24 de febrero de 2012

La corrección fraterna

Todos sabemos que la corrección fraterna es una obra de misericordia.  Pero por desgracia nuestra cultura en especial aquí en los Estados Unidos se cree y se piensa que para no faltar a la caridad no es bueno incomodar a la persona a quien se esté corrigiendo.  En primer lugar hay que explicar que la corrección fraterna es una (y debe ser) donde corregimos como hermanos en el amor y la misericordia de Cristo.  Bajo ninguna circunstancia el propósito es incomodar a la persona.

Es muy conveniente reflexionar en este texto de San Mateo sobre la corrección fraterna; "Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.  Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.   Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano" (Mt. 18, 15-17).  Al corregir a un hermano o hermana es indispensable ser muy indulgentes y respetuosos, sin humillarlos ni avergonzarlos jamás, y mucho menos en público.
Nos podemos preguntar cuál es el motivo fundamental que debe buscar toda corrección fraterna.   El Evangelio de San Mateo nos da la respuesta para la razón de ser de la corrección fraternal; "sean perfectos (santos) como es perfecto el Padre que está en el cielo" (Mt. 5, 48).  Es muy conveniente que definamos y aclaremos algunos términos para poder entender este punto mejor.

La palabra "santidad" proviene del término hebreo "Kiddushin."   Esta expresión tiendo dos significados; primero, se traduce literalmente como "sacar aparte" y segundo es empleado para representar el concepto de "boda."  Los cristianos somos sacados aparte (de este mundo) para vivir tal como Cristo.  Al hermano que ha errado se le llama a aparte buscando a que su vida sea semejante a la Cristo.  El Libro del Apocalipsis nos habla de las "Bodas del Cordero" (Ver Ap. 19, 7; Ef. 5. 22-23) que simbolizan la unión de amor y santidad que debe existir entre Cristo y la Iglesia, quien es su esposa.
Sería un absurdo el que yo diga yo quiero ser santo pero no quiero la santidad para mis hermanos.  Eso es precisamente lo que hacemos cuando nos negamos a corregir a un hermano(a) fraternalmente.  De igual forma, no es conveniente reprender o amonestar cuando nos sentimos ofendidos y molestos.  En ese momento sin duda alguna la corrección no será tan fraterna.  Es mucho más favorable el poder corregir con serenidad y toda la paz del corazón posible.

Si la corrección fraterna me la hacen a mí, es muy provechoso el que yo tenga la amabilidad y responsabilidad de escuchar al que me llama la atención.  En nuestro momento de oración y reflexión es muy aconsejable meditar en lo que nos hayan dicho en una corrección fraterna.   La asistencia del Espíritu Santo no ha de faltar  tanto para quien me corrige como para mí al cambiar y modificar lo que haya hecho mal.
Que Dios nos ayude siempre.

23 de febrero de 2012

¿Cómo vivir la Cuaresma?

Hay tres maneras tradicionales y fundamentales que nos ayudan a vivir la Cuaresma: oración, ayuno y obras de caridad. 


La vida de Oración, requisito necesario para el encuentro con Dios.  En la oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la gracia divina penetre su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre la oración del Espíritu cooperando a ella con su respuesta libre y generosa.  "María dijo entonces: Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho" (Lc. 1,38).


San Pablo nos invita a que “oremos sin cesar.”  Toda nuestra vida puede ser una oración si elevamos nuestra mente y corazón a Dios en cada momento y acción de nuestra vida. Lo primordial de la Cuaresma es que oremos lo más asidua y profundamente que podamos.  San Benito el fundador de los Benedictinos estableció una lema ("Ora et Labora") con sus monjes les hacia recordar que su vida entera debía ser una oración fragante a Dios.  

¿Por qué el Ayuno?  Es imperioso dar una contestación profunda a esta pregunta, para poder ver la relación entre el ayuno y la conversión.  En otras palabras saber descubrir transformación espiritual que une del hombre a Dios.  El hombre de hoy debe abstenerse de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos: ayunar constituye abstenerse de algo.  El hombre es él mismo sólo cuando logra decirse a sí mismo: NO.


El propósito del ayuno es producir conciencia.  A menudo consumimos alimentos, bebidas, entretenimiento y experiencias con un carácter enajenante.  En ocasiones la música se convierte en un ruido molesto cuando en realidad puede ser algo que motive el alma. También podemos privarnos y ayunar del ruido.  De esta forma el silencio nos puede ayudar crear conciencia.  Debemos crear conciencia respecto a nuestra propia vida porque somos "templos del Espíritu Santo."  De igual forma necesitamos estar conscientes de nuestra total dependencia de Dios respecto a cada uno de los dones y regalos que tenemos en la vida.


Suelo preguntar en mis platicas, ¿qué es la Caridad?  Muchos suelen señalar, que la caridad es dar limosna.  La caridad es mucho más que dar limosna.  La caridad es el amor hecho acción.  Sabemos que Dios es Amor por ende la caridad es dar del amor de Dios que el Espíritu de Dios deposita en nuestro corazón.  Dios es la fuente del Amor.  Por eso la verdadera caridad es la que brota del corazón enamorado y empapado de Dios.


¿Cómo vives la virtud de la caridad?  Si el motivo del amor no es Dios nos salimos del ámbito de la caridad (entramos en filantropía...).  Esta originada por Dios y no puede ser obtenida por las propias fuerzas naturales.  La voluntad del hombre es el sujeto donde reside la caridad, ya que es un movimiento del amor hacia el Sumo Bien.   El amor a Dios ha de ser el motivo de todos los demás amores, y ha de prevalecer sobre ellos, a Dios se le ama por sí mismo por ser nuestro último fin.  A nosotros y a los demás deberá ser por Dios para que haya autentica Caridad.


