El Blog: C, A y P es parte del Apostolado Católico Anawim (ACA) Inc. Este blog es presentado a ustedes por su hermano y servidor en Cristo Jesús, Daniel Cáliz. El propósito de C, A y P es brindar recursos y material para la formación cristiana según lo enseña el Magisterio de la Iglesia Católica. Es por eso que el ACA se compromete en obediencia y fidelidad en la Iglesia Católica a la vocación de la triple misión de Cristo (sacerdotes, reyes y profetas) que adquirimos en nuestro bautismo.
29 de marzo de 2009
La visión católica en las Sagradas Escrituras
27 de marzo de 2009
¿Cómo se formó la Biblia? (Cuarta Parte)
¿Cómo se formó la Biblia? (Quinta Parte)
23 de marzo de 2009
La Oración como estilo de vida
Hay siete pilares en la Espiritualidad Católica que han sido de gran ayuda para la Iglesia por más de 2000 años. Todas de una forma u otra están relacionadas con la oración.
Reconciliación es una de las metas fundamentales en la oración. Nuestra oración nos debe llevar a una constante conversión de nuestra vida. Podemos usar de ejemplo a Michael Jordán y Tiger Woods. Ambos han luchado incansablemente por llegar a ser los deportistas que son hoy en día. Aunque practican distintos deportes, ambos requieren de destrezas y disciplina para alcanzar el éxito logrado. Ambos deportistas supieron observar y detectar sus fortalezas y debilidades. Una vez realizaron esto, trabajaron arduamente para convertir sus debilidades en fortalezas. Este proceso de identificar los lados fuerte y débil y convertir lo débil en fuerte ha sido el centro de la Espiritualidad Católica.
Juan Bautista comenzó su predicación con este mensaje: “Arrepiéntanse porque el Reino de los Cielos ya se acerca” (Mateo 3, 2). Más adelante cuando Jesús comenzó su ministerio lo hiso con las mismas palabras (Mateo 5, 17). La oración nos hace volvernos a Dios. Frecuentemente nos alejamos de Dios. Ya sea por unos días, unas semanas, unos años más que menos dar la espalda a Dios es una acción interior en nosotros. Es muy posible el que le demos la espalda a Dios y estar yendo a Misa todos los domingos. La acción externa no la disposición interna. Nos alejamos de Dios porque no crecemos en las virtudes (hábitos o costumbres buenas). Cualquiera que sea nuestra distracción (en acercarnos a Dios) es importante que caigamos en cuenta que no podemos entrar a una jornada nueva (la de Cristo Jesús) a este nuevo recinto (la gracia de Dios) con las mismas actitudes en que estábamos. Esta jornada hacia la mejor versión de mi mismo debe estar fuera de los defectos de mi presente visión de mi mismo. Si tomamos nuestra fe en serio nos debemos preguntar a nosotros mismos; ¿si estamos dispuestos a dejar las huellas de Dios? La oración es una herramienta adecuada para contestar esta y muchas otras preguntas que nos podemos hacer.
La contemplación es algo muy común en el ser humano. La pregunta es, ¿Qué es lo que contemplamos? Serán las riquezas, la mujer que pasa por la calle, el poder, la fama. O será posible que podamos contemplar las maravillas de Dios, su admirable creación y los gozos en la vida espiritual. No es necesario entrar a un monasterio para vivir una vida de contemplación. Todos de una forma u otra somos contemplativos y lo que contemplemos jugara un papel significativo en nuestras vidas.
Las acciones de la vida están determinados los pensamientos más dominantes que haya en nosotros. Alguna vez nos hemos preguntado como los santos se enfocaron con intensidad en la práctica de las virtudes. Los santos se proponían alcanzar una simple meta, la salvación. Esta la seguían como un navegante sigue una estrella en medio de la noche. Las virtudes son hábitos o costumbres buenas pero no solo son externos sino internos. Uno de esos hábitos fue la forma en que contemplaron el Evangelio. En todo tiempo ellos contemplaban la vida y enseñanza de Jesucristo. San Pablo nos da este consejo; “todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos” (Filipenses 4, 8). No podemos hacer crecer peras en un árbol de manzana. Lo mismo sucede con nuestros pensamientos, ciertos pensamientos producen ciertas acciones.
