¿Qué es una virtud?
Wikipedia define la virtud de la siguiente forma: “es una disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad, la justicia y la belleza”. La virtud (del latín “virtus”, griego koiné “arete”) es la excelencia moral o sea que es más que bueno.
Una virtud es un rasgo o cualidad como lo es igualmente un hábito operativo (que se debe realizar una y otra vez) que se considera moralmente bueno y, por lo tanto, se juzga o valora como cimiento y fundamento del principio moral. Cuando se evalúa la vida de una persona para determinar su vida de santidad (para ser beatificado y canonizado) pasa en primer lugar por la determinación de las virtudes heroicas[1].
Lo contrario a la virtud es el vicio. Actuar virtuosamente y no ser un vicioso (en cualquier forma) tiene una gran significación e importancia para la vida ética y moral.
Las virtudes teologales son las que se reciben de parte de Dios por medio de la acción del Espíritu Santo. Estas las recibimos en el Bautismo, estas son; la fe, la esperanza y la caridad.
La fe nos dice la Carta a los Hebreos: “La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de lo que no se ve” (He. 11,1). Más sencilla esta definición no puede ser pero aunque suene paradójico también la es sustancial.
Las virtudes cardinales (del latín “cardo” o sea el eje central de una puerta) son llamados las virtudes “bisagras”, porque todas las demás virtudes emanan de estas. No sé nos puede olvidar que las virtudes son dones que adquirimos por medio del Espíritu Santo.
Si nos podemos a pensar acerca de la virtud de la “honestidad” durante unos minutos. Podríamos recordar un momento en que usted o alguien que usted conoce (su hijo, adolescente, y/o sus compañeros de trabajo o estudios, etc.) actuó deshonestamente (mentir, no ser honesto, cometer fraude en una prueba de la escuela, etc.)
¿Cómo discutir la situación con la persona? ¿Qué virtudes cardinales usted usaría para aconsejar a esta persona?
Cuando yo tenía diez años recuerdo que mi padre había dejado la cartera en la mesa y por alguna razón había sacado dinero de su billetera. Él nos daba un dólar a mis hermanos ya mí para la escuela. Pero además del dinero que nos daba regularmente tomé dos dólares extra sin que nadie sé diera cuenta.
Después de que mi padre notó de que le faltaba dinero de la billetera, llamó a mis hermanos y a mí para preguntar quién de nosotros había tomado el dinero. Yo le respondí que yo la había tomado. Yo automáticamente pensé que mi padre me daría una paliza.
Mi padre me dijo, que imaginan por un segundo que tu madre está muy enferma y el dinero que yo tomé era el único dinero que el tenia para comprar los medicamentos a mi madre. Él continuó diciendo, y imagínate también que la vida de su madre dependía de estos medicamentos. Créanme que yo aprendí la lección, nunca en mi vida he tomado cualquier dinero o alguna otra cosa que no sea mía.
Las virtudes cardinales que mi padre usó para darme una lección (quizás indirectamente) fue la justicia. La justicia exige que se les dé a otros lo que se le debe, darle un trato en equidad y con respecto a las personas y el velar por el bien común. Otra de las virtudes cardinales que él uso para enseñarme fue la prudencia. La prudencia nos permite juzgar entre las actos en relación con las acciones apropiadas en un momento dado.
El “valor moral” es la capacidad de actuar correctamente frente a la oposición popular, la vergüenza, el escándalo, o el desaliento. En esa situación yo no tuve el valor moral y actuar correctamente. Pero cuando mí padre preguntó si lo tuve y dije la verdad.
Yo trato de enseñarles a mis nietos (yo que yo no tengo hijos biológicos, pero yo soy abuelo de la familia, por la gracia de Dios) de manera sencilla cuáles son las virtudes cardinales.
La justicia es dar a cada uno lo que es debido.
La prudencia es saber cómo juzgar (entre el bien y el mal) una acción determinada a realizar.
La templanza es la práctica de la auto-control, la abstinencia y la moderación al hacer las cosas.
La fortaleza es la paciencia, resistencia y habilidad para enfrentar el miedo, la incertidumbre y la intimidación.
Hoy más que nunca es más fácil sucumbir ante las presiones que nos da el mundo, la sociedad y hasta los medios de comunicaciones. Vivir las virtudes no es fácil pero si es posible.
Las virtudes son dones y medios para llegar a la santidad. La santidad es la identificación con Cristo en el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios, mediante el ejercicio de las virtudes. Las virtudes son hábitos (practicas o costumbres) buenos que nos llevan a realizar el bien. Las virtudes son hábitos operativos es decir que hay que actuarlos. No se trata de buenas intenciones, “pensar tengo que ser más ordenado” sino que tengo que ser mas ordenados.
Los valores son bienes que la inteligencia del hombre conoce, acepta y vive como algo bueno para si mismo como persona. Las virtudes son acciones que nacen del corazón y están orientadas directamente a un bien espiritual. Estas nos hacen crecer como personas a imagen de Dios. En esto estriba la diferencia entre la virtud y el valor.
[1] Para más información sobre el proceso de beatificación y canonización puedes ver los siguientes enlaces:
Carta Apostólica Motu Proprio: “Maiorem Hac Dilectionem” ofrecimiento de la vida…
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