¡Que tenga una buena Cuaresma!

21 de febrero de 2012

La Recepción de la Sagrada Comunión En La Misa

Parish Resources

You may feel free to download and reproduce these materials in any form which you find meets the needs of your diocese or parish, provided that the materials are not sold in any form.  If you reproduce any of the materials as they are, you include the citation: "2010, United States Conference of Catholic Bishops." If you have altered the materials, please include the citation: "Based upon Roman Missal Formational Materials provided by the Secretariat for the Liturgy of the United States Conference of Catholic Bishops 2010."

Recursos para las Parroquias

Usted puede sentirse libre para descargar y reproducir estos materiales en cualquier forma que se encuentra responde a las necesidades de su diócesis o parroquia, a condición de que los materiales no se vendan en ninguna forma.  Si reproduce cualquiera de los materiales como en su forma original, usted debe incluir la cita: "2010,  Conferencia Episcopal Católica de los Estados Unidos."  Si ha modificado el material, por favor incluya la cita: "Basado en los materiales de formación del Misal Romano proporcionados por la Secretaría de la Liturgia de la Conferencia Episcopal Católica de los Estados Unidos."

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La Iglesia entiende la Procesión de la Comunión y, de hecho toda procesión litúrgica, como un signo de la Iglesia peregrina, el cuerpo de aquéllos que creen en Cristo, en su camino hacia la Jerusalén Celestial. A lo largo de nuestras vidas, nosotros, los que creemos en Cristo, nos movemos en el tiempo hacia ese momento en que seremos llevados de este mundo por la muerte y entraremos en el gozo de nuestro Señor, al Reino eterno que nos ha preparado.

La asamblea litúrgica de los bautizados que vienen a reunirse para la celebración de la Eucaristía es un testigo, una manifestación, de la iglesia peregrina. Cuando nos movemos en procesión, particularmente, en la procesión para recibir el cuerpo y la sangre de Cristo en la Comunión, somos un signo, un símbolo de esa Iglesia peregrina “en camino”. Para algunos, sin embargo, la experiencia de la Procesión de la Comunión es mucho más prosaica y hasta análoga con el hacer cola en el supermercado o en la Dirección General de Vehículos Motorizados. Una percepción como ésta es una comprensión terriblemente incorrecta y empobrecida de una acción religiosa significativa.

La Procesión de la Comunión es una acción del Cuerpo de Cristo. Los miembros de la comunidad, respondiendo a la invitación del mismo Cristo por medio del Sacerdote que actúa “en la Persona de Cristo” 1 (Bienaventurados aquéllos que han sido llamados a la cena del Señor) 2, donde se dará el compartir el alimento sagrado, recibido en el cuerpo y la sangre de Cristo, señal y fuente de unidad. De hecho, cada vez que nos disponemos para recibir el cuerpo y la sangre del Señor, nos unimos a los innumerables rangos de todos los bautizados que han muerto antes que nosotros, nuestros seres queridos, los santos canonizados y no canonizados a lo largo de los siglos, quienes en algún momento de la historia formaron parte de este gran multitud de creyentes.

Esta acción del cuerpo de Cristo, la Iglesia reunida para la Eucaristía, se manifiesta y se apoya en el Himno de la Comunión, un himno de alabanza a Cristo cantado al unísono por las voces de quienes creen en Él y comparten Su vida. La Instrucción General del Misal Romano toma muy en serio este himno, estableciendo que debe empezar en el momento de la Comunión del sacerdote y que debe extenderse hasta que la última persona haya comulgado.

Sin embargo, algunas personas consideran que cantar este himno es una intromisión en su propia oración, su propia acción de gracias privada después de la Comunión. Sin embargo, este himno es oración, la oración de acción gracias comunitaria de los miembros del Cuerpo de Cristo, mutuamente unidos. Una y otra vez, las plegarias litúrgicas y las normas de la Instrucción General enfatizan este concepto fundamental de la unidad de los bautizados, resaltando que cuando nos reunimos para participar en la celebración Eucarística, venimos no como individuos sino como miembros unidos del Cuerpo de Cristo. En cada una de las Plegarias Eucarísticas, aunque la petición se presenta con pequeñas diferencias, se le pide a Dios que envíe Su Espíritu Santo para hacernos un solo cuerpo, un solo Espíritu; la Instrucción General invita a los fieles a que “actúen, pues, como un solo cuerpo tanto al escuchar la Palabra de Dios, como al tomar parte en las oraciones y en los cantos y, en especial, al ofrecer comunitariamente el sacrificio y al participar todos juntos en la mesa del Señor” (IGMR # 96), describe como uno de los propósitos del canto de entrada a la Misa intensifica la unión de los que se han reunido 3. Del Cántico de Comunión dice que su función es expresar abiertamente la unión espiritual de los comulgantes por medio de la unidad de sus voces, y de resaltar el carácter comunitario de la Procesión de Comunión 4.

Para algunos de nosotros es difícil aceptar esta insistencia en que la Misa es la acción de una comunidad en lugar de un acto individual de nuestra propia fe y piedad; sin embargo, es importante que hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para que así sea. El propio Cristo en la última Cena le imploró a Su Padre: "Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado…para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado"(Juan 17:11b; 21) 5. El Bautismo nos ha unido a Cristo y a nuestro prójimo como la vid a sus ramas. La vida de Cristo, el Espíritu Santo, nos anima a cada uno de nosotros de manera individual y a todos colectivamente y guía nuestros esfuerzos por llegar a ser uno en Cristo.

