Recuerdo en mis años de adolescencia que un buen amigo y santo hermano de
la parroquia y pueblo donde crecí que me regaló mi primer libro religioso,
después de la Biblia, claro está. El
mismo fue “El Pobre de Nazaret”. Este
libro muy bien sé pudo haber llamado “El Anaw(im) de Nazaret” ya que cumple con
todos requisitos que son necesarios para poder ser un anawim.
Veamos las definiciones de este término bíblico de anawim que según muchos
teólogos es uno de los término menos conocidos.
La palabra hebrea ‘anawim’ significa ‘los pobres del Señor’ o sea
aquellos que buscan al Señor para su liberación, su redención y especialmente
para su salvación.
Si pensamos solo en esta definición de ‘anawim’ seguramente estaríamos
siendo injustos. Es así porque esta
definición es solo el comienzo de lo que implica la palabra ‘anawim’. El P Raymond Brown nos dice sobre este
concepto teológico ‘anawim’: “La palabra Anawim es el plural del hebreo ‘anaw’
que, junto con ‘ani’ es un término para ‘pobre, humilde, o afligido’” (P
Raymond Brown, El Nacimiento del Mesías, p. 364).
Cómo podemos notar que la palabra ‘anawim’ no es única ni exclusivamente definido
cómo ‘pobre’. Además este término es definido
como: ‘humilde’, ‘manso’ y ‘afligido’ entre otros.
La reseña (que está en la contraportada) de este libro nos dice: “El Pobre
de Nazaret es una creación original, que aporta una rica matizada información documental,
histórica y doctrinal, pero incluye elementos de ficción, estrictamente
apoyados, sin embargo, en los documentos neotestamentarios. La novedad de este libro está, por lo demás, no
tanto en su valor documental, cómo en su carácter testimonial, y en la originalidad
del tratamiento del tema, que se inscribe propiamente en la literatura narrativa,
transmitiéndonos con propiedad y eficacia lo más sustancial de la vida y del
mensaje de Jesús”.
Cuando nos vamos adentrando más y más en la ruta de la lectura de este
libro nos iremos dando cuenta cómo vivió el Señor su vocación de Anawim. El P Ignacio Larrañaga muy magistralmente nos
presenta “una fotografía tridimensional humana-espiritual” de Jesucristo plasmando
de esta forma su función de anawim durante toda su vida terrena.
El Anawim desde el lente del Antiguo Testamento (AT)
Los profetas son sin duda alguna la representación gráfica de los anawim en
el AT.
Cómo la revelación del AT es progresiva esto hace que los términos algo más
difícil de entender. Por tal motivo
existe la posibilidad que haya que explicar algunos términos y hasta algunas
citas bíblicas. También cabe señalar que
en nuestro idioma español ‘pobre’ y ‘pobreza’ en ocasiones suelen ser términos equívocos.
En otras palabras, estos pueden tener muchos
o variados significados.
No es lo mismo decir el niño es pobre materialmente hablando que decir el
niño proviene de una familia con una pobreza extrema. Los ejemplos no darían abasto.
El AT en general pero en especial los Salmos nos llevan a los
extremos. Aquí ‘pobres’ y ‘enemigos’ parecen
ser las puntas de ambos extremos. Por eso podemos decir que los pobres,
generalmente, son las víctimas de sus ‘enemigos’ (ver y leer Salmo 9-10). “¡Sea Yahvé baluarte del oprimido, baluarte
en tiempos de angustia! Confíen en ti los
que conocen tu nombre, pues no abandonas a los que te buscan, Yahvé” (Sal. 9,
10-11).
Aquí vemos la situación de injusticia que el anawim no puede resolver por
sí mismo y por esta razón más a Dios como un bebé se agarra a su madre (o
padre) cuando tiene temor de caerse.
Esta injusticia fue denunciada por los profetas. “Así dice Yahvé: ¡Por tres crímenes de Israel
seré inflexible! Porque venden al justo
por dinero y al pobre por un par de sandalias; pisan contra el polvo de la
tierra la cabeza de los débiles, y desvían el camino de los humildes; hijo y
padre acuden por la misma doncella, profanando mí santo Nombre” (Amós 2, 6-7).
