermos y más necesitados debidos a sus condiciones físicas. En estos tiempos da tanta dolencias físicas,
emocionales y espirituales hay comunidades religiosas (de varones y mujeres)
que se dedican al trabajo diligente de los enfermos y desvalidos.
Lamentable
estos son los menos afortunados y los más marginados. Nos toca al Pueblo de Dios a nosotros los
laicos ser solidarios, solícitos y serviciales con estos hermanos que padecen el
“calvario y suplicio de la enfermedad”.
Los que hemos pasados calvario de la enfermedad ya sea propia o de algún
ser querido experimentamos la necesidad que tienen estos hermanos por consolados
y necesitados del amor por la acción de la caridad (amor hecho acción) fraterna.
¡Que el Espíritu
Santo que es el Consolador por excelencia nos ilumine para tener la fortaleza que
tanto necesitamos no solo para cuidar a los enfermos sino más bien para ser instrumentos
de fe, esperanza y caridad con estos hermanos nuestros más necesitados!
¡Santa María
Madre de los Enfermos y Desvalidos ruega e intercede por nosotros!
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