Finalmente, el hecho de que la Procesión de Comunión es una acción profundamente religiosa nos dice algo sobre la manera en que debemos participar en esta procesión. Somos el Cuerpo de Cristo, avanzando para recibir a Cristo que nos hace uno con Él mismo y con nuestro prójimo. Nuestra procesión debe avanzar con dignidad; ¡nuestro comportamiento debe ser como el de aquéllos que saben que han sido redimidos por Cristo y que están viniendo a recibir a su Dios!

La nueva edición de la Instrucción General solicita a la Conferencia Episcopal de cada país que determine la postura corporal de la Comunión y el acto de reverencia que se ha de realizar por cada persona en el momento de recibirla. La Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos ha determinado que en este país, la Comunión se reciba de pie y que se haga una venia como signo de reverencia por parte de aquellas personas que la reciben. Estas normas pueden requerir ciertos ajustes de parte de aquéllos que han estado acostumbrados a otras prácticas; sin embargo, el significado de unidad en la postura y el gesto corporal, como símbolo de nuestra unidad como miembros del único cuerpo de Cristo, debe ser el factor predominante sobre nuestras propias acciones.

Quienes reciben la Comunión pueden hacerlo tanto en la mano como en la lengua; sin embargo, la decisión final está en la persona que la recibe, no en la persona que la distribuye. Si la Comunión se recibe en la mano, las manos deben estar completamente limpias. Si uno es diestro, la mano izquierda debe descansar sobe la mano derecha. La hostia será luego depositada sobre la palma de la mano izquierda y luego tomada por la mano derecha hasta llevarla a la boca. Si una persona es zurda, se hará del modo contrario. Es inapropiado tomarla con los dedos directamente de la mano de la persona que la distribuye.

La persona que distribuye la Comunión dice a cada persona que se aproxima y de manera que se oiga, "El Cuerpo de Cristo". Esta fórmula no debe ser alterada ya que es una proclamación que invita a una respuesta de fe de parte de la persona que la recibe. El comulgante debe responder de manera audible "Amén", indicando, por su respuesta, su creencia de que este pequeño pedazo de pan y el vino de este cáliz son en realidad el cuerpo y la sangre de Cristo, el Señor.

Cuando uno recibe la Comunión del cáliz, la persona que distribuye la Comunión hace la misma proclamación y el comulgante nuevamente responde "Amén" . Cabe notar que no está permitido que una persona introduzca la hostia que ha recibido dentro del cáliz. Si, por alguna razón, el comulgante no puede o no desea beber del cáliz, debe recibir la Comunión sólo en la forma de pan.

Parece apropiado concluir esta reflexión sobre la Procesión de Comunión y la recepción de la Comunión con una cita del Catecismo de la Iglesia Católica: "En el Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (Cf. 1Co 12, 13). La Eucaristía realiza esta llamada: ‘El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan’ (1 Co 10, 16- 17): Si ustedes mismos son Cuerpo y miembros de Cristo, son el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor, y reciben este sacramento suyo. Responden "Amén" (es decir, ‘sí’, es verdad) a lo que reciben, con lo que, respondiendo, lo reafirman. Oyes decir "el Cuerpo de Cristo" y respondes "Amén". Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu "Amén" sea también verdadero" (San Agustín , sermón 272)” (CCC n. 1396).

Notas  

1.    “In Persona Christi” .
2.    Invitación hecha por el sacerdote y a la cual los fieles responden humildemente con “Señor, no soy digno…)
3.    “Esta unidad se manifiesta claramente en la uniformidad de gestos y posturas de los fieles” (IGMR 96).
4.    “Mientras el sacerdote recibe el sacramento, empieza el canto de la Comunión, el cual, por la unión de voces, debe expresar la unión espiritual de quienes están comulgando, demostrar la alegría del corazón y poner de relieve el carácter comunitario de la procesión de los que van a recibir la Eucaristía. El canto se prolonga mientras a los fieles se administra el Sacramento” (IGMR 86).

5.    Las referencias bíblicas se adoptan de la Biblia de Jerusalén.



 

18 de febrero de 2012

LA ASUNCIÓN DE MARÍA


El último dogma decretado como tal por la Iglesia fue el de la Asunción de María, aunque está presente en la Iglesia como creencia desde los primeros siglos, sin embargo fue declarado como dogma recientemente.

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA



Esta definición dogmática, junto con la última de la Asunción de María a los cielos fue proclamada directamente por un Papa, ratificando su autoridad en la fe, y no dentro de un concilio ecuménico, por eso los protestantes y ortodoxos se han opuesto a tomarlos como norma de fe. Sin embargo la afirmación dogmática papal no fue por un simple capricho, en el caso de la Inmaculada, el Papa hizo una consulta por carta a la cual respondió la mayoría de los Obispos en forma afirmativa, además de la historia de la teología sobre la Inmaculada que estudiaremos más adelante.

MARÍA SIEMPRE VIRGEN (Antes, durante & después del parto)

La doctrina de la Iglesia desde el comienzo mantuvo la virginidad de María, que está entrelazada con la maternidad divina de María, una cosa va con la otra.

