8 de abril de 2019

¡La Enfermedad dentro del Entorno Cristiano!

Hoy en día vemos cómo la enfermedad de un familiar cercano muchas veces más que unir suele crear divisiones.  Esto suele así cuando religiosa y cristianamente hablando hay divisiones en la familia y en los parientes más cercanos. 

Tengo que decirte (ya que tengo que ser honesto y sincero) que en mí familia y con mis parientes más cercanos a mí, esto de la división religiosa no es algo ajeno.  También yo y los míos sufrimos de ese mal.  Esto algo que ha sucedido en todos los tiempos de la historia de la humanidad.
El Papa Francisco comenta sobre la enfermedad: “La enfermedad, sobre todo cuando es grave, pone siempre en crisis la existencia humana y nos plantea grandes interrogantes. La primera reacción puede ser de rebeldía: ¿Por qué me ha sucedido precisamente a mí? Podemos sentirnos desesperados, pensar que todo está perdido y que ya nada tiene sentido” (Mensaje del Santo Padre Francisco para la XXIV Jornada Mundial del Enfermo 2016).
Pero el Santo Padre no solo plantea el problema sino que además nos da luces para poder trabajar con esta situación.  “En esta situación, por una parte la fe en Dios se pone a prueba, pero al mismo tiempo revela toda su fuerza positiva. No porque la fe haga desaparecer la enfermedad, el dolor o los interrogantes que plantea, sino porque nos ofrece una clave con la que podemos descubrir el sentido más profundo de lo que estamos viviendo; una clave que nos ayuda a ver cómo la enfermedad puede ser la vía que nos lleva a una cercanía más estrecha con Jesús, que camina a nuestro lado cargado con la cruz. Y esta clave nos la proporciona María, su Madre, experta en esta vía” (Mensaje del Santo Padre Francisco para la XXIV Jornada Mundial del Enfermo 2016).
Cristo Jesús sin duda alguna conocía la enfermedad y las consecuencias que esta conllevan no solo al paciente sino que además a todos aquellos más allegados y cercanos en el contorno familiar.  ¿Cómo sé sabe esto?  En todos los evangelios se ve muy claro cómo el Señor era solidario y mucho más, con los enfermos y por ende con sus familiares y seres más cercanos.
El Evangelio de San Juan nos presenta una situación similar a la antes mencionada.  “Iba Jesús de camino cuando vio a un hombre ciego de nacimiento.  Sus discípulos le preguntaron: ‘Maestro, ¿quién tiene la culpa de que haya nacido ciego este hombre? ¿Sus pecados o los de sus padres?’ Jesús respondió: ‘Ni sus propios pecados ni los de sus padres tienen la culpa; nació así para que el poder de Dios resplandezca en él.  Mientras es de día debemos realizar lo que nos ha encomendado el que me envió; cuando llega la noche, nadie puede trabajar.  Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo’” (Jn. 9, 1-5).
Lo más importante de la contestación que les da el Señor a los discípulos cómo contestación a las interrogantes de estos.  “Ni sus propios pecados ni los de sus padres tienen la culpa; nació así para que el poder de Dios resplandezca en él” (Jn. 9, 3).
En el pueblo judío existía la creencia que cuando alguien padecía una enfermedad o dolencia física era porque dicha persona o algún familiar había pecado y por tal razón padecía de dichas dolencias.  El Libro de Job fue escrito como un debate precisamente para combatir esta misma creencia.  Aquí este texto joánico viene a ser como la reafirmación de la postura del autor del Libro de Job.
¿Cuántos son las veces que nos choca la realidad de la enfermedad o de algún padecimiento o condición física?  Son muchos los cristianos que al entrar en situaciones como estas saben descubrir el poder y el don de Dios.  Que aunque suene paradójico este tipo de situaciones nos pueden traer el don, la gracia y la bendición de Dios.  Son muchas las conversiones en la Iglesia de personas que teniendo en azote inclemente de la enfermedad saben sobrepasar estas duras situaciones y que van creciendo en espiritualidad y hasta en santidad al ir paso a paso sobrellevando y superando las mismas.