Si nos preguntan que busquemos candidatos idóneos y aptos para ser profetas y líderes en medio de este mundo moderno, ¿Dónde miraríamos? Te preguntarías a ti mismo donde puedes encontrar algún pastor. La profesión más común en el Antiguo Testamento entre los profetas y líderes era la de pastor. Los pastores al estar en medio de ese “templo cósmico” de la creación todo el día tenían la oportunidad de ser parte de ese salón (o clase) del silencio. Tenían suficiente tiempo para pensar, reflexionar, ponderar y escuchar la voz de Dios en sus vidas y la vida de la comunidad. Nuestro mundo está lleno de ruido y a resultado de esto no podemos escuchar la voz de Dios en nuestras vidas. Te puedo hacer dos promesas; en el silencio encontraras a Dios y en el silencio te has de encontrar a ti mismo. Estos sin duda alguna serán los dos descubrimientos más grandes de tu vida.
Si deseamos patrocinar la vida de santidad simplemente debemos retornar a esa Gran Pregunta, ¿Señor, que piensas que debo hacer? De la misma forma podemos hacer preguntas similares o relativas cuando hay situaciones en la familia (esposos, hijos, amistades, etc.). Hay muchos que viven una vida en silenciosa desesperación. Si no preguntas a Dios esta Gran Pregunta no descubriremos nuestra misión. La vida es una vocación o llamado que nos hace el mismo Dios. Cada uno de nosotros somos creados con un propósito o razón. Cuando hablamos de vocación siempre pensamos en sacerdocio la vida religiosa y ciertamente son una vocación. Pero nos olvidamos que el matrimonio y la vida de soltería también es una vocación que Dios nos hace. Cada uno tiene una vocación que la puede discernir por medio de la oración y dirección espiritual.
La acción sin oración es el trayecto que muchas organizaciones humanitarias llevan. Lamentablemente es la senda en la que caen muchos grupos dentro de la Iglesia. Cuando solo nos preocupamos en las acciones y descuidamos la oración este activismo social reduce la Iglesia a un comité de asistencia social. La acción sin la oración es inútil e infecunda. Si le decimos a nuestros niños “pensar antes de actuar” pensar es a la realidad natural como lo es oración a la realidad sobrenatural.
¿Cuál es la geografía en nuestra oración? Cuando niño mis oraciones estaban enfocadas en mí mismo y en lo que quería. Oraba por el gol que quería anotar en el partido de futbol, por sacar buena calificación en el examen. Gradualmente la geografía se fue expandiendo en mi oración y ya no oraba solo por mí sino por mis seres queridos. En la universidad y al ir conociendo la realidad de la vida mi oración se torno más solidaria con las miserias, las angustias y todos los pesares del ser humano.
¿Qué no sabes orar? En realidad no importa, déjaselo en las manos de Dios. Invoca al Espíritu Santo que sea tu guía. Que el dirija tus labios, tu mente y tu corazón. Dile a Dios, “No sé como orar” y ya estas orando. Háblale a Dios de toda tu vida, de tus angustias, pesares, preocupaciones. Dale gracias por todos lo que recibes. Alábalo por su grandeza y adóralo en espíritu y verdad.
21 de marzo de 2009
¿Cómo se formó la Biblia? (Tercera Parte)
19 de marzo de 2009
¿Cómo se formó la Biblia? (Segunda Parte)
16 de marzo de 2009
¿Cómo se formó la Biblia? (Primera parte)
10 de marzo de 2009
La Responsabilidad Social en la Moral Cristiana
La política suele ser primera plana en los más importante diarios no solo nacional sino internacional. Resulta muy poco probable que la temática de las noticias sea positiva y muchos menos beneficiosa para la sociedad y la comunidad. Nos podemos imaginar una audiencia pública donde se reúne un distinguido senador (puede ser fácilmente el de su comunidad) con unas representantes de la población laboral femenina. Estas vienen por años (décadas o hasta más tiempo) buscando mejorar su situación y condición laboral. Para lograr mejorar la misma exigen mejores beneficios marginales. Seguros médicos donde sus hijos puedan lograr obtener unos mejores servicios médicos que respondan adecuadamente a necesidades en cuanto la salud se refiere. Como sueles suceder le hay tiempo para escuchar las demandas que hacen las trabajadoras. Como suele suceder están los funcionarios públicos que escuchan con una “mentalidad prefabricada.” Cabe preguntar, ¿hasta qué punto son capaces estos funcionarios públicos de romper con esa mentalidad prefabricada y cumplir con sus deberes administrativos?