La señal prodigiosa de que una virgen iba a dar a luz sin concurso de varón supera todas las señales que desde el comienzo del Antiguo Testamento marcaron el camino extraordinario de Dios, como es el caso de la esterilidad de Sara y tantas otras mujeres importantes de la Biblia, que por intervención de Dios quedan embarazadas. 

La misma Isabel, esposa de Zacarías, queda embarazada después de mayor por una gracia especial de Dios, quien de esta manera estaba marcando la era mesiánica, la llegada del Salvador, puesto que Juan, el más grande de los profetas, fue el encargado de prepararle el camino.

Citas Bíblicas

La Biblia enfatiza la virginidad de María; el evangelio de Mateo expresamente recuerda la profecía de Isaías 7,14.  

He aquí que una doncella (joven virgen) va a concebir y dará a luz un hijo a quien le pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros (Mt. 1, 23).

La virginidad de María fue profecía esperada por el pueblo de Israel y al mismo tiempo requisito para que ese Hijo fuese realmente el Hijo de Dios y no el hijo de cualquier hombre.

Lucas en su evangelio insiste también en este aspecto: Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. (Lc 1,26-27)

Y más adelante en el relato de la anunciación la misma María pregunta: « ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» (Lc 1,34)

Y el ángel le explica: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. (Lc 1,35).

Lucas enfatiza claramente la virginidad de María, requisito indispensable para la encarnación del Verbo y por lo tanto para que Jesucristo tenga naturaleza divina y en consecuencia para que haya podido redimirnos del mal. Si no hubiese sido Dios no hubiese podido redimirnos y si un hubiese sido hombre tampoco, ambas cosas son inseparables, y María entra plenamente en este misterio, ella es la verdadera madre humana, que le hace humano al Verbo eterno, y a la vez es virgen, que garantiza el origen divino de Jesús.

El Evangelio de Juan también asoma en su prólogo el origen divino de Jesús y la no participación carnal en su nacimiento.  “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. (Jn 1,1) y más adelante dice: la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios” (Jn 1,13).

Que a veces es traducido como “los cuales” en vez de “el cual”, pero sin embargo Juan, y la tradición sucesiva de la Iglesia, apuntan al misterio de la virginidad de María, allí no hubo deseo de carne ni de hombre, sino que el Verbo se hace hombre por la acción directa de Dios, sin intervención humana. 

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. (Jn 1,14).

Aquí Juan utiliza la misma palabra para Cristo que Lucas usa para María: Lleno de gracia (y de verdad), y luego afirma que recibe su gloria del Padre porque es su Hijo Único.

El signo de la virgen que da a luz sin intervención de varón supera infinitamente los milagros de quedar embarazadas las mujeres estériles.

De Sara sale el pueblo de Israel, el pueblo de la fe del Antiguo Testamento; de María sale el Mesías, el Verbo de Dios encarnado, cabeza del nuevo pueblo de Dios la Iglesia.

La virginidad de María implica también un hecho espiritual; ella es la morada del Verbo eterno, lleno de gracia y de verdad; y sabemos que el demonio es llamado príncipe del mundo, padre de la mentira. En Jesús no hay nada de mentira, todo es verdad. La virginidad de María apunta también a una virginidad espiritual y prepara los futuros dogmas marianos. La Iglesia desde el comienzo sintió en su sensus fidei una repugnancia de pensar que María pudiese haber tenido más hijos después de Jesús. En la Biblia no hay manera de probarlo, aunque hay algunos pasajes que parecen contradecir la perpetua virginidad de María.

¿Si llamamos a María la siempre virgen como otros textos hablan de los hermanos de Jesús?


Mateo 13, 55 plantea este tema: ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? 

Pero no dice en ningún momento en forma explícita que son hijos de María. Así como dijeron “el hijo del carpintero” porque no sabían la naturaleza divina de Jesús, así también la gente podía decir “sus hermanos” que eran la gente de su entorno, sus familiares, sus vecinos.

Jesús era uno de tantos, formaba parte de su pueblo, vivía en una casa concreta, de una familia concreta; la encarnación del Verbo fue real, pero eso no significa que María tuvo otros hijos.

Mateo 28, 10 el mismo Jesús utiliza la palabra “hermanos” para indicar a sus discípulos y amigos: Jesús les dijo: ‘No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán’.”

Esta palabra indica una relación especial, familiar, y la Iglesia primitiva realmente fue una familia; los lazos que se forman por la fe crean una verdadera familia, pero no simplemente humana; es la familia escatológica, la familia de los hijos de Dios y hermanos en Cristo.

La realidad virginal de María entra dentro de esta nueva creación de Dios; ella está destinada a ser la madre espiritual de la nueva familia escatológica; su total dedicación a Cristo, su virginidad consagrada a Él, le prepara para ser la madre virgen de todos los cristianos.

Lucas 22, 32 utiliza la palabra “hermanos” al final cuando Jesús se dirige a Pedro respecto al escándalo de la cruz: “pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos.

Por esto la Iglesia desde el comienzo valoró el uso de la palabra “hermano” dentro del contexto de la fe, más que dentro del contexto simplemente humano.

El Apocalipsis también hace referencia a “los otros hijos de la mujer”: Cuando el Dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón. (Ap. 12,13); aquí el autor enfatiza al Hijo varón, que es Cristo; esta es realmente la maternidad que tiene relevancia por parte de María. Luego continúa el libro y afirma: Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. (Ap. 12,17). Aquí vemos claramente expresada la maternidad espiritual de María respecto de los creyentes, los hermanos de Jesús por la fe, que son verdaderos hijos de María por adopción y por mandato de Jesús en la cruz (Cf Jn 19,25ss).