Ya sea una humillación injusta o una pobreza material que usualmente
también solía ser injusta el anawim sufría en silencio pero ponía toda su fe y
esperanza en el Señor implorando la justicia divina. “¡Álzate, Yahvé, extiende tu mano! ¡Nunca te olvides de los desdichados!” (Salmo
10, 12). Aquí los pobres (anawim)
dependen de la protección y compasión del Señor (ver y leer Salmo 9, 10-11).
Es en este contexto que la terminología ‘anaw’ entra en el campo de lo
religioso (trató con Dios) y lo moral (lo que está bien y lo que está mal). Conociendo esto podemos entender mejor cómo
los términos ‘humilde’, ‘manso’, ‘pío’ (piadoso) y la pobreza son designados
con una actitud religiosa de adhesión o dependencia total de Dios. “Con el leal te muestras leal, intachable con
el hombre sin tacha; con el puro eres puro, y sagaz con el ladino (diestro, hábil); tú que salvas a la gente humilde y
abates los ojos altaneros” (Sal. 18, 28).
El Anawim desde la óptica del Nuevo Testamento (NT)
Las bienaventuranzas (ver y leer Mt. 5, 1-12; Lc. 6, 20-23) es “la Carta Magna” del Anawim, además
podríamos decir, que las Bienaventuranzas son el camino que el anawim debe
seguir. Los anawim se distinguía no sólo
polo por la pobreza física o económica sino más bien por la pobreza en el espíritu. La Biblia Didajé nos define lo que es la
pobreza de espíritu: “la pobreza de espíritu significa humildad y desapego de
las cosas mundanas” (Glosario, Biblia Didajé, Conferencia Episcopal Española, 2014,
p. 2319). Pronto tendremos disponible
una reflexión sobre “las Bienaventuranzas y los anawim”.
El Evangelista San Mateo
resalta su pobreza cuando nos dice: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del
cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza la
cabeza” (Mt. 8, 20). Veamos qué nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica
(CIC): “'El amor de la Iglesia por los pobres [...] pertenece a su constante
tradición' (CA # 57). Está inspirado en el Evangelio de las bienaventuranzas
(cf. Lc 6, 20-22), en la pobreza de Jesús (cf. Mt 8, 20), y en su atención a
los pobres (cf. Mc 12, 41-44). El amor a los pobres es también uno de los
motivos del deber de trabajar, con el fin de ‘hacer partícipe al que se halle
en necesidad’ (Ef. 4, 28). No abarca sólo la pobreza material, sino también las
numerosas formas de pobreza cultural y religiosa (cf. CA # 57)” (CIC # 2444).
Jesús solía ser llamado el
carpintero (o más bien el artesano). El
oficio que practicaba un varón en la cultura semita solía ser pasado de padre a
hijo. El término en griego para el
oficio que práctico José (y por ende Jesús) ‘tekton’ que literalmente significa
aquel que trabaja con sus manos. Hay que
decir que en Judea en tiempos de Jesús no poseía madera suficiente cómo para
que asistiera un oficio propio de la madera como lo es la carpintería. Hay que recordar además que el arte hay representando
a José y a Jesús cómo carpinteros es de origen medieval. Este tipo de arte fue llevado a Israel y más
específicamente Jerusalén desde las Cruzadas.
San Mateo nos presenta uno
de los requisitos más indispensable para ser parte del Reino de los Cielos
(Reino de Dios). “En verdad les digo que
cuanto le hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeño, a mí me lo
hicieron” (Mateo 25, 40). Cómo muy bien
nos dice San Juan de la Cruz: “al atardecer de nuestra vida, seremos juzgados
sobre el amor” (Dichos # 64, San Juan de la Cruz). Cómo podemos notar que aquí se nos habla del
amor hecho acción o sea la caridad fraterna (ver y leer Mateo 25, 31-46).
Hay que tener muy
presente que Jesús es de los que envía y va o en otras palabras El es de los
que “ordena” o regula y hace o restaura.
Por esta razón podríamos decir que Jesús es pobre en medio de los
pobres. Jesús es el anaw por excelencia
no solo en lo religioso sino que desde lo socio-cultural ya sea en lo personal
o comunitariamente hablando. El Señor
nace pobre (ver y leer Lc. 2, 7-16).
