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Resources
You may feel free to download
and reproduce these materials in any form which you find meets the needs of
your diocese or parish, provided that the materials are not sold in any form. If you reproduce any of the materials as they
are, you include the citation: "2010, United States Conference of
Catholic Bishops." If you have altered the materials, please include
the citation: "Based upon Roman Missal Formational Materials provided
by the Secretariat for the Liturgy of the United States Conference of Catholic Bishops
2010."
Recursos para las Parroquias
Usted puede sentirse libre para
descargar y reproducir estos materiales en cualquier forma que se encuentra responde a las necesidades de su diócesis o parroquia, a condición de que los
materiales no se vendan en ninguna forma. Si reproduce cualquiera
de los materiales como en su forma original, usted debe incluir la cita: "2010, Conferencia Episcopal Católica
de los Estados Unidos." Si ha modificado el material, por favor
incluya la cita: "Basado en los materiales
de formación del Misal Romano
proporcionados por la Secretaría de
la Liturgia de la Conferencia Episcopal
Católica de los Estados Unidos."
_____
La Iglesia entiende la Procesión
de la Comunión y, de hecho toda procesión litúrgica, como un signo de la
Iglesia peregrina, el cuerpo de aquéllos que creen en Cristo, en su camino
hacia la Jerusalén Celestial. A lo largo de nuestras vidas, nosotros, los que
creemos en Cristo, nos movemos en el tiempo hacia ese momento en que seremos
llevados de este mundo por la muerte y entraremos en el gozo de nuestro Señor,
al Reino eterno que nos ha preparado.
La asamblea litúrgica de los
bautizados que vienen a reunirse para la celebración de la Eucaristía es un
testigo, una manifestación, de la iglesia peregrina. Cuando nos movemos en
procesión, particularmente, en la procesión para recibir el cuerpo y la sangre
de Cristo en la Comunión, somos un signo, un símbolo de esa Iglesia peregrina “en
camino”. Para algunos, sin embargo, la experiencia de la Procesión de la
Comunión es mucho más prosaica y hasta análoga con el hacer cola en el
supermercado o en la Dirección General de Vehículos Motorizados. Una percepción
como ésta es una comprensión terriblemente incorrecta y empobrecida de una
acción religiosa significativa.
La Procesión de la Comunión es
una acción del Cuerpo de Cristo. Los miembros de la comunidad, respondiendo a
la invitación del mismo Cristo por medio del Sacerdote que actúa “en la
Persona de Cristo” 1 (Bienaventurados aquéllos que han sido
llamados a la cena del Señor) 2, donde se dará el compartir el
alimento sagrado, recibido en el cuerpo y la sangre de Cristo, señal y fuente
de unidad. De hecho, cada vez que nos disponemos para recibir el cuerpo y la
sangre del Señor, nos unimos a los innumerables rangos de todos los bautizados
que han muerto antes que nosotros, nuestros seres queridos, los santos
canonizados y no canonizados a lo largo de los siglos, quienes en algún momento
de la historia formaron parte de este gran multitud de creyentes.
Esta acción del cuerpo de Cristo,
la Iglesia reunida para la Eucaristía, se manifiesta y se apoya en el Himno de
la Comunión, un himno de alabanza a Cristo cantado al unísono por las voces de
quienes creen en Él y comparten Su vida. La Instrucción General del Misal
Romano toma muy en serio este himno, estableciendo que debe empezar en el
momento de la Comunión del sacerdote y que debe extenderse hasta que la última
persona haya comulgado.
Sin embargo, algunas personas consideran que cantar este himno es una
intromisión en su propia oración, su propia acción de gracias privada después
de la Comunión. Sin embargo, este himno es oración, la oración de acción
gracias comunitaria de los miembros del Cuerpo de Cristo, mutuamente unidos.
Una y otra vez, las plegarias litúrgicas y las normas de la Instrucción
General enfatizan este concepto fundamental de la unidad de los bautizados,
resaltando que cuando nos reunimos para participar en la celebración
Eucarística, venimos no como individuos sino como miembros unidos del Cuerpo de
Cristo. En cada una de las Plegarias Eucarísticas, aunque la petición se
presenta con pequeñas diferencias, se le pide a Dios que envíe Su Espíritu
Santo para hacernos un solo cuerpo, un solo Espíritu; la Instrucción General
invita a los fieles a que “actúen, pues, como un solo cuerpo tanto al
escuchar la Palabra de Dios, como al tomar parte en las oraciones y en los
cantos y, en especial, al ofrecer comunitariamente el sacrificio y al
participar todos juntos en la mesa del Señor” (IGMR # 96), describe como
uno de los propósitos del canto de entrada a la Misa intensifica la unión de
los que se han reunido 3. Del Cántico de Comunión dice que su
función es expresar abiertamente la unión espiritual de los comulgantes por
medio de la unidad de sus voces, y de resaltar el carácter comunitario de la
Procesión de Comunión 4.