En resumen podemos decir que los evangelistas quisieron marcar la importancia de la nueva familia en la fe, que es la Iglesia, creada por Dios para vivir la redención y salvación. Esta nueva familia de Dios está marcada por una realidad profundamente humana; las relaciones con Dios son como Padre, Abba, las relaciones entre los discípulos son como de hermanos; las relaciones que Jesús tuvo en su vida se convierten en las relaciones de toda la Iglesia. Su Padre es nuestro Padre, pero también su madre es nuestra madre. Esta nueva realidad no viene del deseo de la carne, sino de Dios; la virginidad de María es extremadamente fecunda y le prepara a asumir la nueva maternidad espiritual; ella tiene miles de millones de hijos. La potencia de Dios se manifiesta en esa pureza virginal de María que se convierte así en madre de la humanidad, madre de la Iglesia.

MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA

Significa básicamente que María es Madre de Dios. La palabra utilizada en griego fue Theotokos, que significa: la que dio a luz a Dios, la paridora de Dios. Esta afirmación no quiere decir que Dios tiene su origen en María, sino que de María salió una persona que es Dios. Ella dio a luz a alguien que es Dios; hombre verdadero y Dios verdadero. El origen de Jesucristo es divino; engendrado del Padre antes de los siglos, desde la eternidad, pero hecho hombre por la encarnación en María. Ella es su madre, y por lo mismo es Madre de Dios, puesto que Jesucristo es Dios.

Citas Bíblicas

“Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.   José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.  Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.  Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: ‘La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: ‘Dios con nosotros’ (Mt. 1, 20-23).  Este pasaje nos indica que ese hijo de María viene de Dios y no viene por intervención de varón, puesto que José era el prometido de María y él no tuvo que ver en eso. Al final Mateo resalta que se está cumpliendo la profecía del Emmanuel, Dios con nosotros; Dios ha llegado; Jesús es Dios; la madre de Jesús es madre de Dios.
Lucas relata la anunciación del ángel a María (Lc 1, 26-38), donde se establece un diálogo entre ella y el ángel, éste le dice que concebirá un hijo que será llamado Hijo del Altísimo (Lc 1,32), como sabemos, en la Biblia el nombre significa lo que en realidad es la persona que lo lleva; Lucas está indicando que Jesús es verdaderamente Hijo del Altísimo, Hijo de Dios; María por lo tanto es la madre del Hijo de Dios.
Ella sigue dialogando y preguntando cómo puede ser eso posible, puesto que no conoce varón, no está en relaciones carnales con ningún hombre y el ángel le explica la manera cómo va a suceder, por la acción del Espíritu Santo, que cubrirá a María con su sombra y por eso lo que nacerá de ella será santo y será llamado Hijo de Dios (Lc 1,35).

Lo que nace de María es el Hijo de Dios; es Dios mismo, por lo tanto María es Madre de Dios (paridora de Dios, Theotokos).

San Pablo en la carta a los Gálatas también indica la maternidad divina de María aunque de forma indirecta: Al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley… (Gal 4,4). De nuevo se vuelve a resaltar la realidad de la maternidad de una mujer que da a luz al Hijo de Dios.

En Ap. 12 San Juan nos narra “La visión de la Mujer y el Dragón.”  Este expresa, de manera simbólica pero bastante precisa, la maternidad divina de María: "Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz… El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La mujer = dio a luz un = Hijo = varón, = el que ha de = regir a todas las naciones con cetro de hierro; = y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono."

Aquí se nota el drama del Hijo de Dios, el Misterio Pascual de Cristo, que nace de una mujer, se enfrenta al antiguo dragón, la serpiente antigua, que trata de matarlo, y al final es arrebatado hasta Dios y reina sobre todas las naciones.

María, la madre de Cristo, también es perseguida por el dragón pero ella es protegida y llevada al desierto en alas de águila, al final el dragón persigue a los otros hijos de la mujer, refiriéndose a los cristianos, los discípulos de Jesús.

Ser madre de Dios no es simplemente un honor o un privilegio; también implica participar de la lucha espiritual y de los ataques del mal contra Dios.

Se han encontrado tablillas de barro que indican la oración a María madre de Dios desde tempranas épocas de la Iglesia. Ya en el siglo III encontramos en Egipto la famosa oración sub tum praesidium“Bajo tu amparo nos acogemos santa madre de Dios, no desprecies las súplicas que te hacemos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro ¡Oh virgen gloriosa y bendita!”

Lo cual nos indica que había reuniones de oración donde los fieles cristianos rezaban juntos e invocaban la protección de María dándole el título de Madre de Dios.”  Declaración Doctrinal – Concilio De Éfeso (431)

Dogmas Marianos

La base del Cristianismo como religión (o trato con Dios) son sus verdades de fe.  Como cristianos estas verdades de fe las expresamos en nuestras profesiones de fe o credos.  La Iglesia desde sus inicios ha venerado a María y reconocido sus realidades de fe que se refieren a ella.  Los dogmas sobre la María demuestran la expresión bíblica que “nada es imposible para Dios” (Jeremías 32, 17; Lucas 1, 37).