Por otro lado este mismo texto neotestamentario nos presenta al menos un pequeño semblante de los que vivieron los padres de este ciego.  Nos continúa narrando Juan que el Señor había curado a este ciego en el Sábado (Šhabbat).  Hasta estos días a los judíos (en especial a los más tradicionalistas (conocidos como Judíos Ortodoxos) no hacen nada, literalmente hablando.  Hasta los pasos que ellos pueden caminar los tienen contados y limitados.
Este ciego fue llevado a donde estaban los fariseos y comenzaron a interrogarlo por los líderes religiosos del pueblo judío.   Aquí vemos cómo el ciego de nacimientos en dos distintas ocasiones es interrogado.  Más aún los padres del ciego con miedo e intimidados por las autoridades judías del dijeron a quienes les interrogaban del dijeron “pregúntenle, edad tiene puede hablar de sí mismo” (Jn. 8, 21).
Lamentablemente la gran mayoría de los problemas que suceden a consecuencia de una enfermedad de un ser querido se dan por unas terceras personas.  Entonces, ¿Qué debemos hacer cuando se dan este tipo de situación?  Hay una expresión que dice: “para pelear sé necesitan dos”.  Sin duda alguna yo no quiero ser uno de ellos.  Siempre debe haber uno o varios en el núcleo familiar que deben ser sembradores de paz. 
Todos o casi todos deben motivar a los demás a la oración (tanto personal y comunitaria).  Sin duda alguna la oración (con fe) lo puede todo.  Más aún puede ir sanando las cicatrices emocionales y espirituales que se van creando por distintas razones.
Para los que somos católicos en el contorno familiar deben procurar que el paciente (si ha sido católico) que está en cama reciba el Sacramento de la Unción de los Enfermos y que un diácono o ministro extraordinario de la sagrada comunión le lleve la comunión a los enfermos (y quienes los cuidan, si fuese necesario) al menos los domingos. 
También es de suma importancia tener muy presente y conocer que el Sacramento de la Unción de los Enfermos no necesariamente hay que esperar hasta que el enfermo esté ya en lecho de muerte.  Yo he recibido este sacramento una 10 veces (usualmente ante de las cirugías de mí espalda.  Al menos, en dos ocasiones yo he llegado a la oficina de los presbíteros (sacerdotes).  En la medida que sea posible se le debe poner la Santa Misa televisada o en cualquier otro enser electrónico según sea la disponibilidad.
La enfermedad y el dolor de los pacientes puede y debe ser símbolo y signo de redención que nos da Cristo Jesús.  Podríamos decir que la enfermedad sin Cristo es dolor mucho más que intolerable.  Mientras que las dolencias físicas y la enfermedad se convierte en un “infierno en esta vida” que solo puede apagarse con el “hielo y agua de la gracia” que solo no las puede dar la vida sacramental e ir aumentando con la oración.
La Iglesia tiene grande santos que han dedicado sus vidas al cuidado esmerado de los enfermos y más necesitados debidos a sus condiciones físicas.  En estos tiempos da tanta dolencias físicas, emocionales y espirituales hay comunidades religiosas (de varones y mujeres) que se dedican al trabajo diligente de los enfermos y desvalidos. 
Lamentable estos son los menos afortunados y los más marginados.  Nos toca al Pueblo de Dios a nosotros los laicos ser solidarios, solícitos y serviciales con estos hermanos que padecen el “calvario y suplicio de la enfermedad”.  Los que hemos pasados calvario de la enfermedad ya sea propia o de algún ser querido experimentamos la necesidad que tienen estos hermanos por consolados y necesitados del amor por la acción de la caridad (amor hecho acción) fraterna.
¡Que el Espíritu Santo que es el Consolador por excelencia nos ilumine para tener la fortaleza que tanto necesitamos no solo para cuidar a los enfermos sino más bien para ser instrumentos de fe, esperanza y caridad con estos hermanos nuestros más necesitados!
¡Santa María Madre de los Enfermos y Desvalidos ruega e intercede por nosotros!

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