Para algunos de nosotros es
difícil aceptar esta insistencia en que la Misa es la acción de una comunidad
en lugar de un acto individual de nuestra propia fe y piedad; sin embargo, es
importante que hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para que así sea. El
propio Cristo en la última Cena le imploró a Su Padre: "Padre Santo,
cuida en tu nombre a los que me has dado…para que todos sean uno. Como tú,
Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el
mundo crea que tú me has enviado"(Juan 17:11b; 21) 5. El
Bautismo nos ha unido a Cristo y a nuestro prójimo como la vid a sus ramas. La
vida de Cristo, el Espíritu Santo, nos anima a cada uno de nosotros de manera
individual y a todos colectivamente y guía nuestros esfuerzos por llegar a ser
uno en Cristo.
Finalmente, el hecho de que la
Procesión de Comunión es una acción profundamente religiosa nos dice algo sobre
la manera en que debemos participar en esta procesión. Somos el Cuerpo de
Cristo, avanzando para recibir a Cristo que nos hace uno con Él mismo y con
nuestro prójimo. Nuestra procesión debe avanzar con dignidad; ¡nuestro
comportamiento debe ser como el de aquéllos que saben que han sido redimidos
por Cristo y que están viniendo a recibir a su Dios!
La nueva edición de la Instrucción
General solicita a la Conferencia Episcopal de cada país que determine la
postura corporal de la Comunión y el acto de reverencia que se ha de realizar
por cada persona en el momento de recibirla. La Conferencia de los Obispos
Católicos de los Estados Unidos ha determinado que en este país, la Comunión se
reciba de pie y que se haga una venia como signo de reverencia por parte de
aquellas personas que la reciben. Estas normas pueden requerir ciertos ajustes
de parte de aquéllos que han estado acostumbrados a otras prácticas; sin
embargo, el significado de unidad en la postura y el gesto corporal, como
símbolo de nuestra unidad como miembros del único cuerpo de Cristo, debe ser el
factor predominante sobre nuestras propias acciones.
Quienes reciben la Comunión
pueden hacerlo tanto en la mano como en la lengua; sin embargo, la decisión
final está en la persona que la recibe, no en la persona que la distribuye. Si
la Comunión se recibe en la mano, las manos deben estar completamente limpias.
Si uno es diestro, la mano izquierda debe descansar sobe la mano derecha. La
hostia será luego depositada sobre la palma de la mano izquierda y luego tomada
por la mano derecha hasta llevarla a la boca. Si una persona es zurda, se hará
del modo contrario. Es inapropiado tomarla con los dedos directamente de la
mano de la persona que la distribuye.
La persona que distribuye la
Comunión dice a cada persona que se aproxima y de manera que se oiga, "El
Cuerpo de Cristo". Esta fórmula no debe ser alterada ya que es una
proclamación que invita a una respuesta de fe de parte de la persona que la
recibe. El comulgante debe responder de manera audible "Amén",
indicando, por su respuesta, su creencia de que este pequeño pedazo de pan y el
vino de este cáliz son en realidad el cuerpo y la sangre de Cristo, el Señor.
Cuando uno recibe la Comunión del
cáliz, la persona que distribuye la Comunión hace la misma proclamación y el
comulgante nuevamente responde "Amén" . Cabe notar que no está
permitido que una persona introduzca la hostia que ha recibido dentro del
cáliz. Si, por alguna razón, el comulgante no puede o no desea beber del cáliz,
debe recibir la Comunión sólo en la forma de pan.
Parece apropiado concluir esta
reflexión sobre la Procesión de Comunión y la recepción de la Comunión con una
cita del Catecismo de la Iglesia Católica: "En el Bautismo
fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (Cf. 1Co 12, 13). La
Eucaristía realiza esta llamada: ‘El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es
acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión
con el Cuerpo de Cristo? Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo
somos, pues todos participamos de un solo pan’ (1 Co 10, 16- 17): Si
ustedes mismos son Cuerpo y miembros de Cristo, son el sacramento que es puesto
sobre la mesa del Señor, y reciben este sacramento suyo. Responden
"Amén" (es decir, ‘sí’, es verdad) a lo que reciben, con lo que,
respondiendo, lo reafirman. Oyes decir "el Cuerpo de Cristo" y
respondes "Amén". Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo
para que tu "Amén" sea también verdadero" (San Agustín ,
sermón 272)” (CCC n. 1396).
Notas
1.
“In Persona
Christi” .
2.
Invitación hecha por el sacerdote
y a la cual los fieles responden humildemente con “Señor, no soy digno…)
3.
“Esta unidad se manifiesta
claramente en la uniformidad de gestos y posturas de los fieles” (IGMR
96).
4.
“Mientras el sacerdote recibe el
sacramento, empieza el canto de la Comunión, el cual, por la unión de voces,
debe expresar la unión espiritual de quienes están comulgando, demostrar la
alegría del corazón y poner de relieve el carácter comunitario de la procesión
de los que van a recibir la Eucaristía. El canto se prolonga mientras a los
fieles se administra el Sacramento” (IGMR 86).
5.
Las referencias bíblicas se
adoptan de la Biblia de Jerusalén.