En la doctrina católica, un dogma es una verdad revelada definida por la Iglesia Católica.  La entiende como una verdad perteneciente al campo de la fe o de la moral, revelada por Dios y transmitida desde los Apóstoles a través de la Escritura o de la Tradición, y propuesta por la Iglesia para su aceptación por parte de los fieles.  “El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o también cuando propone de manera definitiva verdades que tienen con ellas un vínculo necesario” (CIC # 88).
La Iglesia Católica tiene una posición muy clara con respecto al dogma, y es que las verdades divinas siempre han existido, solo que cuando se tiene una duda, o una desviación doctrinal, es necesario reafirmar dicha verdad por medio de un dogma. 
Por ejemplo: desde el inicio del cristianismo se reconoció a Jesucristo como hijo de Dios; ahora bien, cuando se dio la desviación doctrinal de Arrió sobre la naturaleza divina de Jesucristo, fue necesario hacer un artículo de fe, que determinara y solucionara esta situación, de manera que ya no habría dudas, sino que se determinara como una verdad; esto ocurrió en el Concilio de Éfeso (año 431 d.C.).  Este concilio definió a Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre.

Los Cuatro Dogmas Marianos

En nuestra fe hay muchas creencias que no han sido decretados como dogmas; hay santos que no han sido canonizados. Por ejemplo, la Virgen María es la más santa de los creyentes en Cristo, sin embargo nunca hubo una declaración o canonización de María como santa de la Iglesia.

Las definiciones dogmáticas se han hecho en la medida que han sido necesarias, pero la totalidad de la doctrina cristiana no está definida de manera específica como dogmas, sino que hay puntos clave de la doctrina que se han declarado dogmas como tales.
Hasta ahora la Iglesia ha declarado cuatro verdades sobre María en forma dogmática: María Madre de Dios, María Siempre Virgen, La Inmaculada Concepción de María y la Asunción de María

La Iglesia se fijó en María por causa de Jesús; desde la Biblia vemos aparecer a María relacionada con Jesús. Ella es nombrada en el evangelio de Lucas, el nombre de la virgen era María (Lc 1,27), porque Jesús al encarnarse tuvo que hacerlo en una persona concreta de carne y hueso, con nombre y apellido, perteneciente a una familia y un pueblo concretos.

En la medida que la Iglesia fue reflexionando en las verdades reveladas de Dios, siguió acudiendo a María para entender mejor a Jesús.  Él era verdadero hombre y verdadero Dios; para ser verdadero hombre tiene que ser hijo de un ser humano; para ser verdadero Dios tiene que ser por obra del Espíritu de Dios y no por semilla humana. Y estos son los dos primeros dogmas marianos, la Maternidad Divina y la Virginidad de María, es decir, María es Madre de Dios y es siempre Virgen.
María es una madre humana que da a luz un hijo que es Dios, el Mesías de Dios, pero sin tener relaciones con hombre.  El relato de la Anunciación en Lucas (Cf. Lc 1,26-38), nos dice con claridad esta realidad humano-divina de Jesús, y que María es la madre, por la intervención del Espíritu Santo y no por la intervención de un varón humano.  María es la madre de Cristo, que luego en el siglo V la Iglesia la proclama como madre de Dios (Theotokos), y María es al mismo tiempo Virgen, que la Iglesia en varias ocasiones declara como siempre virgen.

17 de febrero de 2012

Ya se acerca la Cuaresma…

El Miércoles de Cenizas comenzamos la Cuaresma y se nos impone la Ceniza, ¿qué significado tiene la ceniza? Muchas veces en la Biblia, cuando se quiere hacer penitencia por los pecados se hace uso de la ceniza como medio penitencial, se ponía cenizas en la ropa, o se sentaban sobre cenizas etc. Hoy la Iglesia nos impone una pizca de ceniza como signo que estamos en tiempo de penitencia, como es la Cuaresma.  Cuaresma viene de la palabra cuarenta, 40 días desde el Miércoles de Cenizas al Domingo de Ramos que comienza la Semana Santa y tiene una relación muy especial con los cuarenta días de ayuno y oración de Jesús en el desierto.

Estas cenizas se elaboran a partir de la quema de los ramos del Domingo de Ramos del año anterior, y son bendecidas y colocadas sobre la cabeza o la frente de los fieles, como signo de la cesación de la condición humana. Mientras se imponen las cenizas en la frente de las personas se repiten las expresiones; “recuerda que eres polvo y al polvo te has de volver” y/o “convierte y cree en el Evangelio”. La ceniza simboliza la destrucción de las faltas y caídas del año anterior al ser éstas quemadas.

PARA MEDITAR
Cuaresma no es sólo dejar de comer carne, ayunar el Miércoles de Cenizas y el Viernes Santo, o dejar de comer dulces, dejar de fumar o tomar vino, etc....

La Cuaresma es mucho más complejo que esto...
Cuaresma es dejar de “comer prójimo” en nuestras conversaciones y dejar la reputación de los demás por el piso...

Cuaresma es dejar de “mordernos los unos de los otros”, en nuestras relaciones interpersonales ya sea de pareja, de familia o de vecinos...
Cuaresma es dejar de “tragarnos a los peces chicos”, en nuestros negocios y tratos.

Cuaresma es:
Arrepentirnos con hechos concretos...

Dejar nuestras faltas de Amor y Caridad con los hermanos... Para creer en el Evangelio.
Superar las tentaciones para vivir como Hijos de Dios y como hermanos entre nosotros...

Y esto, no sólo en los 40 días de Cuaresma, sino de una manera definitiva, siempre, para morir con Cristo al pecado y resucitar a una Vida Nueva que un día recibimos con el Bautismo y la Gracia de Dios.
Que Dios por medio de su Espíritu que todo lo puede y trasciende nos guie durante esta Cuaresma.