Cuando es presentado en el Templo de Jerusalén le presentaron con la
ofrenda de los pobres (ver y leer Lc. 2, 22-24; Lv. 5, 7-13; Lv. 12, 8).
Relación especial y
preferencial del ‘Adonaí’ con los anawim
Los textos que nos hablan
de los anawim y su relación con el Adonaí Sabaot son sin duda alguna
unánimes. “Quién desprecia a su prójimo
peca, dichoso el que se apiada de los pobres” (Prov. 14, 21). “Mejor es ser humilde con los pobres que
compartir un botín con los soberbios” (Prov. 16, 19). “Me haré presente a ustedes para juzgarlos, y
seré un testigo expeditivo contra los hechiceros y los adúlteros, contra los
que juran en falso, contra los que oprimen al jornaleros, a la viuda, y al
huérfano, contra los que hacen agravios al forastero sin ningún temor de mí,
dice Yahvé Sabaot” (Mal. 3, 5).
San Gregorio de Niza ponía
como ‘almas gemelas’ la pobreza de espíritu con la humildad. Podemos fácilmente asegurar que la primera
comunidad cristiana vivía el espíritu de anawim. “Sé mantenían constante en la enseñanza de
los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch.
2, 42). Más adelante nos sigue diciendo
San Lucas en los Hechos de los Apóstoles: “Todos los creyentes estaban de
acuerdo y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y lo
repartían entre todos, según la necesidad de cada uno” (Hch. 2, 44-45). Está igualmente sin duda alguna fue una postura
necesaria e indispensable de las primeras comunidades cristianas. Como podemos notar aquí por estos últimos
dos textos de los Hechos estas dos estipulaciones parecen tener igual valor
ante las naciente Iglesia que Cristo fundó y que le dijo a cargo al colegio
apostólico cuya cabeza sin duda alguna fue Pedro.
Luego más adelante el
capítulo 4 de los Hechos va a reforzar esta postura comunitaria de la Iglesia. “La multitud de los creyentes tenía un solo
corazón y una sola alma. Nadie
consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común. […] No había entre ellos ningún necesitado,
porque todos lo que poseían campos o casas los vendían, traían el importe y lo
ponían a los pies de los apóstoles, y sé repartía a cada uno según su necesidad”
(Hch. 4, 32.34-35).
El versículo posterior
nos narra el testimonio de José quien fuera llamado por los apóstoles Bernabé
(que significa ‘hijo de la exhortación’) (ver y leer Hch. 4, 36-37). En contraste los Hechos nos muestran el
fraude de Ananías y Safira (ver y leer Hch. 5, 1-11) ya que la venta de las
propiedades o la comunidad de bienes no estaba impuesta a todos. Cómo podemos apreciar aquí el pecado de estos
esposos no fue que se quedaran con parte de las ganancias sino más bien el engaño
ante la comunidad eclesial y con mayor razón ante Dios.
¿Qué nos dice el Catecismo
de la Iglesia Católica (CIC) sobre esto?
“La verdad como rectitud de la
acción y de la palabra humana, tiene por nombre veracidad, sinceridad o
franqueza. La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse veraz
en los propios actos y en decir verdad en sus palabras, evitando la duplicidad,
la simulación y la hipocresía” (CIC # 2468).
Esto es algo que se debe aplicar ante un examen de conciencia ante todos
los aspectos de nuestra vida. Por eso
podríamos decir que ser anaw (anawim) no es aislarse de esta vida. Por el contrario, ser anawim implica ser
solidarios y más real y verdaderos que nunca en las cosas de la vida cristiana.
Desde la primera vez que
vi el nombre anawim aún sin conocer muy bien su significado me llamó
profundamente la atención. Más aún el
primer correo electrónico que este su servidor tuvo era con ese nombre
anawim. Hoy en día por más de 30 años
sigo tratando y luchando de vivir al máximo cómo un anawim de Señor (de hecho
tuve una estación radial católica online con ese nombre).
Si a esta fecha tengo el Ministerio Católico Anawim, Inc. fundado desde el 2014 es así porque además
de gustarme es un reto que con la asistencia del Espíritu Santo sigo y seguiré
sirviendo a la Iglesia.
¡Que así nos ayude Dios con su Espíritu Santo a seguir siendo anawim!
¡Santa María la Madre
Anawim ora e intercede por nosotros!
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