El Papa Pablo VI en una de sus mas celebres frase nos dice; “Si quieres paz, lucha por la justicia.” La Iglesia desde el Papa León XIII y su Encíclica Rerum Novarum nos quiere dejar su enseñanza social donde todos como bautizados (cristianos) tenemos el deber de responder a las necesidades de los más necesitados. En esta carta encíclica escrita en 1891 se exponen a la luz pública las condiciones deplorables que vivían los trabajadores (hombres, mujeres e incluso niños) ya estos tiempos y cuyos salarios eran súper mezquinos que no podían subsidiar las necesidades más básicas en una familia. La pobreza era una realidad que estaba (y sigue estando) de moda. La Iglesia desde ese entonces ha tomado batuta para ser alivio esperanzador donde no solo la pobreza ha sido el peso en el costal sino la marginación, la discriminación, la guerra entre otras situaciones sociales. El Magisterio de la Iglesia han expresado constantemente que como cristianos no podemos hacer caso omiso a la necesidad de nuestros hermanos. Que hemos de enfrentar estos problemas a la luz del Evangelio de Cristo. Penosamente la Enseñanza Social de la Iglesia no ha recibido la atención que le es debida aun entre los católicos.
El punto de partida debe ser sin duda alguna la dignidad humana y los derechos humanos. Estos no son solo principios de índole “filosófico” por así decirlo sino que tiene su base fundamental en la fe cristiana. Nuestra dignidad como personas estriba sobre la realidad que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Es muy conveniente recordar la historia de la creación de hombre en el libro del Génesis; “Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre tuvo aliento y vida.” Nada más y nada menos que el aliento de Dios nos dio vida. En el Nuevo Testamento la misma imagen es usada para describir como Cristo le dio el don del Espíritu Santo a sus discípulos después de su Resurrección. El Evangelio de San Juan nos dice; “!La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo…” La tradición católica reconoce que los derechos humanos emanan directamente de la dignidad de la persona. Las enseñanzas católicas insisten que los derechos humanos no nos son conferidos en base a nuestra individualidad porque seamos ciudadanos o pertenezcamos a una sociedad. Por el contrario, el origen de los derechos humanos es fundado en de la naturaleza humana como tal. Los derechos humanos no se dan (o se hacen legítimos) o se quitan por una sociedad. La sociedad existe para proteger y promover la dignidad y los derechos de las personas no para realizar lo contrario.
Algunos ejemplos que podemos brindar y que nos viene muy bien hacer presentes en nuestro diario vivir. Los mismo están en la Carta Encíclica Pacem in Terris (Paz en la Tierra) de su Santidad Juan XXIII;
- Derecho a la vida y un decoroso nivel de vida: derecho a la integridad corporal, comestible, vestido, vivienda, cuidado médico y los necesarios servicios sociales. (#11)
- Derechos relativos a la moral y valores culturales: el derecho a una buena reputación, a la búsqueda de la verdad, estar informado en asuntos públicos… (#12–13)
- Derechos a la libertad religiosa de acuerdo a la conciencia (#14)
- Derechos económicos, derecho a trabajar, a trabajar en ambiente seguro, recibir un salario justo, derecho a la propiedad privada (y otros recursos de bienestar) en cuanto y tanto estos no afecten o interfiera con los derechos básicos de otros (#18–22)
- Derecho a emigrar y a inmigrar: especialmente cuando la injusticia y opresión se da en algún país (#25)
Es muy conveniente enfatizar los derechos humanos es la “mano derecha” en todo lo referente a la Doctrina Social de la Iglesia. De igual forma podemos decir que la “mano izquierda” lo ha de ser bien común. Es muy conveniente leer en el CIC #1906 para entender lo que es el bien común. Hay tres condiciones que tienen que estar presentes para que el bien común funcione debidamente.