14 de febrero de 2012

¿Por qué hacen eso los Católicos?

Los Apóstoles y los primeros discípulos de Cristo al ir fundando comunidades cristianas fueron adaptando elementos de las culturas donde iban evangelizando.  Ejemplo de esto son los Ritos Litúrgicos (o sea la forma particular y propia como celebramos la Eucaristía y todos los actos litúrgicos).  Si vamos a la India (Rito Sirio Malabancar & Rito Sirio Malabar) y a Egipto (Rito Cóptico) varemos que celebran la Eucaristía de formas distintas.

Inclinar la rodilla
La genuflexión es un gesto por medio del cual los fieles cristianos adoran a Jesucristo presente en las especies eucarísticas (el pan y el vino consagrados). En la iglesia latina, este gesto consiste en flectar o doblar  brevemente la rodilla derecha hasta el suelo, con el torso erguido, al pasar por frente del sagrario cuando el Santísimo Sacramento está reservado, o al entrar a una iglesia si el sagrario es inmediatamente visible.

Adicionalmente, en las acciones litúrgicas como el rezo de Vísperas, la genuflexión se hace también ante el Crucifijo.  Al nombre de Jesús, 10se doble toda rodilla 10en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:«Jesucristo es el Señor»” (Fil. 2, 10-11).  Porque está escrito: Juro que toda rodilla se doblará ante mí y toda lengua dará gloria a Dios, dice el Señor.  Por lo tanto, cada uno de nosotros tendrá que rendir cuenta de sí mismo a Dios” (Rm. 14, 11).
Miércoles de Ceniza: el inicio de la Cuaresma

La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo. Las palabras que se usan para la imposición de cenizas son: “recuerda que polvo eres y al polvo has de volver"; “arrepiéntete y cree en el Evangelio”; y “concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”.
Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse. 

En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada. 

También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno. 

La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.


El saludo de la paz

El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles "imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR 56b).  Hay que recordar que se trata de la paz de Cristo. "Mi paz os dejo, mi paz os doy". El saludo y el don del Señor que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una paz que conquistemos nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor.

Es un gesto de fraternidad cristiana y eucarística.  Un gesto que nos hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión.  Porque para recibir a Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo. Todos estamos invitados a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso, además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino.

Amén
La palabra "amén" significa "que así sea", esto implica un compromiso serio, y un compromiso bien serio.  El Padre Nuestro es la oración perfecta por excelencia porque tiene 7 peticiones.  El número 7 es sinónimo de plenitud y perfección en la Biblia.  Cada vez que rezamos en el "Padre Nuestro" (o cualquier otra oración) y termínanos con la palabra amén le estamos pidiendo a Dios que lo que dice e implica esa oración se haga realidad en cada aspecto de nuestra vida.

La palabra "amén" la encontramos por primera vez en el Primer Libro de las Crónicas.  "¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!  Díganle: ‘¡Sálvanos, Dios de nuestra salvación! 35 Congréganos y líbranos de las naciones,35 para que demos gracias a tu santo Nombre 35 y nos gloriemos en tu alabanza’.  ¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel,36 desde siempre y para siempre!”. 36 Y todo el pueblo respondió: “¡Amén!”. “¡Alabanza al Señor!” (1Cron. 16, 34-36).
Velas encendidas

Cristo, es la luz verdadera del mundo y de nuestras vida.  Esa es la luz inagotable que nos da el calor de su gracia divina.  ¿Cuál es el simbolismo de la luz en la liturgia?  En la Biblia es a Dios a quien radicalmente se aplica el lenguaje relativo a la luz.  Dios "habita en una luz inaccesible" (1 Tim 6,16), "Dios es Luz, en El no hay tiniebla alguna" (1 Jn. 1,5). O, como dice inspiradamente el Salmista, "Dios mío, qué grande eres, vestido de
esplendor y majestad, arropado de luz como de un manto"
(Salmo 104,2). 
¿Cómo expresar lo que es Dios—verdad, vida, amor—si no es recurriendo a este simbolismo tan profundo y sencillo a la vez, sutil y expresivo, de la luz?  No es nada extraño que las Plegarias  Eucarísticas, como la 4a. del Misal, alaben a Dios afirmando de Él que es "Luz sobre toda luz" y que creó todas las cosas "para alegrar su multitud con la claridad de tu gloria". 

Pero cuando hablamos de la luz en liturgia, o cuando la hacemos entrar en el juego de los símbolos, es a Cristo sobre todo a quien nos referimos.  Es una de las imágenes preferidas en el Evangelio: "la Palabra era la Luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn. 1,9): pero el mundo no le recibió y prefirió la tiniebla; "yo soy la Luz del mundo: el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn. 8,12): palabras que proclamó Jesús precisamente en la fiesta de las Tiendas, la fiesta de las luces en el Templo de Jerusalén. Ya el anciano Simeón, en la Presentación de Jesús, había pronunciado las proféticas palabras: "Luz para iluminar a las naciones" (Lc. 2,32). 
Si la primera página de la Biblia (Gen 1,3) se abría con la luz creada
por Dios, como comienzo de toda vida, la última (Ap. 21,23ss) nos dirá que la nueva Ciudad, la Jerusalén del cielo, no necesitará ya de la luz del sol ni de la luna, "porque la ilumina la gloria de Dios y su lámpara es el Cordero... allí no habrá noche". No es extraño que la celebración litúrgica cristiana, en su "gramática simbólica", acepte este filón de la luz para sus fiestas de Navidad y de Pascua, principalmente. O que el Credo afirme que Cristo es "Luz de Luz"... 


Colores litúrgicos 
En los varios períodos del año litúrgico los cristianos oran con sentimientos diversos evocadas también por los colores de las vestiduras litúrgicas.  El blanco se usa en tiempo pascual, tiempo de navidad, fiestas del Señor, de la Virgen, de los ángeles, y de los santos no mártires. Es el color del gozo pascual, de la luz y de la vida.  El rojo se usa el Domingo de Ramos, el Viernes Santo, Pentecostés, fiesta de los apóstoles y santos mártires. Significa el don del Espíritu Santo que nos hace capaces de testimoniar la propia fe aún hasta derramar la sangre en el martirio.  El verde se usa en el tiempo ordinario (período que va desde el Bautismo del Señor hasta Cuaresma y de Pentecostés a Adviento). Expresa la juventud de la Iglesia, el resurgir de una vida nueva. El morado nos  indica la esperanza, el ansia de encontrar a Jesús, el espíritu de penitencia; por eso se usa en adviento, cuaresma y liturgia de difuntos.

¿Por qué llamamos “padre” al sacerdote?
Acaso no lo prohibió Jesús en Mateo 23, 8-10… “Ustedes, no se dejen llamar Maestro, porque no tienen más que un Maestro, y todos ustedes son hermanos.  No llamen Padre a nadie en la tierra, porque ustedes tienen un solo Padre, el que está en el Cielo. Tampoco se dejen ustedes llamar Guía, porque ustedes no tienen más Guía que Cristo.”  

Para interpretar la Biblia correctamente hay que tener en cuenta varios factores: (hay que   leer los versículos con su contexto…) Si se leen los versículos a continuación (11 & 12) se puede ver que el propósito de Jesús es enseñarnos que no debemos presumir y no creernos superiores por ser padres, maestros, catequistas, o líderes en algún ministerio de la Iglesia.  El más grande entre ustedes se hará el servidor de todos. Porque el que se pone por encima, será humillado, y el que se rebaja, será puesto en alto” (Mateo 23, 11-12).

Hay que interpretar a la luz de la Biblia completa.  San Pedro, San Pablo y San Juan se identifican así mismo como padres espirituales. San Pedro llama al Evangelista Marcos “hijo”: “La Iglesia de Babilonia, que ha sido elegida como ustedes, los saluda, lo mismo que mi hijo Marcos.  Salúdense los unos a los otros con un beso de amor fraternal. Que descienda la paz sobre todos ustedes, los que están unidos a Cristo” (1Pe 5, 13).

De igual forma San Pablo se considera padre espiritual.  Porque, aunque tengan diez mil preceptores en Cristo, no tienen muchos padres: soy yo el que los ha engendrado en Cristo Jesús, mediante la predicación de la Buena Noticia. Les ruego, por lo tanto, que sigan mi ejemplo.  Por esta misma razón les envié a Timoteo, mi hijo muy querido y fiel en el Señor; él les recordará mis normas de conducta, que son las de Cristo, y que yo enseño siempre en todas las Iglesias” (1Cor. 4, 15-17).

San Juan no se cansa de llamar a los bautizados de las comunidades cristianas.  “Hijos, les escribo porque sus pecados han sido perdonados por el nombre de Jesús.  Padres, les escribo porque ustedes conocen al que existe desde el principio.  Jóvenes, les escribo porque ustedes han vencido al Maligno.  Hijos, les he escrito porque ustedes conocen al Padre.  Padres, les he escrito  porque ustedes conocen al que existe desde el principio.   Jóvenes, les he escrito porque son fuertes,  y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno” (1Jn. 2, 12-14).

Hay que entender la Palabra de Dios (Biblia) con la ayuda de la Tradición Apostólica.  Las Fuentes de la Revelación Divina (Palabra de Dios) son la Tradición Apostólica (Palabra Hablada y Pregonada) y la Biblia (Palabra Escrita).  “Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían” (Jn. 21, 25).  Como ejemplo podemos utilizar el relato de la Verónica del Vía Crucis (sexta estación) es parte de la Tradición Oral de la Iglesia y no está en la Biblia.

Bautismo de niños:
Cuando nos pregunten, ¿Dónde en la Biblia dice que bauticen a los niños?  Podríamos muy bien responder con otra pregunta: ¿Dónde en la Biblia dice  que solo se bauticen a los adultos? 
El Bautismo como sacramento (o sea signo sensible) es un don para la salvación, incluso para los niños.  Entre los primeros cristianos ya era común el bautismo de niños.  “Había entre ellas una, llamada Lidia, negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que aceptara las palabras de Pablo.  Después de bautizarse, junto con su familia, nos pidió: «Si ustedes consideran que he creído verdaderamente en el Señor, vengan a alojarse en mi casa»; y nos obligó a hacerlo”  (Hch. 16, 14-15).  Para poder entender esto hay que tener bien claro cuál era el orden social de la época.  El mismo tenía el siguiente orden; hombre, mujer, hijos, esclavos y animales.  Cuando se bautizaba a toda la familia incluía a los esclavos y por consecuencia lógica a los niños.  

Consultas y Respuestas: Testimonios de Fe…

Las Bienaventuranzas como faro del examen de conciencia (Conclusión)

En estos tiempos en los medios de publicidad y de  “marketing”  (mercadeo) se nos presenta la felicidad temporera y efímera como si fuera  “...