- Primero, hemos de mantener un respeto por la persona (leer CIC #1907). Entiendo que la persona es sujeto de su propia justicia y mi justicia termina donde comienza la del hermano. Entonces yo no puedo “sobrepasar” (por así decirlo) la justicia de mi prójimo. Si somos personas desde el mismo instante de nuestra concepción como hemos matar (abortar) a esa persona tan indefensa como lo un prenatal.
- Segundo, el bien común reclama el bienestar y desarrollo social (leer CIC #1908). No se puede prescindir de las necesidades más básicas como lo son el alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho de fundar una familia, etc.
- Por último, el bien común implica la paz, donde sean viables la estabilidad y el orden público. La paz no es la ausencia de lo justo por el contrario la paz exige un mundo justo para todos sin distinción.
La justicia económica es un tema que casi todos los papas desde León XIII hasta Benedicto XVI han recalcado y expuesto su voz ante todo el mundo actual. La convicción primaria de la Iglesia Católica acerca de la justicia económica está muy bien establecida en el #2426 del CIC; “El desarrollo de las actividades económicas y el crecimiento de la producción están destinados a satisfacer las necesidades de los seres humanos. La vida económica no tiende solamente a multiplicar los bienes producidos y a aumentar el lucro o el poder; está ordenada ante todo al servicio de las personas, del hombre entero y de toda la comunidad humana. La actividad económica dirigida según sus propios métodos, debe moverse no obstante dentro de los límites del orden moral, según la justicia social, a fin de responder al plan de Dios sobre el hombre (cf. GS 64).” Estas dos simples oraciones sobre nos ponen ante nosotros (cristianos y no cristianos) una reto muy grande. ¿Qué es lo que determina las decisiones económicas de individuos, corporaciones y los países? ¿Es simplemente el deseo de poder y lucro? ¿Serán estas las únicas opciones en su visión económica global? Si son estas… hay algo que según la enseñanza católica (y la conciencia colectiva) está mal. Aquí cabe hacernos eco de la pregunta que le hiso Dios a Caín; “¿Qué has hecho de tu hermano?” De cada uno de nosotros depende contestar (bien o mal) a esta pregunta.
No podemos olvidar algunos puntos a considerar en este asunto de la justicia económica:
- Trabajo (dignificado y adecuado), que es la fuente primordial para el sustento básico en la familia.
- El derecho de iniciativa económica, las mismas deben siempre buscar el bien común. Sin menospreciar a los más necesitados.
- La responsabilidad del Estado, es quien debe salvaguardar y proteger los derechos de los ciudadanos.
Por último y a mi humilde entender más importante hay que tener presente la opción preferencial por los pobres que la Iglesia siempre nos recalca en sus enseñanzas sociales. Este es un elemento clave en la Enseñanza Social Católica. El mismo tiene importantes implicaciones de acuerdo a como vivimos nuestra vida ya sea de forma individual y colectiva o comunitaria. Al decir opción preferencial por los pobres decimos primero algo sobre Dios y luego sobre nosotros. Esta opción nos sugiere que la reflexión de nuestra vida moral cristiana debe comenzar como un reflejo de Dios. Este amor preferencial de Dios por los pobres (no solo en bienes materiales, sino en espiritualidad cristiana) se puede ver reflejado en la historia del Evangelio de Lucas (15, 11–32) donde vemos a ese padre perdonador y su hijo prodigo pobre no solo porque ya no tuviera los bienes que antes tenía sino porque le faltaba ese amor incondicional que le daba su padre.
El amor por los pobres y más marginados debe ser antes que nada una aptitud. Que llevemos no solo en nuestra mente sino en nuestro corazón lleno de la acción poderosa de Dios. La caridad es el amor hecho acción. Como bautizados, cristianos y miembros del Cuerpo de Cristo es nuestra deber vivir en esa misma caridad fraterna que el mismo Cristo practicó.
7 de marzo de 2009
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